1
Lo cierto es que la casa de Jemoen era en realidad mucho más grande de lo que parecía ser por fuera; pero como bruja que era, no le gustaba que ningún visitante descubriese sus secretos mágicos, realizando la mayor parte de sus consultas fuera de su vivienda, de preferencia durante las noches de luna llena.
Sin embargo, puesto que los Guardianes Místicos no eran cualquier visita, se dignó a hacer una excepción para esta regla, permitiéndoles pasar, descubriendo así una especie de laboratorio en su interior, todo repleto de calderas y pergaminos, muchos de los cuales estaban recubiertos de telarañas.
—Necesito mi gema sanadora, Zaktu… ¡Escúpela ahora! —le ordenó la bruja al pajarraco negro que tenía sobre la cabeza, el cual empezó a hacer un ruido como si estuviese a punto de vomitar, arrojando después del interior de su buche una gema grisácea.
—Poder ancestral, que existes desde el principio de los tiempos, y por quien todo fue creado—sentenció la hechicera, al tiempo que apoyaba la gema sobre el ala herida de Xamic—. Arrebata de las frías manos de la Muerte a esta santa criatura mística, pues no es todavía su momento de partir hacia los Otros Reinos que existen más allá de la vida presente...
Mientras hablaba, los ojos de la bruja se iban tornando completamente blancos, y la mano le temblaba, aunque su voz seguía oyéndose extrañamente calma al tiempo que decía:
—Poder ancestral, en Nombre de la Sagrada Voluntad del Universo… ¡Libera este cuerpo de su maldición! ¡Libéralo de la Garra Maléfica de los Señores de los Abismos, enemigos de toda Vida! ¡Libéralo ahora!
Terminada esta última frase, una pálida luz blanca comenzó a chisporrotear de la gema gris, lo mismo que de los ojos de Jemoen, la cual pareció quedar sumida en un trance extraño, iluminándose de golpe cada uno de los rincones de su sombría mirada, hecho que obligó a muchas de las alimañas que todavía quedaban allí dentro a escapar inmediatamente de dicho lugar.
En cuanto la luz comenzó a menguar, los chicos notaron como es que la gema sanadora repentinamente se tornaba completamente negra, encendiéndose justo en su centro un ígneo resplandor rojizo, parecido a una diminuta explosión que luego cobró la forma de una minúscula serpiente que comenzó luego a devorarse a sí misma, acompañada por toda clase de ruidos monstruosos.
¡Extraño pensar cómo es que algo tan pequeño pudiese estar tan cargado de tal malignidad!
— ¿Qué diablos es esa cosa? —preguntó Alex, el único de los cuatro chicos que se atrevió a hablar durante esos momentos, justo antes de que la serpiente quedase convertida en nada, produciéndose luego un quiebre en la gema sanadora, de la cual comenzó a brotar un humo maloliente.
— ¡No aspiren ese aroma, mocosos! ¡Es una manifestación física del Maleficio! —le advirtió la vieja Jemoen a los chicos, quienes en seguida contuvieron la respiración, justo antes de que ella conjurase un nuevo hechizo, tronando sus dedos unas siete veces mientras decía:
— ¡Vuélvete piedra, vuélvete arena, vuélvete nada, maleficio! ¡VUÉLVETE PIEDRA, VUÉLVETE ARENA, VUÉLVETE NADA, MALEFICIO!
De los dedos de Jemoen brotó un airecillo helado que transformó el humo primero en cristal y luego en una roca ennegrecida semejante a un carbón.
— ¡Dame pinzas, Zaktu! —ordenó la bruja, y el pajarraco en seguida regurgitó un utensilio semejante a una pinza de cangrejo, con el cual la anciana tomó aquella roca, colocándola dentro de una olla llena de lo que parecía ser harina negra.
— ¡El maleficio se ha transformado en materia muerta e inocua! ¡El Guía Estelar debería sanar con esto!
Luna observó preocupada que Xamic parecía estar todavía muy débil, pensando que tal vez aquella curación no había resultado efectiva.
Afortunadamente, dicha impresión no tardó en esfumarse por completo al momento en el cual aquel murciélago abrió sus grandes ojos amarillos y comenzó a revolotear alegremente alrededor de las cabezas de los cuatro chiquillos, profiriendo alegres chillidos.
— ¡Xamic! ¡Ya estás completamente sano!
—Bueno, no completamente a decir verdad…—confesó la Vieja Jemoen—. La magia de un Señor del Abismo es demasiado poderosa para una simple curandera como lo soy yo. Lo único que hice fue reducir el efecto de la maldición que había caído sobre este Guía Estelar.
— ¡Oh! Y eso… ¿Qué quiere decir exactamente? —preguntó una confundida Luna.
—El Guía Estelar se encuentra todavía bajo efecto de una maldición, aunque no una letal: Esta maldición reduce considerablemente sus poderes y me temo que no podrá hacer pleno uso de ellos por un buen tiempo. Lo lamento de veras, pero es todo lo que me permiten mis conocimientos mágicos.
— O sea… ¿Qué el murciélago ese no va a poder hacerse grande de nuevo? —cuestionó Luis.
—Entre otras cosas, supongo—repuso la bruja, recogiendo la gema gris que acababa de caer al suelo partida en dos—. ¡Mira nomás como quedó mi gema sanadora! Y eso que la había adquirido hace apenas 400 años. ¡Pero así son estas cosas modernas! ¡Se paran malogrando todo el tiempo por cualquier cosa! ¡En mis tiempos las gemas sanadoras nos duraban a los curanderos unos 600 años, por lo menos!
— ¡No me importa que Xamic se haga grande o no! —Comentó Luna, mientras acariciaba la cabeza de aquel quiróptero púrpura—. ¡La verdad es que se ve mucho más lindo de esta manera!
— ¿Pero qué acaso no te das cuenta de lo que esto significa, mocosa? Si el bicho este no vuelve a hacerse grande… ¡Vamos a tener que hacer toda esta loca travesía por Locolandia a pie! ¡A PIE! ¿Sabes lo qué es eso? ¡Nos va a tomar como mil años ir a ninguna parte!
Como respuesta a las protestas del chico, la gema azul que adornaba la frente del murciélago comenzó a brillar, proyectándose de la misma numerosos símbolos y figuras…Un mapa hecho de luz estaba trazándose bajo los pies de los chicos, ¡Pero lo más sorprendente de todo es que la propia Lavinia parecía estar parado en medio del mismo!
2
— ¿Lavinia? —inquirió Raúl, extendiendo su mano hacia la joven, sin que sus dedos apretasen nada más que el aire.
—Ha de ser como una de esas proyecciones holeográficas de la Guerra de las Galaxias…—repuso Alex, poniendo los dedos de sus manos delante de Lavinia, haciendo como si estos fuesen una boca que hablaba, diciendo:
— ¡Ayúdame, Obi Wan Kenobi! ¡Eres mi última esperanza!
— ¡Déjate de tonterías! —gruñó Raúl, apartando a su regordete compañero de un empujón.
—No soy un holograma, sino una proyección astral—sentenció Lavinia, con voz absolutamente calma—. Mis queridos Guardianes, desde mi cautividad les envío el siguiente mensaje, a fin de que no pierdan la esperanza en su misión…
— ¿Cautividad? ¿Quieres decir que te tienen prisionera? —cuestionó Raúl, inquieto por la suerte que hubiese podido correr la dama de los ojos dorados.
—No se preocupen por mí… ¡Aunque Erebo consiguió sumirme en un estado de letargo, de igual manera puedo seguir comunicándome con ustedes de esta manera! —dirigiéndose a Xamic, ella añadió:
— ¡Has sido muy valiente, mi pequeño heraldo! ¡Aún a pesar de haber sufrido la terrible maldición de Erebo te has esforzado en poner a los chicos a salvo, llevándolos hasta un sitio seguro! ¡Yo también pondré lo mejor de mí en el cumplimiento como protectora de este mundo!
Y volviéndose hacia los cuatro chicos, la joven de blancos cabellos dijo:
— ¡Aunque Xamic no pueda transportarlos directamente con los Cuatro Maestros, él conoce a la perfección la ruta que ustedes deben tomar para llegar hasta ellos! ¡Sólo síganlo y les llevará hacia donde deben estar!
— ¿Y cómo se supone que llegaremos hasta esos lugares? ¿Caminando acaso? —Protestó Alex—. ¿Tiene usted una idea de cuánto podría demorarnos eso?
—Confíen en la Voluntad del Universo… ¡Esa fuerza les llevará con las personas correctas al lugar correcto a fin de que cumplan con su misión como Guardianes Místicos!
— ¡Ay, ya comenzó otra vez esta con su cháchara New Age! —Protestó Alex, llevándose una mano a la frente—. ¡Sólo eso nos faltaba!
—La Voluntad del Universo es la fuerza que reside en todas las cosas existentes, a fin de preservar la Vida en el cosmos de los malignos poderes que anhelan destruirlo… También en el mundo profano del cual ustedes vienen la conocen, aunque se refieran a ella bajo otros nombres, tales como La Providencia…
—Oh, en otras palabras estamos a la buena de Dios… ¡Eso SÍ que me da muchísima confianza!
—Deben creer en lo que representan, Guardianes. Deben creer en lo que protegen…
— ¿Lo qué representamos? ¿Qué es lo que nosotros representamos exactamente? —inquirió Luis.
— ¡De seguro va a salirnos con alguna cosa estúpida y cursi, como las de las historias motivacionales que nos hicieron leer en la catequesis! —bufó Alex, cruzándose de brazos.
—Cada uno de ustedes representa una virtud sagrada…El don que debe radicar en el corazón de los héroes que se enfrentan contra las fuerzas del mal. Esas virtudes son el Valor —siguió explicando Lavinia, señalando primero a Luis. Luego, señalando a Luna y a Alex añadió:
—La Sabiduría…Y la Generosidad…
— ¿”Generosidad”? Se ha equivocado de hombre, oficial…—protestó Alex.
— ¡Qué vas a ser generoso el panzón este! —Repuso Luna—. ¡Si eres un gordo tragaldabas, que se lo para comiendo todo lo que encuentras!
— ¡Es más creíble que tú representes algo relacionado con la sabiduría, chimpancé cabeza hueca!
— ¡Cállense los dos! ¡Parecen un par de bebitos mimados! —Gritó Raúl—. ¡Dejen que Lavinia hable!
—Ya se ve quien definitivamente NO representa la virtud de la paciencia…—masculló por lo bajo Alex.
—Tú eres la Estrella del Destino, Raúl…—indicó la dama Lavinia, señalando al muchacho—. En torno a ti se reúnen las otras tres, y es bajo tu tutela que debes ampararlas, a fin de que tus compañeros despierten todo su potencial…
—Quieres decir… ¿Qué yo debo cuidar a estos engreídos?
— ¡Oh, nomás eso faltaba! ¡Que nos quieran poner niñera a estas alturas! —gruñó Alex.
Un punto brillante color azul se encendió en una parte del mapa, cercano a lo costa de un continente alejado de los otros, el cual tenía la forma de una zarpa o garra de felino.
—Ahora ustedes se encuentran en el continente de Meddi…Más exactamente en Kuj, el desierto rojo. El maestro más cercano a ustedes cuatro es Kobari, que reside en la selva virgen de Iss, tierra de los Mawaris…—indicó Lavinia, al tiempo que esplendor color esmeralda comenzaba a refulgir en una región situada al norte del punto azul—. Mañana mismo comenzará a darse la migración de las manatíes desérticas, la cual ustedes podrán aprovechar para desplazarse hasta esa región…
Volviéndose hacia la bruja Jemoen, la proyección astral de Lavinia preguntó:
—Buena mujer, ¿Cree que pueda brindarle su ayuda a los Guardianes para llegar hasta ese lugar?
— ¡Por supuesto que sí, Gran Protectora! ¡Me encargaré de instruir a estos chicos lo mejor posible sobre las manatíes desérticas! —contestó muy respetuosamente la aludida.
—Kobari los instruirá a partir de ese punto…—agregó la dama de los ojos dorados, al tiempo que su figura comenzaba a desvanecerse.
— ¡Lavinia! ¿Te encuentras bien? —preguntó preocupadamente Raúl.
—No tienes por qué temer, Estrella del Destino. Erebo no conseguirá acabar conmigo, por mucho que lo intente…
— ¿Dónde estás? ¿No hay manera en la que podamos ir a rescatarte?
— ¡No pierdan el tiempo! —exclamó la aludida, asumiendo repentinamente un tono severo—. Deben convertirse en los Guardianes Místicos. ¡Nada de lo que me pueda suceder es más importante que la suerte que el cosmos pudiese correr de conseguir su objetivo los Señores de los Abismos! ¡Busquen a los Cuatro Maestros!
Y luego, con un tono más suave, casi maternal incluso, la dama de los ojos dorados añadió:
—Manténganse unidos… ¡Cuídense y protéjanse los unos a los otros! ¡Sólo así conseguirán mantenerse con vida y cumplir su misión!
— ¡Espera! —Trató de preguntar Alex—. ¿Cómo sabes que nosotros de verdad somos los Guardianes Místicos? ¿Qué tal si todo esto no es más que un terrible malentendido? ¿Nos regresarías a nuestro mundo entonces?
Demasiado tarde. Lavinia se había desvanecido ya, pero el mapa conjurado por Xamic seguía siendo visible, indicándose un nuevo punto violáceo en la zona a la que los chicos tendrían que dirigirse mañana: Una región situada al noreste del desierto Kuj, desde dónde las manatíes desérticas emprenderían su migración.
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