—No, en serio… ¿Alguien podría traducirme al español lo que dice esta mujer?—volvió a solicitar Alex—. Sigo sin entender nada al respecto…
—Ustedes cuatro—repuso Lavinia, con la más absoluta tranquilidad—. Han sido transportados desde su mundo hasta esta tierra, a fin de cumplir con la misión de salvar el Universo. Son los Elegidos para proteger tanto a este planeta como a muchos otros más de las fuerzas del mal que amenazan con destruirlo…
— ¡Ah, ya veo! —Rió Alex, palmeándose la frente—. Esto es una especie de broma, ¿Verdad? Alguna clase de jugarreta con cámara escondida… ¡Apuesto que en cualquier momento va a salir desde atrás de algún arbusto alguien que nos va a decir que todo esto es una “joda para Videomatch” o algo por el estilo, ¿Verdad? A ver, a ver señor camarógrafo…Salga de su escondite, que el engaño ya se descubrió…
En seguida Alex comenzó con la búsqueda de cualquier posible lugar en el que alguien pudiese estar escondido. Al creer percibir un movimiento sospechoso en unos arbustos cercanos, el chico prácticamente saltó hacia los mismos, esperando encontrarse con algún camarógrafo. Pero en vez de eso, únicamente se encontró con una especie de rechoncha salamandra, que apartó al niño de un lengüetazo que le dejó toda la cara cubierta de baba púrpura.
—Debo reconocerlo, si esto es una broma, sí que se han esmerado con estos efectos especiales…
— ¿Crees que esto es una broma? —preguntó la mujer llamada Lavinia, sin dejar de sonreír.
—O una broma, o un sueño muy, muy loco—afirmó Alex, encogiéndose de hombros, mientras intentaba quitarse la baba púrpura de la cara—. Aunque por lo general, en mis sueños suelen aparecer el Increíble Hulk y Los Caballeros del Zodiaco, y no veo a ninguno de ellos por aquí… ¡Supongo que los encargados de montar esta broma no pudieron pagar los derechos de autor para mostrarlos aquí siquiera por un segundo!
—Te aseguro que esto no es una broma, Estrella de la Generosidad—insistió Lavinia, sin que Alex se diese siquiera por aludido.
— ¿De qué rayos han hecho esta baba? ¡Por Dios que pica peor que si le echaran rocoto a uno en la piel! ¡Les juro que si esta cochinada me provoca alguna alergia tendrán que vérselas con mis abogados! ¡Oh sí, tremenda demanda les va a caer, señores argentinos de Videomatch!
Alex notó extrañado que algunas de las gotas de baba púrpura que le caían de la cara echaban humo al momento de caer en la arena. Y en cuanto intentó lavársela con el agua de las olas que bañaban esa playa, el agua misma pareció caldearse un poco, como si la baba la estuviese haciendo hervir un poco.
— ¡En serio, espero que esto no me provoque ninguna alergia!
—Ese ácido venenoso no te afectará en lo más mínimo. Aunque ustedes provengan de un mundo profano, en donde no se tiene idea acerca de la existencia del poder místico, lo cierto es que los cuatro poseen dones sobrenaturales que los protegen de toda clase de peligros que fácilmente matarían a cualquiera…
—Espera—intervino Luis—. Estás diciendo acaso… ¿Qué nosotros tenemos superpoderes o algo así?
—Así es, efectivamente. Cuentan con numerosas habilidades que en su mundo serían consideradas como magia…
— ¿Magia? —Preguntó Luna—. ¿Magia como la de la Princesa Sandi?
—Estás en un error…—señaló Raúl, en cuanto hubo salido de su ensimismamiento—. Nosotros no somos capaces de hacer magia ni nada parecido. Solamente somos un grupo de niños comunes y corrientes…
—Te equivocas—repuso categóricamente Lavinia—. Ustedes no son humanos comunes y corrientes. El mundo en el que viven existe un sello espiritual que les ha impedido hacer uso de los poderes con los cuales han contado desde su nacimiento.
Y fijando su mirada en Raúl, la dama de los ojos dorados añadió:
—Aunque en tu caso, tú ya debes haber despertado algunos de tus poderes, a pesar del Sello Espiritual… ¿O acaso me equivoco, Estrella del Destino?
Raúl tragó saliva al escuchar esas últimas palabras, mientras volvían a su mente numerosas instancias en las que creía haber visitado toda clase de reinos mágicos, viviendo numerosas aventuras acompañado por seres de fantasía en lugares que solamente parecían ser parte de un loco sueño.
“¡Pero todo eso no eran más que fantasías de niño!” intentó convencerse a sí mismo Raúl. “Puros sueños e imaginación…Y además yo dejé de tenerlos cuando pasó lo de mi padre…”
A su mente volvió un recuerdo sumamente amargo, que le hizo apretar los puños.
—Huy, sí, ahora resulta que yo soy el Harry Petas…—rió Alex, todavía tratando de quitarse la baba ácida del rostro—. ¡Simpática historia, señorita! Pero verá usted, yo soy más bien fan de El Señor de los Anillos…
— ¿Así que sigues sin creer en lo que te digo? —cuestionó Lavinia, asumiendo su faz un gesto ligeramente sardónico, casi como el de una niña revoltosa próxima a realizar una travesura.
—Yo solamente digo...Que mis cuentos de hadas los prefiero con hobbits…
¡ZAZ!
No bien aquellas últimas palabras terminaron de ser pronunciadas, una especie de jabalina hecha de cristal fue conjurada, disparándose tan veloz como un cohete directamente hacia Alex, quien para sorpresa de todos-inclusive de él mismo- fue capaz de detener aquella ofensiva, atrapando dicha lanza con ambas manos justo cuando la punta de la misma estaba a punto de rozar su cuello.
—Pero…—balbuceó Alex, todavía intentando procesar lo sucedido—. No lo entiendo… ¿Cómo fue qué…?
Una proeza semejante quizá habría sido posible de realizar para una persona fuerte y de ágiles reflejos.
Alex no era ninguna de las dos cosas.
— ¡Gordo! —exclamó Luis, sobresaltado—. ¿Cómo rayos fuiste capaz de hacer eso?
—Yo…Yo no tengo ni la menor idea de lo que está…
—Si sigues sin creer, esa lanza acabará contigo…—sentenció Lavinia, al tiempo que la lanza de cristal comenzó a arder en llamas, y Alex sintió entonces como si estuviese tratando de frenar el impacto de un meteorito con los dedos, y dejándose llevar por un impulso, exclamó:
— ¡Atrás!
En seguida un fulminante haz de luz brotó de sus palmas, reduciendo a nada la terrible lanza de cristal, volviéndose luego un fortísimo impacto de energía que Lavinia fue capaz de desviar hacia unas rocas cercanas, las cuales salieron volando por los aires, como si las hubiesen hecho estallar con dinamita.
— ¡VIEJO! —Dijo entonces Luis, sin todavía dar crédito a sus ojos—. ¡Viejo, tú tienes SUPERPODERES! ¿Por qué nunca antes me lo dijiste?
—Yo…Yo…—siguió balbuceando Alex, mirándose las manos, sintiéndose incluso más desconcertado que antes—. ¿Tengo poderes?
—En cada uno de ustedes cuatro residen las fuerzas místicas que les permitirán salvar al Universo de su destrucción—señaló tranquilamente Lavinia—.Espero que esta pequeña demostración haya bastado para despejar toda duda que pudiesen tener al respecto…
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