Luego la mujer señala al poste del foco averiado.
- Si registran allí, hay una cámara que filmó todo el hecho Señor Ray, y que usted estaba conduciendo.
- ¿Cómo lo supo? – Se asombró por la información que ella supo deducir – Lo siento mucho.
Ella se mantuvo firme, y luego volteó a verme. -
A penas podía ver bien y escuchar. La sangre estaba cegando la poca visibilidad. Solo escuché aquellos sonidos.
- Tranquilo. Vas a estar bien. – Esa voz de mujer – Solo fue el impacto. Trata de descansar, la ambulancia se encuentra en camino. – Una mano me rosó el rostro. Nos casaremos. Ahora descansa.
- Eres agr..ag..agrdabl..e… - Confesé con algunas fuerzas que me quedaban, al no querer ceder a que su voz y su tacto desaparecieran.
En realidad, parece un hecho fatídico de esas historias de amor que tienen un comienzo y final trágico. El hombre salva a la dama, aunque fue diferente aquí. No terminé muerto. Y ella pasó su mano por mi frente ensangrentada. Todo se calmaba. Todo fue paz. Como si fuera un espectro angelical. -
Luego de ser trasladado al hospital pasé de terapia intensiva a sala de cuidados paliativos y milagros teológicos. Ustedes me entienden. Dicho ello había escapado de la muerte desde aquel intento de salvataje. No entendía los hechos. Mi familia estuvo entre las filas de la sala de emergencia entre llamados y silencios que se quebraban en llanto. Al despertar tenía sus rostros con alegría, pero quería ver uno en particular que allí no se encontraba.
- ¡¡Cuidado hijo!! – Me expresó mi madre al ver que intentaba una suerte de movimiento de espalda. La ciática no ayuda. Tenía algunos huesos rotos; fracturas de pierna derecha, hombro izquierdo. La cicatriz en el mentón, y un dolo punzante de cabeza que me acompañaría durante día y medio. Creo que gracias a mis patillas no se veían otras heridas.
El médico llegó con un informe discreto. Fue un milagro. Fue lo primero que expresó al verme. Nunca supe bien, incluso creí que los milagros eran parte de la teología, y no la ciencia de la medicina. De los otros hechos, cabe solo
mencionar una larga rehabilitación y comida de hospital con sabor a nada. Y ella no estaba. Se había esfumado.
Uno de los conductores, fue a visitarme. Ese tal Ralf amigo de Ray, o cómo se llame. La mujer luego de dar unas explicaciones técnicas se mantuvo a mi lado hablándome, aunque no podía oírla. Luego al llegar la ambulancia. Entre los papeleos y explicaciones desapareció como si no existiera. Al escucharlo tuve una recaída, lo que dio ligar al llamado de la enfermería.
Tal como lo amonestará el conductor. Se había esfumado, y no pude siquiera preguntar su nombre. Era una broma macabra de algún sueño nefasto en el que preciso despertar ¿Acaso debía suceder de esta manera? No culpo a la suerte, ni al destino, debería culparme a mí por negligencia en mi persona.
¿Desde cuándo me convertí en un proyecto de descuido que no entiende de guardar prioridades? Mermaba en mi cabeza su semblante y me daba pánico olvidarla.
¡¡Noo!! ¡¡¡Júpiter!!! Recuerda. Recuérdala bien ¡Búscala! Tú eres el protector del sistema que lo ve todo.
Pase unos meses en el hospital. Las probabilidades de una pronta recuperación provienen de dos factores: los efectos físicos y emocionales.
Físicamente los huesos estaban sanando. A decir verdad una anatomía de deportista ayudaba en todo sentido. Y lo emocional. En ello no podía dejar de pensar en ella. Ahí no tenía remedio más que recorrer como lo hice en un principio las instalaciones una y otra vez. Como las calles una vez que me fue otorgada el alta médica. De mi casa, del trabajo, de la universidad. En esos eses hice afán de mi dedicación al estudio. Leí innumerables libros. Algunas obras importantes del bardo inmortal, para mis palabras, algunas ideológicas marxistas, de Stuart, de Smith, para mis políticas, algunas naturalistas de Conte y Spencer, para mi especie, algunas hegelianas y kantianas, para mi lógica,
algunas kafkianas, orwelianas, assimovanas para mi imaginación, y otras tantas de Messier, Einstein, Turing, y Ramanujan, y las ciencias de la computación e inteligencia.
Aclaro una humilde acotación. Puedo leer tanto como ello, y más. No podía trabajar, así que dediqué mi tiempo al estudio y desarrollo cognitivo.
Al salir del hospital, respiré el aire de la urbe. Fue mi último parte de alta. No debía ir más. Muchas eran las personas que iban y venían. Fui por ella, pero no podía encontrarla. No comprendía bien, pero cada vez que la imaginaba, mi corazón latía a una cantidad de de veces que no podía calcularse a cien veces, pero no era taquicardia. Nunca tuve problemas de corazón. Y llegaron desde ella. El diagnostico suele decir arritmia. Latidos irregulares, aunque realmente tengo la certeza de que mi corazón hablara. Y que buscase algo y fuese mandado a servir. Eso es lo que mi musculo servidor de sangre determina. Como una memoria crónica cerebral. Se habla como memoria corporal. Recursos de los órganos.
Lo más parecido al síntoma de la arritmia que según los métodos locales e internacionales puede dar lugar a un paro cardiaco. En ello me tomaba el tiempo. Unos diez segundos para estabilizarlo con respiración. Inhalar y exhalar.
Estuve en casa un tiempo determinado hasta que los papeles de la universidad fueran aceptados. Y fui incorporado como estudiante. Al tener noticias por correo electrónico comencé a buscar apartamento cerca del edificio. Por cuestiones de lejanía sobre todas las cosas y aparte de ello también mis padres tenían pensado vender la casa e irse de retiro a un pueblo en los alrededores. Mis hermanos cada vive su vida actual y solo mi hermana vive con mis padres.
- Si vas a mudarte, deberías ir buscando otro trabajo. – Expresó mi padre
- No será un problema. Pienso hacerlo – Fue lo que dije, cuando entonces conseguir el turno completo en el museo, y un ascenso. -
- Trataré de ayudarte en lo que pueda ¡Ah por cierto! Toma esto.
- ¿Qué es?
- Es de mi colección.
- Una piedra común. -
- No seas tonto. No es una piedra común. Es un fragmento de meteorito
- ¡Wow!
- No finjas que te sorprendes.
- Oye, no dije eso
- Alguna vez éste fragmento fue quizás una estrella, que viajó muy lejos buscando un destino o a alguien.
- Eres muy poético cuando quieres. -
- Quizás, pero nada es una casualidad.
- Me asusta tanto misterio.
- Solo llévate la maldita piedra y cuídala. Te dará suerte
- Podías haberlo dicho en un principio.
Mi padre como he dicho es astrónomo amateur, e historiador, arqueólogo y extraño por naturaleza. Si. Uno de los pocos que quedan. Como estaba cerca del retiro quería mudarse con mi madre a las montañas, cerca de la cordillera. Mi madre no tendría problema. Ella es aficionada a la botánica. De más está explicar que me dio de presente un cactus.
- No le des tanta agua. Plántalo al mes en otra maceta. Ponlo al sol en el horario de las tres de la tarde. Etc.
Pensaba que sería más simple cuidar un hijo que esa planta. Aunque no quería defraudar a mi madre por tal detalle. -
Conseguí apartamento en el centro de la ciudad. Allí cerca de la universidad y donde la encontré a ella. También un trabajo en una oficina de atención al público de recados. Iba por toda la zona repartiendo correo. Es un trabajo de medio tiempo pero me servía para mi objetivo, ubicar a esa mujer que hizo que mi corazón casi reventase. Luego el museo local precisaba de voluntarios y me ofrecí. Era una paga discreta.
Así fue que los días pasaron. El departamento en el cual estaba instalado era como un Apart Hotel. Pequeño, sin lujos y una renta apreciable. Una habitación de living con cocina y baño, y una habitación de dormitorio. Colgué un cuadro hecho al óleo de mi personaje favorito de series animadas con su nave detrás. Y guardé la pequeña piedra como amuleto colocándole una cadena, al fin de ello. Un collar. -
Tengo una vecina de mi edad que estudia en mi misma universidad, y un vecino en el piso de arriba. Un artista de oleo un tanto desquiciado, sin embargo es buena persona. De mi vecina hemos hablado varias veces. Ocurre que le gusta ser youtuber de cosplay, y se encuentra constantemente sacando fotos y filmando momentos de todo tipo para hacer de ello una celebridad en las redes sociales. Había otras personas, un escritor, creo que una pareja, y una dama que sin ser un tipo entrometido, no recuerdo ni su rostro.
Han pasado un año, y tres meses, y volvimos al verano como aquella vez, y ya estoy instalado definitivamente. Luego del trabajo, me dirigí a la universidad. Materia nocturna de historia de los primeros homínidos. Es tan interesante, que no puedo dejar de pensar que hacer fuego con unas piedras saliera de una mente en desarrollo, un compañero de clase me manifestaba que el mismo hoy en día no podría. Somos frágiles me dije, pues definitivamente tampoco podría. Al despedirme de la salida de la clase, retome esa avenida. La he hecho por tiempo
- ¡Dios que cansado estoy! Ya quisiera estar en casa. No sé por qué, me
duele la cabeza nuevamente. – Entonces presentí el flash de una silueta que estaba de lado de en frente; estaba presente – ¿Es ella? ¡Por el amor de Dios! Debe ser ella. Fui corriendo, esta vez percatándome de que no hubiera autos en el medio del ir y venir. Al llegar se notaba la sombra – ¡Oye! - Dije como con un grito – ¡¡Hola!! - No parecía responder – la respiración me producía fatiga, al acelerar la emoción de que podría ser ella. De que por fin la había encontrado. Era como repetir el suceso. Al cruzar casi a la llegada de la línea final, una luz cegó mi visión, y llevé mi mano hacia mi rostro por la incandescencia. La sombra se estaba minimizando, y el carro se detuvo.
–
- ¡Ey! Tú, ¿Eres estúpido? Por poco y te atropello. –
- ¡Eh! Disculpa –
Era un hombre mayor que se asomaba por la ventana sin soltar el volante. Fui hasta la vereda y el carro avanzó rápidamente, sin respetar el letrero con la señal que decía que solo podía ir a una determinada velocidad. Pero la silueta seguía, y fui estirando mi brazo y luego mi mano.
- Si lo estoy logrando. Estoy llegando a ella. – Mi rostro se dibujaba con felicidad, que luego desapareció cuando lo que pude tomar con mi mano era un gran arbusto. – ¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡No puede ser!!! – me resigne diciéndome de todo y maldiciendo el exterior. – ¡Creí que te encontraría!
– supuse desganado.
Resolví regresar, sin pronunciar palabras, y en puro silencio. Al dar la vuelta de la esquina, fui a la otra calle, y luego hice las dos cuadras respectivas hasta llegar a las escaleras externas que me llegan al piso de mi departamento, las cuales a medida que iba subiendo los escalones chirriaba por el sonido del metal y su desgaste. Coloqué la llave, y la puerta se abre sin necesidad de cerrarla por desanimo, aunque luego regrese para ello, cuando arrojé mi bolso .
de útiles, y cuadernos al suelo. Regresé a cerrar la puerta con llave, y un viento secó rosó mi rostro. Al dar el golpe final, di la vuelta para ir al refrigerador. De la puerta al presente, tendría seis metros, lo que daba un intervalo de pasos de cuatro segundos. Lo que sumado al cierre de la puerta son tres segundos más. O sea que en siete segundos desde que cerré la entrada, sonó el timbre .
- ¿Quién será a estas horas? – Me dije y dirigí a girar la llave de la cerradura, muy lentamente y con un poco de despreció abrí la puerta -
¿Quién es? – Nadie contestaba – Un aroma a perfume estaba rodando en el aire. Era como si todo se iluminase en la noche de la ciudad y ahí estaba. –
- ¡Ha pasado tiempo! – Sonríe alguien inesperado. Lo primero que vi era el colorado tinte de rojo de cada mechón lleno de vida que se movía como serpientes de la propia medusa, y la brisa que no existía lo impulsaba de un lugar a otro. La luz de una iniciante oscuridad, le daba brillo. -
Las piernas se me congelaron. Como si fuera una sorpresa inmediata, que no sueles esperar. El corazón me latía fuerte, y mi piedra colgante del collar se movía por sí sola.
- ¿Y bien? ¿Me vas a invitar a pasar?
- ¡Estemm!.. ¡¡¡clarooo..!!! ….. ¡¡¡Eh!!! ¡Je! ¡Je! ¡Pasa por favor! – Una leve risita podía ser un único gesto que tuviera en mi rostro que se pintó de una palidez abismal. -
- ¡Gracias! - Sonríe - ¡Permiso Júpiter!

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