Mientras se encontraba en el baile, Song debería haberse concentrado en atender la etiqueta y ceremonia de una fiesta con tan gran importancia para su futuro, mas no podía dejar de pensar en el caparazón y en el misterio que lo rodeaba. Observaba a las jóvenes candidatas con desinterés, su mente estaba en otro lugar.
Por supuesto, el rey y la reina se percataron de eso, y para hacerlo centrarse en el baile, el monarca ordenó discretamente a los músicos que tocaran una melodía correspondiente a una danza en conjunto, y por lo tanto, el príncipe se vió arrastrado por damas y caballeros para que se uniera a la coreografía. Cual moneda de cambio, Song fue de mano en mano, bailando con varias doncellas que en su mayoría intentaban convencerlo para que la siguiente danza fuera sólo con ellas, pero el joven no se comprometió a nada con nadie.
Sin embargo, poco antes de que la música terminara, Ikkena corrió al salón y logró colarse entre los danzantes, acercándose a Song con rapidez y siguiendo los pasos de baile, hasta que ambos quedaron bailando juntos.
—¿Qué sucede? Creí que te quedarías en la biblioteca.
—Encontré un libro de magia, con una nota de mi mamá escondida entre sus páginas. Creo que es importante que la veas
—¿En serio? ¿Qué dice la nota?
Ikkena miró a todos lados y respondió: —Te la daré para que la leas más tarde —, y deslizó su mano para meter la nota en la camisa de Song.
La música terminó y ambos se apartaron. Algunas personas los miraron con cierto recelo, puesto que el príncipe, aunque fuera por un corto tiempo, sólo se había detenido a bailar con el joven moreno. Al sentir tantas miradas malas sobre él, Ikkena se alejó, volviendo a la biblioteca con prisa.
El rey se levantó de su trono y caminó hacia Song, quien al notarlo molesto, le sonrió nerviosamente.
—Hijo, debes prestar atención al baile y a las jóvenes candidatas. Este es un acontecimiento importante y no puedes distraerte con otras cosas.
Song asintió y se disculpó por su falta de atención. Sin embargo, en su mente seguía rondando el misterio del caparazón y la nota de la madre de Ikkena. No podía esperar a leerla y descubrir qué secreto ocultaba.
A medida que avanzaba la noche, Song continuó bailando con distintas doncellas, pero su mente seguía en otro lugar. No lograba concentrarse en las conversaciones superficiales ni en el interés que mostraban las jóvenes por él. Solo quería encontrar un momento para leer la nota y descubrir la verdad.
Finalmente, la oportunidad llegó cuando los bailes terminaron y los invitados comenzaron a dispersarse. Song se acercó a un rincón del salón, lejos de las miradas curiosas, y sacó la nota de su camisa. Con manos temblorosas, desdobló el papel y comenzó a leer.
La nota estaba dirigida a la reina, parecía que ella y Ahara habían sido amigas como ahora Song e Ikkena lo eran, y que había un secreto que sólo ellas conocían.
La nota de Ahara le decía a la reina que si algo le sucedía, ella debía asegurarse de que sus hijos supieran sobre el caparazón en el que había tallado el nombre del príncipe, y que no tuviera miedo de decirles la verdad a ambos chicos, ya que así la reina podría volver a ser libre.
Song quedó impactado por lo que leyó. Decidido, guardó la nota en su bolsillo y se unió a sus padres para despedirse de los invitados.
La noche había tomado un giro inesperado y el príncipe no podía esperar más. Se dirigió a la biblioteca, para buscar a Ikkena. La noche estaba lejos de haber terminado.
Sin embargo, cuando llegó, vió que no había ninguna vela encendida, y su amigo no respondió a su llamado, por lo que se empezó a preocupar, y buscó a tientas la vela que usualmente estaba sobre el escritorio del bibliotecario para encenderla y buscarlo. Pero Song tropezó antes y cayó. El caparazón, que aun estaba en su bolsillo, salió volando y se abrió por el golpe.
Una visión se proyectó desde el caparazón abierto, mostrando el fondo del mar, donde paseaban los peces, medusas, delfines, y también las sirenas.
Song quedó asombrado. El océano era mucho más bello de lo que había imaginado, y extendió su mano, queriendo tocar las figuras que veía, como si así pudiera unirse a ellos y pertenecer al mar. Incluso por un instante se olvidó de Ikkena, sólo para que al siguiente segundo, sintiera la necesidad de llevarlo consigo y escapar juntos hacia ese hermoso océano.
De pronto, la visión desapareció, y una decrépita se apareció frente a los ojos del príncipe, quien por supuesto, se asustó mucho y saltó hacia atrás, intentando alejarse.
La anciana sonrió, intentando lucir amable, pero su boca con pocos dientes dió una imagen bastante siniestra mientras hablaba: —Oh, pequeño Song, encontraste el caparazón y gracias a eso yo te encontré a tí. Ven, ven, tengo que hablar contigo en un lugar más tranquilo —, y le hizo señas para que la siguiera.
El muchacho dudó, buscando con la mirada a Ikkena, y encontrándolo desvanecido en el suelo, se apresuró a revisar si estaba vivo. Pero la vieja lo tomó del brazo, demostrando mucha más fuerza de la que aparentaba, y dijo: —Tu amiguito sólo está dormido. Nadie más que tú debe saber esto.
Song quiso protestar: —¡Ikkena también debe saber, él me ha ayudado con todo durante toda mi vida!
La ancestra lo arrastró hasta el túnel oculto sin mostrar nada de misericordia. —¿Y qué? ¿Crees que solo por eso no te tendrá miedo?
—¡No, no lo hará!
Ella se detuvo por un momento y respondió: —Pequeño y dulce niño, no sabes nada de la vida. Pero ya aprenderás, pobre alma en desgracia.
Song tuvo miedo, intentó regresar al lado de Ikkena, —No me importa lo que digas. Ikkena es mi amigo y confío en él. No me importa si los demás me temen, siempre y cuando él esté a mi lado.
La anciana frunció el ceño y apretó con más fuerza el brazo de Song. —Te arrepentirás de confiar en él. Todos te abandonarán, incluso aquellos a quienes consideras tus amigos. La soledad será tu única compañía.
Song se soltó de la anciana y la miró con determinación. —No te creo. Ikkena es leal y siempre ha estado allí para mí. No tengo miedo de estar solo, siempre y cuando él esté conmigo.
La anciana mostró una sonrisa siniestra y volvió a sujetarlo. —No subestimes el poder del miedo, joven príncipe. Tarde o temprano, descubrirás que todos tienen miedo de algo, incluso tu querido amigo. Solo espero que no sea demasiado tarde cuando lo descubras.
Song siguió a la anciana a regañadientes, preocupado por Ikkena y por lo que esta extraña mujer podría querer de él. —Mi nombre es Aidenora—, dijo la anciana con una sonrisa maligna. —Y estoy aquí para advertirte, príncipe Song.
Song es el príncipe de Themnarq. Desde pequeño está obsesionado con el mar y las sirenas, sobre todo con la triste historia de una sirenita que tal vez conoce mejor de lo que cree.
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