—¿En verdad vas a hacerlo? Tú dijiste que no podíamos confiar en él. — Erika caminaba detrás de él de un lado a otro mientras trataba de dejar todo listo para su partida.
—Y lo sigo manteniendo, pero esta es nuestra oportunidad para librarnos de una vez por todas —aplica una venda donde se había hecho el corte para sacar el rastreador de su brazo... Erika y Ritcher habían hecho lo mismo. Les contó todo lo que había hablado con el nombre de negro y lo que debía de hacer. Ellos no podrían acompañarlo, así que tendrían que ser solo ellos dos por un tiempo. — Cuida de Eri, Ritcher.
Siempre, sabes que sí.
Respondió con su lenguaje de señas. Sus movimientos se veían apagados, al igual que su expresión en el rostro. No estaba contento con eso, pero era claro que lo apoyaba. Iba a extrañarlos.
—Vendré a verlos cada vez que tenga oportunidad. No sé cuánto me tomé esta misión, pero trataré de cumplirla lo más rápido posible.
Erika suspiró y se resignó.
—Lo sé, eres el mejor. Ten cuidado — Erika detuvo a Jason en un abrazo. Sin separarse, miró a Ritcher y lo invitó a unirse. Ritcher rodó los ojos y se levantó a regañadientes de la caja de madera en donde había estado sentado para unirse en el abrazo. Ritcher era el más alto de todos y fácilmente los abarcó con sus brazos.
Cuando se separaron, Jason caminó al trozo de espejo que Erika había encontrado. Lo habían colgado en la pared de la oficina de la fábrica.
Miró la ropa que le habían conseguido para hacerse pasar por un estudiante universitario normal. Se sacó la playera y se la puso la nueva. No le convencía la imagen que reflejaba en el espejo. Sacó algunas de las demás cosas que había comprado. Contaba con un presupuesto para la misión gracias al patrocinio del Hombre de Negro.
—¿Vas a taparla? — Ambos miraron hacia el corrector y el maquillaje en sus manos.
— Será difícil explicar por qué tengo algo así en la cara, además, no quiero llamar la atención. —Cuando sus dedos tocaron la cicatriz, recordó el momento en que la obtuvo. En ese entonces, era una herida cuando el Hombre de Negro se la hizo.
—Ven, yo te ayudo —ofreció Erica y Jason se lo permitió.

La universidad de la Península es bastante grande, casi como lo sería una pequeña ciudad. Contaba con diversas facultades, así como el área de dormitorios. Dormitorios donde Jason se quedaría hasta cumplir con su misión. Solo quedaba encontrar su objetivo. Las cosas le hubieran sido más fáciles si contara con mayor información, un indicio sobre cómo comenzar o al menos a qué facultad postular para quedar junto a su objetivo. Su único conocimiento era el nombre, y que lo único interesante que tenía ese chico se reducía solo a ser el hijo de un hombre importante que amenazaba los intereses del Hombre de Negro.
Así que tuvo que hacer todo lo demás por su cuenta. Quería elegir algo que no le gastara demasiado tiempo; no venía aquí para estudiar, además no había cosa que no le hubiera enseñado ya el Hombre de Negro. A lo largo de su vida en el cuartel aprendió más que el arte del asesinato.
También le fue impuesto el estudiar diversas ciencias que forman parte de los intereses humanos, como lo era la historia. Todo individuo que desconozca su pasado está destinado a repetirlo. El Hombre de Negro siempre lo decía, como un mantra. La biología fue otro de los mayores intereses para aprender, lo que lo llevó a la base de la mayor parte de sus conocimientos, la psicología. Algunas más útiles que otras para sus trabajos. Incluyendo los idiomas. Le causaba curiosidad la didáctica que pudieran aplicar para impartir clases en la facultad, ya que toda su vida careció de un entorno escolar común.
Sin embargo, no podía dejarse engañar por las maravillas del nuevo mundo que tenía ante él. Jason se recordó a sí mismo que estaba aquí para completar la misión, nada más. Mucha gente se reunió a su alrededor. Nunca había estado expuesto a tanta gente y, por lo general, sus misiones siempre eran a cubierto, en las sombras, bajo vigilancia, sin mucha interacción.
Entonces recurrió a la fotografía, con la esperanza de que fuera un camino más solitario.
La soledad, algo que en ese lugar pareció un privilegio al que estaba muy lejano. Estudiantes, por doquiera, un mar de cabezas. Jason se pasó la correa de su maleta por sobre la cabeza y cruzarla en su hombro para evitar que pudiera caerse cuando comenzara a correr.
Correr. Un impulso que había llegado a su mente debido a la cercanía de todos quienes le rodeaban. Se detuvo. No, era algo más. Todas sus alertas se activaron, y se giró tan pronto como una persona estuvo a su espalda y apuntó de tocarle del hombro. Esquivó rápidamente el movimiento y dio un paso atrás para poner distancia. Le costó decirle a su cuerpo que no estaba en peligro.
—Hola, mi nombre es Demian. ¿Eres Jason Isaacs?
Jason lo observó; ese era el chico que quería tocarlo hace unos minutos. Obviamente, él no notó su reacción.
—Por supuesto que lo eres, porque nunca olvidó una cara, y no te he visto por aquí. Así que debes ser tú —respondió a sí mismo y se golpeó la cabeza con el interior de la mano e hizo una expresión extraña—. Somos de la misma facultad; yo soy responsable de mostrarles la universidad y todo lo que hay aquí a los nuevos.
Fueron tantas palabras del chico, que Jason no encontraba la oportunidad para intervenir en su parloteo.
—Bien... —responde sin ninguna expresión. No pensó en presentarse, ya que Demian sabía su nombre de ante mano. Jason simplemente dejó que parloteara mientras le mostraba el campus.
A ojos y palabras de Demian, hacía un día fantástico, tanto que todos habían salido a pasar el rato en el césped o las bancas. Los estudiantes estaban bien distribuidos por grupos. El chico era bajito y de lentes. Llevaba la correa de la cámara al cuello.
—Por ahí están nuestras aulas; hay materias que debemos tomar en algunas otras facultades, ya sabes, materias de relleno, por lo que probablemente tus compañeros no sean todos de fotografía, pero es una excelente oportunidad para conocer personas nuevas —excelente oportunidad para encontrar al objetivo, pensó Jason. Quizás Demian no le era tan inútil como había estado pensando. Parecía saber moverse por ese terreno y esa información le iba a servir.
—Lo primero que tienes mañana es literatura. Yo también tengo, así que puedo guiarte —Demian le arrebató las carpetas y sacó de entre todas las hojas el horario y lo puso frente a los ojos de Jason.
Jason lo observó para ver cuánto tiempo necesitaba para terminar su trabajo y cuánto tiempo necesitaba para ser estudiante. No había tenido ninguna duda hasta ese momento.
—¿Por qué el horario marca horas extras cuando ya no hay más clases? —pregunto cuando noto las casillas marcadas al final de cada jornada escolar.
Demian estaba sonriendo como si esperara esa pregunta y le encantara responderla.
—Eso es lo divertido de nuestra universidad —detuvo el paso y se giró para hablar frente a frente—. Los clubs son obligatorios y tienes que estar en uno si quieres mantener tu matrícula aquí. A la escuela le gusta presumir de los grandes talentos que salen de su institución, y eso más, las grandes mentes que posee.
Sin avisar que lo haría, continuó avanzando, dejando a Jason detrás por algunos centímetros.
—Hay casi de todo. Los más populares son de deportes. Ya sabes fútbol, baloncesto, vóleibol y lacrosse, entre otros. Los deportes son siempre los más demandados porque generan la mayor cantidad de eventos.
—¿Eventos? — La mente de Jason era ágil, pero le estaba costando seguir la pista. Vio la oportunidad de preguntar y la aprovechó. Mientras Demian hablaba, todo parecía complicarse más. No había esperado tener que destinar tiempo a algo que no le beneficiaba.
—Sí, atraer público, cazatalentos, algo que suba el prestigio de la institución y la haga popular en la ciudad. Todos los clubs deben tener un evento público al año o serán disueltos por la directiva. Los partidos entre escuelas atraen a muchas personas. Es casi como una batalla sobre qué club tiene más público y da de que hablar.
Jason no supo qué decir en un buen rato. Pronto se dio cuenta de que Demian aguardaba por una respuesta que nunca llegó. Aun así, no dijo nada y el chico solo continuó avanzando. Jason caminó detrás.
—Pero no tienes que preocuparte por eso, tienes una semana para elegir y probar en diferentes clubs. —Trato de alentarlo. Jason se dio cuenta de que ya no caminaban.
—Ese es tu edificio y aquí la llave de tu habitación. Son compartidas, así que solo respeta las reglas y todo irá bien.
Demian se despidió y corrió tras un grupo de chicos que iban pasando por la entrada.
Jason se sintió aliviado de estar nuevamente en soledad con sus pensamientos. Nuca se había sentido abrumado por tanta información que memorizar, tantas reglas nuevas a las que tendría que adaptarse y respetar. Ansioso por su libertad, ansioso por cumplir el mandato.
Solo estás ansioso porque eres su perro y quieres complacer a tu amo.
Una voz le dijo en su cabeza y se odió por pensar que podía ser verdad. Sus puños se apretaron tanto que las uñas perforaron su piel.
—Hago esto por mí, por mis amigos. Que se joda el Hombre de Negro. — Destensó sus manos y caminó hacia las escaleras del edificio, después de repetirse aquello tantas veces para alejar los malos pensamientos.
Propio de una escuela de elite, las instalaciones se parecían al lobby lujoso de un hotel. No había nadie por ahí, así que subió las escaleras hacia el primer pasillo en busca de la habitación que la llave dada por Demian marcaba.
El área del pasillo era mucho más minimalista que el lobby. No había alfombra y como decoración solo estaba una planta artificial.
Caminando hacia su puerta, tenía una calcomanía de un conejito enseñando su garra de en medio en un gesto grosero.
La ignoró y cuando estaba por meter la llave, la puerta se abrió.
Jason tenía la mirada al suelo. Reconoció los tenis que tenía frente a él. Antes no había tomado en cuenta los detalles, pero se habían instalado en su memoria. Estaba entrenado para detalles insignificantes que más adelante pudieran servir. Eran unos tenis blancos modificados con pintura. Había varios diseños de colores en ellos.
Subió la mirada y ahí estaba el chico del burdel que lo había ayudado a escapar de la policía. Los ojos de este se abrieron enormemente y lo jaló dentro.
—¿Qué haces aquí? ¿Me seguiste? —cuestiono. Su agarre lastimaba al mismo tiempo que podía sentir un ligero temblor.
—Yo no te seguí. Soy tu compañero de habitación — aclara de inmediato y se suelta con un jalón brusco. Se apartó hacia el espacio en la habitación, que estaba vacío.
El chico pareció analizar la situación como una horrible conciencia. Una que le estaba jodiendo nervios. Soltó aire y luego se limpió las manos en el pantalón.
—Bien, bueno, la cosa es así, yo no me voy a meter en tus asuntos ni preguntar nada y tú harás lo mismo, no me conoces, no me has visto antes, solo aquí, en la universidad, ¿de acuerdo? Compartimos habitación, pero no por eso tenemos que ser amigos.
Jason pensó que eso era perfecto y no tenía por qué contradecirlo en nada. Eso hacía más fáciles las cosas. Todos tenían asuntos de los que no querían hablar, y lo respetaba.
—Me parece bien. —Respondió tranquilo sin moverse de donde se había parado. Su compañero de cuarto se marchó, dejándolo solo con la parte de su habitación vacía. Metió su bolso bajo la cama y comenzó a observar todos los papeles que le habían dejado.
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