Shěn Xuěpíng no asintió. No era la razón por la que se había levantado “tarde”, como anteriormente le había asegurado. No quería que la mentira se extendiera. Pero sí, sí había trasnochado evaluando todo.
— Una vez, usted, me dijo que la sabiduría es esencial; sobre todo, en la vida de un artista marcial; me esfuerzo en pulirla desde entonces. Creo que repasar los eventos es parte de eso, de comprender “por qué” algo resultó como tal.
— De alguna forma lo es; no obstante, eso no te hará alcanzar la sabiduría —consolidó, con una amable sonrisa. Su larga barba se agitó gracias al viento. Shěn Xuěpíng lo observó cautivado, sintió que aprendería algo nuevo—. Y te recomendaría no repasar cada evento que vives.
— ¿Por qué no? —cuestionó, incrédulo.
— Una persona sensata no se aferra a cada instante de la existencia. No todo tiene una respuesta ni un significado encriptado; solo los libros de frases e historias del Camino a la Eternidad Espiritual están llenos de ello. Además, ya deberías saber que la sabiduría no se enfoca en un aspecto. Jajaja, ¡pero si justo es eso lo que quiere que aprendan JìngGuāng-Jūn!, ¿no?
— Así es. Esa fue mi conclusión. Creo que enfureció, incluso más, que lo visitáramos con presentes que con las lecciones claras. Presiento que no nos enseñará nada hasta que tengamos perfeccionado el “Faro del juicio”.
— ¿Perfeccionado?
— Quiero decir… ¿interiorizado?
— Tienes que seguir estudiando.
— Pero…, sí es eso, ¿no?
— ¿Estás seguro?
— Usted conoce a Shīzūn. Si me topo con él y no tengo una respuesta, me desnudará cuando el invierno llegue, y ya no falta nada.
— No me convences, A-Jīn, no te daré las respuestas. Ya eres un hombre, a partir de ahora, correrás solo, no puedo llevarte de la mano como antes. Aún si lo quisiera, no podría, los huesos ya no me lo permiten.
— No diga eso, tío. Usted tiene fortaleza de sobra. El clima lo ha puesto así. Usted goza de buena salud. Sé que los dioses están muertos, pero… yo rezó por usted todos los días. No sabemos que sucedió en los cielos, todo es incierto, ¿no? Yo siento que Laks escucha nuestras plegarias.
Léi Dàrén prefirió no contradecir a Shěn Xuěpíng, este aún era joven, y todo espíritu recién concebido administra la esperanza en potencia, no quería originar una decepción en él. Aparte, ¿cómo explicarle que todos los hombres nacidos en el Norte no sufrían las afecciones de alguien del Sur? El ADN de los primeros había mutado hasta su actual descendencia, lo que menos sentía era la gelidez; de todas formas, no podía decírselo.
Dejó de lado dichos asuntos y le brindó una sonrisa. Shěn Xuěpíng había crecido bastante en los últimos meses. Todo aquel, incluso las comerciantes del pueblo y los ancianos del muelle, que lo trataban como un niño, abandonaron los modos. Había aumentado unos doce centímetros de golpe y sus rasgos habían cambiado, lo único que permaneció fue su inocencia; eso sí que seguía intacto, y se permitía suponer que, de hecho, se había vuelto más despistado, aspecto que lo preocupaba.
— Si vieras a JìngGuāng-Jūn hoy, ¿qué le dirías?
— No tengo palabras —respondió, temeroso—. Shīzūn no me permitiría hablar. Me callaría al instante.
Shěn Xuěpíng era consciente al predecirlo.
Al llegar al Salón Privado de la Familia Léi, dos centinelas abrieron las puertas. La madera eran tan pesada que el desplazamiento se hizo remiso. El traslado resonó en cada pasillo, izquierda y derecha, y en el largo camino del medio. Al separarse, se formó una delgada abertura. Como una advertencia, de lo condenada que sería su aparición si ponía un pie dentro, vio atónito como Léi Xuěwēi le decía asustado, con el rabillo del ojo, que se fuera de allí.
Aquella mirada solo significaba una cosa.
Léi Xuěwēi era alguien testarudo y atrevido; a pesar de todo, no era cobarde y mucho menos traicionero. Como todo aquel apellidado “Léi”, contenía hermandad y compañerismo en su ser. Lamentablemente, y otra de sus únicas desgracias, solo para él, compartía maestro con Shěn Xuěpíng. Todo debido a una confusión, la cual imaginaba había sido instigada por su padre.
Sea como fuese, él, Shěn Xuěpíng y Sīkòu Fēng compartían a JìngGuāng-Jūn como maestro, uno de los hombres más estrictos, excéntricos e insensibles de todos los que servían a Léi Dàrén; para ser exacto, y vaya que a Léi Xuěwēi le obsesionaba la meticulosidad, JìngGuāng-Jūn podría ser uno de los hombres menos humanos en todo el Norte. Y lo que agravaba su situación era que su padre, Léi Kē, le había permitido a JìngGuāng-Jūn disponer de ellos como creyera conveniente.
La expresión de Léi Xuěwēi no lucían tan espantada, eran sus ojos los que contenían la advertencia de “vas a morir si ingresas”. No había otra respuesta, allí dentro estaba su tajante maestro. Ver a Sīkòu Fēng arrodillado al lado de Léi Xuěwēi, con la cabeza plantada en la alfombra, solo confirmó la sospecha.
Su cuerpo reaccionó antes que él. Sus pies se movieron para huir. Léi Dàrén lo sujetó del hombro, lo enderezó y lo hizo ingresar.
— JìngGuāng-Jūn, tienes la energía de siempre. Dicen que tu belleza es eclipsante, pero creo que tu carácter lo es aún más. Te traje a una de tus ovejas —presentó, extendiendo a Shěn Xuěpíng frente a él.
El joven quedó intimidado. Se tiró al suelo rápidamente, arrodillándose al lado de Léi Xuěwēi. Pegó la frente lo más que pudo.
— ¿Conseguiste avances? —le preguntó.
— No, mi señor.
— Conque aún no recuerdan lo que prometieron…
— No lo hacen, mi señor —aseveró JìngGuāng-Jūn, calmo.
Su semblante era gélido como la nieve, sus ojos distantes y cristalinos. La cabellera le llegaba a las rodillas, era sedosa y fina, y vestía enteramente de blanco. Su aspecto era como la de un ángel; a primera vista, nadie dudaría que lo fuera; sin embargo, luego de sumergirse en su agría personalidad, la mayoría resultaba espantado, pero admirado de sus modales.
— ¡Eres tan estúpido que no notas nada! —regañó Léi Xuěwēi a Shěn Xuěpíng, procurando que otros no lo escucharan.
— Tu padre me atrapó, ¿qué querías que hiciera?, ¿qué lo empujara y me fuera?
— ¡Quizás! Tal vez con eso, nos habrías salvado a los tres.
— ¿Tan molesto está?
— Ni te imaginas.
Luego de que Léi Xuěwēi humillará a Shěn Xuěpíng, el karma no tardó en cobrársela. Doblando la esquina en la que lo abandonaba, se encontró con su Shīzūn. Un cruce desafortunado en toda palabra. Nadie transitaba por ese lugar. Y estaba tan amargado en esos momentos que sus pasos fueron agresivos y prepotentes. Chocó con el pecho de su maestro y hasta lo empujó por el abrupto. Como era de esperarse, fue él quien cayó al suelo, cuando elevó la mirada, vio la decepción en sus ojos y a un aterrado Sīkòu Fēng, quien lo perseguía como su sombra.
— Tu padre me dijo que Sīkòu Fēng estaba castigado —murmuró Shěn Xuěpíng.
— Ya, y a mí me dijo que estaba enfermo —repuso Léi Xuěwēi.
— ¿Por eso tenías la sopa a esa temperatura? —cuestionó Shěn Xuěpíng, entendiendo la expresión de inquietud que traía en el rostro esa mañana.
— ¿Qué sopa? —interrogó Sīkòu Fēng—. Pensé que solo estabas caminando.
— No importa —contestó Léi Xuěwēi.
— Tu padre me dijo que estabas en el Cebe —explicó Sīkòu Fēng—. Pensé que te atreviste a recibir el castigo de Shīzūn a pesar de que nos advirtió no ir a verlo, así que fui para acompañarte.
Los jóvenes se quedaron en silencio, llegaron a la misma conclusión: ¡El anciano los había timado!
— Le dijo a Yán Míng que comprara ropa de verano —añadió Shěn Xuěpíng.
— Tu padre le preguntó a… —Sīkòu Fēng señaló con sus ojos a su Shīzūn— …si habíamos recordado nuestra promesa, ¿saben de qué habla?
— Me aterra siquiera responder eso —respondió Shěn Xuěpíng—. ¿Léi Kāng?
— No lo sé… No me preguntes e intenta recordar.
JìngGuāng-Jūn tenía una capacidad auditiva minuciosa. Con frialdad, examinó tajante:
— Conque no recuerdan.
— Tuvieron tiempo para divertirse en año nuevo, robando el licor del hermano Mo y repartiéndoselo entre sus amigos—articuló Léi Dàrén. Caminó hasta el fondo del salón, yendo hacia su asiento—. Hasta Yán Míng lo recuerda, ocasionaron todo un escándalo en la montaña XinMei. ¿Cómo los llamaban sus hermanos marciales las primeras semanas? Ah, sí, “Hijos de la opaca luz”.
— ¿Ah?, ¿no nos llamaban así por nuestro Shīzūn? —preguntó Shěn Xuěpíng.
— ¿Qué dijiste, A-Jīn? —cuestionó JìngGuāng-Jūn. El prefijo afectivo en sus labios se escuchó riesgoso y amenazante. Siempre sonaba del mismo modo cada vez que pronunciaba su nombre.
— ¡No habrás la boca! —regañó Léi Xuěwēi— ¡Vas a hacer… que… se moleste… más…!
Se calló al cruzar ojos con su Shīzūn.
— Harías bien en seguir tu propia recomendación, o el nuevo comportamiento de Sīkòu Fēng —advirtió su maestro.
Sīkòu Fēng tragó en seco. Trató de fingir ser un macetero. No buscaba que su maestro lo mirara o que pronunciara su nombre; lo último sí que lo puso ansioso. Por poco y se le salen las lágrimas del miedo; se le escapó alguna al parecer, la cual Léi Dàrén imaginó que era de alegría por su reconocimiento.
En el exterior de la habitación, se escuchó un sonido resonante y hueco, producto de unos increíbles y dominantes pasos, de cierto peso intrépido para desplazarse por la residencia de aquella forma, como si fuera dueño y amo de cada centímetro de la inmensa propiedad. Fue el chirrido de piezas de metal rozando entre sí, lo que llamó la atención de los jóvenes. El ruido no era estridente, sino un tintineo tolerable.
Léi Xuěwēi y Sīkòu Fēng intercambiaron miradas. Léi Dàrén se tocó la frente con estrés. Y JìngGuāng-Jūn cerró los ojos como si meditara, como si no le importara en lo más mínimo la situación. Ambos adultos parecían saber lo que se desencadenaría, solo que uno cargaba con el peso de atender el problema y, el otro, en esperar a que terminara para continuar con el actual. Nadie se dignó a ver al curioso Shěn Xuěpíng, por lo que sus ojos aterrizaron en la entrada luego de intentar entender la situación.
La puerta se abrió lentamente, mucho antes de que la visita se acercara. Cuando notó que se formó la línea de apertura, corrió tenazmente hasta el interior del salón. Su porte era temerario y firme, generó escepticismo en Sīkòu Fēng y Shěn Xuěpíng, y enojo en Léi Xuěwēi, quien casi le grita por su actitud.
Se retiró bruscamente el yelmo que cubría su rostro. Sus mejillas estaban rojas, su cabello quedó ligeramente despeinado. Su rostro se caracteriza por lucir estrictamente severo, gracias a la forma de sus cejas y labios, así como a la excentricidad de sus parpados. Ahora mismo, lucía ofendido. Se trataba del primo mayor de Léi Xuěwēi.
Su expresión se hizo agua a verlo llegar así. ¿Estaba soñando?
— ¡Jiùjiu! —pronunció el joven de armadura dorada con fuerza, en un tono replicativo, triste y berrinchudo— ¡Pensé que me recibirías! ¿Por qué no hay nadie en la entrada?
Los jóvenes se pusieron de pie rápidamente. Todos emocionados y con una sonrisa.
— ¡Léi Yǒnghuā! —gritó Sīkòu Fēng.
— ¡Táng Gē[1]! —se sorprendió Léi Xuěwēi.
— ¡Dà Gē[2]! —se alegró Shěn Xuěpíng.
[1] “Táng Gē” (堂哥) se refiere al primo mayor del lado paterno
[2] "Da Ge" (大哥) es un término en chino que se utiliza para referirse a un "hermano mayor"
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