Read OFIUCO: EL INTERNADO GUTHSFIELDS [ESPAÑOL] ¡¡Se irá pronto!! :: Capítulo 2. La criatura del cielo [Parte 5]

Parte 5.

«Solo necesito un lugar. Piensa Ottah, piensa.»

La criatura estaba a menos de un metro, cuando conseguí relajar mi mente y enviar mi cuerpo de regreso a la cafetería.

Abrí los ojos lentamente. Lo que vi a mi alrededor fue una pila de muebles desordenado. Caos que había generado en mi imprudente experimento. Todas las puertas seguían cerradas y no había rastro del profesor sin rostro.

Me levanté temblando, tratando de procesar todo lo que había descubierto el día de hoy. El terror seguía en el aire, pero la soledad en la que me encontraba me resultaba segura.

De repente, escuché unos golpes en la puerta.

—Hola. ¿Hay alguien ahí? ¿Podrías abrir la puerta por favor?

El tiempo pareció detenerse. Era la voz del profesor Henderson. Él estaba allí, afuera, buscándome. Sin embargo, su voz se oía normal. Para nada provocaba los escalofríos de su versión sin rostro.

No repondí nada, simplemente me puse a observar al hombre por una abertura en la puerta.

Su figura era diferente. Donde antes no había rasgos, ahora habían unos ojos, una nariz, una boca. Se transformó en el profesor que veía a diario, el señor Henderson, con su rostro frío y apático. Sentí una oleada de confusión y duda.

—¿Estás bien? ¿Qué estás haciendo aquí tan tarde?

Pese a que su voz se oía tranquila, mis instintos me gritaban peligro.

«¿Descubrir la verdad o huir?»

Obviamente salí corriendo por una puerta lateral de la cafetería. Atrás, escuché un grito de rabia que avisaba que huir fue la mejor decisión.

El eco de mis pasos resonaba en los pasillos vacíos de la escuela mientras corría a toda velocidad, mi corazón golpeaba frenéticamente contra mi pecho. Giré la esquina, me resbalé, pero me repuse al instante. Podía sentirlo detrás de mí, una presencia aterradora que me perseguía implacablemente.

El pánico me dio fuerzas mientras tomaba otro giro brusco, dirigiéndome hacia las escaleras. Bajé de dos en dos, casi tropezando, sintiendo la presencia del profesor acercándose. Llegué al segundo piso y me lancé hacia la biblioteca, pensando que podría esconderme entre las estanterías llenas de libros. El silencio allí era abrumador, roto solo por el sonido de mis jadeos y el latido ensordecedor de mi corazón. Me agaché detrás de una fila de libros, intentando controlar mi respiración.

El hombre entró en la biblioteca, con unos movimientos lentos y metódicos. Era como si pudiera oler mi miedo, cada paso suyo resonaba como un tambor de muerte. Me acurruqué más, rezando para que no me encontrara.

El silencio se hizo eterno, pero entonces escuché el crujido de los libros siendo movidos. Estaba buscando. Sabía que estaba cerca.

«¡Maldición!»

Con un esfuerzo desesperado, me levanté y corrí hacia la puerta de emergencia al fondo de la biblioteca. Atrás, escuché unos pasos. Sabía que estaba tras de mí, sin necesidad de mirar. Podía sentir su mirada vacía, el vacío de su rostro perforando mi espalda.

De repente, sentí su mano tomar el cuello de mi camisa y me arrojó por el pasadizo.

Mientras me deslizaba por el pasillo, me decidí a usar la telequinesis para defenderme.

«Benditos poderes no me fallen ahora»

Con un esfuerzo desesperado, me levanté y me concentré en las estanterías cercanas. Usando mi telequinesis, empujé una fila entera de libros hacia el profesor. Los libros volaron por el aire, golpeando el suelo con estrépito y creando una barrera improvisada.

Con un movimiento sobrenatural, esquivó los obstáculos y avanzó hacia mí. Sus pasos resonaban como martillazos en mi mente, cada vez más cerca.

Lancé una mesa en su dirección, pero también la esquivó con facilidad. Su rostro parecía burlarse de mí, definitivamente no era humano. Era muy rápido, pero no pensaba morir ahí. Así que moví más estanterías, creando un laberinto de libros entre nosotros.

Mi energía empezaba a disminuir, mas no podía rendirme. Era el momento de huir. Aproveché su momentánea desorientación y corrí hacia la salida de la biblioteca.

Percibí movimiento entre el laberinto de libros y con horror vi cómo el profesor había escapado fácilmente. Al verlo, el cansancio desapareció y superé mis límites corriendo.

Casi llorando atravesaba el pasillo de salida de la biblioteca. El pasadizo se extendía largo y estrecho. A mi izquierda, la pared de color gris oscuro se alzaba implacable, y a mi derecha, una serie de ventanas grandes rompía la monotonía del pasillo.

De repente, una silueta se materializó en el exterior, justo al otro lado de la ventana más cercana.

Antes de que pudiera reaccionar, la figura se lanzó contra el vidrio con una fuerza brutal. El impacto resonó en todo el pasillo, un estallido ensordecedor de cristal rompiéndose. Los fragmentos de vidrio volaron en todas direcciones, brillando como diminutas estrellas en el aire antes de caer al suelo con un tintineo siniestro.

Me cubrí el rostro con los brazos instintivamente, sintiendo los pequeños cortes en mi piel causados por los fragmentos voladores.

Cuando bajé los brazos observé como aquella figura derribaba de una patada al espeluznante profesor.

No pude distinguir el rostro del individuo, solo que tenía una larga cabellera negra y vestía un abrigo blanco. No sé qué clase de loco se atrevería a saltar hasta el segundo piso y atravesar una ventana, pero no me interesaba averiguarlo.

Rápidamente salí huyendo de la escena. En mi escape vi como el profesor Henderson se volvía a levantar. Gracias a eso corrí más rápido.

Unos minutos pasaron. Ya me encontraba fuera de la escuela, cuando un pequeño montículo de tierra salió de la nada y me ocasionó un tropiezo. El golpe me dejó aturdido, y antes de que pudiera ponerme de pie, mi cuerpo fue arrastrado de regreso a la escuela por una fuerza invisible.

Arañé, pataleé, pero no conseguí evitar mi involuntario desplazamiento.

Atravesé la puerta principal, algunos pasillos, hasta que entré en un oscuro almacén. Mi cuerpo finalmente fue liberado, pero la puerta se cerró dejándome atrapado.

De pronto, las luces se encendieron y vi al loco del abrigo blanco frente a mí. Y ... descubrí que era una chica.

La joven adoptó una actitud soberbia y lentamente se acercó a mí diciendo.

—Te has estado divirtiendo mucho últimamente Ottah Mitnick. Tal vez sea mejor revelarte la verdad.