1
— ¡Rápido! —Exclamó Alex, empezando a corretear en medio de la multitud—. ¡Tenemos que apurarnos que llegar a la Casa Infernal antes de que allí se forme otra colaza interminable! ¡Y yo ya esperé toda una vida para poder entrar aquí!
— ¡Espera, gordo! —Gritó Luis, corriendo tras su robusto amigo—. ¡Recuerda que yo tengo que acompañar a Luna! ¡Y ella no puede seguirnos el paso!
— ¡Sí! —Agregó la chiquilla—. ¡Ya deja de correr como un loco, gordo feo!
— ¿Pero qué acaso no entienden ustedes dos? ¡La Casa Infernal es la mejor atracción que tiene esta feria de segunda! ¡Es la única razón por la que han venido a este lugar todas estas personas! ¡Si no nos apuramos en llegar antes que los demás, ese juego va a estar COPADÍSIMO, y tendremos que estar haciendo cola para entrar hasta las seis de la tarde…¡LAS SEIS DE LA TARDE!
— ¿Crees que nos dejen entrar? Me parece haber leído que si tienes menos de trece no te dejan pasar, a menos que vengas acompañado por tus padres…
— ¡Eso lo dicen por decir nomás! Nadie hace verdaderamente caso a esas advertencias… ¡Son cómo las clasificaciones de las películas! ¿Te acuerdas cuando fuimos a ver Watchmen a pesar de que era para mayores de 14? ¿Fue o no algo genial?
—Pero sólo nos dejaron pasar a la sala porque tu papá venía con nosotros, gordo…Ahora sólo estamos nosotros tres… ¡No tenemos ninguna supervisión adulta esta vez!
—Si pues…Mi viejo habría venido, pero ese pelón tacañete de su jefe siempre lo hace trabajar horas extras cuando se acerca la Navidad y el Año Nuevo…
—Mis papás también tienen que hacer horas extras este viernes, pero me dijeron que nos darían el alcance a eso de las seis y media o siete… ¿Por qué no te esperas hasta esa hora para que ellos nos lleven a la atracción?
— ¡No! ¡No podemos esperar hasta las siete! ¡A esa hora las colas son más largas que nunca! ¡Créeme, yo ya lo he vivido antes, cuando me fui con mis abuelos al Carnaval Ambulante del Viejo Tío Bill Clayton que tuvo lugar en Canadá el año pasado! ¡Una hora y media entera en fila, únicamente para llegar cuando ya estaban cerrando la atracción! Me quedé sin entrar en la Casa Infernal entonces… ¡Pero aquí en Perú no pienso quedarme con las ganas! ¡Así que andando!
— ¡A mí no me gusta esa atracción fea a la que tú quieres ir! —Protestó Luna—. ¡Esos monstruos feos y horribles me dan miedo!
— ¡Pues que pena, porque fui YO quien pagó las entradas, así que soy YO quien decide a dónde vamos a ir!
— ¡YO no quiero ir a ese fea atracción! ¡Y no iré!
— ¡Muy bien! ¡No vayas! Quédate aquí, si eso quieres… ¡Luis y yo tenemos una cita con La Casa Infernal! ¡Andando!
—Gordo…Yo no puedo dejar sola a Luna… ¿Qué tal si se pierde? ¡Me metería en problemas con mis padres!
— ¿Por qué no sólo la dejamos en una de esas aburridas piscinas para bebés con pelotas de colores? ¡Debe haber un sitio de esos para aquí!
— ¡No! ¡No quiero que me dejen sola! —Demandó Luna, asestándole un sonoro pisotón al suelo—. ¡Si se van sin mí a ninguna parte, voy a armar un escándalo, y mi papá va a castigarte por ser malo conmigo, Luis!
—Luna, por favor… ¡No vayas a hacer un escándalo!
— ¡No le hagas caso, viejo! ¡Solamente está alardeando!
Luna pegó entonces tal gritada que Alex se vio obligado a tragarse sus palabras, teniendo ambos chicos que tranquilizar a la niña antes de que su fuerte llanto siguiese llamando la atención de muchos de los presentes.
— ¡Ya basta! ¡Deja de llorar por todos los santos, mocosa! —dijeron Alex y Luis, casi al unísono.
— ¡Sólo dejaré de llorar si subimos a la atracción a la que YO quiero ir!
— ¡NO! ¡De seguro vas a querer subirte solamente a las atracciones más ñoñas y cursis!
Una vez más, Luna pareció estar a punto de armar un berrinche, razón por la cual tanto a Alex como a Luis no les quedó otra más que hacer lo que ella pedía, aceptando ambos de chicos de muy, muy mala gana subirse una por una a todas las atracciones más cursis con las que contaba Carnaval Ambulante del Viejo Tío Bill Clayton: Primero subieron al carrusel encantado de los ponis y unicornios, luego visitaron el Valle de los Abrazos, todo lleno de muñecos de felpa y tipos disfrazados, que luego montaron un horroroso número musical con playback:
— ¿A quién le gusta abrazar? ¡A MÍ me gusta abrazar! —canturreaba con voz de mongo el líder de los sujetos disfrazados, que llevaba puesto un disfraz de perro Corgi.
—A mí lo que me gustaría es tirarte rodando por un precipicio…—mascullaba lleno de fastidio Alex, aunque nadie podía escucharle debido al altísimo volumen que le habían puesto a la terrible música de aquel espectáculo y la ensordecedor griterío que pegaba la chiquillada allí reunida, la gran mayoría de 4 o 5 años de edad.
— ¡Ahora vayamos al Castillo Mágico de las Doce Princesas Bailarinas! ¡Y después vayamos a la exposición de muñecas Barbie! —gritaba una entusiasmada Luna, casi llevando de la mano tanto a su sufrido hermano menor como a su regordete amigo, que cada le dirigía un gesto ferocísimo a todos los adultos que se quedaban sorprendidos de ver a un niño de su edad participando en semejantes actividades.
— ¡¿Tú que RAYOS estás mirando, grandísimo ZOQUETE?! —se pasaba Alex gritándole a la gente, en cuanto volvían el rostro hacia él y Luis.
— ¡Cómo pueden ver, la EXPO-BARBIE 2012 ha sido todo un éxito! —Comentaba una reportera enviada a cubrir el evento—. ¡Aquí vemos reunida a gente de todas las edades! ¡Allí, por ejemplo, están dos niños varones ADMIRADORES de Barbie! A ver muchachos, ¡Dígannos como es que Barbie ha influido en sus vidas!
— ¡ALEJA ESA COSA DE MÍ, BUITRE AMARILLISTA! —le gritó Alex al camarógrafo que lo tenía enfocado en primer plano.
— ¡Menudo FIASCO de feria! —gruñía un furibundo Alex, mientras Luna se encontraba distraída viendo a los conejos del mini-zoológico con el que contaba el Carnaval Ambulante del Viejo Tío Bill Clayton—. ¡En vez de estar sufriendo el susto de nuestras vidas en la Casa Infernal, seguimos en el quinto anillo infernal de Ñoñolandia, aspirando la PESTE de animalitos de corral!
—Ya, viejo… ¡Tampoco es para tanto! —Repuso Luis, encogiéndose de hombros—. Digo, tuvimos que subirnos a todas esas atracciones cursis y ñoñas, pero al menos… ¡Al menos nadie de la escuela nos vio subidos en ninguna de ellas!
— ¡Oh, ya nos verán todos por televisión, cuando esa reportera cretina transmita su reportaje de la Expo Barbie 2012 en el noticiero de la noche! —Sentenció un tanto amargamente Alex—. No sé tú, pero yo ya tuve suficiente de todas estas tonterías…¡Yo digo que dejemos la Princesa Berrinche aquí con sus animalitos, mientras nosotros dos le sacamos jugo a esta feria de segunda, amigo!
— ¿Crees que sea buena idea? ¿Y si le pasa algo malo?
— ¡Vamos, Luis! Todos los animalejos de este mini-zoo son herbívoros… ¡Ninguno va a comérsela! Y aún si alguno lo hiciera, no sería capaz de aguantar un bocadillo tan empalagoso y gritón como lo es ella… ¡Dejémosla entre conejitos, patitos y ovejas! ¡Estará a salvo aquí!
Luis volvió la mirada en dirección a su hermana menor. La verdad es que en medio de tantos animales lindos ella parecía sumamente abstraída:
— ¡Qué hermoso conejito! ¡Y que suavecito! ¡Eres igualito a Rin, el conejo amigo de la Princesa Mágica Sandi! ¡Cómo me gustaría llevarte a casa! ¡Y también a este otro! ¡Y también a él!
—La bruja enana está en trance… ¡Partamos ya antes de que se rompa el hechizo, compañero! —Instó Alex a su amigo.
— ¿No crees que deberíamos dejarle una nota al menos? ¡Así sabrá en donde buscarnos!
—Bueno, si tú insistes… ¿Tienes lapicero y papel?
La nota que Alex y Luis escribieron para Luna decía lo siguiente:
Querida Luna:
Tus juegos ñoños eran MUY aburridos, así que nos fuimos a la ¡¡¡¡CASA INFERNAL!!!!!
Sé buena niña y quédate en el mini-zoo esperando por nosotros.
Besos y abrazos
Alex y Luis.
Postdata: Todavía creemos que tú pareces un chimpancé.
Tan distraída estaba Luna mirando y acariciando a los conejos, que ni siquiera prestó la menor atención en cuanto Luis le dejó pegada la nota en la espalda. Tampoco reaccionó en cuanto Alex le pegó otra nota, que decía: “Patéame.”
Acto seguido, ambos chicos se marcharon del lugar
2
Raúl seguía buscando entre la multitud a su dama de los ojos dorados, sin dar todavía con rastro alguno de ella.
“Vamos, esto es ridículo… ¿Qué hago yo en un lugar como este, intentando rastrear a una completa desconocida?” se decía a sí mismo, comenzando a pensar que a lo mejor aquella visión de la madrugada y la tarde no eran más que producto de su imaginación.
“Cuando yo era muy chico, también me imaginaba muchas cosas…” suspiraba el chico para sí, cruzándose de brazos. “Soñaba despierto, imaginando que visitaba reinos mágicos y que yo era un héroe de fantasía… ¡Puras chiquilladas!”
—Será mejor que vuelva a casa—masculló entre dientes el muchacho—. No tengo nada que hacer en este sitio, ¡Fue una completa tontería haber venido!
Raúl emprendió el camino derecho hasta la salida.
No se había subido a ninguna atracción, y la verdad es que no le importaba demasiado haber malgastado su dinero en entradas para una feria de la que no tenía el menor interés en participar.
“Ya debería haber dejado atrás todos esos sueños ridículos…” se reprochaba a sí mismo, avergonzado de haber dejado que una mera corazonada lo hubiese hecho comportarse de una forma completamente irracional.
“¿Qué creías, Raúl? ¿Qué la vida es acaso un libro de fantasía?” Alcanzó a pensar, justo antes de alzar la vista en dirección hacia “La Casa Infernal”, una de las atracciones más publicitadas de aquel carnaval ambulante: Y fue en ese preciso instante en cuando divisó a un par de niños dirigiéndose a toda prisa hacia ese lugar…Dos niños exactamente iguales a los que él había visto durante aquel sueño terriblemente vívido en la que la dama de cabellos blancos y ojos dorados se le había aparecido.
—No puede ser…—susurró apenas, sin poder dar todavía crédito a sus ojos.
En un principio, creyó que ambos muchachos desaparecerían de la misma forma en la que lo había hecho la joven misteriosa. Pero no, allí seguían los dos, tratando de colarse en la enorme fila que se había formado para aquella atracción.
Hasta en el más mínimo detalle, esos dos chicos eran un vivo reflejo de dos de los tres desconocidos de sus sueños: Los mismos rasgos faciales y la misma constitución. ¡Inclusive traían puestos los mismos atuendos! El chico rubio regordete traía una camisa blanca y pantalones cortos azules, mientras que el otro niño de nariz aguileña vestía una chaqueta y pantalones de color verde.
No, eso no podía ser ninguna coincidencia.
Reúne a los Guardianes Místicos: Eso fue lo que le ordenaba una voz proveniente desde lo más hondo de su ser, expresándose sus palabras con una claridad tal que bien podría habérselo dicho alguien parado junto a él.
Respirando hondo, Raúl se dispuso a encarar a esos dos desconocidos, a fin de saber quiénes eran ellos en realidad.
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