El eclipse había alcanzado su punto máximo. El cielo, antes iluminado por el sol, estaba ahora cubierto por una oscuridad antinatural que parecía extenderse más allá de la atmósfera. En las grandes ciudades, el caos reinaba: los demonios emergían de grietas que se abrían en el suelo y cielo , atacando a cualquier cosa que se moviera. Las fuerzas militares intentaban contenerlos, pero sus armas eran inútiles contra criaturas que parecían regenerarse con cada disparo.
En un comunicado de emergencia, la ONU emitió un mensaje global. La voz del portavoz era tensa, casi quebrada.
—Esto no es un simulacro. Estamos enfrentando algo más allá de nuestra comprensión. Pedimos a todos los ciudadanos que busquen refugio y permanezcan en sus hogares. Las fuerzas de defensa global están trabajando para…
La transmisión se cortó abruptamente, reemplazada por una estática inquietante. En las calles, los gritos de la gente eran ahogados por los rugidos de las criaturas.
Akihabara, Japón
El cielo seguía desgarrándose, y los rugidos de los demonios llenaban el aire. En el dojo Hoshino, Ryuhoshi, Kenji y Hiroto observaban con horror cómo una horda de criaturas grotescas avanzaba hacia ellos, sus siluetas deformes recortadas contra la luz rojiza de los portales.
—¡Abuelo, vienen directo hacia aquí! —gritó Ryuhoshi, apuntando hacia el grupo de demonios que se acercaban rápidamente.
Kenji tensó una flecha en su arco, con el rostro tenso.
—son un montón, Necesitamos un plan y rápido.
Hiroto dio un paso al frente, su bastón golpeando el suelo con un sonido seco que resonó incluso entre los gritos de las criaturas.
—No hay tiempo para estrategias complejas. Escuchen bien: debemos llegar al dojo. Es el único lugar donde podremos estar seguros.
Los demonios rugieron con fuerza, sus ojos llameantes fijos en ellos.
—¡¿Cómo vamos a llegar allá si están bloqueando el camino?! —preguntó Kenji, disparando una flecha hacia uno de los demonios que lideraba la horda. La flecha atravesó su cabeza, pero la criatura apenas titubeó antes de continuar avanzando.
Hiroto miró a Ryuhoshi, con una mezcla de determinación y severidad.
—Ryuhoshi, el amuleto de Seiryū no es solo un simple adorno. Te ayudara a canalizar el poder que esta en tu alma con el poder del dragón.
Ryu sostuvo el amuleto, que ahora pulsaba con un brillo intenso.
—¿Y qué se supone que haga con esto? ¡No sé cómo usarlo!
—No pienses. Siente —respondió Hiroto, su voz tan firme como el acero—. La sangre de el dragón fluye dentro de ti. Deja que este te guíe.
El rugido de los demonios estaba cada vez más cerca. Kenji disparó otra flecha, pero esta vez el demonio simplemente la arrancó de su pecho, mostrando una sonrisa macabra.
Ryu apretó los dientes, sintiendo un calor extraño en su pecho. El amuleto vibraba con una energía que parecía querer escapar.
—¡Ryu, no tenemos tiempo! —gritó Kenji, retrocediendo mientras otro demonio se lanzaba hacia ellos.
De repente, Ryu cerró los ojos. Su respiración se volvió más lenta, y una extraña calma lo envolvió. El calor en su pecho se expandió, y el amuleto brilló con tal intensidad que parecía un segundo sol en la noche carmesí.
—Ryu… —susurró Kenji, viendo cómo el cuerpo de su amigo comenzaba a emitir un resplandor azulado.
Con un grito desgarrador, Ryuhoshi levantó ambas manos hacia el cielo. Una ráfaga de energía explotó desde el amuleto, y una enorme figura se formó a su alrededor: un dragón hecho de luz, con escamas brillantes como estrellas y ojos que destellaban con un fuego antiguo.
El dragón rugió, y el sonido sacudió la tierra. La horda de demonios titubeó por un momento, pero algunos siguieron avanzando.
—¡Adelante, Seiryū! —gritó Ryu, con una fuerza que no sabía que tenía.
El dragón de luz se lanzó hacia los demonios, barriendo a la primera línea con su cuerpo y desintegrándolos al instante. Su cola azotó el suelo, creando una onda de energía que arrasó con otros más.
—¡Vamos al dojo, ahora! —ordenó Hiroto, aprovechando el caos.

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