Haciendo un esfuerzo, Xamic fue capaz de volar por un par de horas más, llegando finalmente hasta tierra firme: El descenso no fue para nada sencillo, pareciendo el murciélago estar a punto de estrellarse como un avión en cualquier momento, levantando una tremenda polvareda a su alrededor en cuanto terminó cayendo a tierra.
—Pobrecito Xamic…—sollozó una conmovida Luna al darse cuenta de que aquel inmenso quiróptero tenía un ala quemada y sangrando profusamente—. ¡Resiste, por favor Xamic!
El murciélago farfulló entonces un leve chillido, tras lo cual su cuerpo comenzó a refulgir, bañado por una pálida luz púrpura: Así fue como, para total sorpresa de Luna, terminó reduciéndose considerablemente de tamaño, al punto de no ser apenas más grande que un gato bebé.
— ¿Xamic? —preguntó Luna, sosteniendo en brazos a aquel quiróptero, el cual también parecía haberse quedado profundamente dormido, lo mismo que Raúl, quien todavía no conseguía despertar de su sueño.
—Oh, genial… ¡Ahora tenemos dos bellas durmientes! —Refunfuñó Alex, apenas consiguiendo sostener a Raúl con ayuda de Luis—. ¡SÓLO ESO NOS FALTABA!
— ¡Ojala que Xamic se mejore pronto! —suspiró Luna, abrazando al ser en el que dicho murciélago acababa de transfigurarse, el cual casi parecía ser un animal de peluche, haciendo caso omiso de las quejas de Alex:
—Estamos PERDIDOS… ¡COMPLETAMENTE PERDIDOS! Sin idea de dónde nos encontramos, sin comida, ni agua, ni un celular que funcione… ¡SIN QUE NUESTROS VIEJOS TENGAN LA MENOR IDEA DE DÓNDE ESTAMOS! ¡ESTAMOS CONDENADOS! ¡CONDENADÍSIMOS!
—Eh…Chicos…—intentó advertir de algo a sus compañeros Luis, sin que ninguno de los dos le hiciese caso alguno: Luna seguía absorbida en su preocupación por Xamic, mientras que Alex seguía y seguía quejándose:
— ¿Qué se supone que voy a hacer en esta loca tierra de fantasía? ¿Esperan que de la nada me convierta en Gandalf o qué? ¿Cómo rayos voy a sobrellevar mis días en este horrendo País de Nunca Jamás sin mi comida chatarra, mis caricaturas, mis videojuegos, mis animes descargados ilegalmente, y mis videos de youtubers diciendo estupideces mientras fingen estar asustados de juegos de terror malísimos? ¿CÓMO?
—Chicos…
— ¿QUÉ? ¿QUÉ PASA AHORA, LUIS? —preguntaron al unísono Alex y Luna, volviendo la mirada: Sólo entonces ellos se dieron cuenta de que se encontraban rodeados por unos hombres gigantescos de aspecto feroz, vestidos con pieles.
—Ay…—rió nerviosamente Alex—. Hola, señores. ¿Qué tal?
El más alto de aquellos hombres, vestido con la piel grisácea de un lobo (O al menos, de un animal que parecía un lobo, puesto que tenía como unas seis patas) dio un paso al frente, y agachándose hasta la altura de Alex, dio un bestial resoplido sobre su rostro al tiempo que preguntaba:
— ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué han venido a hacer a los Dominios del Ogro en la Tierra de Danann, cachorros humanos? ¿Acaso los ha enviado alguien?
—Nosotros…Nosotros somos…Los Guardianes Místicos…—balbuceó Alex, ante lo cual los demás gigantones intercambiaron una mirada de sospecha.
Quien parecía ser el líder de los grandulones levantó en alto Alex, sosteniéndolo de una pierna en medio del aire, empezando a olfatearle.
— ¡JESUSITO! ¡NO ME COMAN, POR FAVOR! —lloriqueaba aterrorizado el regordete muchacho mientras era sostenido como si fuese la pesca del día.
—No voy a comerte, cachorro humano—declaró aquel personaje, volviendo a poner a Alex en el suelo—. Nosotros los ogros no comemos cachorros humanos. Tienen mucho colesterol… ¡Son muy malos para la salud! ¡Están llenos de pura grasa!
— ¡Pura grasa! —corearon los demás ogros, haciendo amén de lo que decía su líder.
— ¡Sí, sí! —Afirmó Alex, asintiendo con la cabeza—. ¡Nosotros los niños humanos estamos llenos de colesterol y grasa! ¡Somos muy malos para la digestión! ¡Y además tenemos parásitos!
— ¿En serio? ¡Qué asco! Eso no lo sabía—repuso el líder de los ogros.
— ¿Cuál es el veredicto de su magna nariz, Jefe Breen? —inquirió otro de esos gigantes colmilludos—. ¿De verdad son los Guardianes Místicos?
—Eso no lo puedo determinar con exactitud. Pero sí me queda claro que están llenos de una magia extraña y desconocida para nuestra gente…—sentenció el aludido—. ¡Llevémoslos a nuestra aldea, y la vieja bruja Jemoen nos dirá qué hacer con ellos!
Acto seguido, los ogros llevaron consigo a los niños, cargándolos por encima del hombro, como si fuesen un costal de papas.
—Disculpe, señor ogro…—inquirió Alex, quien era transportado por el Jefe Breen—. Esa bruja con quien nos están llevando…Ella no come cachorros humanos, ¿Verdad?
— ¡Pues la verdad no sé! —Rió aquel personaje, encogiéndose de hombros—. ¡Yo nunca se lo he preguntado! ¡Pero ya tendrán ustedes la oportunidad de averiguarlo en cuanto la conozcan! ¡Andando!
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