Kenji se adentró una vez más en su entrenamiento, sumergiéndose en la oscura atmósfera del lugar. Esta vez, su determinación era más profunda que nunca, impulsada por las palabras de Satoshi. Cada inhalación de aire estaba cargada de una energía intensa y pesada, que parecía vibrar en sintonía con su determinación. El olor metálico del maná y de la oscuridad impregnaba el ambiente, creando una fragancia penetrante que se mezclaba con el aroma de la tierra húmeda y las hojas marchitas.

Cada vez que moldeaba su maná y la oscuridad en esferas sombrías, podía sentir la fuerza pulsante y el calor que emanaban de ellas. Sus manos se tensaban con cada lanzamiento, y podía percibir la tensión en sus músculos y la concentración en su rostro.

Las esferas oscuras volaban velozmente a través del aire, dejando tras de sí una estela de sombras que danzaban en su estela. Los destellos de oscuridad se entremezclaban con la luz tenue del entorno, creando un espectáculo visual cautivador y misterioso.

El tiempo parecía desvanecerse mientras Kenji se perdía en su entrenamiento. Minuto tras minuto, su poder no disminuía, alimentado por su determinación implacable. Satoshi observaba con atención, consciente de los límites que Kenji estaba desafiando. Podía ver el brillo oscuro en los ojos de su aprendiz, indicando el agotamiento extremo al que estaba llegando. La tensión en el aire era palpable, como si el entorno mismo contuviera la respiración, anticipando lo que estaba por venir.

En un rápido movimiento ocular, Satoshi dirigió su mirada hacia el centro del pueblo, que se encontraba cerca del campo de entrenamiento. En ese preciso momento, notó algo inusual: un exuberante humo empezó a elevarse, envolviendo el paisaje en un velo oscuro y espeso. La preocupación se reflejó en los ojos de Satoshi mientras su mirada se perdía en la creciente sombra.

Satoshi, alarmado, volvió su mirada hacia Kenji y gritó: “¡Detente!”. La voz resonó en el aire, rompiendo la concentración y dejando una sensación de urgencia y temor en el ambiente. Kenji, al escuchar el grito, se detuvo instantáneamente. La expresión de Satoshi, llena de inquietud, le hizo pensar que había hecho algo mal o había excedido sus límites. Sin embargo, al observar a Satoshi más detenidamente, notó la preocupación y el miedo en sus ojos, una mezcla de emociones que le transmitió una sensación de urgencia y gravedad.

Satoshi se acercó rápidamente a Kenji y le habló con tono de voz preocupado: —Kenji, por ahora debemos detenernos. Algo extraño está sucediendo en la aldea. La ansiedad se reflejaba en su rostro y se transmitía a través de sus palabras, llenando el ambiente con una sensación de peligro inminente.

Kenji asintió comprensivamente, plenamente consciente de la gravedad de la situación. El aroma acre del humo que se elevaba desde el centro del pueblo comenzaba a impregnar el aire, recordándole los terribles sucesos que habían ocurrido unos días atrás.

Satoshi se giró rápidamente y divisó una figura que se acercaba al campo de entrenamiento a toda prisa. A medida que se acercaba, Satoshi pudo identificar a Kota, cuyo rostro reflejaba desesperación y una necesidad urgente de ayuda. El sonido de los pasos apresurados de Kota resonaba en el suelo, mezclándose con los latidos acelerados de los corazones de los presentes.

Con cada paso que Kota daba hacia Satoshi y Kenji, pronunció unas palabras que resonaron en la mente de Satoshi: "¡Están atacando la aldea! ¡Demonios, están atacando!". Las palabras de Kota se cargaron de angustia y desesperación, intensificando la sensación de peligro que inundaba el lugar.

En ese instante, Kenji fue inundado por el recuerdo de los terribles sucesos que habían ocurrido unos días atrás: el ataque demoníaco que asoló su querida aldea y que había dejado una profunda marca en su ser. Las imágenes desgarradoras de los destrozos, el olor a sangre y la sensación de impotencia se agolparon en su mente, trayendo consigo una mezcla abrumadora de emociones. El terror se apoderó de él al escuchar esas palabras, dejándolo paralizado, incapaz de moverse mientras revivía aquellos momentos traumáticos.

Satoshi reaccionó rápidamente, canalizando su oscuridad y su maná en su mano para crear una katana oscura. La hoja relucía con una energía sombría y en constante movimiento, emanando un zumbido sutil pero penetrante. Mientras se acercaba a Kenji, Satoshi colocó su mano libre sobre su cabeza, transmitiendo una sensación de protección y tranquilidad. La suave presión de su mano y la energía reconfortante que irradiaba contrastaban con la tensión y la angustia que se respiraba en el ambiente.

Satoshi le habló con tono urgente a Kenji: —Kenji, necesito que te calmes y te quedes aquí. Es crucial que estés a salvo. — Retiró su mano de la cabeza de Kenji y se puso en movimiento, corriendo junto a Kota en dirección al centro de la aldea. Cada paso que daba resonaba en el suelo, un eco de su determinación y valentía.

Kota se aproximó a Satoshi y le dijo con determinación: —Sabes que me retiré de la lucha, pero si necesitas ayuda, ya sabes cómo contactarme. Estaré protegiendo a los aldeanos por ahora. Encárgate de los demonios. — Se separó de Satoshi y se dirigió hacia la zona poblada de la aldea. Su figura se desvaneció entre las sombras, llevando consigo un aura de responsabilidad y deber.

Satoshi, con una mirada de enojo y determinación en su rostro, murmuró: — Déjamelo a mí. — Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios, reflejando su resolución interna. El brillo de sus ojos oscuros capturaba la intensidad y el deseo de proteger a su aldea, preparándose para enfrentar los peligros que se avecinaban.

Con una velocidad impresionante, Satoshi se desplazó hacia el centro de la aldea, su visión periférica, captando el caos y la destrucción que los seres demoniacos de aspecto deforme y estatura mediana estaban desatando con sus poderes oscuros. Sin titubear ni perder un segundo, Satoshi desenfundó su katana oscura, preparado para enfrentar la amenaza que se avecinaba.

Cada movimiento suyo era una danza fluida y letal, cortando con precisión a través de la horda demoníaca que se interponía en su camino. El brillo oscuro y constante de su hoja, como si latiera con vida propia, se fundía con el aura de oscuridad que emanaba de su mano. Cada golpe era certero y contundente, llevando consigo una descarga de energía oscura que desvanecía a los demonios con una eficacia implacable.

El sonido metálico de su katana cortando el aire y chocando contra las criaturas se mezclaba con los alaridos y gruñidos de los demonios en su último suspiro. Satoshi se movía con agilidad y gracia, anticipándose a cada ataque y respondiendo con movimientos precisos. Cada paso que daba en medio del caos emanaba una determinación inquebrantable y una valentía indomable.

Mientras enfrentaba a los demonios, Satoshi era una fuerza implacable, una sombra protectora que luchaba por su aldea. Su corazón latía al compás de su misión, impulsado por el deseo ardiente de salvaguardar a sus seres queridos y asegurar un futuro seguro. En su rostro, la mezcla de enojo y determinación se intensificaba, mostrando una determinación feroz que no sería doblegada por las fuerzas oscuras que se alzaban en su contra.

Satoshi continuaba lanzando ataques sin descanso, pero los demonios parecían multiplicarse sin cesar en la aldea. A pesar de la desbordante cantidad de enemigos, Satoshi no flaqueaba y seguía luchando con todas sus fuerzas para detener el implacable ataque. Cada movimiento de su cuerpo estaba imbuido de una determinación inquebrantable y una valentía indomable.

Mientras combatía con fiereza, su mirada aguda y alerta percibió una figura de gran altura que emergía amenazadoramente desde el bosque, avanzando hacia la ciudad. Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de la magnitud del peligro que se aproximaba. En ese momento, el temor se apoderó de su ser, mezclándose con la determinación que ardía en su interior.

A pesar de la creciente ansiedad que se apoderaba de él, Satoshi apretó los dientes y redobló sus esfuerzos. Con cada golpe y cada movimiento, se enfrentaba no solo a los demonios que invadían la aldea, sino también a la sombra amenazante de la figura de gran altura que se acercaba. Su valentía se fortaleció ante el temor que lo embargaba, y su determinación se convirtió en una llama ardiente que iluminaba su camino en medio de la oscuridad.

Sin importar cuántos demonios aparecieran o cuán imponente se volviera la amenaza, Satoshi no se daría por vencido. Con cada ataque, con cada esfuerzo, demostraba que era un protector incansable de su aldea y de sus seres queridos. El miedo no lo paralizaría, sino que lo impulsaría a darlo todo, a desafiar los límites y a luchar hasta el último aliento para salvaguardar lo que más amaba.

Mientras tanto, Kenji permanecía inmóvil, como petrificado por los recuerdos vividos recientemente. Las imágenes de los horrores presenciados se agolpaban en su mente, desatando una tormenta de emociones dentro de él. La tristeza se reflejaba en sus ojos, y las lágrimas, como gotas cristalinas, empezaron a surcar sus mejillas. Cada una de ellas era un eco de su dolor y una manifestación de la lucha interna que se libraba en su interior.

El aroma acre del humo que envolvía la aldea se mezclaba con el sabor salado de sus lágrimas, creando una combinación amarga en el aire. El sonido de su respiración agitada, entrecortada por los sollozos, resonaba en sus oídos, mientras el latido acelerado de su corazón se convertía en el compás de su determinación.

Después de dos interminables minutos de ese conflicto interno, una determinación feroz brilló en los ojos de Kenji. Con determinación, alzó la mano y secó las lágrimas que empapaban su rostro. Se llenó de valor y valentía, dispuesto a enfrentarse a la oscuridad y a mostrar su valía en el combate. Cada paso que dio hacia el campo de batalla fue un eco de su decisión, resonando en la tierra con determinación y firmeza. Su cuerpo, tenso y listo para el enfrentamiento, avanzaba con pasos decididos hacia el centro de la ciudad, donde la batalla se intensificaba con cada segundo que pasaba.

Fin.