—Este procedimiento te será más fácil para resolver estos ejercicios. ¿Tienes alguna duda? —mi tutor giró su cabeza hacia mí para mirarme. Aparté la mirada de la suya, no quería volver a sentir esa sensación desagradable.
—No. Lo entendí bien —puse mis ojos sobre mi libreta luchando por no mirar a mi tutor.
—Muy bien, entonces eso sería todo por hoy —él comenzó a guardar sus libros en la mochila negra que tenía—. Mañana te pondré a resolver problemas sobre lo que vimos hoy y veremos química.
Tres horas... Gracias al cielo que ya se había terminado.
—Sí —me puse de pie y me estiré. Empezaba a darme hambre, así que iría por algo para ingerir. Había estado comiendo solo durante estos últimos meses, no era muy fan de eso. Miré la espalda de mi tutor. No me gustaba su carácter, pero las relaciones siempre se podían mejorar.
—¿Quieres comer conmigo? —él se levantó y me miró de manera inescrutable.
—No —dijo mientras cerraba su mochila y se la colocaba en la espalda—. Me voy, nos vemos mañana.
Eso era muy grosero de su parte, ni siquiera me dio las gracias por la invitación. Igual no me importaba. No era como si quisiera pasar demasiado tiempo con mi pendejo tutor caliente. Había hombres mejores que él.
Mis ojos vagaron impulsivamente por su bien trabajado cuerpo y se quedaron fijos en su entrepierna. Mordí el interior de mi mejilla y quité los ojos de ahí. Ya no sabía ni a quién odiaba más, si a él o a mí por desearlo.
—Te acompaño —le dije pasándolo de largo y abriendo la puerta de mi habitación. Salimos de mi cuarto y caminamos por el pasillo para llegar a la puerta principal.
—Adi- —iba a despedirme de él cuando llegamos a la puerta, pero él la abrió y la cerró tan rápido como estuvo fuera de la casa sin dejarme terminar.
Idiota petulante.
No me agradaba.
Fui hacia el refrigerador y lo abrí. Mi mamá me había dejado pollo en salsa verde y una rebanada de pastel con una nota.
"Perdón, no te enojes conmigo. Lo hago porque te quiero. Nos vemos mañana, come bien."
El pastel era de queso con zarzamora, el sabor que más odiaba...
Tomé la comida, la calenté y la dejé sobre la mesa del comedor. Me senté en una de las sillas. Bajé mi mano hasta la bolsa de mi pantalón para sacar mi celular, pero no lo sentí. Daniel se lo había llevado. No, “Daniel” no, pensar en mi tutor por su nombre era raro e incómodo. Él era mi tutor (idiota) y no Daniel. Suspiré y metí una cucharada de comida a mi boca. Mi tutor (idiota) era extraño y desagradable. Parecía estar enojado con la vida, al menos esa fue la impresión que me dio desde el principio. No creí que pudiera ser expresivo, pero él se fastidiaba cuando me distraía con algo y dejaba de prestarle atención. Era divertido.
Mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Pateé fuera de mi cabeza estos intrusivos pensamientos y borré con disgusto la sonrisa de mi cara. No debería estar pensando en él, ese idiota era fastidioso y un maniaco del control. Aunque me gustara escuchar su voz grave explicando cada tema, sus largos y gruesos dedos sujetando la pluma para escribir, su muy profunda mirada, él pestañeando cada 5 segundos (sí, conté el tiempo, estaba aburrido), su cuerpo bien trabajado y su guapo e irritante rostro, eso no significaba nada porque su manera de ser era un asco.
Pensé en cosas que nada tenían que ver con mi tutor, hasta que mis pensamientos volvieron a él. Era oficial, yo mismo me odiaba. No podía dejar de pensar en él. ¿Por qué ese estúpido tenía que ser tan caliente?
Terminé de comer. Lavé los trastes y fui a la sala para tumbarme en el sillón y ver tele, hace tiempo que no lo hacía. Mi celular era más entretenido, pero un tonto se lo había llevado.
Lo primero que apareció cuando encendí el televisor fue una novela que solía ver con mi madre hace un par de años… Esos días parecíamos llevarnos bien, hasta que gradualmente todo se cayó al suelo.
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