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El Despertar Oscuro

Nuevo Amanecer ⑩

Nuevo Amanecer ⑩

Nov 03, 2023

Capítulo 10: Nuevo Amanecer ⑩

Satoshi siguió avanzando con determinación hacia el Gran Demonio, sus pasos resonaban en el suelo como ecos de su agotamiento y determinación. El cansancio se reflejaba en sus ojos enrojecidos y en su cuerpo cubierto de sangre, pero era la oscuridad que emanaba de sus pupilas dilatadas lo que más llamaba la atención. Una oscuridad inquietante parecía envolverlo por completo, como si la última reserva de energía en su interior se estuviera consumiendo, liberando una fuerza tenebrosa que lo rodeaba en un aura amenazante y misteriosa.

Cada paso dejaba una marca en el suelo, remarcando el camino recorrido en la batalla. Pequeñas gotas de sangre caían a su paso, testigos de los sacrificios y esfuerzos que Satoshi había enfrentado. La intensidad de la oscuridad en sus ojos se intensificaba a medida que se acercaba al Demonio, como si estuviera dispuesto a darlo todo en un último esfuerzo.

La batalla había sido agotadora, dejando a su cuerpo maltrecho y su espíritu al límite, pero Satoshi se negaba a rendirse. La oscuridad que emanaba de sus ojos era una manifestación palpable de su agotamiento extremo y su determinación incansable. Era un último acto de valentía y sacrificio, llevando su cuerpo y su mente al límite en su intento por derrotar al Gran Demonio de una vez por todas.

Al encontrarse frente al imponente demonio, Satoshi inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire cargado de tensión. Cerró los ojos y permitió que la calma lo invadiera por completo, bloqueando todo pensamiento y distracción. Era un momento crucial, y necesitaba toda su concentración para enfrentar al enemigo que tenía delante.

Cuando abrió los ojos nuevamente, sus iris se transformaron en un intenso color rojo, destellando con un brillo inusual. La llama de su determinación se encendió en su mirada, infundiendo en él una energía renovada. El modo Zen se activó una vez más, pero esta vez Satoshi tenía una nueva arma bajo la manga: el “Zen: Fulgor”.

En este estado, el maná fluía de manera eficaz por su cuerpo, transformándose en una energía pura que amplificaba sus habilidades y poder. Su katana parecían emanar oscuridad de forma tranquila, resonando en armonía con el aura tenebrosa que lo envolvía. Satoshi se sentía preparado para el ataque, a pesar del agotamiento que pesaba sobre su cuerpo. El maná convertido en energía pura actuaba como un efecto placebo, haciéndole creer que se encontraba en un estado de recuperación, aunque sabía que era una ilusión.

Consciente de que cada segundo era valioso, Satoshi se lanzó audazmente hacia el demonio, cuya presencia ni siquiera había sido advertida. El ataque fue rápido e implacable, llevado a cabo con una determinación feroz.

La hoja de su katana encontró su objetivo de lleno, impactando en el estómago del demonio. Un gruñido de dolor escapó de los labios de la criatura, pero Satoshi sabía que su enemigo tenía la capacidad de regenerarse gradualmente. No podía permitirse detenerse.

Fluyendo oscuridad por sus pies, Satoshi se propulsó en un salto ágil y veloz. Al aterrizar, su espada se movió con precisión y rapidez, cortando rápidamente el brazo del demonio. Los gruñidos de dolor del enemigo resonaban en el aire, pero Satoshi no mostraba piedad.

Continuando su asalto, Satoshi corrió por el hombro del demonio, manteniendo un equilibrio precario en medio del caos. Cada paso era calculado y ágil, dirigiéndose hacia el objetivo final: el cuello del demonio. Con un movimiento poderoso y fluido, hizo descender su katana con fuerza, cortando limpiamente la mitad del cuello del monstruo.

El silencio se apoderó del campo de batalla, un instante de quietud tenso interrumpido únicamente por la pesada respiración de Satoshi. El demonio, tambaleándose, luchaba por mantenerse en pie mientras la sangre manaba de su herida abierta, tiñendo el suelo oscuro. Los gemidos guturales de dolor resonaban en el aire, creando una sinfonía macabra que acompañaba el silencio tenso del campo de batalla.

Satoshi comenzó a sentir el dolor de sus heridas, una oleada punzante que se propagaba por su cuerpo de manera gradual. Cada músculo lastimado le recordaba la intensidad de la batalla, y sus gritos de dolor se mezclaban con el estruendo del combate. El cansancio pesaba sobre él, arrastrando su cuerpo maltrecho y agotado.

La oscuridad que emanaba de sus ojos se intensificaba, como si su esencia misma se desvaneciera lentamente. Estaba en un estado crítico, al borde de la vida misma. A pesar del sufrimiento y el peligro inminente, Satoshi se aferraba a su determinación incansable. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo para derrotar al demonio, incluso si eso significaba entregar su propia vida. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos como un tambor ensordecedor, recordándole la fragilidad de su existencia y la valentía que lo impulsaba a seguir adelante.

Cada paso que daba era una agonía, como si sus huesos se quebraran y sus músculos se desgarraran con cada movimiento. Cada avance requería una fuerza sobrehumana, pero Satoshi no se detenía. Sus piernas temblaban, su cuerpo clamaba por descanso, pero su voluntad se mantenía inquebrantable. El efecto placebo del modo Zen se desvanecía rápidamente, dejando al descubierto la cruda realidad de su agotamiento y el rápido agotamiento de su maná.

Con determinación y dolor, Satoshi se lanzó en un último salto, alcanzando rápidamente el oído del demonio. Se aferró con un solo brazo al monstruo, sintiendo el latido acelerado de su corazón, resonando en sus oídos. Su katana empuñada con fuerza, comenzó a apuñalar la cabeza del demonio, uno tras otro, sus ataques se clavaban en la criatura retorcida. Los gritos del demonio llenaban el aire, cada vez más fuertes y desgarradores, resonando en toda la aldea como una advertencia escalofriante.

El demonio, en un último acto desesperado de supervivencia, levantó su brazo no cortado y agarró la pierna de Satoshi con una fuerza descomunal. El dolor se disparó por el cuerpo de Satoshi mientras la presión del agarre amenazaba con romper sus huesos frágiles.

El grito de Satoshi se entrelazó con el alarido del demonio, una sinfonía de angustia y desafío. A pesar de la agonía, la adrenalina bombeaba por las venas de Satoshi, impulsándolo a apuñalar con mayor ferocidad. Cada golpe de su katana era un intento desesperado de debilitar al demonio, de desgarrar su esencia maligna.

El sudor y la sangre se mezclaban en su rostro, pintando una máscara macabra de determinación y sufrimiento. Las venas hinchadas en su frente parecían marcar la ruta de su voluntad, cada latido de su corazón resaltaba en sus sienes, recordándole la fragilidad de su propia existencia y la valentía que lo impulsaba a seguir luchando.

“¡Muérete de una vez!” — gritó Satoshi, su voz llena de rabia y desesperación. La sangre de sus heridas manchaba su rostro, un testimonio visual de su sacrificio y sufrimiento. Sus ojos, ahora desorbitados, emanaban una oscuridad aún más intensa, como si estuvieran consumidos por una energía siniestra y desenfrenada.

En ese momento crítico, la batalla se reducía a una prueba de resistencia, una lucha despiadada entre el dolor y la voluntad de sobrevivir. Cada golpe de Satoshi debilitaba aún más al demonio, pero él mismo se encontraba al límite de su resistencia. La euforia y la adrenalina se entrelazaban en su interior, negándole cualquier pensamiento de rendición.

El campo de batalla se transformó en un escenario desolado, impregnado de sufrimiento y determinación. El rugido del demonio y los gritos de Satoshi se entrelazaban en una cacofonía ensordecedora, alimentando la tensión en el aire. Cada movimiento, cada respiración, estaba cargado de una intensidad palpable.

Era una danza mortífera de sangre y sacrificio, donde el destino se balanceaba en el filo de un solo golpe. Los cuerpos se movían en un ballet desgarrador, con el ruido de los choques de espadas y el retumbar de los impactos. Cada movimiento era calculado, cada parpadeo amenazaba con perderse un instante crucial.

Satoshi, con la mirada fija en el demonio, vio cómo este ya no respondía a sus ataques. Sus ojos oscuros se cerraban lentamente, la vida escapando de su ser retorcido. Con fuerzas agotadas y energía agotada, Satoshi se soltó del oído del demonio, cayendo exhausto sobre su hombro. Su cuerpo ya no podía moverse, sus músculos se negaban a obedecer.

Sus ojos, ahora de vuelta a su color normal, contemplaron el cielo oscurecido por las nubes ominosas. El dolor recorría cada centímetro de su cuerpo, cada herida gritando en agonía. Los gemidos de dolor se escapaban de sus labios mientras su respiración se entrecortaba. Aunque el dolor era abrumador, no se comparaba con la tristeza que inundaba su ser.

Las lágrimas empezaron a surcar su rostro, mezclándose con la sangre que brotaba de sus heridas y el sudor que empapaba su cuerpo. No eran lágrimas de dolor, sino de la carga de los recuerdos del pasado que invadieron su mente. Imágenes desgarradoras se entrelazaban con sus pensamientos, un recordatorio de los seres queridos perdidos y las tragedias sufridas.

Mientras las lágrimas se mezclaban con la sangre y el sudor, el demonio tambaleante perdió la lucha contra la gravedad, cayendo lentamente al suelo en un último suspiro de agonía. Satoshi, incapaz de mantenerse en pie, también se desplomó en el suelo. Aunque su cuerpo estaba adormecido, el dolor más intenso que sentía era el de su corazón destrozado por la impotencia de no poder salvar a Kenji, cuyo pulso se debilitaba rápidamente, acercándolo al umbral de la muerte.

Satoshi, tumbado en el suelo, continuó llorando, sus sollozos resonando en el ambiente silencioso. Cada lágrima era un torrente de emociones acumuladas, un reflejo de su agotamiento físico y sufrimiento emocional. Sus ojos, que habían emanado oscuridad momentos atrás, volvieron a la normalidad, reflejando el dolor y la tristeza que lo consumían. Cerrando los ojos lentamente, se dejó llevar por el agotamiento extremo que consumía su cuerpo, desvaneciéndose en un desmayo profundo.

Mientras permanecía allí, sumido en la oscuridad de su propio ser, un recuerdo del pasado emergió en su mente. Las imágenes se desplegaron ante sus ojos cerrados, como si estuviera reviviendo aquellos momentos que lo habían marcado para siempre.

Fin.
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