En un lóbrego pasadizo, dos sombras se deslizaban para encontrarse. La primera salió del drenaje y se arrastró por el piso. La segunda pareció caer del cielo como un cometa oscuro. Las dos se convirtieron en figuras humanas al mismo tiempo.
—¿Por qué nunca contestas? — La primera sombra estaba furiosa. Sus manos parecían pinzas filosas a punto de atacar.
—Aquí estoy, ¿qué no? — Dijo la segunda figura con una voz que no contenía emociones.
—¿Sentiste lo de anoche? — Dijo la primera sombra mirando alrededor.
—Llegó el nahual. — Dijo la segunda sin emoción alguna.
—Tiene alma de Cacomixtle. — Dijo la primera sombra. La segunda se irguió sorprendida.
—Igual que-
—¡Ya lo sé! — interrumpió la primera.
—…
—Tenemos que actuar rápido.
Alguien se acercaba. Eran dos niños. Las sombras se esfumaron y se fueron por dónde habían llegado. Eran Carlos y Tlaloc que volvían a su refugio entre el auditorio y el edificio principal. Comieron su lunch juntos y se fueron a clases evitando que nadie los viera.
Qué suerte la mía. — Dijo sin emociones la sombra que los observaba entre un recoveco sombrío del edificio principal.
Te encontré. — Dijo con un chillido de ave rapaz antes de salir volando lejos de ahí.
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