Terminada la comida, la esposa del Jefe Breen se valió de un poco de leche de cuy-murciélago para curar el ojo en tinta de Alex y la nariz rota de Luis, aliviando en seguida el dolor que ambos experimentaban en sus respectivos rostros.
También le dio un poco de esa leche a Xamic, logrando reanimarle un poco, si bien todavía se encontraba demasiado débil para retomar el vuelo, razón por la cual Luna debía seguir llevándolo en brazos.
—No te preocupes… ¡Ya descubriremos la manera en la que podremos sanarte del todo! —Le dijo Luna al pequeño murciélago púrpura que traía consigo—. ¡Tú solamente procura descansar!
— ¿Desde cuándo la niña chimpancé es tan gentil con los animales? —le preguntó Alex a Luis, a lo que él simplemente respondió:
—Ni idea. Pero sí que se le había metido la idea de tener un conejo mascota después de haber visto la caricatura esa de la Princesa Mágica…A falta de conejo, supongo que se conforma con el murciélago ese…
—Ahora ya están listos para ir con la vieja Jemoen. ¡Será ella quien determine si son verdaderamente los Guardianes Místicos! —anunció el jefe Breen, conduciendo a los cuatro chicos hacia una grotesca choza situada casi en las afueras de la aldea de los ogros, la misma que se asemejaba a un enorme huevo medio sumergido en la tierra, llegando desde su interior un olor bastante desagradable, como si se tratase más bien de una tumba abierta.
Los niños se taparon la nariz y la boca con ambas manos, al tiempo que el jefe Breen profería el siguiente llamado:
— ¡JEMOEN! ¡JEMOEN, BRUJA INFECTA! ¡TENEMOS UNA CONSULTA QUE HACERTE! ¿ESTÁS ALLÍ, O YA TE MORISTE?
No hubo respuesta alguna. Dentro del oscuro interior de aquella choza, solamente reinaba el más absoluto de los silencios.
—Pues no dice nada… ¡A lo mejor ya se murió de veras! —comentó el jefe Breen, encogiéndose de hombros.
La verdad es que a los chicos les producía un poco de alivio el hecho de no tener que ingresar a una edificación así de tenebrosa, la cual parecía más bien la morada de algún perverso monstruo devorador de niños.
— ¡JEMOEN! —llamó por segunda vez el jefe Breen, alzando la voz con todavía mayor intensidad que antes—. ¡JEMOEN! ¡NECESITAMOS HACERTE UNA CONSULTA! ¡LOS GUARDIANES MÍSTICOS QUIEREN HACERTE UNA CONSULTA!
No bien esas últimas palabras acabaron de ser pronunciadas, un ruido seco, semejante al que producen unas ramas secas al momento de ser pisadas se produjo desde el interior de la choza con forma de huevo. Y para total espanto de los niños, no tardaron en emerger del interior de la misma toda clase de bichos, entre los cuales estaban numerosas arañas, escorpiones y serpientes, eso sí contar las alimañas peludas y dientonas que también emergieron de allí mismo, correteándoles entre los pies a los visitantes.
En menos de un parpadeo, Raúl y sus compañeros terminaron subidos a hombros del jefe Breen, a fin de no ser mordidos ni picados.
Pero un espanto todavía mayúsculo habría de producirse a continuación en cuanto salió de la choza con forma de huevo una anciana encorvada y horrorosa…Una bruja tan horrorosa que resultaría un poco difícil describirla con meras palabras.
Traten pues, de imaginar primero en su mente a una ogresa de larga cabellera blanca y boca colmilluda, como la de un perro bulldog. Y a estos rasgos de perro bulldog, añádanle además los de un sapo verrugoso.
Imagínensela al menos con cuatro verrugas en la frente. Y una verruga más en la nariz, pero además, de esa última verruga le sobresale un poco de pelo blanco, mientras que los ojos, todo desorbitados y grandes como pelotas de tenis, parecían mirar hacia diferentes direcciones como un camaleón, al tiempo en el cual ella preguntaba, con voz cascada y de lo más escalofriante:
— ¿QUÉ HAS DICHO, ZOPENCO? ¿CÓMO QUE LOS GUARDIANES MÍSTICOS ESTÁN AQUÍ? ¿EN DÓNDE ESTÁN? ¡QUIERO VERLOS! ¿DÓNDE ESTÁN?
—No se asusten, chicos…—les dijo el jefe Breen a los niños, que se habían escondido detrás de él—. ¡Esta vieja es fea, pero no muerde!
El negro tocado que la bruja traía sobre la cabeza no dejaba de aletear y graznar: ¡Era un ave viva! Y se parecía mucho a una mezcla de gallina con buitre, emitiendo cacareos semejantes a los de un cuervo.
De forma temerosa, los cuatro niños se presentaron ante aquella vieja espeluznante, quien los examinó ladeando la cabeza como si fuese alguna clase de búho:
— ¡Pero qué enanos son! ¿Seguro que no son una especie de crías de gnomo?
— ¡Somos niños en crecimiento! —protestó ofendidamente Alex, a pesar del miedo que le inspiraba aquella bruja horrorosa.
— ¡Hum! —Masculló la bruja, al tiempo que se sacaba de la cabellera un piojo que dio de comer al pajarraco que tenía sobre la cabeza, a fin de acallar un poco sus graznidos—. ¡Así que son niños humanos! Pues bien, si en verdad son los Guardianes Místicos, me imagino que han de dominar todas las artes sagradas del combate contra las fuerzas malignas…
— ¡Apenas acabábamos de descubrir que tenemos poderes este mismo día! —protestó Luna, y en cuanto la vieja Jemoen volvió su mirada en dirección hacia ella, sus enormes ojos de camaleón se abrieron todavía más, profiriendo un fuerte chillido de asombro:
— ¡Ese anillo de oro! ¡Es el anillo de Lavinia, la Protectora de la Tierra de Danann! ¿Cómo es qué no lo note antes? ¿Cómo es que pude ser tan ciega? ¡Sí, no me cabe duda alguna! ¡Ustedes SÍ son los Guardianes Místicos! ¡Lavinia jamás les habría dado su anillo si no lo fueran! ¡Tampoco habrían conseguido quitárselo de ninguna otra manera! ¿Pero en dónde está la gema que contiene al Guía Estelar? ¿Lo has convocado ya acaso, niña? ¡Debería estar guiándolos hacia los Cuatro Maestros!
— ¿Se refiere a Xamic? —Cuestionó Luna—. ¡El pobrecito fue herido en un ala por unos pajarracos horribles!
— ¡Fue Erebo quien le hirió! —Agregó Raúl—. ¡No sé bien cómo, pero de alguna manera Erebo fue capaz de dividirse en un montón de monstruos diferentes!
— ¿Erebo? ¡Uno de los Señores de los Abismos! ¡Debe haber maldecido al Guía Estelar! ¡Y ahora se está muriendo, por culpa de esa terrible maldición! ¿Cómo es posible que le hayan dejado quedar en tan mal estado? ¡Tenemos que sanarle en seguida, o si no ustedes se quedarán sin guía alguno! ¡Y nosotros nos quedaremos sin Guardianes Místicos para salvar nuestro Universo!
Corriendo lo más rápido que sus gruesas piernas le permitían, la vieja Jemoen se llevó prácticamente a empujones a los niños al interior de su choza con forma de huevo, ordenándole al jefe Breen esperar afuera:
— ¡Apenas si hay espacio en mi casa para mí! ¡Si entraras aquí dentro, lo echarías todo abajo, manganzón! —repuso la bruja, arrojándole un cacerolazo en cuanto el ogro intentó asomarse al interior de su vivienda.
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