La vida de Peck antes de conocer a Sen.
Batoru contaba con muchos orfanatos. Con frecuencia los padres dejaban allí a sus hijos por diferentes razones. En algunos casos se tenía información de los familiares de cada niño, pero Peck pertenecía a un grupo del cual no se sabía nada.
Peck simplemente apareció de la nada en el interior del orfanato. Alguien entró sin alertar a nadie y lo dejó allí. Ese evento no fue importante, con tantos magos normalmente uno podría escabullirse. Lo intrigante fue la reacción de los cuidadores del orfanato a Peck. Desde el momento en que lo vieron decidieron rechazarlo y derivarlo a otro orfanato.
Por más intentos que hubo de delegar la responsabilidad de cuidar a Peck, él siempre volvía al mismo lugar.
La mayor autoridad en el orfanato era una mujer anciana, ella decidió deshacerse de Peck por sí misma. El día que lo intentó partió por la madrugada y regresó al anochecer todavía con Peck en brazos. La anciana regresó con piel pálida y con sombras bajo los ojos, temblando del pavor. Lo que sea que haya pasado ese día jamás lo reveló.
Ese mismo día, la anciana a cargo del orfanato se suicidó.
Los sucesores escogieron hacerse cargo de Peck al determinar que era imposible deshacerse él.
El resentimiento hacia el niño no tenía sentido. Ellos mismos al conversarlo no lo comprendían, solamente existía la necesidad de despreciarlo. Ese enojo irracional se sobrepuso a la razón. De todas maneras, si no se esforzaban en cuidarlo este terminaría muriendo tarde o temprano: escogieron seguir ese plan.
Pero no, se equivocaron. Peck crecía a un ritmo normal y con buena salud, nunca enfermó. Incluso si no comía por días, Peck de algún modo recuperaba su energía. En el transcurso del tiempo perdieron a varios niños, pero jamás a Peck.
No obstante, el cómo se sentía Peck era diferente.
***
Él podía notarlo: no lo aceptaban, y por más que lo pensara no lograba entenderlo. Cuando estaba lejos del resto de niños ellos jugaban alegremente y parecían felices. Siempre que Peck se acercaba todo cambiaba y actuaban con hostilidad hacia él.
“Yo no les he hecho nada, ¿por qué son así conmigo?”
Nunca pudo hallar una respuesta.
Otra de sus desgracias tenía que ver con las clases.
Los niños del orfanato recibían una educación especial. Peck tenía problemas para aprender a leer y escribir, pero lo peor era que no podía realizar magia. No hubo esfuerzo en tratar de descubrir porqué sucedía, simplemente lo dejaron así. Peck sintió la enorme diferencia entre él y el resto de sus compañeros.
Debido a su gran fracaso con la magia, Peck se creyó incapaz de todo y comenzó a fallar en cualquier cosa que intentara.
***
Un día, Peck sintió curiosidad por su edad. Usualmente el cumpleaños de cada niño del orfanato se asignaba según el día de su llegada si es que desconocían la información, pero Peck no tenía una fecha específica.
Hasta cierto momento, Peck ni siquiera sabía su edad.
El vacío en Peck creció cuando presenció una fiesta de cumpleaños. Al no sentirse a gusto en el orfanato pasaba la mayoría del tiempo fuera de este. A lo lejos, presenció el cumpleaños de una niña de pelo blanco que parecía ser muy importante.
Alrededor de la niña había un gran y cálido ambiente. Ella era querida y la llenaban de elogios, pero Peck no sabía lo que eran los cumplidos hasta ese entonces.
Más tarde, después de esa fiesta, Peck conoció a un adivino que iba disfrazado. Para hacerle una demostración, él dio la exacta cantidad de tiempo que ha vivido Peck:
Diez años, dos meses y catorce días.
Peck resplandeció de alegría con tal descubrimiento, sintió agradecimiento por ese adivino. Fue a buscar al resto de sus compañeros en el orfanato para que le conocieran, quizá, al presentarles a alguien divertido ayudaría a mejorar su relación.
Aun así, cuando llegaron, el adivino ya no estaba.
Peck fue tachado de mentiroso.
***
Uno de los grandes eventos de Batoru fue la invasión de monstruos.
Súbitamente criaturas peludas con forma de lagarto que tenían ojos a lo largo de todo el cuerpo atacaron. Eran tan grandes como las casas de Batoru. Al intentar pelear con ellas, estas se volvían más fuertes.
Y el actual líder de Batoru, que ya sufría por su enfermedad, no podía hacer más que retenerlas. Fue entonces que su aprendiz apareció para expulsar a las criaturas. Tan solo era una niña que atacaba con haces de luz, pero salvó a todos.
Aquel fue el momento en que todos conocieron a Sen.
Peck, escondido detrás de unos escombros, vio como todos festejaban a Sen y su hazaña. Sin embargo, él ya no recuerda este evento, ni tampoco que fue cuando conoció a Sen en realidad.
Pensó que debía hacerse y hablar con ella, pero escuchó la voz de un hombre a sus espaldas.
—Si fueras como ella, todos estarían de tu lado.
Peck volteó, pero no había nadie.
“¿Ser… como ella? ¿Qué significa eso?”
Peck pensó sobre eso durante varios días.
Nunca determinó de donde vino esa voz, pero lo importante eran esas palabras.
Esos pensamientos acompañaron a Peck, de algún modo, los otros niños desarrollaron la misma idea y desearon ser fuertes como aquella niña.
Sin motivo alguno, eso se reflejó en que probaran su magia en Peck de distintas maneras.
Ver marcas de cortes y quemaduras por todo su cuerpo se volvió cotidiano, pero no recibía tratamiento médico. Peck se recuperaba por sí solo, extrañamente eso no debilitó su salud, pero ya había rebasado su límite.
Peck escapó del orfanato dos meses después del ataque de los monstruos.
***
Estando por su cuenta, Peck sobrevivió haciendo lo que fuera necesario. Sin importar lo que fuera, lo mucho que tuviera que rebajarse o sufrir, Peck lo haría para mantenerse con vida un día más.
Era un mago que no podía hacer magia.
Una existencia insignificante.
“¿Por qué sigo viviendo?”
No había sentido alguno en eso. Toda lógica indicaba que él debería estar muerto.
“¿Por qué no puedo morir?”
Una persona que no tenía más que recuerdos horribles.
Peck iba con ropas desgastadas viéndose demacrado. Estaba bajo la lluvia sin protección alguna, en un callejón lúgubre repleto de basura. Sufría por el frío y el hambre.
“Tengo hambre…”
En cierto momento, Peck comenzó a comer todo lo parecía comestible. Aun así, no enfermó, pero se sentía débil.
En esa situación, solamente se pudo preguntar:
“¿Dónde están mamá y papá? ¿Acaso ellos me odiaban también?”
Con el tiempo, esa parecía la opción más lógica.
Los padres de Peck no lo amaron.
Dos personas pasaron frente a Peck, una de ellas dejó caer un bolso que al impactar en el suelo dejó ir un cuchillo. Las personas se fueron sin recogerlo.
Peck lo observó un momento y se acercó al charco de agua donde cayó el cuchillo. Peck tomó el cuchillo y lo apuntó contra su cuello.
—¿Qué haces?
Una voz lo llamó.
Miró a los costados, pero no había nadie.
Escuchó que un cristal se rompió.
Peck miró hacia abajo, apartó el bolso que había y en el charco de agua vio su propio reflejo. En su reflejo, se vio a sí mismo enojado.
—Todo será en vano si mueres aquí.
La voz de antes provenía de su reflejo. Peck se sintió confundido, pero estaba tan cansado que no pensó mucho en eso. Aunque él no podía sentir su rostro enojado, podía ver que al menos su reflejo lo estaba. Peck estaba seguro de no haber hablado, pero veía a su ‘otro yo’ mover la boca y escuchaba sus palabras.
Peck no tenía fuerzas para responderle.
—No es tu vida la que debes terminar. El enemigo a quien debes eliminar todavía está por allá.
Pero Peck no sabía quien era el enemigo, y aun si lo supiera, no tenía el poder para someterlo.
—Sé lo que pasa por tu cabeza. Sé lo que quieres hacer. Si no puedes hacerlo tú, déjame hacerlo.
Los ojos de Peck, que estaban al borde de cerrarse, se abrieron para concentrarse en su ‘yo’ del charco.
—¿Puedes hacerlo?
Peck finalmente respondió.
—Sí, Peck. Solo duerme, cuando despiertes vas a sentirte mejor. Te lo prometo.
Esa noche Peck durmió plácidamente. Cuando despertó no sintió aflicción, ni dolor, ni hambre. Estaba en perfectas condiciones, salvo por su ropa e higiene.
De un momento a otro la realidad cambió para él porque olvidó gran parte de lo que vivió.
Revisó el lugar donde estaba el charco, solamente había un papel con un mapa que tenía una ubicación marcada. Si seguía el mapa encontraría a Leben.
Peck recordó entonces lo que oyó hace tiempo:
“Si fueras como ella, todos estarían de tu lado”.
Lo siguiente que Peck recordaría es que desde aquel entonces él intentaría vencer a Leben.
Lo que Peck no recuerda es que no partió inmediatamente. Él visitó a todos y cada uno de sus supuestos enemigos, todo aquel que lo hirió sufrió un severo castigo. Muchos testigos vieron a Peck en el acto, pero nadie lo pudo detener. El chico que no podía usar magia repentinamente se volvió un mago extremadamente peligroso.
Peck perdería todo recuerdo de sus malas acciones. Todo recuerdo que lo atormentaba fue sellado. Solo unas pocas cosas quedaron: su desesperada necesidad de aceptación y que sería odiado si no lo conseguía, que si fracasaba sufriría terribles consecuencias. Siempre que pensaba en volver a Batoru recordaba vagamente ese dolor para impedirlo.
Peck no tiene aliado alguno en este mundo.
La memoria de Peck funcionaba de forma anormal. Recordaba lo que consideraba necesario para volverse fuerte, pero a veces, aunque no rememorara con exactitud, las sensaciones de haber vivido una terrible experiencia perduraron: eso se reflejaba en espasmos y temblores.
Peck olvidaba incluso sus propias pesadillas.
Ni siquiera la conversación en el charco podía ser recordada.
***
En la actualidad, Peck no fue capaz de responder las preguntas de Sen y solamente divagó. Es por eso que Sen, al darse cuenta de esto, tocó con sus dedos la sien de Peck para utilizar un hechizo que le permitiera ver los recuerdos de Peck.
Al ejecutar ese hechizo Sen también podría hacer recordar todo a Peck, pero eso tendría una grave consecuencia.
Ahora que ella descubrió como fue la vida de Peck tendría que decidir cuál sería el mejor método para ayudarlo.
Y entonces, Sen hizo su elección.
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¡El siguiente capítulo llega el Jueves!
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