Se escucha de repente al fondo el sonido de un búho y Eru hace un mohín triste con la boca.
—¿Qué pasa? —pregunta ella sobresaltada al oírlo.
—Pues....—Eru mira a su alrededor —. Llevo todo el día con una sensación extraña y no encuentro a Hwesta.
— ¿Hwesta? —vuelve a preguntar Uroko.
—Es un búho.
—¿Le puedes llamar?
—Sí, la llevo llamando todo el día pero no viene. —Eru suelta su mano y se la pasa por el pelo y la cara—. Pero bueno, a veces no me hace ni caso.
—¿Quieres que vayamos a buscarla? —pregunta ella.
—Pues... Sí, pero hay que caminar hasta rodear eso de allí. —Señala a lo lejos unas rocas enormes que sobresalen de entre los árboles.
Uroko se queda mirando hacia allí y asiente con la cabeza, no le gusta que le pase nada malo a los animales.
Eru comienza a caminar no muy ligero en dirección a las rocas. Se mantiene callado y con la vista al frente.
Ella camina a su lado tranquila, a pesar de todo lo malo y de lo raro que le parece cómo han pasado las cosas ya no tiene ganas de irse corriendo ni está tan nerviosa.
—Ah... te debo un cuento improvisado, ¿no? —dice intentando animarla.
—¡Sí! —contesta Uroko emocionada.
—Pero antes... podrías abrir el regalo. —Eru le entrega el paquetito que no aceptó en el restaurante—. Estaba pensando que igual nos es útil ahora.
Uroko para de caminar y lo coge, mirando a Eru mientras siente como la cara le vuelve a arder. Lo abre con cuidado de no romper el papel y lo coge entre sus dedos, alzándolo ante los dos. Es una flor de sakura que emite una luz rosa brillante, parece barnizada o algo así, porque está dura.
—Qué bonito —dice ella sorprendida.
—La luz así no dañará a los animales nocturnos, y por lo menos vemos algo...
—Arigato*.
—Nada. —Eru sonríe y vuelve a caminar sin pronunciar palabra.
Ella va detrás mirando la luz.
—Mmmm... No sé, me dijiste por Instagram que son tu familia de mentira, ¿Cómo llegaste a ellos? —pregunta con curiosidad mientras la mira caminando tranquilamente. Nunca le ha preguntado nada sobre ella misma, cree, y ahora... Tienen mucho camino por delante para poder conocerse mejor.
—Pues... me encontró mi madre —dice ella, andando a su lado—. Me cogió y me llevó a casa, sin más.
—Te encontró... ¿Dónde? —Gira la cabeza y la observa con curiosidad.
—No lo tengo muy claro, ni ella. Estaba... encerrada, creo, aunque no lo recuerdo como algo malo ni nada, simplemente estaba ahí. —dice ella encogiéndose de hombros.
—Encerrada... ¿En una jaula? O en una habitación... ¿En una torre como las princesas? —Eru no entiende nada.
—En los tres sitios. —Uroko vuelve a encogerse de hombros para quitarle importancia—. No lo sé, sólo estaba ahí, era muy pequeña. No me acuerdo de casi nada, me hablaban, en japonés. —aclara riéndose—. Ni siquiera sé mi edad real o mi nombre.
—¿En serio...? —Eru la mira sorprendido, abriendo mucho los ojos. Intenta dar sentido a todo lo que ve de ella, y siente, pero no, no lo tiene —. Así que... ¿Tu madre te salvó de estar encerrada?, ¿No sabes en qué lugar estaba esa jaula?
—En Japón. Pero tampoco es algo muy útil de saber, ¿no? Mi madre fue a matar al que me tenía encerrada, me vió y me cogió, y se convirtió en mi madre. —Le sonríe, no le afecta contarlo—. Así hace ella las cosas. —Se ríe al verle la cara de sorprendido —. Y tú crees que eres raro.
—No... no soy naaaada raro a tu lado....—Eru le mira más sorprendido aún.
—Un poco sí —Le pica ella—. Al menos yo no comparto cuerpo con un bicho extraño.
—Chsst… —La mira de reojo alzando la cabeza y sonríe con algo de malicia—. Así tengo dos mentes, porque la mía sola no llegaría muy lejos.
Ella le sigue callada, no sabe qué decir y él también camina sin pronunciar palabra. A cada paso que se acercan al sitio Eru empieza a sentir más fuerte esa sensación de tristeza. Camina cada vez más rápido y sin querer empieza a dejar a Uroko atrás. Ella nota el cambio y le sigue preocupada, rezando con el corazón encogido para que no haya pasado nada. Va tan rápido que empieza a correr. Se escucha ya el sonido del agua de la cascada chocando contra las rocas y su respiración se acelera. Llega hasta un árbol y se para en seco mirando al suelo, incapaz de pronunciar palabra. Ella se acerca a él aguantando la respiración, está segura de lo que va a ver.
—Eru...
—Está muerta. —susurra el chico cerrando los puños—. Está muerta.
—Lo siento… —Mira al suelo y ve el cuerpo sin vida a los pies del árbol.
Eru se deja caer sobre sus rodillas y abraza al búho aguantándose.
—¿Quién te ha hecho esto, eh? —habla al cadáver, esperando una respuesta que no llega mientras le acaricia las plumas.
Ella le mira sin saber muy bien qué hacer ni que decir, tiene un nudo en el estómago al verle así pero no le sale moverse.
—Eru. —Es lo único que puede decir, y le dan ganas de llorar otra vez.
Él se da la vuelta con el búho en los brazos y las manos llenas de sangre. Mira a Uroko aguantando las lágrimas y ella, sin pensar, extiende las manos pidiéndole al ave mientras se le caen las lágrimas por él, por los dos. Eru le tiende el cuerpo sin vida de Hwesta, sintiendo como su cuerpo se parte en pedazos y ella lo coge y lo abraza con suavidad contra su pecho, con cuidado de no aplastarlo.
—Onegai... —susurra, no sabe ni a quién, rogando en su idioma natal. Mira a Eru con vergüenza, como si estuviera haciendo una tontería, lo ha hecho sin pensar y ahora se siente idiota—. Onegai, onegai —repite diciendo más frases en japonés.
Él la observa, incrédulo.
—No puedo… —gime ella, coloca al búho en su regazo y lo cubre con las manos.
—Qué… —susurra sin fuerzas para hablar, con la voz ahogada.
—Que no puedo.
Uroko se calla y aparta las manos asustada, de repente el búho se mueve en su regazo.
—Usagi… —Ve como el ave que hace unos segundos estaba completamente muerta se mueve—. ¿Qué has hecho.
Uroko le mira sin poder hablar. Mira al búho en su regazo que no para de moverse, no le gusta estar ahí. Vuelve a mirar a Eru que lo mira todo con los ojos muy abiertos, algo asustado.
—¿Qué eres? ¿Qué...? ¿Cómo…? —balbucea Eru—. Hwesta está viva... Tú…
El elfo parece incapaz de pronunciar una frase completa, la mira flipando con los ojos muy abiertos y gesticulando con las manos. Ella sigue mirándole sin decir nada y sin parar de llorar, aunque sin emitir sonido alguno. El búho sale volando hacia el árbol más alto de nuevo como si nada.
—Usagi.... ¿Acabas de resucitar a Hwesta? —dice Eru por fin.
—No lo sé...
Eru se abalanza sobre ella y le da un abrazo desesperado.
—¿Qué le ha pasado? —pregunta Uroko.
—No lo sé, no sé si quiero saberlo, pero...
La mira dudando un segundo y vuelve a besarla, como en la fiesta, sin preguntar. Ella cierra los ojos y se deja, porque sí, sin pensar. Cuando se separan Eru la abraza contra él y la mira a los ojos, sonriendo levemente, pegando la frente con la suya.
—¿Te acompaño a casa?
—Hai...
Empiezan a caminar para salir del bosque sin soltarse de la mano.
Dentro de nuestro mundo hay otro, un mundo oscuro lleno de seres retorcidos y extraños en el que existen seres como Eru, un elfo particular poseído por un demonio, y Uroko, una niña con poderes curativos adoptada por una vampira, que se vengarán juntos de todos aquellos que les han hecho daño y han abusado de ellos, mientras descubren quiénes son y qué pueden hacer para ser libres.
Tsumi es una historia de amor pero también de venganza y de cómo puede cambiar tu vida si tienes al lado a las personas adecuadas.
Recuerda: los monstruos sí existen.
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