1
— A ver, a ver…—comentó Jemoen, mientras seguía cargando a los niños de numerosas pócimas, así como también los ingredientes necesarios para preparar diversos tipos de embrujos—. Aquí tienen unas patas de mosco y zancudo, las uñas de un gato sangrón, el pico de un pájaro zurdo, los cuernos de un chivo panzón…
— ¡Ya no sobrecargues de tantas chucherías inútiles a estos muchachos, vieja bruja! —protestó Breen—. ¡Ya ni caminar pueden!
— ¡Oh, tú ni te metas, bruto salvaje! —Repuso aludida—. Para que lo sepas, fue la mismísima protectora de este mundo quien me encomendó la tarea de brindarle mi ayuda a los legendarios Guardianes Místicos… ¡Y eso es lo que voy a hacer!
—No siento los brazos…—farfulló Luis, con apenas un hilillo de voz.
Queriendo dar un paso adelante, al chico se le vinieron abajo todas las cosas que traía encima, cayéndose de cara al suelo.
En cuanto Alex y el jefe Breen ayudaron al muchacho a incorporarse, este alegó lo siguiente:
— ¿Ve cómo yo tenía razón, señora bruja? ¡Así no van a poder llegar a ningún lado! ¡Procure darles más bien solamente aquello que sea estrictamente necesario!
— ¡Pero sí todo lo que les he dado son cosas MUY necesarias! ¡A mí me han servido en todos los viajes que he venido realizando en mis más de cinco mil años de vida!
—Lo más importante—recalcó Raúl, dejando en el suelo la tinaja atiborrada de colmillos molidos de jabalí y colas de ratones que la hechicera le había entregado—. Es que lleguemos a tiempo mañana a la zona desde donde migrarán las manatíes desérticas, a fin de que estas nos transporten hacia la selva donde habitan esos seres que ustedes llaman Mawaris…¡Eso fue la que Lavinia nos dijo!
— ¡Pues de eso me encargó yo, muchacho! —afirmó el jefe Breen, dándose una palmada orgullosa en su amplio pecho de ogro—. ¡Conozco el desierto de Kuj como la palma de mi mano, y sé hacer para que lleguen hasta la zona que buscan en un santiamén!
— ¡Lo que eres es un bruto impulsivo! ¿Cómo esperas que se le confíe el destino de los Guardianes Místicos a alguien como tú? ¡Ni siquiera sabes usar la magia como se debe!
— ¡Puede que no sepa nada de magia, pero sí de sobrevivir en el desierto! ¡Desde pequeño me las he arreglado para saber cuidarme a mí y a los míos de los numerosos peligros existentes en este territorio!
— ¡Pero fue la Protectora de la Tierra de Danann quien me encomendó esta tarea a MÍ! —Insistió la bruja, y su pájaro sombrero Zaktu graznó escandalosamente, como haciendo eco de lo que su ama decía.
— ¡Tú no te metas, pajarraco! ¡Ni siquiera tienes una idea de lo que estamos hablando aquí!
— ¡No llames pajarraco a mi Zaktu, bruto insolente! ¡Tú eres un salvaje que NO SABE NADA DE NADA!
— ¡LO QUE SÉ BIEN ES QUE ERES UNA BRUJA INFECTA! ¡UNA BRUJA INFECTA Y PIOJOSA! ¡TU CABELLO TIENE MÁS BICHOS QUE EL PELAJE DE UN MAWARI! ¡HASTA TELARAÑAS TIENES ENCIMA!
— ¡PIOJOSO SERÁS TÚ, GRANDÍSIMO CABEZA HUECA! ¡TE CONOZCO DESDE QUE ERAS UN NIÑATO ENGREÍDO POR EL ANTERIOR JEFE DE LA ALDEA! ¡TU POBRE MADRE NI SABÍA QUE HACER CONTIGO, PORQUE JAMÁS QUERÍAS BAÑARTE!
— ¡NO METAS A MI QUERIDA SEÑORA MADRE EN ESTO, BRUJA PIOJOSA! ¡TÚ ERES LA QUE NO PARECE HABERSE DADO UN BAÑO DESDE HACE SIGLOS! ¡TAL VEZ MILENIOS!
Por su parte, los cuatro chicos miraban perplejos como es que ambos ogros discutían sin parar, comenzando luego a pellizcarse las mejillas de la cara, de la misma que lo harían unos niños muy pequeños.
— ¿En serio estos tipos son adultos? —cuestionó Luna, meneando la cabeza.
—Créeme, yo he visto más inmaduros que estos…—suspiró Alex—. Algunos son incluso mis youtubers favoritos…
2
Al final, se decidió que tanto el jefe Breen como la bruja Jemoen llevarían a los niños hasta la zona del desierto de Kuj donde los manatíes desérticos habitaban: El viaje sería realizado a lomos de un gigantesco y remolón animal, semejante a un gliptodonte, cuya coraza era lo bastante grande como para transportar sobre la misma a un ogro adulto.
— ¿Cree que ese animal sea lo bastante rápido como para llevarnos a tiempo hacia donde tenemos que ir?
—Es el animal más rápido que tenemos en nuestra aldea…—sentenció el jefe Breen—. ¡Pero créeme, el viejo y leal Zangus siempre cumple bien con su trabajo si se lo sabe cómo motivar!
— ¡Qué motivación ni que ocho cuartos! —intervino la Bruja Jemoen—. ¡Lo que este animal necesita es una buena dosis de mi brebaje espumeante super-energizador!
Acto seguido, ella le abrió de par en par la boca al animal, vertiendo en su interior el contenido de una botellita negra: En seguida el gliptodonte pareció quedar todo zurumbático, cayendo luego a tierra con la lengua afuera.
—Pero… ¿Qué has hecho, vieja putrefacta? ¡Has matado al viejo y leal Zangus!
—A ver…—dijo la bruja, acercando su oreja puntiaguda al sitio donde aquel animal debía tener el corazón—. ¡No, si todavía está vivo! Su corazón todavía late. ¡Solamente está tomando una siesta, eso es todo! ¡Para cuando se despierte va a estar como cañón, correteando a todo dar!
— ¡VIEJA LOCA! —Vociferó el líder de aquella comunidad de ogros—. ¡Zangus ha sido propiedad de mi familia desde hace 350 años! ¿Qué tal si tu brebaje terminaba matándolo? ¡Ningún otro Tesmerek habría sido capaz de realizar el viaje que tenemos que realizar como él!
— ¡Pero si no se murió tu mascota! Así que por las puras armas berrinche tú—repuso la bruja Jemoen, encogiéndose de hombros—. ¡Ya me vas a dar las gracias en cuanto el bicho este se levante de su sueño y empiece a recorrer veloz como un cometa todo el desierto de Kuj! ¡Nos ahorraremos muchas horas de viaje de esa manera, yo te lo aseguro!
—Vieja de…—el jefe Breen estaba a punto de decir una mala palabra, pero se contuvo ante la presencia de los chicos. (Aunque la verdad, tanto Alex, como Luis y Raúl ya tenían una idea bastante clara de lo que él estaba a punto de decir.)
— ¡Más te vale que tu brebaje sea efectivo, bruja! ¡Y si el pobre Zangus se muere por culpa de las porquerías que les ha dado, te juro que me las arreglaré para convencer al resto del pueblo de desterrarte!
— ¡Oh, ya quiero ver que lo intentes, pedazo de bruto apestoso! —masculló entre dientes la vieja Jemoen, sacándole la lengua a Breen en cuanto este se dio la espalda.
3
No bien se supo en el pueblo que los “cachorros humanos” traídos durante la última cacería eran los legendarios Guardianes Místicos se armó un tremendo alboroto, viéndose al instante los chicos rodeados de muchos ogros curiosos, que les observaban llenos de curiosidad y admiración, casi como si ellos cuatro fuesen alguna clase de celebridad.
— ¡Golpéame la cara! —Le solicitó un ogrito a Raúl—. ¡Así tendré un recuerdo de que en mi aldea estuvieron los Guardianes Místicos!
— ¡No! ¡Golpéenme a mí! ¡Péguenme en la barriga! ¡Allí me duran más los moretones!
— ¡Échenme abajo un colmillo de un puñetazo! —Insistía otro ogrito—. ¡Así, cuando alguien pregunte como es que perdí mi colmillo, les diré que fue de un puñetazo que me dio un Guardián Místico!
— ¡Dejen tranquilo a los Guardianes, pequeñuelos! —ordenó el jefe Breen, aunque la verdad, no eran solamente los críos quienes solicitaban la atención de los jóvenes héroes—.Nuestros visitantes deben partir a su destino lo antes posible… ¡Sólo espero que el viejo y leal Zangus esté listo para emprender su travesía antes de que llegue el atardecer! ¡De otra manera no llegaremos a tiempo a nuestro destino!
Numerosas señoras ogresas querían colmar de regalos a Raúl y a sus compañeros, entregándoles telas multicolores, así como también huesos gigantescos y grandes platillos con extrañas carnes servidas en las mismas. Sin embargo, el Jefe Breen tuvo que rechazar dichos regalos a nombres de los chicos, puesto que ellos debían viajar lo más ligeros posibles a fin de que tuvieran sólo lo más estrictamente necesario para la larga travesía que les esperaba.
Eso sí, aceptó llevar unas tiras de carne seca entregada por su esposa, las cuales a pesar de tener un sabor un tanto extraño, estaban cocidas de tal manera que podían preservarse en buen estado por varias semanas.
— ¡Hum! —Afirmó Alex, asestándole una mordida a una de estas tiras—. ¡La verdad es que no está para nada mal! Me recuerda un poco al cabanossi…
— ¡Qué bueno que te guste, muchacho! ¡Es carne de rata del desierto hervida en aceite de cactus, mi favorita!
— ¿Por qué tenía que decírmelo después de que le di una mordida? —repuso un asqueado Alex, quien jamás en su vida pudo haberse imaginado que terminaría comiendo carne de rata.
— ¡Niño, esa carne de rata tiene que durarte todo el viaje! ¡No te la comas toda de un porrazo, por muy deliciosa que sea!
— ¡Créame, no voy a darle otra mordida más a esa cosa!—balbuceó Alex, a quien la cara ya se le había puesto medio verde del asco.
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