Aquello era extraño, verdaderamente muy extraño.
Una caída tan tremenda como la que acababan de experimentar debería haber acabado con la vida de los cuatro niños.
¡Y sin embargo, los cuatro se encontraban perfectamente bien!
Ni siquiera el dolor experimentado al estrellarse contra el suelo tardó mucho en disiparse, poniéndose los cuatro de pie de forma casi instantánea, tosiendo un poco y con la ropa totalmente empapada, pero de todas maneras, sintiéndose muchísimo mejor de lo que esperaban sentirse luego de haber realizado un viaje tan terrible.
Era casi como en las caricaturas, cuando un personaje se lastimaba muy gravemente y en la escena siguiente aparecía como si nada.
“¿Seremos acaso inmortales?” se preguntaba desconcertadamente Raúl, quien todavía no acababa de creerse el hecho de estar todavía vivo tras semejante experiencia, apartando de su rostro la destrozada máscara de arcilla dada por la bruja Jemoen.
— ¡COF! —Tosió un poco de agua Alex, y luego procedió a sacarse también el agua que tenía acumulada en los oídos—. ¡NUNCA MÁS QUIERO VOLVER A PASAR POR ALGO ASÍ EN MI VIDA! ¡NUNCA MÁS!
— ¡Xamic no se encuentra bien! —dijo Luna preocupadamente, notando que el quiróptero todavía amarrado a su pecho no se movía—. ¡Xamic, despierta por favor!
El murciélago permanecía inerte ante al llamado de Luna, que lo sacudió levemente de un ala.
— ¡Xamic! ¿Qué tienes? ¿Por qué no me contestas?
A la niña se le llenaron los ojos de lágrimas, al tiempo que exclamaba con voz desconsolada:
— ¡Xamic se murió!
Llevándose las manos al rostro, la pequeña rompió entonces en llanto.
—Espera, espera… ¿Estás segura que se ha muerto? —Preguntó Raúl—. Podría estar solamente inconsciente…
— ¡Pero no respira! ¡Y se ha quedado todo tieso! ¡Se murió!
—Tranquilízate, por favor…Déjame intentar algo…
Raúl apoyó sus dos manos sobre el cuerpo del animal, empezando a ejercer presión sobre el mismo.
Alex y Luis se miraron preocupadamente: De verdad que parecía que aquel animal se había muerto ya, así de tieso como estaba.
— ¡No ocurre nada! ¡Está muerto! —siguió llorando Luna.
— ¡No digas eso! —Repuso inmediatamente Raúl—. Xamic no es un murciélago común y corriente. ¡De ninguna manera se moriría con tanta facilidad!
“¡Si Lavinia nos encomendó a este animal como guía para nuestro viaje, es porque ella confiaba en su capacidad para llevar a cabo su misión!” pensaba Raúl para sus adentros, y ese razonamiento le daba cierta esperanza: ¡Aún a pesar de la terrible maldición de Erebo que había caído sobre el quiróptero, de ninguna manera se le habría asignado a los héroes destinados a salvar al Universo a un guía con nula capacidad de supervivencia!
Por fin, a la tercera presión que Raúl ejerció sobre la barriga de Xamic, este pareció reaccionar por fin, escupiendo un montón de agua, así como también arena. Y agua mezclada con arena, convertida en fango, que manchó las caras de los cuatros chicos.
— ¡OH, QUÉ ASCO! —Gruñó Alex, quitándose el fango de la cara—. ¿HASTA CUANDO VAN A DEJAR DE TIRARME PORQUERÍAS AL ROSTRO EN ESTE LOCO MUNDO DE FANTASÍA?
— ¡Xamic! —Exclamó llena de alegría Luna, al tiempo que le daba un fuerte abrazo al quiróptero, que a su vez le dio varios afectuosos lengüetazos en la cara a la niña, como si fuera una especie de cachorro volador.
— ¿Cómo supiste que Xamic todavía estaba vivo? —Preguntó Luis—. ¡De veras parecía que se había muerto!
— ¿Tu papá es un veterinario o algo así? —cuestionó lleno de curiosidad Alex.
Raúl dibujo una sonrisa infeliz en su rostro al momento de oír esas últimas palabras.
—No, ninguno de mis padres es veterinario ni nada de eso…—repuso a secas, como si la pregunta le hubiese ofendido de alguna manera—. Sólo tuve una corazonada, eso es todo…
Y luego, poniéndose nuevamente en modo de “sargento”, Raúl añadió con tono despectivo:
— ¿Y a ustedes no se les ocurrió otra cosa que quedarse parados como unos estúpidos, mirando sin hacer nada?
—Yo…—balbuceó Luis, avergonzado por su comportamiento—. Yo de veras creí que Xamic se había muerto…
La verdad es que no eran pocas las ocasiones durante las cuales Luis se había quedado sin saber cómo reaccionar ante los problemas: Ya una vez, cuando Luna era todavía más pequeña, se había herido en una rodilla luego de jugar con los columpios.
Luis veía la sangre brotar abundante de la herida, y se quedó como en estado de shock, totalmente inmóvil.
— ¡No te quedes allí parado sin hacer! ¡Ven y ayuda a tu hermana, muchacho! —le había reprochado su padre, cargando en brazos a su hija, que lloraba inconsolable—. ¡Tú eres el mayor! ¡TIENES QUE CUIDAR A TU HERMANA Y NO TE PUEDES QUEDAR EMBOBADO ASÍ!
Ese día los padres de Luis de veras que se molestaron con el chico, a quien parecían culpar de aquel accidente. En todo el resto de aquel día, su padre no le dirigió la palabra, y parecía bastante claro que se había quedado muy decepcionado de él.
“¿Por qué no soy capaz de controlar mi miedo? ¿Por qué soy tan cobarde?” se preguntaba el muchacho, apretando los nudillos.
— ¿Qué rayos esperabas que hiciésemos? —Protestaba por su parte Alex, ante la acusación de Raúl—. ¿Qué tal si machucarle la barriga no resultaba? ¿Habrías intentado darle respiración boca a boca?
— ¡Cualquier cosa habría sido mejor que no hacer nada, par de inútiles! —repuso el aludido, pero antes de que una discusión entre los tres chicos diese comienzo, Luna le dio un abrazo a Raúl, al tiempo que le decía:
— ¡Muchas gracias por salvar a Xamic! ¡Eres un chico muy bueno!
—Me alegra haberte ayudado… —Le contestó en seguida Raúl, un tanto incómodo al parecer ante esa repentina muestra de afecto—. Pero no tienes por qué agradecerme…
— ¡Claro que sí! ¡Le salvaste la vida a mi mejor amigo!
—Fue sólo un golpe de suerte. Un golpe de suerte y nada más…
— ¡Tú deberías ser veterinario! —insistió Luna, quien no parecía querer despegarse ni un segundo de Raúl durante aquellos instantes, revoloteando alegremente Xamic alrededor de ellos dos.
— ¿Ahora la niña chimpancé y el sargento Raúl Chumpitazi van a ser novios? —Cuestionó burlonamente Alex—. ¡Vaya parejita del demonio!
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