El crujir de la madera bajo las botas de Lucinda resonaba en la lúgubre mansión. La noche era tan oscura como su alma, y la luna, una linterna macabra que iluminaba su rostro pálido y demacrado. Sus ojos brillaban con un fuego antinatural, un reflejo de la oscuridad que la consumía.
En el centro de la sala principal, un círculo de velas negras trazaba un pentagrama invertido. En el interior, un pentagrama de sangre fresca, ofrenda a su oscuro señor. Lucinda se arrodilló en el centro, con las manos extendidas hacia el cielo nocturno.
Su voz, áspera y gutural, rasgó el silencio:
"Oh, príncipe de las tinieblas, dueño de la noche y señor de la muerte, acudo a ti en esta noche aciaga. He cumplido con mi parte del pacto, he derramado sangre y sembrado el terror. Mi alma te pertenece, pero mi corazón anhela más."
Un viento helado azotó la mansión, haciendo que las velas se inclinaran y las sombras danzaran en las paredes. Un hedor nauseabundo llenó el aire, como la emanación de un sepulcro abierto. Lucinda se estremeció, pero no flaqueó.
"Deseo ser como tú, majestad. Tan cruel como la noche, tan despiadada como la muerte. Anhelo corromper la bondad, destruir la esperanza, convertir la luz en tinieblas. Enséñame, oh maestro, los secretos de tu infinita maldad."
Un rugido ensordecedor resonó en la noche, como el trueno de un dios vengativo. La tierra tembló y las velas se apagaron, dejando a Lucinda en la oscuridad total. De las tinieblas surgió una figura imponente, con ojos como pozos de fuego y colmillos que brillaban con una luz enfermiza.
"Tu deseo es mi voluntad, Lucinda," resonó la voz del príncipe, profunda como el abismo. "Te concederé el poder que anhelas, pero a cambio, tu alma me pertenecerá por completo. No habrá vuelta atrás."
Lucinda sonrió, una sonrisa cruel que desfiguró su rostro. "Acepto, mi señor. Estoy lista para convertirme en un monstruo como tú."
El príncipe extendió su mano, y Lucinda la tomó sin dudarlo. Un escalofrío recorrió su cuerpo, como si la oscuridad misma la estuviera consumiendo. Sus ojos se tornaron negros como la noche, y sus colmillos crecieron, afilados como dagas.
"Ahora eres mía, Lucinda," susurró el príncipe. "Juntos, sembraremos el terror en el mundo y reinaremos sobre las tinieblas."
Lucinda se levantó, con una mirada de pura maldad en su rostro. Ya no era la mujer que había sido antes. Se había convertido en un monstruo completamente, una criatura de la noche, un alma condenada a la oscuridad eterna.
La oscuridad envolvía la ciudad como un sudario, presagiando la tormenta que se avecinaba. En un apartamento tenuemente iluminado, Andy y Lucie se sentaban en un tenso silencio. La brisa nocturna susurraba a través de las ventanas, trayendo consigo un escalofrío que no solo era del frío.
Andy, con el ceño fruncido, observaba la pantalla de su teléfono. Un mensaje, breve pero demoledor, había hecho añicos la paz de la noche: "Federico y Elizabeth, juntos en la calle Mayor."
Su mirada se posó en Lucie, quien fingía leer un libro, pero sus manos apretaban las páginas con tanta fuerza que las venas de sus muñecas resaltaban. Un aura de furia y celos emanaba de ella, palpable como el calor de una llama.
"Federico," murmuró Lucie, su voz apenas un susurro. "¿Con Elizabeth?"
Andy asintió. "Parece que sí."
Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Los segundos se alargaban como siglos, cargados de una tensión que amenazaba con estallar. Lucie se levantó de golpe, sus ojos brillaban con un fuego peligroso.
"No puedo permitirlo," dijo con voz ronca. "Esa zorra no se va a salir con la suya."
Andy se puso de pie, tratando de calmarla. "Lucie, no hagas nada precipitado."
Pero Lucie ya estaba fuera de control. La ira y la sed de venganza la consumían. Salió del apartamento como una fiera herida, dejando a Andy solo con su impotencia y su dolor.
En la calle, la noche era un escenario de sombras y callejones oscuros. Lucie caminaba con paso decidido, su destino marcado por la furia. La imagen de Federico y Elizabeth juntos la perseguía, alimentando su odio como un fuego que se propaga sin control.
Lucie avanzaba con paso firme, sus tacones resonando con furia en el pavimento. Su vestido negro se movía con la brisa como una capa de oscuridad, envolviendo su cuerpo en un aura de misterio y peligro.
Empujando las puertas con violencia, Lucie irrumpió. Las miradas de todos se clavaron en ella, como si fuera un fantasma que regresaba de entre los muertos.
Federico y Elizabeth se miraron con sorpresa.
Lucie se dirigió hacia ellos con paso decidido, su mirada fulminante clavada en Elizabeth. "¿Qué haces con mi marido?", preguntó con voz ronca, la furia contenida a punto de estallar.
Elizabeth "Federico y yo solo estábamos conversando sobre Andy."
Sus ojos brillando con un fuego peligroso. "Mientes!", rugió Lucie, su ira desatada como una tormenta.
Elizabeth, con una rapidez felina, esquivó el ataque de Lucie. Su mano, con una fuerza sobrenatural, se dirigió al rostro de Lucie con un golpe seco y preciso.
El impacto resonó en la habitación. Lucie se tambaleó hacia atrás, sus ojos se nublaron y su cuerpo se desplomó como una marioneta sin vida. Cayó al suelo inconsciente, su rostro pálido como la muerte.
Elizabeth, sin perder la calma, se acercó a Lucie y la tomó en sus brazos.
"La llevamos a casa", dijo con voz firme.
Sin esperar respuesta, Elizabeth levantó el cuerpo de Lucie y salió del lugar con paso decidido.
En el camino a casa, Elizabeth no pudo evitar sentir una punzada de culpa. Nunca había deseado hacerle daño. El golpe había sido instintivo, una respuesta a la furia desatada de Lucie.
Al llegar al apartamento, Elizabeth depositó el cuerpo de Lucie en el sofá. Se arrodilló junto a ella y le quitó el pelo de la cara. Observó su rostro pálido y vulnerable, y por un momento, la vio como algo más que una rival: la vio como una mujer herida, víctima de sus propias emociones.
Lucinda, inmersa en la oscuridad, busca convertirse en un ser maligno. Realiza un pacto con un príncipe de las tinieblas, quien le concede poder a cambio de su alma. En otra parte, Andy y Lucie enfrentan una crisis cuando descubren a Federico con Elizabeth. Lucie, consumida por la ira, confronta a Elizabeth, pero termina inconsciente tras un altercado.
Años después de la muerte de Federico a manos de Lucinda, una joven estudiante llamada Lucie Ortiz de Landaluce descubre su pasado. Lucie, una mujer hermosa e inteligente con el poder de viajar a los mundos de los muertos, se enamora perdidamente de Federico y decide vengar su muerte.
Lucie encuentra el pasado de Federico en un libro antiguo de la biblioteca de su escuela. El libro cuenta la historia de un joven de corazón puro y bondadoso que fue poseído por un espíritu maligno. Lucinda, una mujer poderosa y ambiciosa, lo utilizó para sus propios fines y, finalmente, lo asesinó.
Lucie viaja al mundo de los muertos para encontrar a Federico. Allí, conoce a otros espíritus que la ayudan en su búsqueda.
"El amor es más fuerte que la muerte."
"La justicia siempre triunfa."
"Siempre hay esperanza."
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