𝘑𝘢𝘤𝘬
—¿Y él es…? —pregunta la tal «Sky». Edward me mira por unos segundos y sonríe.
—Él es Jaaack —se ríe. La chica me mira fijamente y asiente mientras sonríe un poco.
—¿Y a dónde vais?, si se puede saber
—A casa, obviamente, ¿dónde iríamos sino? —Dice Edward con obviedad. La chica se ríe. Estoy tan confundido ahora mismo, en serio, no sé de qué se está riendo, y no sé de qué se conocen estos dos.
—Claro, claro —le da la razón la chica—. Bueno… Yo voy a entrar a la fiesta… Estem… ¿Pasarlo bien?
—Qué —suelto sin pensar. La chica se ríe y entra en la casa. ¿Qué? No, en serio, ¿qué? No entiendo nada, joder. En fin, será mejor que lleve a Edward a su casa antes de que se haga muy tarde. Miro a Edward fijamente, él levanta los hombros, restándole importancia—. Oye, Edward —le llamo.
—Dime JackieJack —sonrío. Vaya, se me había olvidado ese apodo… No Jack, no sonrías. Amigos, y ya.
—Vas a tener que guiarme a tu casa, porque yo no sé donde es, ¿sabes? —se queda unos segundos pensando. Dios, está demasiado mal. ¿Aguanta tan poco el alcohol o le había puesto mucho a la bebida la chica esa? Supongo que nunca lo sabremos—. ¿Sabes dónde está tu casa, no? —Edward sonríe.
—Claro que lo sé —dice con obviedad—. Lo que pasa es que ahora no me acuerdo, pero yo lo sé. —Dios mío. Vamos de mal en peor, de verdad.
—Vale… vale —susurro para mi mismo, pensando en qué puedo hacer ahora. Bueno, podríamos volver a entrar y buscar a Mariann para preguntarle, podría mandarle un mensaje…
—Ya sé, ya sé —dice, alegre. Le miro fijamente con una ceja enarcada—. Le voy a mandar un mensaje a mi madre —dice asintiendo con la cabeza varias veces. Vale, bien, solucionado, ¿no?
𝘔𝘢𝘳𝘪𝘢𝘯𝘯
Una vez me termino la bebida decido ir a por otra. Camino hacia la cocina.
—¡Mariann, estás ahí! —me giro lentamente con una ceja enarcada—. Dios, te habíamos perdido —Dice Ricky con falso dramatismo. Me río.
—Solo fui a ver a Edward, nada más. —Su sonrisa de oreja a oreja cambia a una cara de preocupación. ¿Y ahora qué le ha dado a esta mujer?
—Oh… Y…, ¿qué tal está?
—Deja de fingir demencia, Ricky, ¿qué es lo que no quieres que vea? —Ricky traga saliva.
—O sea, no es que no quiera que veas, pero… No sé, no creo que Jack te caiga muy bien y sé que no te gusta verlo con Edward, así que… —se queda unos segundos pensando—, eso, básicamente. —Termina de decir. Vaya… No sé ni qué decir. O sea, aprecio que se ¿preocupe por mí? Pero creo que ya tengo una edad para ocuparme de estas cosas solita. Vale que no haya sido la mayor fan de Jack, ni de que él y Edward tuviesen… Lo que sea, pero… Tampoco es para tanto, ¿no?
—He hablado con Jack —Ricky abre los ojos, sorprendida—. Se ha llevado a Edward a casa, ha hecho bien —asiento con la cabeza—. Edward estaba un poco… —pienso un poco el cómo decirlo—, perjudicado, digamos. —Ricky asiente con la cabeza varias veces.
—¡HEY MIS BROOO’S, LA FIESTA HA LLEGADO! —grita alguien a mi lado. Me giro lentamente para ver quién lo ha dicho. Pero ¿qué hace un putísimo niño en una fiesta? Y encima, vestido de cucaracha.
—¡Que te puto calles Erick! —dice Abril, estresada, al lado del niño.
—¡Eh, tú a mi no me mandas a callar, zorra! —enarco una ceja, confundida no, lo siguiente. ¿Ese niño acaba de llamarle…?
—¡Como me vuelvas a llamar zorra te voy a dar un CODAZO! —le amenaza Abril. Estoy tan confundida ahora mismo, tengo tantas preguntas…
—Pero ¿por qué cojones está Erick aquí? —pregunta Roxy, indignada. Abril se lleva las manos a la cabeza—. ¿Y por qué está vestido de cucaracha?
—¡Eh no soy una puta cucaracha, estúpida, soy un superhéroe! —se queja el tal Erick. Roxy se empieza descojonar.
—Sí, eres super cucaracha. —Todos, Ricky, Roxy, Abril, Greg, Isaac y yo, nos empezamos a descojonar.
—¡No os riais! —vuelve a decir Erick—. ¡NO SOY UNA PUTA CUCARACHA! —el niño sale corriendo.
—¡Pero ve a por él, Abril! —le dice Roxy, dándole un golpe en el brazo a la antes mencionada.
—Qué va, si se habrá ido con la idiota de Delilah —dice Abril despreocupada. Roxy asiente tranquila, bebe de su bebida pero parece que se da cuenta de algo.
—Espera, espera, espera…
—Espero –le interrumpe Abril. Roxy rueda los ojos.
—¿Qué hace aquí Delilah?
—No lo sé ni yo, pero han venido las viejas, y también la rubia esta… —se queda unos segundos pensando. ¿Rubia? ¿Qué rubia? ¿Quién es Delilah y quiénes son «las viejas»?—. La rubia… ¡Barbie! —Roxy se le queda mirando aún más confundida que antes.
—Pero ¿qué Barbie ni qué Barbie, qué dices? —se queda pensando unos segundo—. ¿Te refieres a Anastasia?
—¡Eso, Anastasia! —Roxy frunce el ceño—. Lo que he dicho, vamos, igualito.
—Pero, pero ¿tú eres imbécil? —Anastasia… ¿De qué me suena a mi ese nombre…?
—¡Espera, ¿mi prima está aquí, dónde?! —grita Greg. ¡Hostia, Anastasia la prima de Greg! Ahora todo tiene sentido, y mucho. Abril le ignora completamente mientras sigue peleando con Roxy. Greg empieza a caminar, supongo que, para buscar a su prima.
Decido no quedarme más rato aquí, viendo como se pelean, si es que a eso se le puede llamar pelea, así que yo también me voy.
Me dirijo a la cocina. Una vez llego a esta me pongo algo para beber y me voy en busca de una habitación vacía. Una misión difícil, lo sé, pero aún así lo voy a intentar.
—¿Mariann? —Me giro, a mitad de la escalera, para ver quién ha dicho eso.
—Oh… Hola Sky, cuánto tiempo —digo, soltando una risa nerviosa. Pero, ¿qué cojones? Sky sonríe—. ¿Qué haces aquí? Si has venido a por Edward llegas un poco tarde, se ha ido con…
—No, no, no he venido por Edward. —Oh, vaya… Bueno saberlo, supongo.
—¿Conoces a alguien aquí…? —pregunto, aunque ahora mismo me gustaría golpearme a mí misma. ¿Y a mí qué me importa si conoce a alguien que esté aquí? ¡No es asunto mío! Antes de que Sky pueda responder vuelvo a hablar—: Ha sido un placer volver a verte pero… —pienso en una excusa para poder irme de aquí—. Tengo que ir al baño… Ya nos veremos luego si eso… —sonrío. Ella asiente con la cabeza y yo aprovecho para escabullirme.
Subo todo lo rápido que puedo escaleras arriba y me meto en la primera habitación que veo… Aunque…
A lo mejor no debería de haber hecho eso.
𝘑𝘢𝘤𝘬
Después de dar mil vueltas, por fin, llegamos a la casa de Edward. Me acerco a la puerta y llamo al timbre de esta. Suena la típica melodía de los timbres y a los pocos segundos alguien abre la puerta, me aparto un poco de esta, dejando espacio.
—Oh… Hola —saluda una mujer morena que es, literalmente, igual a Edward. Carraspeo un poco la garganta—. Mmm —se queda pensando unos segundos—, soy Morgan, la madre de Edward, encanta de conocerte… —deja la frase en el aire mientras me ofrece su mano.
—Jack —acepto el apretón de manos—, me llamo Jack, soy… amigo de Edward —digo finalmente, y, en ese momento, mi corazón se empieza a quebrar. Pero creo que es lo mejor. Siento que nunca sería lo suficiente para estar con Edward. Vaya, realmente sueno como un dramático.
—¿Queréis tomar algo? —nos pregunta Morgan con una sonrisa. Miro a Edward, niega con la cabeza. Vuelvo a mirar a Morgan.
—No, gracias, pero será mejor que Edward beba un poco de agua. —Morgan asiente un par de veces.
—¿No te vas a quedar un rato? —me pregunta Morgan. ¿Debería…? No, no debería de quedarme un rato pero… ¿Y si Edward no bebe agua? Entraré un rato, pero solo para asegurarme de que Edward esté bien y beba agua.
—Sí, está bien, pero… Solo estaré diez minutos —Morgan asiente con la cabeza, feliz, y se aparta a un lado de la puerta para dejarnos pasar. Ambos pasamos y Edward me guía a su habitación.
𝘔𝘢𝘳𝘪𝘢𝘯𝘯
Cierro la puerta con cuidado, respiro tranquila y me doy la vuelta. Inspecciono un poco la habitación. Es un despacho, un despacho digno de una oficina, muy espacioso, demasiado para mi gusto. Por las paredes a mis lados solo hay estanterías, en frente de mí, a unos pocos metros de distancia de la puerta, hay un escritorio, típico escritorio antiguo que no se ve la parte trasera de él. Junto al escritorio hay una silla y en la pared de detrás de este hay ventanas, ventanas grandes.
Camino hacia el escritorio, dejando el vaso en este y acariciando el borde del escritorio. Respiro tranquila. No hay nadie, no hay gente aquí, estoy sola. Sola.
Pero al parecer el universo no quiere eso y de un momento a otro escucho el ruido de la puerta siendo abierta. Joder, ¿qué hago? Voy rápido detrás del escritorio, escondiéndome debajo, justo en el hueco en el que, si no estás delante, no se ve.
Y justo es en este momento, una vez ya me he escondido, es en el que me doy cuenta de que he dejado mi vaso encima del escritorio. Mierda.
Cierran la puerta de un portazo. Joder, ¿era necesario eso? Más bien, ¿era necesario que yo me escondiera? La respuesta es: no.
Escucho pasos, como si se estuvieran acercando al escritorio. Mierda, mierda, mierda, ¿yo qué hago ahora? Contengo la respiración, incluso, me tapo la boca con las dos manos. ¿Quién habrá entrado ahora aquí? Y, sea quien sea, espero que se vaya rápido o me tocará salir… O esperar a que se vaya…
De repente empiezo a escuchar unas respiraciones aceleradas y sonidos de besos. Que. Puto. Asco. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Cambio de taparme la boca a los oídos, pero no es de gran ayuda, les sigo escuchando. Dios ayudáme, por favor. Sé que no me debes de querer mucho por no ir a misa, no rezar todos los días o nunca, no seguir lo qué sea que ponga en la biblia y… Bueno, por ser lesbiana. Pero, por favor te pido, Dios, que me ayudes a salir de esta situación, haz que paren o ármame de valor para poder salir de mi escondite y mirarles a la cara después de escucharles.
Y entonces, en este preciso momento, decido que voy a salir de mi escondite. No sé de dónde voy a sacar los ovarios para hacerlo, pero lo voy a hacer. Respiro profundamente. A la cuenta de tres salgo, lo tengo decidido.
Uno… Se escucha un golpe en el escritorio. Ya me estoy arrepintiendo.
Dos… Escucho el ruido de algo que cae al suelo, probablemente sea mi bebida.
Tres… Ya no se escucha nada. Uf, mejor. Salgo del escritorio todo lo rápido posible, pero, con los ojos cerrados y de espaldas a las personas para que las personas que estén ahí les de tiempo de… Lo que sea.
—¡¿Mariann?! —gritan las dos personas a la vez. Espera un momento, esas voces me suenan a mí… Son las de… Me doy la vuelta rápidamente mientras vuelvo a abrir los ojos.
—¡Qué cojones! —grito, porque ya ni me sale como una pregunta, al ver a Nathaniel y Oliver delante del escritorio, ambos con las mejillas rosadas y los labios rojos. Los dos me miran anonadados—. ¡Vosotros… Vosotros sois los que estabais haciendo ese ruido! —Me llevo una mano a la boca. No. Me. Jodas. ¿Oliver y Nathaniel están liados? Pero, ¿qué coño? A este punto ya no sé quién está más sorprendido, si ellos o yo.
𝘑𝘢𝘤𝘬
Edward se sienta en su cama, le da unos golpes a su cama, justo al lado de él, supongo que para que yo también me siente. Hago caso, voy y me siento a su lado. La habitación se llena de un silencio incómodo, de esos que hay tanto silencio que se puede escuchar la respiración del contrario.
Alguien, la madre de Edward, supongo, llama a la puerta.
—Pasa —dice Edward, medio adormecido. Morgan entra en la habitación con un vaso de agua y lo deja en la mesita de noche que hay al lado de la cama.
—¿Seguro que no quieres nada de beber Jack? —niego con la cabeza.
—No, gracias, igualmente en nada volveré a mi casa. —Morgan asiente y sale de la habitación.
—Jack —me llama Edward, suelto un leve «mjm»—, me gustas, me gustas muchooo —abro los ojos sorprendido. ¿Qué? ¿Cómo que yo le gusto? ¿Y el beso de antes con Víctor qué? Él bosteza, cansado—. Es una pena que seas hetero —se ríe un poco. Aunque no es una risa de diversión, al menos no una diversión real, es un poco incómoda. Los nervios me empiezan a consumir por completo, incluso, creo, que empiezo a temblar un poco.
—¿Qué? —es lo único que me sale decir. ¿A qué se refiere con eso? Quiero decir, nunca le he dicho a nadie nada de mi sexualidad. Nunca había pensado en eso, yo… Yo no sé…
—¿Sabes? —me llama, haciendo que deje atrás mis pensamientos—. Siempre pensé que te gustaba Mariann —vuelve a reír sin gracia—. No sé, siempre vi algo, un brillo en tus ojos… —ríe aún más fuerte—. Pobre estúpido de mi —se da un golpe en la cabeza. Me quedo paralizado. ¿Qué está haciendo?—. Y claro, ahora… —traga saliva fuerte, como si le costase—… Ahora tu te has comportado muy bien conmigo, y yo… Yo me he enamorado de ti…, y no debería, no debería porque… Bueno, no creo que yo sea tu tipo… —Se le llenan los ojos de lágrimas. No. No quiero que llore…
—Edward…
—No —me interrumpe—. No quiero que cambie nada entre nosotros, no quiero que ahora por haberme confesado me tengas pena… —suspira fuerte—. ¡Pobre Edward! —dice poniendo un tono de voz despectivo—. ¡Pobre de él, que se ha enamorado de la persona equivocada, ¿sabrá siquiera lo que es el amor?! —rueda los ojos—. Aunque si me vas a tener pena entonces no quiero nada, ¡nada! —Me mira fijamente y, aunque no crea que pueda aguantar mucho más rato, no aparto la mirada.
—No me das pena, Edward… —digo finalmente, aunque me sale como un susurro—. Edward…
—¿Por qué? —me interrumpe. Enarco una ceja, confundido—. ¿Por qué no me tienes pena? —Lágrimas empiezan a recorrer sus mejillas. ¿Por qué Edward, por qué lloras por mí? No vale la pena llorar por mi, y mucho menos por esto…
—Porque no soy hetero.

Comments (0)
See all