1
A falta de un gallo, Zaktu, el sombrero-pájaro de Jemoen se encargó de despertar a los viajeros en cuanto comenzaron a despuntar las primeras luces del alba.
— ¡Arriba, chicos! —animó el jefe Breen a los todavía soñolientos muchachos—. ¡Todavía nos queda un largo camino que recorrer si queremos llegar con los manatíes desérticos antes de que estos migren a la selva de Iss!
—Pero si aún tengo sueeeeñooooo…—protestó débilmente Alex, todavía medio dormido—. ¿No podríamos tomarnos un poco más de rato antes de seguir con tanto trajín? ¡Media horita nomás, porfa!
— ¡Vamos, gordo! —Animó Luis a su amigo—. ¡Si nos apuramos, se nos escapan los manatíes!
— ¿No podemos pedir un taxi Uber y solucionado el asunto…?—inquirió Alex, aún sin poder ponerse de pie de tanto sueño que tenía—. Yo quiero seguir soñando con los angelitooooos…
— ¡Ponte de pie, hombre! —exclamó impaciente Raúl, poniéndose otra vez en “modo sargento” —. ¡Arriba, sabandija!
—Lo que él necesita es una buena motivación—comentó Luna, sonriendo divertida, al tiempo que acercaba a Xamic hasta la cara de Alex—. A ver, Xamic bonito, ¡Dale los buenos días a este gordo feo!
El murciélago le pasó entonces su pegajosa lengua en pleno rostro a Alex, quien en seguida se despertó completamente asqueado, sacudiéndose las mejillas:
— ¡PUAJ! ¡GUACALA! ¡JAMÁS ME VUELVAS A HACER ESO, MALDICIÓN! ¡Sus lengüetazos son peores que los DE un PERRO! ¡PUAAAJ!
— ¡Eso te enseñará a no ser tan flojo, gordo feo! —rió Luna, mientras acariciaba la cabeza de su pequeño murciélago mascota.
— ¡YO TE VOY A ENSEÑAR A TI, CHIMPANCÉ…!—gruñó un furioso Alex, intentando atrapar a Xamic entre sus manos, únicamente para ser lamido en la cara nuevamente por dicho quiróptero, provocando que el muchacho soltase entonces toda una sarta de groserías, la mayoría de las cuales él mismo ignoraba su significado.
— ¡Por la Sagrada Ballena Universal! —suspiró el jefe Breen, tapándose ambos oídos—. ¿De dónde aprenden los cachorros humanos a decir esas cosas tan feas?
— ¡Vaya con estos chicos de hoy! —masculló Raúl entre dientes, aunque la verdad es que apenas si podía contenerse las ganas de romper en carcajadas ante semejante escena, por muy serio y digno que quisiese mostrarse.
2
— ¿No existe acaso otro camino que podamos tomar para llegar a la selva esa? —cuestionaba Alex, mientras él y sus compañeros seguían viajando a través del desierto de Kuj a lomos del viejo Zangus, junto con el Jefe Breen y la Bruja Jemoen.
—Existe otro camino que se abre paso a través de las montañas nebulosas ubicadas en el sur del desierto —explicó el Jefe Breen—. Pero es mucho más largo, y nos tomaría varios días atravesarlo. Semanas, incluso. No sé si ustedes dispongan de esa cantidad de tiempo para cumplir con la misión que la Protectora de la Tierra de Danann les encomendó…
—Además, estamos en temporada de gárgolas—agregó la vieja Jemoen—. ¡Son una verdadera plaga de los caminos durante esta época del año!
— ¿Gárgolas? ¿Son como las que salían en ese dibujo animado de Disney?
— ¿Qué es Disney? ¿Alguna clase de hechizo de tu mundo? —cuestionó el jefe Breen.
—Es una compañía que hace dibujos animados, películas y muchas otras cosas más—explicó Luis—. ¿No tienen películas en este mundo?
—Los ogros no tenemos esa clase de inventos raros que tanto le gustan a los humanos…Esa magia extraña, que los humanos llaman “tek-nologia” la tienen en sus grandes urbes y las estrellas lejanas en la que ellos habitan. Jemoen conoce esas cosas mejor que yo, ¡A mí no me agradan demasiado!
— ¿Quiere decir que no tienen dibujos animados en este mundo loco? ¿Ni tampoco videojuegos? ¿CÓMO RAYOS SE DIVIERTEN? —inquirió Alex, para quien la vida sin las cosas que acababa de mencionar resultaba totalmente impensable.
— ¡Los ogros tenemos muchas formas de divertirnos! Cazamos las horribles bestias del desierto, nos damos golpes y peleamos entre nosotros, pero no en serio como en un conflicto de tribus, sino más como un juego… ¡También tenemos muchos juegos, en donde nos golpeamos mutuamente, hasta quedar noqueados! Recuerdo cuando mi mejor amigo Uyuchu nos dimos de cabezazos hasta quedar inconscientes dos días enteros… ¡Fue algo tan divertido que no paramos de reírnos a lo largo de toda una semana!
—Uy sí, ¡Qué gran diversión!—masculló Alex, aunque obviamente el jefe Breen no captó el sarcasmo de sus palabras.
— ¿Verdad que sí? ¡A mi padre y yo también nos gustaba darnos cabezazos! Él estaba orgulloso de lo duro que era mi cráneo, y me regaló un cráneo de zorro como premio cuando mate mi primer tragaojos… ¡Qué tiempos aquellos!
—Si lo que ustedes quieren es la magia del metal usada por los humanos, tendrían que ir más al norte, hacia la ciudad de Hélix… ¡Allí tienen toda clase de extraños dispositivos, que son capaces de ascender hasta las mismas estrellas!
— ¿Tienen anime y videojuegos allí? —Preguntó Alex—. ¡Porque si no tienen, no me interesa ir allí!
—Allí tienen de todo…Cosas que desafían toda imaginación. Pero yo sólo fui hasta allí para perfeccionar mis conocimientos sanadores. Eso fue hace mucho tiempo, cuando era solamente era una bella jovencita de unos 500 años…
—La verdad es que me sorprende un poco que sean tan apegados a esas cosas extrañas de la tek-nologia…—añadió el jefe Breen—. Según dicen las leyendas, los Guardianes Místicos siempre deben provenir de un mundo profano, sin magia. ¿Cómo es que pueden saber de esas cosas?
—Nuestro mundo tiene tecnología, pero no magia…—aclaró Raúl.
— ¿Tek-nologia sin magia? ¡Qué mundo tan loco! —rió el jefe Breen—. En fin, supongo que en todas partes de este cosmos los humanos son siempre iguales, con o sin magia… ¡Siempre les gusta andar inventándose cosas extrañas para complicarse la vida! ¡Si fueran más sencillos, les bastaría con cazar y darse de cabezazos para tener una vida plena y feliz! Y con un par de bailes a la luz de la luna llena, ¡Eso también limpiaría sus almas de todo malhumor!
3
Por fin, al cabo de un buen rato, los viajeros arribaron hasta donde crecían abundantes arbustos espinosos, cuyos frutos escarlata servían de alimento a unos diminutos pajarillos crestados de barrigas color rojo intenso.
—Donde hay cortarramas, también hay manatíes desérticos… ¡Estamos cerca de nuestro destino! —señaló el jefe Breen.
— ¿También tienen cortarramas en este mundo? —preguntó un sorprendido Raúl.
— ¿Cómo qué “también”? —Preguntó a su vez Alex—. ¿Has visto tú alguna vez a los pájaros esos?
— ¡Pues claro! ¡El cortarramas es un ave peruana! Incluso hay de esos en Lima…Aunque se encuentran en peligro de extinción…
—Jamás he visto uno de esos—repuso Luis.
— ¡Tampoco yo! —reconoció Luna.
—Bueno, como ya dije, están peligro de extinción. A veces los atropellan, porque vuelan demasiado bajo, y algunos niños los cazan con hondas…—Raúl parecía dejar entrever un poco de tristeza al momento de pronunciar estas últimas palabras.
—Debemos apresurarnos…—dictaminó la vieja Jemoen—.Ya es casi mediodía, la hora en que los manatíes realizan su migración hacia la selva de Iss, a fin de desplazarse luego al mar, para desovar sus crías…
— ¿”Desovar”? ¿O sea que los bichos esos ponen huevos? —cuestionó Alex.
— ¡Pues claro! ¡Todos los manatíes de la Tierra de Danann ponen huevos!
—Pero… ¿Qué acaso los manatíes no son mamíferos?
— ¿Y eso qué tiene que ver?
“De veras que este es un mundo bastante rayado…” se dijo a sí mismo el regordete muchacho para sus adentros.
Avanzando un poco más allá a través de aquel territorio, los viajeros dieron con unos enormes montículos de tierra muy extraños, de los cuales provenía un rumor semejante al ruido hecho por el motor de un automóvil…
No, aquellos no eran montes. Eran los manatíes desérticos, que poco a poco parecían estar por despertarse de su sueño: Uno de ellos por poco aplasta al asustadísimo Zangus, quien de pura casualidad pasó por encima de las aletas de una de esas criaturas, de la cual provino un fortísimo quejido, seguido por un leve coletazo que levantó una tremenda polvareda.
— ¡Mejor nos apuramos con esto! —exclamó Breen, cubriéndose el rostro de la lluvia de arena roja y pedruscos que había comenzado a caer—. ¡Para cuando se despierten será como si desatase un huracán!
— ¿Cómo rayos se supone que viajemos en esas cosas? —Cuestionó Alex—. ¡Un poco más y el monstruo ese nos hace papilla!
— ¡No tienen por qué preocuparse! ¡Los Guardianes Místicos lo resisten todo! —aseguró la vieja Jemoen, señalando a un montículo que permanecía casi inerte en comparación del resto: Aquel era un manatí un tanto más perezoso que el resto de sus compañeros, razón por la cual se demoraría un poco más en despertar.
Su aleta izquierda sobresalía a medias de la arena, y era tan alta como la puerta de una casa.
—Colóquense las máscaras ahora, antes de que los amarremos a la aleta del manatí—indicó la bruja, mientras el jefe Breen se aseguraba de preparar las sogas de las cuales los cuatro Guardianes se mantendrían asidos de sus gigantescas monturas todo el tiempo que durase su migración.
Momentos después, los chicos se encontraban atados de la cintura a la aleta izquierda del manatí, llevando sobre la cara aquellas grotescas máscara preparadas por la vieja Jemoen, quien apenas si podía seguir dictando sus instrucciones debido al ataque de tos que le había dado debido a la arena que había comenzado a levantarse mientras los manatíes iban despertando de su sueño:
— ¡Cof! ¡No se quiten las máscaras hasta que lleguen a Iss! ¡Cof, cof! ¡Tampoco intenten soltar sus amarras hasta que hayan llegado a su destino…!
Raúl se sentía casi como Ulises atado al mástil de su navío a fin de resistir el canto terrible de las sirenas. Menos románticos eran los pensamientos de Alex, Luis y Luna, para quienes la cada vez más pesada respiración de los manatíes próximos a despertar era algo verdaderamente aterrador de escuchar.
Por fin, las polvaredas que se elevaban eran tales que tanto el jefe Breen como la bruja Jemoen comprendieron que había llegado la hora de marcharse ya.
— ¡Buena suerte, Guardianes Místicos! ¡Oraré a los antiguos dioses de este mundo por el éxito de su misión! —se despidió la anciana hechicera de los chicos, mientras que el líder de los ogros del desierto hizo lo propio, afirmando que le pediría a la Sagrada Ballena Universal que cuidase de ellos, llevándoles siempre por el camino correcto.
Los chicos intentaron despedirse, pero era tan fuerte el escándalo de los manatíes que fue imposible para ambos ogros escuchar lo que ellos trataban de decirle; de igual manera ambos les dirigieron una bendición silenciosa de forma mental a cada uno de aquellos “cachorros humanos” quienes pese a su tan singular comportamiento, tarde o temprano deberían salvar tanto a la Tierra de Danann como al resto del Universo.
Ahora sólo quedaba esperar que los manatíes despertasen del todo, y emprendiesen su migración hasta Iss.
4
No fue necesario esperar mucho: En cuanto el jefe Breen y la vieja bruja Jemoen se perdieron de vista montados en el leal Zangus, una serie de ensordecedores bramidos se produjo al instante, emergiendo de las rojas arenas del desierto Kuj unas enormísimas cabezas remolonas, cuyos bostezos eran semejantes al clamor de una tempestad.
Y entre violentos aletazos y coletazos, aquellas criaturas fueron cobrando impulso, creando a su alrededor una espantosa tormenta de arena de la cual se valieron para cobrar impulso, saliendo disparados en medio de los aires a gran velocidad.
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