CAPÍTULO 10
— ¿Qué haces aquí?
Por un momento Amira dejó de ver aquel jardín de rosas blancas y buscó aquella voz, misma que, para su sorpresa se trataba de Débora.
— Eso es lo que yo debería decirte, ya es muy tarde, deberías de dormir.
— Lo sé — se acercó más a ella —. Pero ahora es lo que menos puedo hacer desde la llegada de la señorita Arche.
— Supe que regresó esta tarde — Amira sonrió levemente.
— Y es así — miró las rosas —. Pero... no sé si es porque está cansada, pero nunca había regresado así antes... Ni siquiera cuando renunció.
— ¿A qué te refieres?
— Supongo que no importa que te diga esto — suspiró y se sentó a la orilla de una fuente — La mayoría de los reinos aledaños a este creen que el señor Arche le robó el trono a su hermana mayor, la princesa Selene Arche, cuando en realidad... solo renunció al trono.
— ¿Por qué me dices esto? — Amira se sentó a lado de Débora.
— Quizá algún día te sea útil.
— Ni siquiera pertenezco a este mundo.
— Lo sé — dijo sin chistear.
Al ver su reacción Amira se mostró sorprendida, Débora lo notó y mira fijamente a Amira.
— Perdón, es que no esperaba esa reacción, a la mayoría a la que le digo esto me miran raro.
— Es natural, sin embargo... creo que alguna vez escuché una historia similar, además... — miró al cielo — pude ver el momento preciso en el que apareciste en aquel balcón.
— ¿Enserio? — Mostró una expresión entre la sorpresa y la curiosidad.
— Sí — respondió en seco.
— ¿Y cómo fue que...
— Creo que es momento de que me vaya — Débora la interrumpió y se levantó repentinamente — Ya ha de estar todo más tranquilo, además... está empezando a hacer aire — Débora hizo una ligera reverencia — Buenas noches, me retiro... su majestad.
— Pero yo no...
Antes de siquiera poder terminar de hablar, Amira veía como Débora se alejaba cada vez más con rapidez. Se había quedado sin palabras, totalmente desconcertada en medio de aquel jardín de rosas, es cierto que su cabeza no había dejado de pensar desde que había llegado al palacio y enseguida supiera de la llegada de Selene.
Pero ahora, había algo más, no solo era el presentimiento de que varias cosas volverían a cambiar a su alrededor, sino más bien, algo relacionado con Débora. Su interacción todo este tiempo no ha sido de un par de palabras, se podría decir que hablaba más con el ama de llaves que con Débora, a pesar de que siempre se encontraba relativamente cerca.
Era intrigante, era como si supiera todo lo que estaba pasando, pero no quería decirlo, ocultaba algo, eso es seguro. Aunque lo que era más intrigante era por qué le había dicho "majestad", está claro que ella no es de la realeza ni nada parecido en su mundo, tampoco la había llamado así anteriormente, ¿Por qué ahora la llamaría así?
Desde el momento en el que regresó al palacio después de aquel largo paseo, su cabeza no dejaba de pensar, los pensamientos se hicieron cada vez más intrusivos hasta impedirle dormir. Esa noche no pudo dormir ni un minuto, fue una noche terriblemente larga, la cual no dejaba de llenarle la cabeza de ideas, pero lo que no sabía, era que no era la única que no había podido dormir. Esa noche muchos ojos permanecieron abiertos esperando dormir bajo las estrellas.
A la mañana siguiente, era tan temprano que aún no salía el sol, Amira no podía dormir, por lo que salió de su habitación, caminó por los largos pasillos de aquel gran palacio, estaba tan silencioso y tan solitario, que parecía que nadie habitaba en él. Caminó por un largo tiempo cuando se cruzó con una figura, empezaba a amanecer, por lo que se podía ver con claridad.
Recargada en uno de los balcones de aquel gran palacio. Figura esbelta, era una mujer, tenía el cabello rubio, el cual resplandecía como hilos dorados cada vez que el sol los iluminaba más. Amira se acercó más a aquella mujer en camisón, sentía curiosidad por ver su rostro, el cual cuando lo vio mostraba unas finas facciones, tenía la tez muy pálida, lo que hacía resaltar sus ojos color aqua, además de aquellas ojeras que probablemente eran resultado de no haber dormido aquella noche, y tal vez otras más.
Aquella mujer sabía que era observada, no era poco más de dos años más grande que Amira, se concentraba en ver aquel amanecer, pero entonces, miró fijamente a Amira, la miraba con detalle, como si la estuviera analizando, o tal vez... como si estuviera corroborando información que antes se le había dado.
Abrió la boca para hablar, pero no salieron palabras, solo la cerró y volvió a mirar como el sol se iba poniendo en aquel amanecer, nuevamente volvió a mirar a Amira con detenimiento, lo que hacía que Amira tuviera los nervios de punta, pues no sabía que es lo que pensaba aquella mujer, su expresión era seria, indescifrable. En algún punto eso le recordaba a Tyler, a quien nunca sabía que pensaba, podría tener un rostro amable o podría burlarse de ella, pero nunca sabía que era lo que pensaba, siempre era un misterio lo que pasaba por su cabeza.
A pesar de siempre estar cerca de él, nunca pudo darse cuenta de que el seguía buscando su hogar, nunca sabía de sus pensamientos repentinos, o ideas que tal vez para Amira no sabía porque las diría en ese momento. Al recordar brevemente a Tyler, una sonrisa se dibujó en el rostro de Amira. Aquella mujer notó el cambió, abrió sus ojos por una ligera sorpresa, entonces después de tanto volvió a abrir la boca, y en esta ocasión dijo:
— Tu eres Amira... ¿no es así?
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