Eru empieza a aplaudir lentamente y de forma suave mientras se ríe, sonriendo de forma macabra.
—Bravo —ruge el niño con una voz más grave—. Eso sí que no me lo esperaba.
—Hola. —Uroko clava la mirada en el suelo, se muerde de nuevo el labio con fuerza, notando como el sabor a metal invade su boca.
—Buena actuación, menos mal que me sale gratis el asiento en primera fila. —Su mirada cambia al igual que su voz, como siempre.
—Me tenéis harta —susurra ella y clava la mirada en él intentando no mostrar nada.
—Pues para estar tan harta bien que me buscas.
Él se acerca a ella apoyando las manos en la pared, acorralándola.
—¿Qué quieres? ¿Por qué me llamas? ¿Qué estás buscando? —pregunta a escasos centímetros de su cara.
—Solo quería saber si estabas bien.
—¿Por qué? ¿Te importa?
Ella le aguanta la mirada recordando todo lo que le han dicho sus tíos. La va a matar, no tiene ni idea de cómo se ha metido en ese lío ni de cómo salir, y ahora lo tiene encima y puede sentir su aliento.
—Ya te lo dije, seguiré recordando tu traición.
—Yo no te he traicionado, deja de decir eso. Te ayudé, ¿no? Te saqué de ahí.
—Muy amable por tu parte sacarme del lío donde me metiste. Vas a tener que currarte algo mejor. —Levanta una ceja, aún cerca de su cara—. Vas a matar a Ras, así confiaré en ti.
—¿Al ciervo? —gime ella con un hilillo de voz.
—Sí, Eru puede clavarle una flecha.
La niña palidece angustiada y sus ojos buscan una salida.
—¿No me vas a ayudar? —pregunta el demonio, acercándose un poco más.
—Sí —cede ella, arrepentida.
—Pequeña niña lista... Aprendes rápido, ¿Quién te ha enseñado?¿Los cabrones que pretendían quemarme?
—Dicen que no tengo que hablar contigo ni provocarte. También dicen que no podemos hacer nada contra ti.
—¿Y por qué vienes a hacer lo contrario? Desobediente.
—Porque me gusta hablar contigo. Eres listo, no me aburres.
—Le has dejado K.O. De esta no se recupera.
Sigue riendo y se separa de ella que suspira aliviada más alto de lo que pretendía haciendo que el elfo sonría.
—¿Siempre estás, verdad? —pregunta ella—. Él piensa que yo te alejo, que cuando estoy con él no estás, pero no es verdad.
—No estoy. Y empezaba a preocuparme que lo supiera. —La mira serio.
—Me estás mintiendo —dice ella, aún apoyada en la pared.
—No, no lo hago.
—Siempre eres tú. Pero… aquí estoy y no lo has evitado, ¿no puedes?
—Prefiero ver cómo le das el mazazo en directo y no por el chat. Es más divertido. Me llena más.
Uroko no dice nada, no puede contar con Eru. Quiere preguntarle algo pero no sabe cómo.
—¿Qué pasa, te ha comido la lengua el gato o qué? —se burla Akuma.
—¿Está muerto? —Uroko suspira y le mira fijamente.
—No, aún no, pero falta poco. —Sonríe de medio lado, satisfecho.
—Cree que le salvaste la vida, ¿Puedes resucitar a otros? —Se mira la mano y la luz blanca que le sale de los dedos y que nunca ve nadie—. ¿Como yo?
—Tchss, ¿ves como es tonto…? —Vuelve a soltar una ligera risita—. Sí, lo sé. Tú lo llamas resucitar... Y yo lo llamo pactar.
—Lo mataste —le susurra—. Le empujaste al vacío para quedarte en su cuerpo —sigue susurrando y vuelve a morderse el labio intentando retener las palabras de forma inútil—. Si te vas volverá a morirse.
—Por eso no debes molestarme más, aunque si no le quieres qué más te da que muera.
La observa de forma altiva.
—No es eso —dice ella con toda la calma de la que es capaz, sintiendo un nudo en el pecho—. Creen que pueden sacarte, pero si lo hacen morirá, y si muere no tendrás donde volver. —Mantiene la mirada haciendo un esfuerzo—. Y te perderé.
—No me vas a perder porque no me va a sacar. —Entrecierra los ojos cruzando la mirada con la suya, acercándose otra vez a ella—. Y en el momento en el que lo mate yo seré dueño de este cuerpo, y podrás ser mía.
Uroko siente un escalofrío pero no deja que se apodere de ella. Le sigue manteniendo la mirada notando como le arde la cara y el cuerpo, pero esta vez es de rabia.
—¿A qué tengo que esperar?
—A que matéis al ciervo, ya te lo he dicho. Matad al ciervo y habré ganado esta puta guerra —explica cogiendo la cara de la niña y acercándose aún más a ella—. Y tú tienes que ser la encargada de vigilar a esos brujos y asegurarte de que el sacrificio se realice. No vas a fallarme.
—Lo haré, pero van a intentar sacarte antes, me lo han dicho. —Mira a otro lado, incómoda—. Lo van a matar y lo van a joder todo.
—Tiene que mantenerse con vida hasta que matéis al ciervo. Tienes que encargarte de eso, ¿Me oyes bien? —La mira con aspecto cabreado.
Ella asiente despacio sin dejar de mirarle.
—No te preocupes... ¿Y qué hago con Eru? Le he dicho que quiero... —No acaba la frase, está segura de que lo ha oído.
—Qué le has dicho. Dímelo.
—Que quiero estar con los dos. —Suspira, no es mentira, de momento—. Nos está oyendo, ¿verdad?
—Muy lejos, pero sí, se ha cansado de luchar por salir. Al final el que le destroza no soy yo, ¿te has dado cuenta?
Ella asiente. Al menos ya sabe lo que necesita.
—Pues si lo tienes claro hazlo bien. No falles.
—No voy a fallar.
—Así me gusta, y así lo espero. Y ahora vete —ordena soltándola y apartándose para que pueda pasar.
Asiente, se muere de ganas de irse y sin pensarlo mucho se dirige hacia la ventana y al asomarse a ella siente vértigo y no se atreve a saltar, las manos del elfo la cogen sin apenas esfuerzo de nuevo por la cintura y la sientan en el alfeizar haciendo que casi grite hasta que ve su mirada cansada.
—Eru.
—Buenas noches, Usagi —susurra casi sin voz.
—Arigato.
Le mira agotado con los ojos entrecerrados y niega despacio con la cabeza.
—No puedo más —se lo dice sin voz, legible por el movimiento de sus labios.
Ella le coge el rostro con las manos y pega su frente a la suya como hizo el demonio minutos atrás, pero lo que siente es muy distinto.
—Sí , sí puedes. —Y le da un beso suave—. Adiós, Eru.
En cuanto sus pies rozan el suelo rompe a llorar, asustada, pero se promete a sí misma que va a salvarle, como sea. Se seca las lágrimas que caen por su rostro sin control y se va.
Dentro de nuestro mundo hay otro, un mundo oscuro lleno de seres retorcidos y extraños en el que existen seres como Eru, un elfo particular poseído por un demonio, y Uroko, una niña con poderes curativos adoptada por una vampira, que se vengarán juntos de todos aquellos que les han hecho daño y han abusado de ellos, mientras descubren quiénes son y qué pueden hacer para ser libres.
Tsumi es una historia de amor pero también de venganza y de cómo puede cambiar tu vida si tienes al lado a las personas adecuadas.
Recuerda: los monstruos sí existen.
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