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El umbral de la luz de la luna

Capitulo 4

Capitulo 4

Apr 29, 2024

Lucinda, la esposa de Federico, recibió la noticia con una mezcla de sorpresa e indignación. ¿Cómo podía alguien acusar a su esposo de algo tan horrible? Furiosa, decidió visitar a Federico en la cárcel para mostrarle su apoyo. Al llegar, encontró a su esposo sentado en su celda, absorto en sus pensamientos y mirando por la ventana.
Al ver a Lucinda, Federico la saludó con tristeza en su voz. Lucinda le dijo que estaba segura de su inocencia y que haría todo lo posible por sacarlo de esa situación. Federico agradeció su apoyo y juntos comenzaron a pensar en una estrategia para demostrar su inocencia.
Pero las cosas no eran tan sencillas, Federico sabía que no podía escapar de la cárcel volando como un vampiro, como Lucinda había sugerido con una pizca de humor. Las cámaras de seguridad y la tecnología moderna lo harían imposible. Federico suspiró y dijo: "Hubiera sido bueno que existiera Hotel Transilvania", provocando una sonrisa en Lucinda.
A pesar de las dificultades, Lucinda estaba decidida a ayudar a su esposo a salir de esa situación. Juntos, buscarían la manera de demostrar su inocencia y volver a estar juntos.
Elizabeth estaba sentada en un banco del parque, sumida en sus pensamientos acerca de Federico. No podía creer que su amigo estuviera tras las rejas, acusado de un crimen que no había cometido. Sin embargo, estaba segura de que debía haber algo que pudieran hacer para demostrar su inocencia.
De repente, divisó a Lucinda, quien entró al parque con lágrimas en los ojos. Elizabeth se levantó de inmediato y se acercó a ella para saber qué pasaba.
"¿Qué sucede, Lucinda?", preguntó Elizabeth con un tono preocupado.
"Federico... está en la cárcel", respondió Lucinda mientras trataba de contener el llanto.
Elizabeth la abrazó con fuerza y le dijo: "Lo sé, también lo sé".
Lucinda, con la cabeza gacha, dijo: "No sé qué hacer".
Pero Elizabeth le aseguró que ellas lo ayudarían, que encontrarían la manera de probar su inocencia.
Lucinda levantó la vista y miró a Elizabeth a los ojos, agradecida por su ayuda.
"Sí, eso significa mucho para mí", dijo Lucinda.
Elizabeth y Lucinda se miraron con una extraña conexión, como si sus almas estuvieran unidas de alguna manera.
"Sabes, a veces siento que Federico y yo no somos los únicos", confesó Lucinda.
"¿A qué te refieres?", preguntó Elizabeth con curiosidad.
"Siento que hay algo más, algo que no podemos explicar", respondió Lucinda con una voz temblorosa.
Con un abrazo, ambas se apoyaron mutuamente, transmitiéndose amistad, comprensión y apoyo.
"Gracias, Elizabeth. Gracias por estar aquí", dijo Lucinda con lágrimas en los ojos.
"De nada. Siempre estaré aquí para ti", respondió Elizabeth con una sonrisa.
Lucinda se separó de Elizabeth y se limpió las lágrimas. Ambas sabían lo que tenían que hacer.
Un día, el abogado les dio una buena noticia. Había encontrado un testigo que podía testificar que Federico estaba en otro lugar al momento de los supuestos hechos.
El juicio de Federico comenzó. El testigo testificó a su favor y el jurado lo declaró inocente.
Federico había pasado por un momento difícil al ser acusado de algo que no había hecho, pero gracias a la ayuda de su abogado y la aparición del testigo que lo exoneró, todo había terminado bien. El jurado había declarado a Federico inocente y él estaba feliz de poder abrazar a Elizabeth y Lucinda.
Sin embargo, su esposa Lucinda no pudo evitar sentir un poco de celos al ver esa escena. Ella sabía que Elizabeth era muy importante para Federico, pero también quería sentirse amada y valorada por él.
Federico, estaba emocionado de preparar una noche romántica para su esposa. Había estado planeándolo durante días y estaba seguro de que ella lo disfrutaría.
Comenzó por encender velas por toda la casa. Luego, colocó pétalos de rosa en el suelo que conducían al dormitorio. Finalmente, abrió una botella de su mejor vino de sangre y la puso a enfriar.
Cuando Lucinda llegó a casa, se quedó impresionada con la decoración.
"¡Es precioso!", dijo. "¿Qué es todo esto?"
"Es una sorpresa", dijo Federico con una sonrisa. "Quería hacer algo especial para ti."
Lucinda se acercó a Federico y lo besó.
"Gracias, cariño", dijo. "Es muy dulce."
Federico llevó a Lucinda al dormitorio y le sirvió una copa de vino. Luego, se sentaron en la cama y se miraron a los ojos.
"¿Cómo has estado?", preguntó Federico.
"Bien", dijo Lucinda. "Estoy cansada de trabajar, pero estoy bien."
"Me alegro", dijo Federico. "Me preocupas."
Lucinda le sonrió.
"Gracias por preocuparte", dijo. "Yo también te quiero."
Bebieron su vino y hablaron durante horas. Hablaron de sus sueños, de sus esperanzas y de sus miedos.
¿Alguna vez Elizabeth le preparaste una vez una noche romántica' Pregunta Lucinda.
Federico se quedó en silencio por un momento antes de responder.
"Sí, lo hice", dijo con tristeza. "Fue una de las mejores noches que tuvimos juntos."
"¿Ella era mejor que yo?"
Federico se sorprendió por la pregunta de Lucinda y la miró directamente a los ojos.
"No, por supuesto que no", dijo con seguridad. "Nunca he conocido a alguien como tú. Eres única y especial para mí de una manera que Elizabeth nunca fue."
Lucinda sonrió aliviada y acarició la mano de Federico.
"Solo quería asegurarme", dijo ella. "Me alegra ser especial para ti."
Federico la abrazó y la besó suavemente en los labios.
"Eres lo más importante para mí", dijo. "Siempre te amaré, Lucinda."
"Sin embargo, ¿por qué la extrañas tanto? ¿Por qué la besaste en tus sueños la otra vez?"
Federico respondió con tristeza: "No me hagas pensar en Elizabeth siempre. Ella se sacrificó para que estuviéramos juntos y terminar con mi maldición de narcisista bipolar".
Lucinda abrazó a Federico y lo consoló. "Sé que sientes su falta, pero ella siempre vivirá en tu corazón y en tus recuerdos. Lo importante es que ahora tenemos el presente y el futuro juntos."
Federico asintió y sonrió, agradecido por tener a Lucinda a su lado. "Tienes razón", dijo. "Nunca te dejaré ir, Lucinda. Eres mi presente y mi futuro. Te amo."
Lucinda le devolvió la sonrisa y lo abrazó con más fuerza. "También te amo, Federico. Siempre estaré aquí para ti."
Federico y Lucinda se besaron con pasión, sus lenguas se entrelazaban. Lucinda se sentía como si estuviera flotando en el aire, perdida en el beso de Federico.
La copa de vino de sangre se le cayó a Lucinda de la mano y se rompió en el suelo, derramando la bebida. Pero a Federico no le importó, solo quería seguir besando a Lucinda.
Federico y Lucinda se besaron durante horas, hasta que finalmente se separaron, Federico se apartó de Lucinda y la miró a los ojos.
"Dios mío", dijo Lucinda. "Eso fue... increíble."
"Te amo", dijo.
Lucinda sonrió. "Yo también te amo", dijo.
"Nunca te dejaré ir", dijo.
Lucinda le sonrió. "Yo tampoco te dejaré ir", dijo.
Se abrazaron y se besaron de nuevo, esta vez con más calma.
"Te amo", dijo Federico.
"Yo también te amo", dijo Lucinda.
Se besaron de nuevo, esta vez con más ternura y amor.
Federico y Lucinda se despertaron abrazados, pero el ambiente era tenso. Federico podía sentir el frío rechazo de Lucinda a través de su piel.
"Buenas noches, cariño", dijo Federico con un tono suave.
Lucinda no respondió. Simplemente se levantó de la cama y se dirigió al baño.
Federico se quedó acostado, mirando el techo. Sabía que había hecho una tontería, pero no podía creer que Lucinda estuviera tan enojada.
Cuando Lucinda salió del baño, Federico se levantó y se acercó a ella.
"Lucinda, lo siento"
Lucinda lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
"Lo sé", dijo. "Pero duele, Federico. Me duele saber que todavía piensas en ella."
Federico la abrazó con fuerza.
"No es así", dijo. "Te amo, Lucinda. Solo tú."
Lucinda se quedó en silencio durante un momento, tratando de controlar sus emociones.
"No sé si puedo creerte", dijo finalmente.
Federico la miró a los ojos.
"Te entiendo", dijo. "Pero te prometo que voy a hacer todo lo posible para que me creas."
Lucinda asintió, pero sus ojos aún estaban llenos de dudas.
Federico la besó en la frente.
"Te amo", dijo.
Lucinda se separó de él y se dirigió a la puerta.
"Tengo que ir a trabajar", dijo. "Me ocuparé de esto cuando vuelva."
Federico la vio irse, sintiendo su corazón romperse. No sabía qué hacer para arreglar las cosas.
Decidió ir a ver a Nicholas, su mejor amigo. 
Cuando Federico llegó a la casa de Nicholas, este lo recibió con un abrazo.
"¿Qué pasa?", preguntó Nicholas. "Pareces preocupado."
Federico le contó lo que había sucedido.
Nicholas lo escuchó con atención. Cuando Federico terminó, Nicholas suspiró.
"Lo siento, Federico", dijo. "Sé que es difícil."
"Lo sé", dijo Federico. "No sé qué hacer."
"Lo único que puedes hacer es darle tiempo", dijo Nicholas. "Ella necesita procesar lo que pasó."
"Pero no sé si pueda esperar", dijo Federico. "Me estoy volviendo loco."
"Sé que es difícil", dijo Nicholas. "Pero tienes que ser paciente. Si la amas de verdad, esperarás."
Federico asintió. "Tienes razón", dijo. "Voy a esperar."
Federico se quedó en casa de Nicholas durante el resto de la noche. Hablaron de muchas cosas, y Federico se sintió un poco mejor.
Cuando llegó el día, Federico se despidió de Nicholas y se fue a casa.
Cuando llegó, Lucinda ya estaba durmiendo. Federico la miró durante un momento, y luego se acostó a su lado. La abrazó con fuerza, deseando que ella pudiera sentir su amor.

Los personajes:
Elizabeth Harrison
Andy Harrison
Federico Mourer
Lucinda Ortize
Seth Visconti
Sandy Spangenberg
Nicholas Vorhis
Leilani Kekoa
Kaili Hernáiz
Elizabeth II de Windsor
Alejandro Nocturnus     
niweja5803
niweja5803

Creator

Lucinda apoya a Federico cuando es arrestado injustamente. Juntas, con la ayuda de Elizabeth, trabajan para demostrar su inocencia. Federico organiza una noche romántica para Lucinda, pero los recuerdos de Elizabeth causan tensiones. A pesar de todo, Federico promete su amor a Lucinda y jura estar a su lado.

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Todos los derechos reservados, no debes ser imprudente, la publicación no puede ser copiada ni en parte o en todo presente. No debes registrarla ni transmitirla por ningún medio o sistema, ni electrónico ni magnético, ni mediante fotocopia o algo similar. No lo hagas sin permiso previo, por escrito de la editorial, no seas imprudente ni osado, o enfrentarás un gran mal.
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