El dominio de la magia es un privilegio de hechiceros y brujos. Aunque corrían muchas habladurías sobre la Región Oscura, casi nadie dudaría del testimonio ofrecido por un auténtico practicante.
Mas ¿podría el lego comprender, en su correcta dimensión, las revelaciones que le ofreciera el iniciado?
«La Región Oscura no es un territorio, sino los linderos de lo que conoces como territorio», reveló, por razones que sólo él sabía, el viejo nigromante a un conocido aventurero vagabundo que decía venir de un imperio lejano. Nadie excepto ese viejo nigromante sabía algo sobre ese imperio.
«Ahí, en la Región Oscura, la unidad y la conexión, la lógica, los principios de todo cuanto conocemos con la sensibilidad, se alteran y no son más principios», dijo con vehemencia el viejo, que advertía al locuaz vagabundo; éste escuchaba con atención.
«Ante tus ojos, una cosa podrá volverse otra; todo podrá ser y no ser. Lo que es en lo alto, es en lo bajo. Sólo los iniciados saben a lo que me refiero», advirtió con seriedad el viejo pero con un matiz de resignación revelado en el rostro.
La luz del sol despuntaba por el horizonte y sorprendió a Lucius, mientras se adentraba por una senda hacia el Bosque Escarlata, en donde tenía su morada. Quién sabe mediante qué tratos consiguió que el viejo nigromante que habitaba en las antiguas ruinas le hablara larga y detalladamente sobre la Región Oscura. Había pasado toda la noche escuchándolo.
La cabeza le dolía aún y no comprendía a cabalidad todo lo que escuchara. Mas eso no importaba. Tenía que estudiar con detenimiento el mapa de la región que con mucho trabajo consiguiera del viejo.
El dominio de la magia es un privilegio de hechiceros y brujos. Aunque corrían muchas habladurías sobre la Región Oscura, casi nadie dudaría del testimonio ofrecido por un auténtico practicante.
Mas ¿podría el lego comprender, en su correcta dimensión, las revelaciones que le ofreciera el iniciado?
«La Región Oscura no es un territorio, sino los linderos de lo que conoces como territorio», reveló, por razones que sólo él sabía, el viejo nigromante a un conocido aventurero vagabundo que decía venir de un imperio lejano. Nadie excepto ese viejo nigromante sabía algo sobre ese imperio.
«Ahí, en la Región Oscura, la unidad y la conexión, la lógica, los principios de todo cuanto conocemos con la sensibilidad, se alteran y no son más principios», dijo con vehemencia el viejo, que advertía al locuaz vagabundo; éste escuchaba con atención.
«Ante tus ojos, una cosa podrá volverse otra; todo podrá ser y no ser. Lo que es en lo alto es en
lo bajo. Sólo los iniciados saben a lo que me refiero», advirtió con seriedad el viejo pero con un matiz de resignación revelado en el rostro.
La luz del sol despuntaba por el horizonte y sorprendió a Lucius, mientras se adentraba por una senda hacia el Bosque Escarlata, en donde tenía su morada. Quién sabe mediante qué tratos consiguió que el viejo nigromante que habitaba en las antiguas ruinas le hablara larga y detalladamente sobre la Región Oscura. Había pasado toda la noche escuchándolo.
La cabeza le dolía aún y no comprendía a cabalidad todo lo que escuchara. Mas eso no importaba. Tenía que estudiar con detenimiento el mapa de la región que con mucho trabajo consiguiera del viejo.
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