𝘔𝘢𝘳𝘪𝘢𝘯𝘯
Jueves veintiséis de octubre. Estamos en el estudio practicando las canciones que tocaremos en la fiesta de Halloween. Sigo un poco «dolida» por lo del viernes de la semana pasada. Y eso no está bien, tengo que hablar con Edward. Que, a ver, es una chorrada muy grande, pero, prefiero hablar las cosas a quedarme callada y sentirme mal. Si algo he aprendido de los libros es que la maravillosa comunicación es lo mejor del mundo.
Lo tengo decidido, cuando hagamos un descanso hablaré con él. Y dicho y hecho. Bueno, más o menos.
—Vale, descanso de diez minutos, ¿sí? —pregunto. Todos asienten con la cabeza y yo sonrío, cansada. Y bueno, todos estamos cansados. Normal, llevamos 4 horas practicando. Greg y Edward se sientan en el sofá mientras que Ricky y yo bebemos agua.
—¿Ha pasado algo entre vosotros dos? —me pregunta Ricky. La miro sorprendida.
—No —digo rápidamente al terminar de beber el agua—, bueno, sí, pero es una tontería —Ricky enarca una ceja. Dejo la botella en el suelo—. Luego te cuenta. —Ella asiente y yo me acerco a donde están Edward y Greg.
—Mariann, necesito tu opinión —dice Greg, mirándome, con cara de preocupación. Enarco una ceja—, va a sonar un poco repentino pero… Llevo un tiempo pensándolo y… —suspira—, creo que voy a romper con Isaac. —Enarco ambas cejas. Vale, eso sí que no me lo esperaba.
¿En serio quiere dejar a Isaac, por qué? Si se nota que le quiere muchísimo. ¿Habrá pasado algo entre ellos dos?
—Vaya… —es lo único que me sale decir. Sé que no es de mucha ayuda que diga eso, pero, en serio, no sé qué más decir.
—Sí, «vaya» —Greg suspira. Carraspeo la garganta, llamando su atención.
—¿Ha pasado algo entre vosotros? —pregunto mientras me siento en el suelo. Greg niega con la cabeza.
—No, no ha pasado nada, todo va bien.
—¿Entonces? —pregunta esta vez Ricky, que se sienta a mi lado en el suelo.
—He estado pensando que… Bueno, soy mayor que él, quizás demasiado —traga saliva fuerte antes de continuar hablando—, sé que no es tanto tiempo, realmente dos años no es nada, pero, es cierto que estamos en diferentes momentos de la vida. Es muy diferente tener quince años a tener diecisiete, creo que todos aquí lo sabemos —suspira llevándose las manos a la cara, cabizbajo—. Y, aunque él no quiera admitirlo, sé que estaría mil veces mejor con su ex que conmigo —su voz se quiebra al decir esto último. Joder.
Miro a Edward desconcertada, él niega con la cabeza, un poco triste, mientras le acaricia el brazo despacio a Greg.
—Creo… Creo que deberíamos de dejar el ensayo por hoy —todos asienten con la cabeza. Me levanto del suelo—. Greg, ¿qué te parece si estos días los dejas pensar en eso? De todos eres el que más aprendido lo tienes y más has practicado —Greg me mira y asiente con la cabeza aún triste. Joder, no me gusta verlo así.
Al final le decidimos quedarnos a recoger todo Ricky, Edward y yo, y que Greg se vaya a descansar. Es lo mejor para él, sinceramente.
Mientras recogemos y limpiamos no paro de mirar de reojo a Edward, intentando buscar un momento para hablar con él. Al parecer Ricky se da cuenta de esto.
—Termino de limpiar yo, creo que vosotros dos tenéis que hablar —me dice Ricky en un susurro. Yo asiento con la cabeza, viéndola como si fuera una heroína.
—Gracias —le agradezco en un susurro. Ella niega con la cabeza como si estuviera diciendo «no es nada»—. Oye, ¿podemos hablar un momento? —le digo a Edward nada más haberme acercado a él. Edward asiente con la cabeza y salimos del estudio.
—¿Pasa algo? —me pregunta, algo preocupado. Asiento con la cabeza. Joder, ya siento que voy a llora. Respiro profundamente—. Mariann, ¿estás bien? Me estoy empezando a preocupar…
—Estoy bien —le interrumpo—. Bueno, no, pero sí —enarca una ceja, confundido. Joder, ni yo me entiendo—. ¿Sabes como te he dicho que la herida de la mano me la hice sin querer con un cúter? —asiente con la cabeza despacio—. Bueno, es mentira, no me la hice con un cúter, se me cayó un vaso en la cafetería y al ir a recogerlo me corté sin querer con el cristal.
—Pero…
—Se me cayó el vaso al verte hablando con Jack —le interrumpo—. Edward, ¿por qué no me contaste que tenías una cita con él? —pregunto. Junto mis dos manos, moviéndolas en un movimiento nervioso. Miro fijamente a Edward con un puchero ya formado en mi rostro.
—No fue una cita. —Es lo primero que dice. «¡Me da igual que no fuese una puta cita, Edward, solo quiero saber por qué coño quedasteis!», pienso. Al ver que no digo nada vuelve a hablar—: Quedamos porque nos compramos un libro entre los dos y como yo lo leí primero tenía que dárselo para que él pudiera leerlo. Por eso quedamos. —Respiro aliviada.
—Vale, solo soy una exagerada —sonrío—. Pero ya veo que estaba siendo muy interesante lo que te estaba diciendo, se me cayó el vaso a un metro de distancia y ni te diste cuenta. —Enarca ambas cejas.
—¡¿Qué?!
Treinta y uno de octubre, Halloween.
—¿Me vas a llevar a la fiesta o no? —espeto más borde de lo que me gustaría. Marco me mira fijamente, pero no habla, no dice nada. Frunzo el ceño—. ¡Agh! —me llevo las manos a la cabeza intentando tranquilizarme un poco. Pero, es que, lo único que consigo es querer arrancarme el pelo.
—La princesa no puede tener siempre lo que quiere, mucho menos si yo no consigo nada a cambio —dice con una sonrisa burlona.
—Lo que vas a conseguir que te dé es una buena hostia, y como sigas por ese camino un escupitajo también —le amenazo apuntándole con el dedo índice. Él, simplemente, se ríe. Dios, es que ya no puedo más, en serio.
—Las cosas no se piden así, ¿sabes? —suspiro fuertemente mientras ruedo los ojos. No le aguanto más.
—Por eso nadie te quiere —le digo con los ojos entrecerrados. Él me saca el dedo corazón y antes de que podamos decir, o hacer, algo más mi madre aparece por la puerta de la cocina.
—Marco —le llama la atención mi madre. Él se gira para mirarla, y yo, sonrío cuando no me ven ninguno de los dos. Mi madre me mira de pies a cabeza, como si estuviera analizando mi vestimenta o algo. Enarco una ceja, sugerente—. ¿A qué hora empieza la fiesta, cariño? —me quedo pensando unos segundos.
A ver, la fiesta empieza a las nueve, lo que quiere decir que tenemos que estar allí, por lo menos, media hora antes, entonces, debería de salir a las ocho de mi casa como muy tarde y encontrarme con mis amigos a las ocho y cuarto.
—Ocho y media —digo finalmente. Mi madre asiente con la cabeza no tan convencida.
Sé que no le gusta que esté fuera de casa, sin nadie que me «vigile» y de noche. Pero, joder, no es para tanto, que tengo diecisiete años, no cinco, por Dios. Tendré derecho de pasármelo bien mis últimos años de adolescencia, digo yo, vamos. Pero claro, esa es solo mi opinión. Y mi opinión no es válida. Suspiro mientras empiezo camino fuera de la cocina.
—Ya me buscaré la vida, no hace falta que me lleves —le digo a Marco antes de irme directa escaleras arriba hacia mi habitación. Joder, no tengo ni elegido el disfraz y no es como que tenga todo el tiempo del mundo para pensar en uno.
Edward 🏳️🌈
Mariannita: Edward, no sé de qué disfrazarme…
Edward 🏳️🌈: Pues no sé
Edward 🏳️🌈: Yo voy a ir de Edward Cullen
Edward 🏳️🌈: Jasjajs
Edward 🏳️🌈: Podrías ir de vampira tu también
Edward 🏳️🌈: Aunque no de crepúsculo, que no te gusta
Edward 🏳️🌈: PUEDES IR DE CARMILLA
Edward 🏳️🌈: Por eso de que eres lesbiana ajsajjsaj
Mariannita: Eso voy a hacer
Mariannita: Paso de pensar más
Mariannita: Gracias
Dejo mi móvil en el tocador y me voy directa al armario —como si alguna vez hubiese salido de él, sabes— para poder ver qué puedo ponerme de «disfraz». A ver, tiene que ser algo negro y, probablemente, rojo también. Algo en plan Romantic Goth.
—Supongo que esto puede funcionar —me digo a mí misma al encontrar un vestido largo, ajustado y negro. Vale, sé que eso no es nada Romantic Goth, es simplemente un vestido negro, pero es que no tengo nada más de ese estilo.
Una vez me he cambiado y me he puesto el vestido salgo corriendo hacia la habitación de mi madre descalza. Claro, yo no había pensado en que no tengo zapatos negros, al menos no que combinen con el vestido.
—¿Mariann? —me giro para poder ver quien me ha hablado. Aunque claro, sé que es mi madre por la voz—. ¿Qué haces? —me pregunta al verme de rodillas mirando la cajonera donde guarda sus zapatos.
—Necesito unos zapatos negros, no tengo ningunos que vayan con el vestido, mamá —digo rápidamente volviendo a mirar la cajonera.
—¿Por qué no coges esos tacones negros y ya? —sugiere. Asiento con la cabeza y cojo los tacones.
—Gracias —le digo mientras salgo de la habitación para volver a la mía. Miro la hora en mi teléfono. Siete y media de la tarde. Mierda. Como no me de prisa voy a llegar tarde, y lo peor de todo es que sigo sin saber cómo voy a llegar a la casa de Nathaniel—. ¡Agh! —me quejo para mi misma.
Edward 🏳️🌈
Edward 🏳️🌈: MARIANN
Mariannita: ???
Edward 🏳️🌈: Mi madre se ofrece a llevarnos en coche a la fiesta
Edward 🏳️🌈: Vamos a por ti??
Mariannita: SÍ, POR FAVOR
Edward 🏳️🌈: JAJSAJSJAJS
Edward 🏳️🌈: Bien
Edward 🏳️🌈: Porque estamos a cinco minutos de tu casa
Dejo el móvil en el tocador. ¿Cinco minutos? Voy mal de tiempo, muy mal. Me maquillo rápidamente como puedo poniéndome sombra roja y haciéndome un pequeño eyeliner. Y darle gracias a Dios que me de tiempo de ponerme pintalabios rojo antes de que lleguen. Me pongo mis pendientes favoritos —los new diamond heart de Vivienne Westwood en plata—, que, además, casi no suelo usar, y un collar que tiene una cruz.
—Mariann, Edward te está esperando —dice mi padre, en la puerta de mi habitación.
—¡Voy! —cojo un bolso pequeño negro, guardo el pintalabios y me pongo una chaqueta roja granate antes de salir corriendo por la puerta con los tacones en la mano—. ¡Me voy ya! —grito, avisando a mi familia. Cuando estoy en la entrada me pongo los tacones y, ahora sí, salgo de mi casa.
—Mariann —dice Edward, saludándome desde el coche con la puerta abierta.
—Hola —le devuelvo el saludo mientras me siento a su lado en la parte trasera del coche.
Al fijarme mejor ya estaban todos, bueno, todos no. —Y bueno, sin contar a Morgan—.
—¿Y Ricky? —le pregunto a Edward.
—He decidido ir por el camino del lesbianismo —dice con falsa decepción. Enarco una ceja. ¿Camino del lesbianismo, qué dice?—. O sea, que va a venir en moto y con Roxy. —Aclara. Asiento con la cabeza.
Mientras Morgan nos lleva habla con Greg y Edward. Yo casi no hablo, solo respondo si me dicen algo y respondo con frases cortas. Miro a Edward, analizando su disfraz.
Edward va con el pelo suelto, una camisa negra al igual que los pantalones y los zapatos. Y si no fuera por el maquillaje, probablemente, parecería que va a un funeral en vez de a una fiesta de Halloween. Lleva un poco de sombra roja por las ojeras y por el párpado lleva un poco de purpurina plateada.
—Muy bien, pues ya hemos llegado —dice Morgan. Salgo del trance de mis pensamientos y asiento con la cabeza. Salimos todos, menos Morgan, del coche—. Pasarlo bien. Cariño —llama a Edward. Mientras, Greg y yo sacamos del maletero los instrumentos y demás—, cuando queráis volver mándame un mensaje, ¿si?
—Está bien —asiente con la cabeza—. Hasta luego —se despide con una sonrisa. Morgan asiente con la cabeza también con una sonrisa y se va—. ¿Vamos? —Greg y yo asentimos con la cabeza y entonces empezamos a caminar hacia la casa, obviamente primero cogemos las cosas que tenemos que llevar. Bueno, la palabra «casa» se le queda corta. Más bien dicho; es una mansión. Aunque, bueno, creo que yo no estoy para hablar, ya que mi casa es igual de grande.
Greg va con una camiseta azul, encima de la camiseta lleva una camisa blanca con algunos botones abrochados, un pantalón vaquero tipo Mom Jeans negro y unas converse azules del mismo color que la camiseta.
Una vez estamos delante de la puerta llamo a esta y, segundos después, Nathaniel la abre.
—Hola —nos saluda con una sonrisa. Vaya, sonríe como si fuéramos amigos de toda la vida… Un poco bipolar es este chico, ¿no creéis?
—Hola, ¿hemos llegado bien de tiempo? —le pregunta Greg devolviéndole la sonrisa.
—Sí, perfecto —responde Nathaniel—. Pasar, por favor —dice, moviéndose a un lado de la puerta para dejarnos pasar y luego nos guía hacia un salón que tiene un pequeño escenario.
—Guau, no esperaba que fuésemos a tener hasta un escenario —digo impresionada. Miro a Nathaniel que ahora sonríe aún más. Vaya, sí que está emocionado el chico.
—He intentado hacer lo mejor posible —dice ilusionado—. ¿Está bien el escenario? Supongo que habréis tocado en escenarios mejores pero…
—Está es la primera vez que tocamos en directo —le corta Edward a Nathaniel. Nathaniel nos mira anonadado.
—¿No? —pregunta, incrédulo. Niego con la cabeza—. Oh, bueno…
—Sabemos lo que hacemos. —Le corto.
—¿Qué?
—Sabemos lo que hacemos —repito—. Aunque nunca hayamos tocado en ningún sitio sabemos lo que hacemos, somos buenos. —Termino de decir.
—No lo dudo, solo me parece raro que nunca hayáis tocado en ningún bar ni nada de eso. —Oh… Así que no se iba a burlar de nosotros… Vale, error mío—. Sí necesitáis algo estaré en mi habitación terminando de vestirme, está en el piso de arriba, segunda puerta a la derecha. —Todos asentimos y él se va.

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