Era un miércoles por la tarde cuando un el duque de Midelford subió a su carruaje personal rumbo al castillo imperial. Mientras en el castillo se encontraba Tulip asiendo preparativos para un pícnic el cual estaba previsto para el día siguiente, durante los últimos arreglos del pícnic Primavera no pudo quedarse más en silencio y pregunto a su madre si podía acompañarla –Esta vez tendré que darte un no por respuesta pequeña, pero te aseguro que la próxima vez haremos uno nosotras junto a tu padre- le respondió la emperatriz con un tono calmado mientras terminaba de guardar las cosas en la canasta, en cuanto obtuvo la respuesta negativa de su madre Primavera salió de la habitación para ir a buscar algo que ver en el noticiero de la tarde, mientras iba de regreso un guardia anuncio la llegada del duque Midelford, la princesa se quedó parada mientras veía a su madre acercarse al hombre, pero antes de que pudiera dirigirle la palabra llego el emperador -Duque Midelford, ¿qué le trae hasta el castillo?- pregunto Alexander con tranquilidad -Sabes a lo que vengo, no debería preguntar tan deliberadamente en plena entrada su majestad- dijo el anciano con un tono seco mirando hacia la princesa, Alexander se sorprendió ante su respuesta por lo cual volteo hacia atrás encontrándose con Primavera parada dándole una sonrisa -Espero que tenga una buena estancia en el castillo- le ordeno a uno de los sirvientes que guiara al duque hacia su dormitorio dándose la vuelta para regresar a sus actividades. Al llegar el atardecer Primavera encontró la oportunidad de acercarse al invitado; se sentó en la mesa del jardín frente al duque –Hola- saludo al hombre con una sonrisa y tono animado –Buenas tardes, princesa, ¿necesita que la ayude en algo?- respondió ante el saludo de la niña con un tono serio, Primavera solo negó con la cabeza, antes de poder comenzar con su sesión de preguntas sintió una mano sobre su hombro la cual la hizo voltear hacia atrás –¡Mamá!, ¿Qué haces aquí?- pregunto la niña sobresaltada al ser descubierta –Vengo a hablar con el duque, no deberías molestarlo así que regresa adentro y juega con Yuki o lee algún libro- concluyo la emperatriz con una sonrisa en su cara la cual hacía notar que debía retirarse ya, Primavera sin esperar más se levantó de la silla e hizo caso a su madre no sin antes despedirse como era debido, tomo la segunda opción yendo a tener un rato silencioso en la biblioteca; Tulip se sentó y comenzó a hablar con el hombre cuando su hija ya estaba lo suficientemente lejos como para no escuchar nada de lo que se mencionaría sobre su salida de la mañana siguiente.
Como lo habían planeado tanto Tulip como el duque no se presentaron al desayuno, pues estos estaban cruzando el frondoso bosque donde en la entrada de Eclipse los esperaban dos jóvenes de traje; cuando los gemelos pudieron verlos acercarse corrieron hacia ellos deteniéndose para saludar – Mamá, Abuelo, realmente vinieron – mencionaron al mismo tiempo de forma animada mientras los abrasaban; los 4 entraron a eclipse dirigiéndose al comedor donde el desayuno ya se encontraba servido gracias a organización de Polaris, el día transcurrió como fue planeado teniendo un pícnic a la hora de la comida, en el cual se habló de distintos temas y de cómo estaba las cosas donde vivía el duque. Cuando finamente callo la noche, los adultos regresaron al castillo principal para hacer sus últimas actividades y después dormir.
Al día siguiente, durante el desayuno, todos se encontraban en el comedor con un silencio abrumador y una tensión que se podría cortar, pues el duque mantenía una mirada que combinaba odio y desprecio, mirada que la princesa no podía comprender, quedando curiosa del porqué, pues las personas siempre le tienen respeto o miedo a su padre cosa que no era igual con el duque “¿a qué se deberá? ¿Tal vez solo no le agrada?”, la cabeza de la joven princesa comenzó a divagar mientras comía su desayuno en silencio. Al llegar el atardecer, la emperatriz salió a despedir al hombre en nombre del emperador, teniendo una corta conversación y este antes de subir a su carruaje le entregó un sobre de color negro, el cual la mujer guardo con cuidado él entre sus ropas para evitar que su esposo se la quitara o interrogara al respecto el Duque finalmente subió a su transporte y este empezó a alejarse del castillo imperial perdiéndose entre el camino y así dándole final a la corta visita del duque Midelford a los hijos de su difunta hija.
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