Horas después, llegaron al lugar indicado por la estrella Carina. El mar estaba sospechosamente tranquilo, pero no debían confiarse.
Song, sentado en la popa de la pequeña embarcación, miraba con atención la superficie del mar, balanceando su cola y apretando el tridente en sus manos. Había tan poco tiempo y tantas cosas que sentía que debía hacer.
Leira se puso de pie. Lucía temblorosa, y no era por el frío o el esfuerzo de remar. —Canción, mi pequeño...
—Mamá, cuida de Ikkena mientras regreso. Mi bisabuela no podrá hacerles nada, la venceré en menos de lo que imaginas —respondió él, intentando sonar confiado.
Leira quería tomar su lugar y pelear con su abuela, pero a la vez sabía que en ese momento era demasiado frágil para hacerlo. Confió en su hijo, era un joven valiente y digno del poder del tridente.
Ikkena se acercó a Song, le dió un beso y rápido dijo: —Ve y haz lo que debes, confío en ti.
Song ascendiendo y se sumergió en el agua. Nadó con rapidez hacia el lugar indicado por la estrella Carina, confiando en sus habilidades y en el poder del tridente. En la lancha, Ikkena puso su mano en el hombro de la reina mientras veían al tritón alejarse. —Lo logrará.
—Lo sé, pero me preocupa. Sigue siendo mi bebé ante mis ojos.
—Majestad, justo por eso sé que él es fuerte. Usted ha pasado por tantos abusos y aun así ha sobrevivido con fuerza. Song heredó su entereza y valor.
Leira disparando: —Gracias, Ikkena. Pero, ya no tienes que decirme "majestad".
Abajo del agua, Song llegó hasta el lugar donde se hallaban las figuras petrificadas de su abuelo y tías. No había señales de la bisabuela, por lo que se mantuvo alerta al nadar alrededor del arrecife. Pero la tranquilidad no le costó mucho, sobre todo cuando notó una sombra que se alejaba del fondo.
La cecaelia estaba nadando hacia la superficie y de un golpe emergió del agua, con su cuerpo mitad humano, mitad pulpo, y una expresión de odio en su rostro. Miró a Leira e Ikkena con desprecio y dijo con voz siniestra: —¡Han subestimado mi poder! ¡Pero ahora, pagarán por su insolencia!
Song presionó el tridente con determinación y nadó tras la bisabuela. Sabía que esta sería la batalla final.
La abuela cecaelia lanzó sus tentáculos contra la lancha y sus dos tripulantes, tratando de atraparlos y arrastrarlos hacia el océano oscuro y profundo. Pero Song usó el tridente para crear una barrera protectora que los mantuvo a salvo.
La batalla se volvió caótica y salvaje, con ataques y defensas que creaban remolinos de agua y rayos de electricidad.
Pero la cecaelia no se detuvo. Invocó un poderoso hechizo que oscureció el cielo y creó una tormenta feroz, haciendo que las olas se agitaran violentamente y las corrientes se volvieran traicioneras. Song luchaba con todas sus fuerzas, utilizando el tridente para generar rayos de luz que cortaban a través de la oscuridad. Pero la abuela era una oponente formidable, y parecía inmune a sus ataques.
Ikkena y Leira observan con angustia desde la lancha, sin poder hacer nada más que confiar en la valentía y determinación de Song. Pero en ese momento, algo cambió. La estrella Carina brilló intensamente en el cielo, enviando a través de Song una poderosa luz que lo envolvió por completo.
Con ese impulso, Song se lanzó hacia la cecaelia con una feroz determinación. Cada golpe de su tridente era más certero y poderoso que antes, hasta que finalmente la bisabuela se vio acorralada, sin fuerzas para continuar la batalla. Miró a Song con una mezcla de sorpresa y orgullo, reconociendo la fuerza y determinación que había demostrado en la batalla.
Song se acercó a ella lentamente, con el tridente en alto. Pero en lugar de atacar, extendiendo la mano hacia ella. —Bisabuela, no quiero causarte más daño. Déjame llevarte de vuelta a casa, donde puedas descansar en paz.
Pero ella soltó una risita: —¿Paz? Sólo la tendré si me das el tridente.
El chico titubeó, pero finalmente, canalizó el último poder del tridente y disparó un rayo de energía directamente hacia la cecaelia. El impacto fue devastador, provocando una explosión masiva que destruyó a la criatura maligna y envió ondas de energía a través del océano. La cecaelia se desvaneció en una nube de espuma y burbujas.
Ikkena y Leira vieron que la barrera que Song había hecho para protegerlos se desvaneció, y también lo vieron a él sumergirse en el agua. Pero cuando notaron que no regresaba hacia ellos, se empezaron a preocupar. ¿Había quedado inconsciente por el cansancio? ¿O algo lo había arrastrado al fondo?
Leira tomó los remos para llevar el bote hasta el lugar donde Song se había perdido de vista, pero Ikkena, desesperado, se lanzó al agua y nadó hacia allí.
Pudo ver a Song hundiéndose, y se esforzó por llegar hasta él, aunque el peso de su ropa y el fuerte oleaje le complicaron el movimiento, de forma que él también comenzó a hundirse. Había sido una mala idea lanzarse así al mar, después de todo, Song era un tritón, no se ahogaría una diferencia de un humano. Ikkena, sin poder seguir adelante ni lograr subir por aire, se dejó vencer y respiró agua. Pero no se ahogó.
Asombrado, el joven abrió sus ojos, sintiendo cómo el agua no le afectaba más, y un cosquilleo lo invadió. Con estupor, Ikkena presenció cómo músculos y huesos mutaban, y escamas iridiscentes vestían su piel. Sus piernas ahora eran una elegante cola púrpura, cubierta de escaleras que centelleaban bajo la luz marina y largas aletas como seda.
Pero, tras la metamorfosis, Ikkena no se detuvo a contemplarse, pues nadó para sostener una canción entre sus brazos. El príncipe no tardó en abrir sus ojos, y al encontrar los de su amado, notando que ambos estaban bajo el agua, se preguntó, pero le sonó: —Entonces, la leyenda de los besos es verdad?
Ikkena dudó: —Eso creo. ¿Qué pediste?
Canción ensanchó su sonrisa: —Que pudieras venir al mar conmigo.
El bibliotecario se relajó y también sonriendo: —Y yo que ganaras la batalla.
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