El Jinete avanzó lentamente hacia Ryuhoshi, su figura imponente envuelta en una aura rojiza que hacía que el aire a su alrededor pareciera ondular como si estuviera al borde de una erupción volcánica. En su mano derecha, su espada colosal, con un filo ardiente que parecía respirar, irradiaba un calor tan intenso que las tablillas del dojo comenzaban a agrietarse bajo su presencia.
Ryuhoshi, todavía tembloroso por el peso de la katana Hikari no Ha, adoptó una postura defensiva. La luz azul de la hoja resonaba con el amuleto en su pecho, como si ambos lo instaran a mantenerse firme.
—¿Esto es todo lo que queda del linaje del dragón? —se burló el Jinete, levantando su espada con un movimiento casual que contradecía el peso aparente del arma—. Qué decepción.
—¡Fuiste tú quien mató a mis padres! —gritó Ryuhoshi, sus palabras cargadas de furia mientras avanzaba, desatando un corte rápido hacia el torso del Jinete.
El Jinete apenas se movió. Con un giro de muñeca, bloqueó el ataque, y el choque de las hojas creó una onda de choque que hizo temblar el suelo.
—Ellos eran fuertes, mucho más de lo que tú jamás serás —respondió, empujándolo hacia atrás con un golpe que envió a Ryuhoshi varios pasos atrás—. Pero incluso ellos cayeron.
El Jinete fue el primero en atacar de nuevo. Con un rugido que sacudió el aire, levantó su espada y la descargó con fuerza hacia Ryuhoshi. El joven apenas logró interponer su katana, desviando el ataque con un giro rápido de su muñeca, pero el impacto fue tan poderoso que lo hizo retroceder varios pasos.
El Jinete no perdió el tiempo. Giró sobre sus talones con la gracia de un guerrero experimentado, desatando un segundo golpe horizontal que Ryuhoshi esquivó agachándose justo a tiempo. La espada del Jinete cortó el aire, dejando un rastro de fuego que se disipó lentamente.
Kenji, desde una posición elevada en el dojo, tensó su arco. Su mirada estaba fija en el casco del Jinete, buscando una abertura. Soltó la cuerda, y la flecha voló con precisión letal, pero antes de impactar, una barrera invisible de energía roja la desintegró en el aire.
—¡Kenji, mantén la distancia! —gritó Ryuhoshi mientras bloqueaba otro golpe vertical que casi lo derriba.
El Jinete soltó una risa baja, gutural.
—¿Es esto todo lo que pueden hacer? Este lugar, este linaje… todo es una sombra de lo que solía ser.
De repente, el Jinete dio un paso atrás y tomó aire profundamente. Sus ojos brillaron con una intensidad aún mayor, y de su boca surgió un rugido seguido por un torrente de fuego. Las llamas se extendieron como un tsunami ardiente, consumiendo todo a su paso.
—¡Cuidado! —gritó Hiroto desde el fondo, mientras Ryuhoshi rodaba hacia un lado para evitar ser incinerado.
El fuego golpeó una de las columnas del dojo, haciéndola explotar en una lluvia de cenizas y madera carbonizada. Las llamas se disiparon lentamente, dejando un suelo ennegrecido y marcas de destrucción.
Ryuhoshi se levantó rápidamente, jadeando.
—¿Qué demonios…? —murmuró, limpiándose el sudor que comenzaba a empapar su rostro.
El Jinete lo miró con una sonrisa cruel.
—¿Sorprendido? Esto es solo un fragmento del poder que poseo. Si este es el heredero del dragón, entonces derrotarte será un juego.
Las palabras del Jinete resonaron en la mente de Ryuhoshi, pero en lugar de desmotivarlo, encendieron una chispa de furia dentro de él. Recordó las palabras de Seiryū: "Encuentra tu propósito, y mi poder responderá a tu llamado."
Ryu cerró los ojos por un momento, concentrándose. Sintió el peso del amuleto en su pecho y el pulso de energía que fluía desde la katana. Cuando abrió los ojos, un aura azul comenzó a envolverlo, iluminando la penumbra del dojo.
—No estoy solo —murmuró.
Con renovada determinación, Ryuhoshi avanzó hacia el Jinete, desatando una serie de cortes rápidos y precisos. Su katana brillaba con cada movimiento, liberando ráfagas de energía azul que obligaron al Jinete a retroceder por primera vez.
El Jinete bloqueó los ataques con su espada, pero por primera vez su postura parecía menos inquebrantable.
—Así que aún queda algo de fuego en este linaje… —dijo, levantando su espada para un contraataque.
Ambos guerreros se enfrascaron en un combate feroz. El Jinete atacaba con golpes amplios y devastadores, mientras que Ryuhoshi utilizaba la velocidad y precisión de la katana para esquivar y contraatacar.
Kenji, viendo una oportunidad, disparó otra flecha. Esta vez no apuntó al Jinete directamente, sino al suelo frente a él, levantando una nube de polvo que lo distrajo momentáneamente.
—¡Ahora, Ryu! —gritó Kenji.
Aprovechando el momento, Ryuhoshi canalizó toda su energía en un único movimiento. Con un grito que resonó en el dojo, desató un corte horizontal que liberó una ráfaga en forma de dragón azul. La energía impactó directamente en el pecho del Jinete, lanzándolo varios metros hacia atrás.
El Jinete se estrelló contra una de las paredes del dojo, derrumbándola parcialmente. Por un momento, el silencio llenó el espacio, roto solo por el jadeo pesado de Ryuhoshi.
El Jinete se levantó lentamente, su armadura agrietada y su espada temblando en su mano. Aunque herido, su mirada seguía siendo desafiante.
—Eres fuerte, pequeño dragón —dijo, con una voz más contenida—. Pero esto es solo el comienzo. Nos volveremos a encontrar.
Con un movimiento de su espada, un portal de fuego se abrió detrás de él. Antes de desaparecer en las llamas, lanzó una última mirada a Hiroto.
—Nos volveremos a encontrar. Y cuando lo hagamos, me encargare de erradicar a tu maldita familia.
Las llamas lo envolvieron, y la figura del Jinete se desvaneció, dejando un silencio sepulcral en su lugar.
Ryuhoshi cayó de rodillas, jadeando. La katana descansaba a su lado, y el aura azul que lo rodeaba comenzó a desvanecerse.
Mientras Ryuhoshi intentaba recuperar el aliento, una luz cálida apareció frente a él. Era brillante, pero no cegadora, y en su centro comenzó a formarse la figura muy familiar.
—¿Mamá? —murmuró Ryuhoshi, extendiendo una mano hacia la figura.
Kenji se acercó rápidamente, sosteniéndolo por el hombro.
—¿Qué ves, Ryu? —preguntó, mirando la luz con preocupación.
Pero Ryuhoshi no respondió. La figura de su madre lo miraba con una expresión tranquila, antes de desaparecer junto con la luz. Aunque no entendía del todo lo que había visto, algo en su interior le decía que esto era solo el comienzo.
Mientras el viento volvía a soplar suavemente, Ryuhoshi sostuvo la katana con más firmeza. Aunque el camino por delante era incierto, sabía que no estaba solo. Con Kenji y su abuelo a su lado junto con el legado de Seiryū guiándolo, estaba listo para enfrentar lo que viniera.

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