Mientras Kenji despertaba en un mundo sumido en una oscuridad profunda que envolvía cada rincón, se adentraba en un laberinto de incertidumbre. Su mente se llenaba de preguntas y teorías sobre la relación entre él y el demonio. ¿Era el demonio su guía o su adversario? ¿Qué papel desempeñaba en el camino que debía seguir?

Intrigado por estas interrogantes, Kenji reunía su valentía y decidía adentrarse en la imponente puerta abierta frente a él, consciente de que se enfrentaría nuevamente al demonio que lo había guiado en el pasado.

Recordaba su encuentro anterior con el demonio: su apariencia imponente y su voz penetrante que aún resonaban en sus recuerdos, despertando en él una mezcla de temor y curiosidad. ¿Qué le esperaba ahora en esa oscura morada?

Al cruzar el umbral, la puerta se cerraba de golpe, sellando su destino y dejando claro que no había vuelta atrás. Ante sus ojos se presentaba una visión familiar: los 10 tronos, ahora desolados y vacíos, se alineaban en la sala. Sobre cada uno de ellos descansaban coronas resplandecientes y majestuosas, iluminadas por el suave destello de las velas distribuidas por toda la estancia. La escena evocaba un sentimiento de majestuosidad y poderío, pero también de melancolía y pérdida.

Kenji avanzaba con determinación, guiado por un propósito aún desconocido, hasta que finalmente se ubicaba en el centro de la sala. En ese momento, el silencio opresivo solo era interrumpido por el suave murmullo del viento y el parpadeo de las velas. En la penumbra, Kenji preguntaba en voz baja: “¿Hay alguien aquí?”. Sus palabras se desvanecían en el aire, pero en su interior resonaba la inquietante presencia del demonio y los recuerdos de su anterior encuentro.

En ese preciso instante, las llamas de las velas se extinguían repentinamente, sumiendo la sala en una negrura absoluta. Solo las coronas que yacían en los tronos eran visibles, pero ahora solo quedaban nueve, ya que una había desaparecido abruptamente. La extraña desaparición capturaba la atención de Kenji, dejándolo en un estado de alerta inmediato.

Sintiendo una presencia inquietante detrás de él, Kenji se giraba lentamente para enfrentarse al demonio que había conocido anteriormente. En su rostro, el demonio lucía una amplia sonrisa mientras observaba a Kenji con ojos penetrantes, recordando el encuentro previo en el que le había otorgado una corona.

—Bienvenido de nuevo, Kenji. — Dijo el demonio con voz profunda, alzando su mano derecha para colocar una corona en la cabeza de Kenji, la misma que le había otorgado en su encuentro anterior.

—¿Qué hago aquí? ¿Cómo debería llamarte? — Preguntó Kenji con audacia, enfrentando al demonio sin temor alguno, aunque en su interior la intriga crecía.

—¡Ya no me tienes miedo! Bien. — Respondió el demonio, su sonrisa se ensanchó mientras observaba a Kenji con una mezcla de satisfacción y anticipación.

— Responderé solo a tu primera pregunta. — Dijo el demonio mientras caminaba lentamente al lado de Kenji—. Estás aquí debido a tus acciones. ¿Por qué te esfuerzas tanto, pequeño?

— Solo quiero ser más fuerte… — Respondió Kenji, la frustración reflejada en su rostro al recordar los desafíos que había enfrentado.

— Está bien querer ser fuerte, pero todavía te queda un largo camino por recorrer. — Dijo el demonio, poniendo su brazo sobre la cabeza de Kenji con un gesto de complicidad, aunque su mirada ocultaba un secreto insondable.

— Solo te pediré que no lo hagas en vano. — Mencionó el demonio, su voz ligeramente ronca, mientras sus ojos centelleaban con una extraña mezcla de emoción.

—Tus palabras las podría tomar en cuenta si tuviera confianza en ti. Me engañaste la primera vez que nos encontramos. — Dijo Kenji con molestia y desconfianza, sin olvidar el engaño anterior, mientras miraba al demonio.

— Si quieres tomarlas en cuenta o no, es tu decisión. Mientras más te esfuerces y te desmayes, más veces nos tendremos que ver. Solo cuídate... Te necesitaré en el futuro — Dijo el demonio, esbozando una sonrisa amigable que parecía ocultar algo más, un enigma envuelto en aparente amabilidad.

— ¿Estaré aquí cada vez que me desmaye? — Preguntó Kenji con incertidumbre.

— Sí, ahora debes irte. Los demás llegarán. — Dijo el demonio con firmeza, instando a Kenji a marcharse.

— Adiós, pequeño. — El demonio se despidió con una voz misteriosa.

En ese momento, Kenji desapareció instantáneamente y volvió a despertar, esta vez en la humilde casa de Satoshi. El recuerdo de su encuentro con el demonio seguía resonando en su mente, llenándolo de intriga y un sentido renovado de determinación. Se preguntó qué más podría aprender de ese misterioso ser y cómo evolucionaría su relación en el futuro.

Satoshi, al ver que Kenji despertaba, se alegró. Había dedicado dos días enteros a utilizar sus habilidades de soporte para curarlo y revitalizar la fluidez de maná en su cuerpo, acelerando así su recuperación.

— ¡Buenos días, Kenji! —Dijo Satoshi, sonriente, con un libro en la mano que había estado leyendo.

— Buenos días, Satoshi... —Respondió Kenji con voz cansada, evidenciando el agotamiento acumulado durante los días en los que estuvo durmiendo.

Mientras Satoshi hablaba, Kenji se perdía en sus pensamientos, reflexionando sobre la abrumadora diferencia en la percepción del tiempo entre el mundo oscuro y la realidad. Aunque solo había pasado unos instantes allí, en la realidad habían transcurrido muchos más días.

Kenji pensaba para sí mismo: “El tiempo en aquel lugar oscuro parecía estar distorsionado. Aunque solo pasé unos instantes allí, en la realidad, han pasado días enteros. ¿Qué significa esto? ¿Qué propósito tiene todo esto?”

Satoshi notó la desconexión de Kenji y sintió curiosidad por saber qué le estaba sucediendo, pero decidió no preguntar de inmediato. En cambio, quería compartir un momento agradable con él y asegurarse de que comiera adecuadamente, considerando los días que habían pasado desde su última comida.

— ¿Qué te parece si vamos a comer? — Sugirió Satoshi, colocando su libro en el suelo y poniéndose de pie.

En ese momento, Kenji reaccionó y salió de sus pensamientos mientras su estómago emitía un ruido audible en respuesta a la propuesta de Satoshi.

— Vamos, levántate. —dijo Satoshi, extendiendo su mano para ayudar a Kenji a ponerse de pie.

Kenji aceptó la ayuda y se puso de pie. Sin perder tiempo, Satoshi y Kenji salieron por la puerta y se dirigieron a comprar todo tipo de comida, conscientes de que el último entrenamiento de Kenji lo había dejado agotado y aún no estaba al 100% de su poder.

Con la comida en mano, Satoshi y Kenji se dirigieron al campo de entrenamiento, donde pudieron hablar sobre todo lo que había sucedido en los últimos días. Durante la conversación, Satoshi mencionó que en unos días tendrían la oportunidad de conocer a Kota, invitando a Kenji a unirse a ellos.

Después de disfrutar de la comida y saciar su apetito, Satoshi se preparó para ofrecerle a Kenji la oportunidad de entrenar nuevamente.

— Empezaremos de nuevo con tu entrenamiento, pero debes tener en cuenta que si te excedes nuevamente, dejaré de ser tu maestro. No solo necesitas mejorar tu fuerza, también debes trabajar en tu mentalidad. Cuando sientas que no puedes más, debes saber cuándo parar. — Satoshi miró fijamente a Kenji mientras hablaba, su tono mezclaba determinación y preocupación.

— Está bien, no me sobreexcederé. Lo haré con calma, esta vez. —dijo Kenji, mientras se estiraba, preparándose para el entrenamiento.

— Eso espero. — Satoshi soltó una pequeña sonrisa.

—¡Estoy listo! ¿Podemos empezar ahora? — Preguntó Kenji con entusiasmo.

— Sí, vamos a comenzar, pero recuerda, esta vez vamos en serio, Kenji. — Dijo Satoshi con determinación. — Tengo grandes expectativas puestas en ti.

El entusiasmo era palpable en el aire mientras el entrenamiento estaba a punto de comenzar. Kenji se sentía revitalizado después de unos días de descanso y estaba decidido a dar lo mejor de sí. Satoshi, por su parte, estaba atento a cada movimiento de Kenji, asegurándose de que no se esforzara en exceso como lo había hecho anteriormente.

Fin.