—…Llegué muy tarde.
La voz de Sen se escuchó.
Frente a ella, un paisaje de desolación. Cuerpos tirados por el suelo y casas rotas. Una masacre se llevó a cabo. El responsable de todo; un muchacho de cabello morado con pecas en el rostro. Sen lo reconoció, se trataba de Peck.
Su preciado amigo ocasionó una matanza.
Pero, ¿cómo pasó? Fue hace tan solo unos cuantos minutos.
***
Peck se había acercado a una niña que estaba lastimada para ayudarla, pero ella se asustó en su presencia.
El escándalo de la niña llamó la atención de las personas, eventualmente aparecieron miembros de la Fuerza Protectora de Batoru. Seis en total. Hombres con uniformes que consistía en una gabardina azul con adornos dorados en los hombros y mangas, terminando con guantes blancos. Ellos fueron hacia Peck, él sintió sus malas intenciones y retrocedió para terminar acorralado en un muro.
Asustado, sin apoyo, Peck respiró agitadamente viendo como esos hombres lo acechaban. Escuchó que uno susurró:
—La magia no sirve con él. Debemos hacerlo con fuerza bruta.
Cuatro de los hombres avanzaron, los otros dos permanecieron atrás como medida de contingencia. Los que se adelantaron comenzaron a golpear a Peck cruelmente.
A causa del miedo, Peck no pudo defenderse a pesar de lo burdos que eran esos ataques: no eran más que puñetazos y pisotones. Pronto lo redujeron y en el suelo lo siguieron atacando.
Peck pensó en pedir piedad, pero las palabras no salían de su boca. La experiencia lo conmocionó y no podía hacer más que expresar su dolor con cada ruido que emitía.
Ni siquiera pudo decir ‘por favor’ para que dejaran de atacarlo, pero él estaba ahí: indefenso y llorando esperando que alguien lo salvara de esa situación.
Si aquellos tenían razones para odiarlo, Peck no lo sabía porque no tenía recuerdos de lo que pudo hacerles.
Sin embargo, escuchaba la forma en que le gritaban y despreciaban. Todos allí, cada alma presente, clamaba porque Peck muriera ahí; exigían que el castigo fuera mayor.
Y Peck, simplemente, no podía comprenderlo.
Trató de cubrirse con sus brazos, pero no fue eficiente.
Su nariz sangraba y su cuerpo dolía.
Peck lloró fuertemente.
Cuando cerró los ojos volvió a ocurrir el mismo fenómeno de siempre: él perdiendo la consciencia.
En la realidad, Peck seguía siendo vapuleado. En su mente, Peck estaba en otro lugar.
En un escenario creado por su mente Peck estaba en el suelo, en una habitación oscura, veía un charco de agua donde estaba su reflejo.
El charco de agua desapareció. Una mano se extendió frente a Peck. Él alzó la mirada y se encontró a sí mismo, pero con notables diferencias.
Una copia de Peck apareció, tenía el cabello morado y ojos del mismo color, pero ligeramente más oscuros. Lo más llamativo era que en sus ojos estaba el símbolo de un tridente sobre una circunferencia.
—No mereces ser tratado así. Deja que te ayude, Peck.
Este último lo observó con una mirada desesperanzada, sin saber qué responderle.
—Puedo ayudarte, como lo hice aquella vez bajo la lluvia.
Uno de los recuerdos reprimidos de Peck regresó, la vez que su reflejo le habló. Entonces abrió los ojos debido a la sorpresa, comprendiendo que lo que estaba más allá del charco había vuelto para ayudarlo.
—¿Puedes hacerlo? ¿De verdad harás que esto termine?
—Sí, por supuesto. Solo debes darme el control. Vamos, toma mi mano, Peck. Nunca más volverás a sufrir.
Peck movió su mano hacia su copia, pero se detuvo a medio camino.
—¿Qué pasará con Sen?
—…Estará bien. Tal vez, la próxima vez que despiertes, la verás.
—¿Me lo prometes?
La copia de Peck, con una mirada de desdén, vio a Peck. Suspiró claramente molesto.
—Haré el intento.
Peck, cansado de los abusos, volvió a mover su mano.
—Por cierto, ¿cómo te llamas? Eres… ¿yo? Pero no puedo decirte así… ¿cuál es tu nombre?
Cuando las dos manos se juntaron el otro respondió.
—Siempre has sabido cómo me llamo.
Con esas palabras, Peck finalmente despertó.
Sus ojos se abrieron. El extraño símbolo apareció en sus pupilas. Gradualmente el color morado apareció en sus ojos y lentamente su cabello se tiñó del mismo color.
Por un instante el tiempo se detuvo.
Al siguiente instante, los cuatros que golpeaban a Peck fueron empujados bruscamente. Antes de que pudieran parpadear estaban en el aire, sin que pudieran darse cuenta sus extremidades habían sido cortadas.
La sangre cayó como lluvia y los cuerpos impactaron cerca del responsable.
Miradas llenas de terror se fijaron en la mayor amenaza que Batoru haya visto.
Peck, con su cabello color púrpura y ojos extravagantes, estaba de pie. Desde la espalda de Peck salieron cuatro tentáculos de color negro, estos tenían un alcance de cinco metros y seguían creciendo.
Este ‘nuevo’ Peck dio un paso al frente y la multitud que antes lo acechó retrocedió.
Dio otro paso y extendió los brazos; lo que hizo que los tentáculos se movieran atacando a todos los que estuvieran cerca.
Peck tenía una expresión repleta de indiferencia mientras acababa con todos los que lo rodeaban.
Extendió sus brazos hacia los costados otra vez, alargando el alcance de los tentáculos para que nadie pudiera escapar.
Los gritos disminuían cada vez que Peck mataba a alguien.
Los tentáculos cercenaban y perforaban los cuerpos de sus objetivos.
De pronto una bola de fuego fue hacia Peck, pero uno de los tentáculos la bloqueó y la absorbió.
—¡Quieto!
Una persona le advirtió. Peck estaba rodeado. Seis hombres más llegaron, todos apuntaban con sus manos. Algunos preparaban ataques con magia de fuego, rayo o viento.
Peck no le dio importancia. En los tentáculos aparecieron ventosas y estas comenzaron a drenar el maná de los hechizos que preparaban sus enemigos. Incluso cuando los hechizos eran deshechos, él seguía absorbiendo el maná de los cuerpos.
—¡No sirven los ataques mágicos, solo los físicos! ¡Debemos de-¡
Antes de que el hombre terminara su oración un tentáculo atravesó su cráneo. Y después, los otros tentáculos irían por sus presas.
Peck permanecía inmóvil, dejándole todo el trabajo a sus extremidades adicionales. Su ojo izquierdo comenzó a sangrar y él lo notó. Después de limpiarse la sangre respiró fastidiado.
—Desapareceré…
Elevó la mirada a los cielos.
—Este lugar.
Cuando acabó con todos sus enemigos en tierra, los tentáculos se enredaron entre sí para convertirse en emplumadas alas negras. Él se impulsó y con el movimiento de sus alas voló hasta tener vista de todo Batoru.
Los brazos de Peck nuevamente se extendieron a los costados.
—Esto es como debe ser.
Las plumas de sus alas empezaron a caer pesadamente, cada vez que una tocaba el suelo ocurría una explosión.
Peck bombardeaba Batoru.
El resplandor de cada estallido se reflejaba en los ojos de Peck, quien seguía con la expresión imperturbable. Su paso de destrucción parecía imparable.
Y cuando parecía invencible, una siniestra sonrisa finalmente apareció en su rostro.
—Sí, esto es…
En algún momento se percató de que las plumas estallaban antes de tocar el suelo. Explotaban en el aire, aunque no era su intención que así fuera, pero identificó prontamente cuál fue el problema.
—…Está aquí.
Peck arrugó su rostro con desagrado y descendió hasta volver al suelo. Una vez allí cambió las alas por tentáculos.
Fue así que se encontró con Sen.
***
Estando frente a frente el mundo parecía detenerse.
—Entramos a mi Sub-Mundo. Ya sabes que aquí yo soy invencible—exclamó Sen.
La preocupación era evidente.
Ella despejó el terreno y no había rastro de los cuerpos u otros heridos. Solamente estaban ellos rodeados de las ruinas de las casas.
—He estado presente en cada día que él y tú compartieron. ¿Por qué no me has eliminado? ¿No puedes?
Sen chasqueó la lengua antes de contestarle. Odiaba la sonrisa jactanciosa que se dibujó en el rostro de Peck.
—Deja de usar el cuerpo de Peck para estas cosas. ¡Y no te atrevas a poner una expresión como esa en su rostro! Ya fue suficiente. Pensé que eventualmente te rendirías si te derrotaba una y otra vez…
—Es una batalla de desgaste. Tú estás cerca de tu límite. Además, él ya accedió a dejarme usar el cuerpo.
—No es verdad, solo lo manipulas.
—¿Y por qué no le das fin? ¿Eh?
‘Peck’, mejor dicho, lo que parecía ser Peck sonreía deleitándose en su ventaja.
Sen chasqueó los dedos. Realizó el hechizo de Checkpoint para trasladarse junto al impostor Peck a otro lado.
Reaparecieron en el lugar donde ellos se conocieron, cerca de aquel río. Sen también movió el Sub-Mundo con ellos para no dejarlo escapar.
—¿Por qué nos traes aquí?
—¡Peck, despierta!
—Ah, para hacerlo reaccionar. Es muy tarde. Está muy asustado. Ni siquiera esa cueva funcionará.
—No, no subestimes lo que hemos estado haciendo durante estos meses. Además…
Sen notó que los dos ojos de Peck sangraban.
—…Qué desgracia—dijo él.
Y entonces, el cabello castaño de Peck regresó y sus ojos volvieron a la normalidad.
Peck cayó de rodillas con los ojos cerrados. Sus manos se movieron para limpiar la sangre. Peck despertó otra vez.
El aturdido Peck miró hacia los lados sin comprender lo que pasó, la preocupación se dibujó en su rostro cuando notó que una vez más estaba en un lugar completamente diferente.
Halló calma cuando vio a una figura familiar frente a él.
—¡Sen!
Peck se levantó de golpe y fue hasta Sen para abrazarla. Su corazón latía muy rápido y estaba agitado, angustiado por tantos lapsos en los que perdía la consciencia.
—¡Te estuve buscando! ¡Vi al monstruo y tú no estabas! ¡Pensé que…!
Se dio cuenta de que Sen estaba anonadada, con la vista centrada en ‘algo’ más.
Peck siguió lentamente la mirada de Sen hasta encontrar lo que ella veía.
Ahí… Peck se vio a sí mismo. A su otra versión con el cabello y ojos de color morado con el símbolo en ellos. Este ‘otro Peck’ se miró a sí mismo y esbozó una sonrisa debido a la sorpresa.
—Por fin puedo manifestarme de esta forma…
Los dos Peck se miraron fijamente.
—¿Sen?
Peck la miró sin saber qué hacer, después miró a su ‘otro yo’.
—Oye, Peck… respira y mantén la calma. Esto… esto es real, pero no te preocupes, ¿sí? Yo estoy contigo.
—¿Quién es él? Es yo, pero…
—¡Tú sabes quien soy y siempre lo has sabido!
—¿Qué dices?
Solo a cinco pasos de distancia estaba aquel que se veía igual a él.
Sen se puso frente a Peck para protegerlo.
—He estado contigo desde que naciste. No, mejor dicho, poco después de que naciste tú me creaste.
Peck no entendía esas palabras.
—Has dicho mi nombre varias veces. Haz memoria… ah, es verdad, he bloqueado tus memorias.
—¡¿Quién eres tú?!
—De acuerdo… tú decidiste llamarme ‘Leben’.
El monstruo que Peck anhelaba vencer.
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¡El siguiente capítulo llega el Jueves!
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