La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas de la habitación, creando sombras fantasmagóricas en las paredes. Seth y Kaili estaban sentados en la cama, bebiendo sangre de una copa. Era una pareja que se había amado durante siglos.
Seth se acercó a Kaili y la besó. El beso fue apasionado y lleno de deseo. Kaili se rindió a él, dejándose llevar por la emoción del momento.
Cuando el beso terminó, Kaili se apartó de Seth, jadeando. "¿Qué estás haciendo?", preguntó.
Seth sonrió. "Te amo", respondió. "Y no puedo perderte".
Kaili lo miró a los ojos, sus ojos brillando en la oscuridad. "Yo también te amo", dijo.
Seth la abrazó y la besó de nuevo. Esta vez, el beso fue más lento y más sensual. Kaili se sintió como si estuviera flotando en el aire.
Se separaron y Seth miró a Kaili a los ojos. "Quiero estar contigo para siempre", dijo.
Kaili sonrió. "Yo también quiero estar contigo para siempre", dijo.
Seth se levantó y se dirigió a la ventana. Miró hacia el exterior, donde la luna llena brillaba en el cielo.
"Quiero que podamos vivir juntos, en paz y armonía", dijo. "Quiero que podamos criar a nuestros hijos juntos".
Kaili lo miró, emocionada. "Eso sería maravilloso", dijo.
Seth se volvió hacia ella y la besó de nuevo. Esta vez, el beso fue lleno de esperanza y promesa.
Kaili cerró los ojos y se entregó al beso. Sabía que Seth era el amor de su vida, y que harían cualquier cosa para estar juntos.
El beso se prolongó, lleno de amor y pasión. Cuando finalmente se separaron, Kaili y Seth se miraron a los ojos, sabiendo que habían encontrado algo especial.
"Te amo", dijo Kaili.
"Yo también te amo", respondió Seth.
Se abrazaron, sabiendo que estaban unidos para siempre.
Lucinda sintió una punzada de celos cuando vio a Elizabeth, la hija de Federico, jugando en la sala de estar. La niña era hermosa, con el pelo negro y los verdes mezclados con azules de su padre. Lucinda sabía que Federico estaba atormentado por lo que había hecho a su ex, y que Elizabeth era un recordatorio constante de su crimen.
Lucinda tenía un plan. Invitaría a Elizabeth a su casa, y la mataría. Mordería su cuello y bebería su sangre. Así, Federico estaría libre de su pasado, y Lucinda podría tenerlo para ella sola.
El día llegó, y Elizabeth llegó a la casa de Lucinda. La niña se veía feliz y emocionada de estar allí. Lucinda la invitó a la cocina para prepararle un pastel.
Mientras Lucinda preparaba el pastel, Elizabeth la miró con admiración. "Eres muy bonita", dijo la niña. "Por eso Federico te ama".
Lucinda sonrió. "Gracias", dijo.
"Pero no entiendo por qué no han tenido hijos".
Lucinda ignoró el comentario. No quería hablar de hijos.
"Te quiero, Lucinda", dijo Elizabeth. "Podrías ser mi segunda mamá".
Lucinda sintió una punzada de culpa. Sabía que no podía matar a Elizabeth. La niña era inocente, y no merecía morir.
"Yo también te quiero, Elizabeth", dijo Lucinda. "Pero no puedo ser tu segunda mamá".
Elizabeth se quedó decepcionada. "¿Por qué no?", preguntó.
"Porque no soy la persona adecuada", dijo Lucinda. "No soy lo suficientemente buena para ser tu mamá".
Elizabeth la miró con tristeza. "Entonces, ¿nunca seremos una familia?", preguntó.
"No nunca lo seremos" Lucinda prepara sus colmillos y esta a punto de morder su cuello.
Elizabeth sonrió. "Está bien", dijo. "Seré tu amiga".
Federico llegó a casa justo cuando Lucinda estaba a punto de morder el cuello de Elizabeth.
"¡Lucinda, qué estás haciendo!", gritó Federico.
Lucinda se sorprendió al ver a Federico. Se quedó paralizada, con el cuchillo en la mano.
"¡Sueltala!", gritó Federico.
Lucinda soltó el cuchillo y se alejó de Elizabeth.
Elizabeth se levantó y se abrazó a Federico.
"¿Estás bien?", preguntó Federico.
Elizabeth asintió. "Sí", dijo. "Estamos jugando".
Federico miró a Lucinda con ira. "¿Por qué intentaste matarla?", preguntó.
Lucinda no dijo nada. Se sentía avergonzada y culpable.
"¿Por qué?", repitió Federico.
"Porque estaba celosa", dijo Lucinda finalmente. "Estaba celosa de ti y de ella".
Federico suspiró. "Ya veo", dijo.
"Lo siento", dijo Lucinda. "No sé qué me pasó".
"Está bien", dijo Federico. "Entiendo".
Federico miró a Elizabeth. "¿Quieres irte a casa?", preguntó.
Elizabeth asintió. "Sí", dijo. "Gracias por todo".
Federico acompañó a Elizabeth a la puerta.
"Adiós, Elizabeth", dijo. "Nos vemos pronto".
Federico regresó a la casa con Elizabeth, quien estaba asustada y confundida.
"¿Qué pasó?", preguntó Elizabeth.
Federico la abrazó. "Estás a salvo", dijo. "Lucinda no te hizo nada".
Elizabeth se separó de Federico. "¿Qué estaba haciendo?", preguntó.
Federico suspiró. "Lucinda estaba celosa de ti", dijo. "Pensaba que si te mataba, podría estar conmigo".
Elizabeth se quedó sin palabras. No podía creer que Lucinda hubiera intentado matarla.
"No lo entiendo", dijo. "¿Por qué estaría celosa de mí, no le hice nada malo verdad?"
Federico se sentó en el sofá y la invitó a sentarse a su lado. "Lucinda es una persona muy insegura", dijo. "Siempre ha tenido miedo de perderme".
"Pero yo no le hice nada", dijo Elizabeth. "No entiendo".
"Lucinda lo sabe", dijo Federico. "Pero eso no cambia sus sentimientos".
Elizabeth se sintió mal por Lucinda. Sabía que debía ser muy difícil estar en su lugar.
"¿Qué va a pasar ahora?", preguntó Elizabeth.
Federico no sabía qué responder. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero no sabía cuál era la correcta.
"No lo sé", dijo finalmente. "Necesito pensarlo".
Elizabeth se levantó. "Lo siento", dijo. "No debí haberte conocido".
Elizabeth se fue corriendo, y Federico se quedó solo en la sala de estar.
Federico se sentía perdido y confundido. No sabía qué hacer.
"Lucinda, quiero hablar contigo", dijo.
Lucinda se sorprendió al escuchar la voz de Federico.
"¿Qué pasa?", preguntó.
Federico suspiró. "Lucinda, lo que pasó el otro día fue terrible", dijo. "No puedo creer que intentaras matar a Elizabeth".
Lucinda bajó la cabeza. "Lo sé", dijo. "Estoy muy arrepentida".
"¿Por qué lo hiciste?", preguntó Federico.
Lucinda miró a Federico a los ojos. "Estaba celosa", dijo. "Estaba celosa de ti y de ella".
Federico asintió. "Lo entiendo", dijo. "Pero eso no justifica lo que hiciste".
Lucinda asintió. "Lo sé", dijo. "Y estoy dispuesta a pagar por ello".
"¿Qué quieres decir?", preguntó Federico.
"Quiero que me dejes ayudarte", dijo Lucinda. "Quiero que me dejes demostrarte que he cambiado".
Federico se quedó en silencio durante unos minutos.
"Está bien", dijo finalmente. "Te daré una oportunidad".
Lucinda sonrió. "Gracias", dijo.
"Pero no será fácil", dijo Federico. "Tendrás que demostrarme que estás realmente arrepentida".
Lucinda asintió. "Lo haré", dijo.
Federico y Lucinda se abrazaron.
"Voy a empezar a buscar ayuda", dijo Lucinda. "Quiero superar mis celos".
Federico la miró a los ojos. "Te apoyo", dijo.
Lucinda sonrió. "Gracias", dijo. "No te defraudaré".
Seth y Kaili, una pareja de vampiros, comparten un momento romántico mientras beben sangre juntos. Seth expresa su deseo de estar juntos para siempre y formar una familia. Mientras tanto, Lucinda, la esposa de Federico, se siente celosa de Elizabeth, la hija de Federico, y elabora un plan para matarla.
Seis años después de la muerte de Elizabeth, Federico y Lucinda han aprendido a perdonarse mutuamente y a superar sus tragedias pasadas. Un día, mientras están sentados en un banco del parque, ven a una niña pequeña que se parece mucho a Elizabeth. Federico se siente conmovido por el encuentro y cree que la pequeña Elizabeth es la reencarnación de su amada.
La pequeña Elizabeth entra en sus vidas y las transforma para siempre.
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