“Nos estamos volviendo uno”.
Leben reflexionó el desarrollo de ese combate.
“Me estoy quedando sin tiempo…”
Él lo sabía. Sabía que tenía un límite para deshacerse de Peck.
“Todo esto fue una apuesta. Esa niña sabía una forma en la que él podría retomar el control, pero era peligrosa porque yo podría usurpar ese control… decidí arriesgarme sin saber las consecuencias porque era lo mejor… ¡No! Era mi única opción. Gracias a eso, nuestras mentes se unen… y ¡No, tampoco! No se unen, ¡su mente absorbe la mía junto a todo mi conocimiento y pensamientos!”.
El tiempo que dedicó a fortalecerse se volvería información que su creador usaría para vencerlo. Los métodos que aprendió para pelear al máximo, ahora él también los conocía y los usaba a la perfección.
“Peor aún… quiere desquitarse conmigo. Ese dolor que experimentó por lo de sus padres se está volviendo un odio e ira incontenibles… ¡Y lo dirige hacia mí! ¡Demonios! ¡Ya no puedo predecir sus movimientos ni saber qué quiere hacer!”
Hace varios minutos que Peck cambió.
Ahora combatían en un espacio vasto y oscuro, pero ya no estaban solos.
En un momento de desesperación, Leben usó su magia a la mayor capacidad posible para invocar un ejército de monstruos:
Gárgolas, mantícoras, minotauros, gólems de varios elementos, arpías, serpientes, centauros… entre otras criaturas.
Peck imitó eso en cuanto lo vio.
Dos ejércitos colisionaron en ese espacio abstracto.
Entre el mar de caos, Leben no podía hallar tranquilidad para pensar; y si trataba de ceder a sus primitivos instintos su rival se adelantaba con un instinto más fuerte.
Trató de protegerse entre sus monstruos, quienes servían para obstaculizar el avance del que ahora es cazador; un cazador letal que destruía a cada obstáculo con un ataque.
Era salvaje, letal y preciso…
Llegó al punto de robar el estilo de combate por excelencia de Leben, ya que Peck hizo que seis tentáculos brotaran desde su espalda y los usaba para erradicar a todo lo que en su camino se interpusiera.
Él no ha hablado. No ha gritado. No ha emitido un solo sonido que no sea al atacar. Luce sereno, concentrado, ya no hay lágrimas en sus ojos, pero en el ojo derecho seguía estando ese símbolo.
“A este ritmo… ¡A este ritmo seré yo quien desaparezca! ¡Él es el único que se beneficia con el paso del tiempo! ¡Aprende y mejora a cada segundo que pasa! ¡Su ira es tan grande que no hay espacio alguno para dudas o distracciones!”
Aquel que fue creador por Hell’s Gate e intentó desafiar a su creador estaba enfrentando las pesadas consecuencias de sus acciones.
Su única ventaja era que logró esconderse entre una gran multitud de monstruos por un momento…
Un corto momento, porque escuchó un grito; un grito iracundo que era acompañado del deseo de matar.
Los brazos de Peck se extendieron a los costados y los seis tentáculos crecieron para cortar y rebanar todo en un radio de veinte metros. Movimientos impredecibles y aleatorios que acabaron con los aliados de su enemigo.
En un ataque tan salvaje, lo natural era pensar que en el acto Peck desmembró a sus propios compañeros… pero no. Sus tentáculos pasaban a través de ellos como si fueran fantasmas y únicamente dañaban a los contrincantes…
Contrincantes que pese a ser creaciones dentro de su mente, eran criaturas que emulaban perfectamente un cuerpo orgánico, sangraban; y esa sangre llegó al suelo, cubriéndolo de rojo y otros colores. Algunos tenían un tipo de sangre diferente.
—Te encontré.
Peck habló.
—¡Te estaba esperando!
En su mano derecha, Leben sostenía una masa de maná rojo. Extendió el brazo hacia el frente y sus dedos se alargaron para transformarse en serpientes que dieron caza a Peck cortando la distancia entre ambos en menos de un parpadeo.
Y, aun así, los instintos mejorados del chico de cabello castaño hicieron que actuara sin pensarlo; los tentáculos cortaron en pedazos a esas serpientes sin problemas.
—¡Qué molesto!
La frustración comenzó a notarse. Sintió el daño como si cortaran sus propios dedos. Su intento de volver a ser el cazador fracasó y como la presa en la que se había convertido solo le quedaba escapar. Hizo que alas crecieran desde su espalda para poder volar y alejarse…
Peck trataría de seguirlo convirtiendo los tentáculos en alas, pero después de separarse un poco del piso sintió que algo agarró su pierna.
Uno de los minotauros de Leben lo interceptó y este sonrió viendo la escena. Anticipó el que Peck lo imitara, y al perder la defensa de los tentáculos bajaría la guardia.
—¡Ahora!
¡Dio la orden! Su minotauro contaba con un hacha de doble filo, un arma para el que solo había un uso posible…
Pero antes de que el arma del minotauro fuera enterrada en el cuerpo de su víctima, uno de los minotauros hechos por Peck arrojó su hacha hacia el minotauro enemigo y esta terminó cortando el brazo impropio, permitiéndole a Peck escapar.
En ningún momento de la confrontación, Peck sintió duda e inseguridad. Ni siquiera vio al minotauro que lo atrapó, ni tampoco al que lo ayudó.
Solamente pensaba en una cosa:
Terminar con el duelo.
Nada más fluía por su mente.
Ni un otro pensamiento.
En aquel instante, todo el miedo, toda duda e incertidumbre, fue reducido:
Dejando nada más que un objetivo en el cual concentrarse.
Los dos contrincantes eran conscientes de que el final se aproximaba, así que los dos terminarían colisionando en el aire tras acercarse mutuamente.
Una colisión que se repitió reiteradas veces. Cada vez que sucedía, Peck conseguía más ventaja. Choque tras choque.
Como de costumbre, sus manos se vieron envueltas en maná y transformaron la punta de los dedos en garras para pelear.
La balanza se inclinó a favor de Peck, quien atacaba constantemente mientras que su rival solo podía intentar protegerse meticulosamente ya que el mínimo descuido lo llevaría a un desenlace fatal.
Cuanto más continuaba el duelo, más disminuía la confianza de Leben y eso se reflejaba en la fuerza de su ejército.
Los monstruos que Peck creó tenían una gran marca de color púrpura para distinguirse. Las de Leben no tenían un rasgo distintivo. Desde la altura era fácil notar como los aliados de Leben perdían terreno. Incluso en las batallas de los seres alados una diferencia se establecía.
La agresividad y velocidad de Peck eran abrumadoras, y al estar en al aire tenían opciones limitadas…
“Ah”.
Pero había un último recurso.
El vínculo entre ellos estaba restableciéndose. Leben sabía lo que Peck sentía y pensaba. Aunque siempre ha sido de ese modo, siempre ha estado al tanto de lo que Peck resguardaba en su corazón.
Sí, ya no podía predecir los movimientos de Peck en combate… pero habitó en él mucho tiempo y sabe qué es lo que ha de estar sacudiéndolo.
Él pasó años sellando los malos recuerdos de Peck para protegerlo. Algunos de esos recuerdos salieron a la luz, sin embargo, la historia no estaba completada.
Fue entonces que se percató de algo:
El odio inconmensurable de Peck no se debía como tal a haber visto los cadáveres de sus padres, todo se debía a otro motivo:
¡La incapacidad de asumir la realidad!
Todo su ser se negaba a aceptar lo que pasó como un hecho, estaba enfurecido por saber que esa era la vida que tendría que enfrentar, el mundo real.
Se negó tan fuertemente a aceptarlo que convirtió ese dolor en ira y que trató de desquitar en la pelea, pero no había duda alguna de que él estaba sufriendo. ¡Ese dolor seguía allí y podía ser aún más explotado!
Si Leben quería ganar, todavía contaba con ese recurso a favor.
Liberar las memorias de Peck al completo era la clave…
Porque ese espacio en negro es un reflejo de cómo Peck deseaba huir de la realidad. Una defensa que debía derribar si quería ganar.
Pero entendió algo más:
La razón por la que Peck recordara tan bien fue porque Leben existía. Cuando fue creado, tuvo acceso a todo lo que Peck vivió: sabe más de lo que su propio creador sabe.
Gracias a su existencia, Peck pudo ver lo que sucedió hace años. Gracias a que él está allí, Peck tuvo la oportunidad de recordar.
Leben es el puente al pasado de Peck. Un puente repleto de obstrucciones, pero que por primera vez estará despejado.
…Porque las memorias que estaban viendo no eran solo de Peck, también las de Leben.
Así que finalmente tomó la dura decisión de mostrarle la verdad.
—Faux.
Un nombre que es importante en la vida de Peck. Fue dicho de la nada.
La sola mención de este repercutió a gran escala en él. Sus ojos volvieron a la normalidad, sus monstruos desaparecieron, y el espacio alrededor se caía a pedazos como un cristal roto; sonando del mismo modo.
Gradualmente comenzó a aparecer el cielo azul. En el suelo había césped que rápidamente comenzó a volverse polvo, hasta dejar un suelo arenoso igual que un desierto.
Peck miró hacia abajo. Había un gran círculo de arena, tal vez de cincuenta metros, pero más allá de eso había césped y plantas.
Lo más importante era que había cuatro individuos abajo.
Peck cuando era un bebé, su padre; que cargaba al pequeño en brazos, y su madre.
El cuarto individuo estaba sobre una parte elevada del terreno. Era un ser extraño.
Todo su esqueleto estaba expuesto, sus huesos eran de color obsidiana. Su cráneo era el de una cabra con dos grandes y gruesos cuernos enrollados.
No, realmente, uno de los cuernos fue partido a la mitad. Había varias fisuras en su esqueleto y cráneo. Su cráneo era gris. Y sus ojos tenían el color carmesí brillando en forma de espiral.
Peck lo reconoció. Descendió de inmediato, con Leben siguiéndolo. Los dos aterrizaron detrás de los padres de Peck.
“Aún no” pensó Leben. “Todavía falta…”
La conmoción se adueñó del rostro de Peck. Muchos recuerdos regresaban de golpe y eso lo desorientó, pero no podía quitar sus ojos de lo que iba a pasar.
—¡¿Qué quieres decir con que los ancianos han muerto?!
Gus gritó.
Hace poco recibió noticias de aquel con cráneo de cabra.
Los ancianos que los visitaron en su casa han muerto, junto a todos los que estaban divididos por Cerveau.
Aquel del cráneo de cabra dijo que los ancianos ya no eran necesarios.
Además, aunque estaba algo alejado de ellos, podía oírse como contenía una risa.
Su voz hacía eco, como si varios individuos con la misma voz hablaran a la vez.
—Es lo que oíste.
Y también parecía divertirse.
—Es una lástima que yo tuviera que venir, era divertido pelear con ese sujeto.
Gus asumió que se refería a aquel que les ayudó a escapar.
—Un espécimen interesante. Ocho de nosotros son necesarios para hacerle frente. Aun así, Oráculo, nuestro creador, tuvo que interferir. Todavía están peleando… quisiera ser parte de eso.
En los últimos días, Gus oyó de una noticia:
‘Chute Divine’
Un término que usaron para referirse a la casi caída de un dios. Es decir, que Oráculo estuvo cerca de perder… o ha perdido… o quién sabe, ya que ese del cráneo de cabra dijo que la pelea todavía continuaba.
La verdad solo la sabía ese individuo.
—De cualquier manera… —el esqueleto continuó hablando—. Mi nombre es Faux, y soy hijo de Oráculo. Soy el séptimo Augen, y mi deber es asesinarlos.
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