𝑀𝒶𝓇𝒾𝒶𝓃𝓃

*Lunes 16 de octubre. 12:20.a.m. Colegio Smiths*

—Es mono. 

—Es un imbécil.

—Últimamente no.

—Últimamente está raro, dale un par de meses y verás.

—La gente cambia, Mariann. —Ruedo los ojos por lo terco que está siendo Edward.

—Lo que tú digas —digo en apenas un susurro.

—Es guapo —me quedo callada mirándolo directamente a los ojos. Edward levanta ambas cejas como si me estuviese diciendo: «Si no dices nada significa que me estás dando la razón»—. ¿Ves? No estás diciendo nada.

—Que no diga nada no significa que te esté dando la razón. Significa que no opino. Prefiero no opinar. —Me cruzo de brazos al terminar de hablar. Él suspira.

—Qué terca eres, Mariann Davis.

—Anda que tú. —Me sonríe.

De repente alguien se empieza a acercar a nosotros. Es Oliver.

—Mariann —dice, y Edward se gira un poco para poder mirarle a la cara—, me ha dicho Nathan que vas a cantar en la fiesta de Halloween —comenta. Edward y yo nos quedamos mirando con cara de «¿A qué viene esto ahora?».

—Sí… —confirmo, no tan segura—. Supongo que sí… —asiente—. Bueno, va a tocar nuestra banda, así que, supongo, que no tengo tanto mérito.

—No sabía que cantarás… —¿Cómo ibas a saberlo si ni hablamos?, pienso, pero no lo digo. Me lo guardo para mi misma—. Eso quiere decir que eres muy buena con la boca, ¿no? —intenta aguantar una carcajada. Miro a Edward, intentando aguantar llorar de ira, de frustración. Ese comentario, aparte de estar muy fuera de lugar, ha sido muy imprevisto.

—Tranquilo, que en eso nadie te gana —le responde Edward rápidamente, antes de que tenga tiempo de irse y salirse con la suya.

—¿Perdona? ¿Qué me has querido llamar, maricón? —miro a Edward preocupada, pero él no me devuelve la mirada.

—La verdadera pregunta es ¿qué has querido entender? —enarca ambas cejas, sugerente.

—Yo… —Oliver se queda pensando unos segundos—. Yo no soy como tú —dice, frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres con «cómo yo»? —enarca una ceja. Sigue demasiado tranquilo con la situación.

—Sois un par de gilipollas —espeta, ignorando la pregunta de Edward—. Tú eres un puto maricón —mira a Edward y luego me mira a mí—, y tú eres una zorra. —Termina de decir. Mis manos, ahora en puños intentando contener la ira, empiezan a apretarse cada vez más, haciendo que me clave las uñas.

Miro a Edward, que ahora está con el ceño fruncido, pero sigue sin mirarme. Está mirando como Oliver se da la vuelta y empieza a caminar.

De un momento a otro Edward empieza a caminar hacia él.

—No. ¡Edward, vuelve aquí, joder! —digo gritando en un susurro. Él no me hace ni caso. 

Le toca el hombro a Oliver y este se da la vuelta.

—Esa supuesta broma está muy fuera de lugar, y lo sabes, no te hagas el gilipollas —dice Edward, bajando un poco la cabeza para mirar a Oliver. Porque sí, Oliver es más bajo que Edward—. Le estamos haciendo un favor muy grande a Nathaniel con lo de la fiesta de Halloween. 

»¿Sabes que lo estamos haciendo gratis, no? La gente paga por eso y nosotros lo estamos haciendo gratis —suspira—. Mira, a mí me puedes llamar lo que quieras, me da igual. Pero con mis amigos no —dice, negando con la cabeza varias veces. 

—¿Qué me vas a hacer? —le responde Oliver, chuleándose. 

Edward parece pensarlo, y segundos después, como si nada, le da un puñetazo en toda la nariz a Oliver. Este se tambalea un poco intentando no caer al suelo mientras se lleva las manos a la nariz, que está sangrando, y mucho.

Me llevo una mano a la boca. Vale, eso no me lo esperaba. Y mucho menos viniendo de Edward.

Varios alumnos se quedan mirándolos, algunos se van hacia dentro del instituto. Supongo que van a llamar a algún profesor, o incluso al director.

Me acerco a Edward lo más rápido que puedo. Él se ha quedado mirando a Oliver estático. Creo que él tampoco se esperaba hacer eso.

Alguien se acerca a Oliver, que se ha caído de rodillas al suelo.

—¡Joder, Oliver! —dice Nathaniel, que es el que se ha acercado—. Dios, ¡¿qué coño has hecho ahora, gilipollas?! —se le ve con cara de preocupación mientras empieza a quitarle las manos de la cara a Oliver—. ¡Contesta, joder! —Miro a Edward, que, por fin, me devuelve la mirada.

—Edward… —los dos nos miramos a los ojos atónitos—, ¿qué acaba de pasar? —pregunto anonadada.

—No… no lo sé —se mira las manos—. Hostia… —dice, como si se estuviera dando cuenta ahora de lo que ha hecho. Empieza a hiperventilar.

—Está bien, Edward, ¿me escuchas? Se lo merece, ¿vale? —vuelve a mirarme, intentando volver a su respiración normal—. No pasa nada —susurro, sujetando sus manos con las mías. Él, se limita a tragar saliva—. ¿Te has hecho daño? —asiente con la cabeza—. Vamos a la enfermería. —Y antes de que pueda responder, empiezo a caminar con él detrás de mí.

Mientras caminamos por el pasillo, alguien nos para. Levantó la cabeza para ver quien es. Mierda. Son el director y la secretaría acompañados de un alumno, al cual, no reconozco.

—Buenos días —nos dice el director.

—Buenos días —contesto segura.

—Si me disculpa, señorita Davis, tengo que llevarme al señorito Matthews a mi despacho. Supongo que usted mejor que nadie sabe el por qué. —Asiento, y me giro para mirar a Edward, que sigue en estado de shock.

—¿Podríamos ir antes a la enfermería? —el señor Smiths se nos queda mirando con una ceja levemente enarcada.

—A lo que yo tengo entendido, el afectado ha sido otro.

—Sí —asiento, dándole la razón—. Pero en cierta parte, él también ha sido afectado, quiero decir, le ha dado un puñetazo a alguien y él no sabe hacer eso, lo que se diría bien. Se ha hecho daño, y ha pasado hace muy poco, dele unos minutos para tranquilizarse, por favor. —Le pido, con ojos suplicantes.

—Puede tranquilizarse mientras espera a hablar conmigo en la sala de espera. —Aguanto las ganas de rodar los ojos—Gis… —carraspea la garganta—. Giselle, llévese a los alumnos con usted. —Giselle, la secretaría, asiente. Nos hace un gesto con la mano para que la sigamos y empieza a caminar hacia el lado contrario, o sea, por donde han venido.

—Ah, señorita Davis —me llama el señor Smiths—, tendré que hablar con usted también. —Asiento, y empiezo a caminar, siguiendo a Giselle.

Edward y yo caminamos cogidos de la mano. El comportamiento del señor Smiths con Giselle ha sido… extraño, creo yo, vamos. No paro de pensar en eso mientras caminamos.

Giselle es una mujer joven, de unos veintitantos o treinta y pocos años. Lleva trabajando en el instituto desde hace un par de años. Siempre viste formal. Tiene el pelo negro y los ojos azules. Es, más o menos, de mi misma altura.

El señor Smiths tira más hacia los cuarenta y pocos. Tiene el pelo marrón anaranjado, y los ojos verdes marrones. Siempre que lo veo va en traje. Nathaniel y él son muy parecidos. También es alto.

—Todo va a salir bien, lo sabes ¿verdad? —le susurro a Edward. Él, simplemente, asiente, no tan convencido.

Giselle para delante de la puerta que da a la sala de espera de la oficina del director. Abre esta y entra, se va hacia un lado, dejándonos paso.

Le suelto la mano a Edward mientras pasamos dentro de la habitación. Nos sentamos en unas sillas que hay al lado de la pared donde está la puerta de la habitación.

—Menuda mañana de lunes —susurra Giselle. Ruedo los ojos. Se piensa que no la hemos escuchado, pero por lo menos yo la he escuchado.

𝒥𝒶𝒸𝓀

Estoy caminando hacia la enfermería. Nathaniel me ha mandado un mensaje de que tenía que ir y rápido. ¿Qué cojones es tan urgente como para perder clase? Bueno, teniendo en cuenta que es él, cualquier cosa es más importante que ir a clase.

Llego afuera de la habitación. Toco a la puerta un par de veces antes de abrirla.

Me quedo paralizado viendo a Oliver tumbado en una camilla con la nariz ensangrentada y con varias gasas.

—¿Qué coño ha pasado? —Nathaniel, que está sentado frente a Oliver en la camilla, se da la vuelta. 

Cierro la puerta de la enfermería y me acerco más hacia la camilla. Me siento en una silla que hay delante de la camilla.

—Me han roto la nariz —dice Oliver, tras varios segundos de silencio.

—No jodas, yo pensaba que te habían roto el brazo —le respondo, con clara ironía. Suspiro cansado, llevándome las manos a la cara. ¿Qué coño ha hecho este hombre ahora?

—Se ha peleado con Edward —dice Nathaniel. Espera, ¿con Edward? Que yo sepa Edward no suele pelearse con la gente así porque sí. Aparto las manos de mi cara y subo la cabeza para poder mirar a los ojos a Oliver.

—¿Qué has hecho? —Oliver se queda callado—. Oliver, ¿qué coño has hecho? 

—¿Por qué los dos pensáis que el que ha hecho algo soy yo? 

—Edward no es confrontativo —dice Nathaniel.

—Bueno ¡y si ahora se ha vuelto confrontativo qué! 

—¡Es que eso no ha pasado, Oliver, joder! —yo solo me quedo callado viendo como ellos se pelean, casi que parecen una pareja—. Si no piensas contarnos qué has hecho entonces me voy. —Nathaniel empieza a levantarse pero Oliver le agarra el brazo.

—Está bien, os lo voy a decir. —Nathaniel vuelve a sentarse, y se libera del agarre de Oliver con un movimiento brusco—. Puede ser que me metiera con él y con Mariann… —dice, agachando la cabeza.

—¿Qué les dijiste? —pregunta Nathaniel.

—A Edward le llamé maricón, a Mariann le llame zorra —suspiro, está vez enfadado. Este tío es gilipollas. Normal que le hayan roto la nariz. Y bien merecido. Si yo hubiera estado delante, probablemente, hubiera hecho lo mismo.

—Te lo tienes merecido, por gilipollas —le dice Nathaniel—. Ya hemos hablado de esto, Oliver. No me gusta que te metas con la gente así. Primero con Edward por su sexualidad, y luego con Mariann, con un insulto machista. 

»Estoy harto. O cambias tu puta actitud o… —Nathaniel me mira. Yo lo miro muy confundido. ¿En qué momento han tenido esa conversación y por qué siento que sobro en esta situación?—. O tu y yo ya no vamos a ser amigos —termina de decir, volviendo a mirarle a la cara.

—Lo siento, ¿vale? —dice Oliver, triste, se le nota arrepentido.

—A mi no me tienes que pedir perdón. —Nathaniel se cruza de brazos.

—Yo… Yo voy a tomar el aire —digo mientras me levanto de la silla. Siento que yo aquí no pinto nada—. Ya hablamos luego, y eso… —Nathaniel asiente. Salgo de la habitación y cierro la puerta. Me apoyo en la pared de al lado de la puerta mientras suspiro. Saco el móvil.

Edward

JackieJack<33: Estás bien, Oliver te ha pegado?

JackieJack<33: Me he enterado de la pelea…

—Señorito Manson, ¿qué hace que no está en clase? —mierda.

—Estoy de camino —le digo a la profesora Margarita. Vieja amargada, que mal me cae.

—Ajá. Pues deje el móvil y vaya a su clase, ya. —Asiento mientras empiezo a caminar hacia clase.

Edward

JackieJack<33: Ahora no puedo hablar