“¡No pierdan el tiempo! ¡Deben convertirse en los Guardianes Místicos!”
—No te fallaré…—Musitó Raúl, rememorando las palabras dichas por Lavinia, que seguían resonando en su inconsciente con toda intensidad.
— ¿Qué sucedió allá dentro? —preguntó el jefe Breen, quien todavía se encontraba esperando fuera de la choza de la bruja Jemoen—. ¡Hace un rato vi una luz brillante salir de la casa, y luego otra más…! ¿Pasó algo malo?
—Necesitamos ir hasta un lugar llamado Iss, para encontrar el primer maestro—explicó Raúl—. Eso fue lo que nos indicó la proyección astral de la Protectora de la Tierra de Danann…
— ¿Irán hasta los dominios de los Mawaris? ¡Más les vale ir con cuidado entonces, pequeños Guardianes!
— ¿Qué son los Mawaris?
—Ellos son los protectores de toda selva o monte existente en este mundo—explicó el ogro—. No suelen ser hostiles, pero no confían mucho en los seres humanos. ¡Yo conocí a algunos durante mi juventud, y varias veces les escuché quejarse de ellos, diciendo que se la pasan destruyendo los bosques y matando a un sinnúmero de animales!
“Bueno, eso no es del todo mentira…” reconoció para sus adentros Raúl, recordando varios videos que había visto hace un tiempo, relacionados los derrames de petróleo y tala ilegal de los árboles en la Amazonia y el tráfico de animales en peligro de extinción.
—Aunque sea peligroso, de igual manera debemos ir—repuso Raúl, envalentonado—. ¿Cree que pueda llevarnos a mí y a mis amigos hasta ese lugar?
—Oh, ahora resulta que somos “amigos”. ¡Buena esa! —exclamó en tono sarcástico Alex, al tiempo que salía de la choza de la bruja Jemoen, cargando en brazos numerosas chucharías que ya ni sabía cómo sostener.
—Quise decir “compañeros”, no amigos. Fue un lapsus—alegó Raúl—. ¿Y qué rayos traes allí tú?
—Luego de que te hicieras el malote y te mandases a mudar, Jemoen se puso a darnos un montón de cachivaches raros, que según ella necesitaremos para sobrevivir a este loco mundo de fantasía. ¡A ver si te pones las pilas y nos ayudas a cargar un poco de cosas, “amigo”!
Mientras tanto, en el interior de la choza, la vieja Jemoen seguía llenando un montón de alforjas sostenidas por Luis, a quien ya le dolían los brazos de tanta cosa que tenía allí dentro:
— ¡Este bálsamo de jabalí los sanará de cualquier envenenamiento, siempre y cuando no se trate de envenenamiento por mordida de trasgo! —Indicaba la bruja, colocando una botellita color esmeralda dentro de una de las alforjas—. ¡Para las mordidas de trasgo, tengo este poco de polvo de rata neurótica, que conseguí al irme de viaje por las tierras del Norte, al desierto Kontsú!
—Polvo… ¿Polvo de rata, dice? —repuso Luis un tanto repugnado, no queriendo ni siquiera imaginarse como es que podría ser conseguida una sustancia así.
— ¿No nos dará ningún arma para defendernos?—inquirió Raúl, recibiendo de la anciana un montón de trapos polvorientos, que según ella poseían un encantamiento para mantener alejados a los parásitos nocturnos.
— ¿Un arma? —Jemoen rió entonces—. ¿Para qué podrían necesitar un arma? ¡Ustedes son los Guardianes Místicos! ¡Poseen el poder más grande que cualquier guerrero que pudiese existir en el Universo! Sólo deben a controlarlo y a usarlo correctamente. ¡Así llegarán a ser invencibles!
—Pero… ¿Qué tal si Erebo se nos aparece nuevamente durante el viaje antes de que podamos encontrar a los cuatro maestros? —Cuestionó preocupadamente Raúl, sintiendo que su última victoria contra aquel adversario no había sido más que pura suerte—. ¿No podríamos usar ninguna clase de arma para mantenerlo a raya?
—Las armas son completamente inútiles contra los Señores del Abismo, muchacho…Para hacerles frente, únicamente puede usarse el sagrado poder místico que nace de tu propio espíritu…
— ¿Qué son exactamente los “Señores del Abismo”? —cuestionó Luna, que tenía cierta curiosidad por saber más sobre el enemigo contra el que tendrían que pelear tarde o temprano—. ¿Son algo así como diablos?
—Oh, son mucho peores que eso, pequeña Guardiana…Un poder mucho más peligroso y maligno, ante el cual un diablo o ángel caído no podría más que ser un simple acólito…
— ¿P-Peores que diablos? —tartamudeó Luis, experimentando un escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral.
—Los Señores del Abismo son una manifestación de la Anti-Vida. La Destrucción, la Muerte en Masa de todas las cosas. La aniquilación de todo lo que existe…Por eso mismo ellos no pueden ser vencidos por ningún tipo de materia inerte, como lo es un arma. Sólo aquello que lleva dentro de sí un espíritu es capaz de conjurar la suficiente fuerza para pelear contra ellos. Y cuando la Maldad de los Señores del Abismo es Tal que amenaza el Universo, los Guardianes Místicos deben aparecer, a fin de salvarnos a todos…
Los cuatro chicos intercambiaron una mirada nerviosa. Inclusive Raúl, que trataba de mostrarse calmo y seguro, no pudo evitar que la expresión en sus ojos reflejase cierta preocupación.
—La verdad es que esto de ser un superhéroe mágico tipo Harry Petas me está gustando cada vez menos…—comentó Alex, rascándose nerviosamente la oreja izquierda, reacción involuntaria de su parte cada vez que se sentía abrumado por alguna profunda inquietud.
—Perdón por ser tan preguntona, pero es que no lo entiendo…—insistió Luna—. ¿Qué es exactamente la Anti-Vida? ¿Los Señores del Abismo no están vivos acaso?
—A mí tampoco me quedó claro eso…—agregó Luis—. ¿Son zombis?
—Pues verán ustedes…La Anti-Vida es aquel Caos Primordial que existía en el principio de todas las cosas, antes de que surgiese la Voluntad del Universo, que dio origen a la existencia presente, tal como la conocemos. La Anti-Vida es el Abismo que se encuentra fuera del Universo y nos rodea, anhelando destruir toda la Creación, para lo cual cada cierto tiempo envía a sus servidores, que son los Señores del Abismo.
— ¿Y por qué la Anti-Vida quiere destruirnos? ¿Le hemos hecho algo malo acaso? —cuestionó un confundido Alex.
—La Anti-Vida no necesita razones, muchacho. Destruir y aniquilar es su naturaleza, de la misma manera que la naturaleza de la Voluntad del Universo es preservar la existencia de toda forma de vida. Pero ni ella ni ninguno de sus servidores pueden manifestarse físicamente en nuestro mundo sin un cuerpo o alma receptora, que les permita obrar su maléfica labor…
—Quiere decir… ¿Quiere decir que Erebo es una persona? —preguntó Raúl.
—Una persona, o un espectro…Tal vez varios, conjurados por algún nigromante. ¡Oh, esos hechiceros malignos! ¡Son capaces de todos con tal de hacerse con el poder, inclusive de pactar con la fuerza más perversa de todas! ¡Yo espero que si los encuentran alguna vez en sus viajes, sean capaces de darle su merecido a esos despreciables villanos!
— ¡Pues lo que yo espero es ser capaz de sobrevivir a todo esto! —Repuso Alex, a punto de ser aplastado por la pesada tinaja de barro rellena de hierbas curativas que Jemoen puso en sus manos mientras hablaba—. ¡Mi mayor deseo en estos momentos es el de volver a casa lo antes posible, y quedarme dormido frente al televisor, luego de comerme una buena pizza, o un buen pollo a la brasa con papas fritas! ¡Qué no daría por poder hacer tal cosa en estos instantes!
Comments (0)
See all