— ¡Muy bien! ¡Es preciso comenzar a prepararles para su próximo viaje, Guardianes Místicos! —anunció de forma entusiasta la bruja Jemoen, pero ninguno de los chicos pareció hacerle alguno, pareciendo cada uno de ellos abstraído en sus propios pensamientos.
—Se marchó sin responder mi pregunta…—masculló Alex, con tono profundamente decaído—. ¡Simplemente se fue sin decirnos nada de lo que quería saber!
—Estamos… ¡Estamos atrapados en este mundo loco!—agregó sombríamente Luis, quien todavía conservaba dentro de sí la esperanza de que Lavinia los llevase de vuelta a la tierra en cuanto la volvió a ver—. Oh, Dios mío… ¿Cómo rayos vamos a hacer para volver a casa? ¿Cómo rayos vamos a hacer para sobrevivir?
Presa de la desesperación, el muchacho se dejó caer sobre el suelo, acurrucándose en posición fetal, mientras repetía una y otra vez:
— ¿Qué haremos? ¿Qué haremos? Oh, Santo Cristo… ¿Qué haremos?
Luna por su parte no pudo evitar romper en sollozos, ahora que la reacción de su hermano le había hecho reparar en cuán difícil era su situación en realidad:
— ¡Quiero volver a casa con mis papás! ¡Quiero volver ahora mismo!
En vano intentó el murciélago Xamic consolarla, frotando su cabeza contra los brazos de la niña como si fuera un gato mimoso, únicamente para ser agarrado del cuello por Alex, quien entonces empezó a sacudirle una y otra vez, mientras le decía:
—Tú eres un bicho mágico, ¿Verdad? ¡Regrésanos a nuestro mundo entonces! ¡REGRÉSANOS AHORA! ¡REGRÉSANOS A LA TIERRA! ¡VAMOS, HAZLO DE UNA BUENA VEZ!
Xamic chillaba desconcertado, teniendo que apartar a Alex de un lengüetazo en plena cara, quien se apartó asqueado.
— ¡OH, QUÉ ASCO! ¡SÓLO ESO ME FALTABA, BABA DE MURCIÉLAGO EN TODA LA CARA!
“¿En verdad serán estos niños los Guardianes Místicos escogidos por la Voluntad del Universo?” inquirió para sus adentros la bruja Jemoen, quien aún después de haber escuchado la solicitud hecha por la propia Lavinia, todavía tenía sus dudas al respecto.
—Estamos atrapados… ¡Atrapados, sin poder volver a casa! —siguió diciendo Luis.
— ¡Quiero a mi mami! ¡Quiero a mi papi! —lloraba Luna.
— ¡ESTO NO PUEDO SER! ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASÁNDOME A MÍ! —Vociferaba Alex, llevándose ambas manos al rostro, empezando a revolverse sobre el suelo como un niño próximo a realizar un berrinche—. ¡Tengo que volver a casa YA! ¡El sábado van a pasar por Cartoon Network una mega-maratón de Dragon Ball Z Kai y me lo voy a perder! ¡SOLAMENTE ME HE VISTO ESA SERIE UNAS VEINTICINCO VECES, MALDICIÓN!
—Bueno, ¡BASTA YA DE LLORIQUEOS! —Exclamó entonces Raúl, acallando abruptamente los quejidos de sus tres compañeros—. ¡Todos ustedes se comportan como unos bebitos llorones! ¡PERO PONERSE A LLORIQUEAR NO VA A SERVIRNOS DE NADA! ¿No lo entienden acaso? ¡Si de veras queremos volver a nuestro mundo tenemos que hacer lo que Lavinia nos dijo, y convertirnos en los Guardianes Místicos!
Alex fue el primero en contestar:
—Mira, Raúl…No sé si te has dado cuenta aún, pero… ¡NO SOMOS SUPERHÉROES! ¡SÓLO SOMOS NIÑOS COMUNES Y CORRIENTES! ¡Se supone que deberíamos pasarnos horas muriéndonos de risa de videos estúpidos en Youtube y gastando nuestro dinero en productos de la compañía Disney! ¡NO SALVANDO AL MUNDO, NI MUCHO MENOS AL UNIVERSO! A lo más podríamos firmar algunas peticiones en línea, ¡PERO NADA MÁS QUE ESO!
— ¿Tienes una idea de lo patético que te oyes? —Contestó Raúl—. ¡No siempre la vida ocurre como uno lo espera! ¡Y hay veces en las que uno simplemente tiene que asumir lo que le toca en suerte! ¡Llorar no tiene sentido ni ayuda a resolver nada! ¡Tú y tu amigo el pusilánime ese deberían comportarse como hombres y pensar de qué manera afrontar la situación!
—Oh, ya veo lo que está pasando aquí—sentenció Alex, con tono despectivo—. ¡Era obvio desde el primer momento, cuando te quedaste templadazo mirando a esa chica de cabello blanco! De seguro te imaginas que esa tipa es algo así como tu novia del País de la Fantasía, y estás pensado que si haces todo lo que ella te dice te recompensará con un besito en la mejilla o algo así, ¿No? ¡Pues para mí, el único que es verdaderamente patético aquí eres TÚ, el señor caballero andante!
— ¿A quién llamas patético, BOLA DE GRASA? —repuso un enfurecido Raúl, agarrando por el cuello de la camisa a Alex.
Raúl, más alto y fuerte que Alex, parecía estar a punto de darle una golpiza, hecho que hizo reaccionar a Luis, interviniendo de la siguiente manera:
— ¡OYE! ¡Déjalo en paz tú!
Pero en cuanto Raúl volvió su mirada rabiosa en dirección hacia aquel otro muchacho, este no pudo evitar mostrarse claramente intimidado.
— ¡D-Deja en paz a Alex! —balbuceó tímidamente Luis entonces, con un tono de voz francamente lastimoso. E imposible era para él disimular que las piernas le temblaban.
— ¡Ni siquiera iba a hacerle nada a este panzón! —Comentó burlonamente Raúl, soltando a Alex—. Pero si quisiera hacerlo, ¡No serías capaz de hacer nada para impedirlo, GRANDÍSIMO MIEDOSO!
Esta vez pareció que Raúl iba a asestarle un puñetazo a Luis en plena cara, quien simplemente se encogió de miedo contra la pared más cercana, cubriéndose la cara con ambos brazos.
— ¡No me pegues, por favor!
— ¡”No me pegues, por favor”! —remedó Raúl a Luis burlonamente, siendo repentinamente la mano que todavía mantenía en alto repentinamente retenida por nada menos que Alex.
— ¿Y a ti que rayos te pasa, energúmeno? —cuestionó Alex, mirando a Raúl como quien mira a un demente.
— ¡Suéltame! —gritó Raúl, apartando la mano. Y luego, dirigiéndose a Luis, comentó con tono desdeñoso, mientras se retiraba fuera de la casa de la bruja Jemoen:
— ¡Deberías aprender a cuidar de ti mismo! ¡Tu novio no siempre va a estar allí para salvarte!
—Uy, si tú… ¡Bien que te asustaste de todos los bichos que salían de esta casa igual que nosotros, y ahora te vienes a hacer el super macho alfa! —Replicó Alex, haciéndole una seña grosera con el dedo—. ¡Vaya zoquete resultó ser el tal Raúl! ¡Es todavía peor que el señor Chumpitazi!
—No lo entiendo… ¿Por qué comenzó a comportarse así? —cuestionó Luna, totalmente desconcertada por las actitudes de su compañero.
—Creí que me iba a dar una paliza…—masculló Luis, sintiéndose sumamente avergonzado por la cobardía que había demostrado en esos momentos.
Él no era un chico al que le gustase particularmente pelear, tratando de evitar cualquier clase de conflicto la mayor parte del tiempo.
— ¡No le hagas caso! ¡El tipo ese es pura pose y nada más! —Exclamó Alex—. ¡A ver cuánto le dura la peliculina al señor sargento de película!
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