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El llamado de los dioses

Oscuridad y decisión parte 2

Oscuridad y decisión parte 2

Apr 11, 2025

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Blood/Gore
  • •  Mental Health Topics
  • •  Physical violence
  • •  Cursing/Profanity
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—¿Ya te cansaste de huir, hija de Perséfone? —dijo el líder, su voz resonando como un trueno en el aire.

Sara apretó los dientes y retrocedió un paso, pero las raíces negras se enredaron alrededor de sus tobillos, obligándola a detenerse.

—¡Déjenme en paz! —gritó, levantando las manos. Un círculo de flores negras brotó a su alrededor, sus pétalos vibrando con una energía ominosa que parecía frenar a los cultistas.

El líder del culto dio un paso adelante, ignorando el círculo. Las flores se marchitaban a su paso, como si la oscuridad que lo rodeaba las consumiera.

—No temas, niña. Tu poder es un regalo, uno que puedes usar para unirte a nuestra causa —dijo con un tono suave, casi seductor—. La vida y la muerte son una misma cosa. Todo lo que hacemos aquí es parte del equilibrio.

Sara lo miró con incredulidad, sus manos temblando mientras intentaba mantener las flores a su alrededor.

—¿Equilibrio? —dijo, su voz quebrándose—. ¡Esto no es equilibrio, es una masacre!

El líder sonrió, como si hubiera estado esperando esa respuesta. Levantó el cáliz hacia el cielo, y el brillo púrpura se intensificó aún más.

—Masacre, dices… —su voz era un susurro que todos podían escuchar claramente—. No, niña. Esto es purificación.

El aire alrededor del altar comenzó a temblar. Una grieta se abrió sobre el cáliz, expandiéndose rápidamente en un portal que despedía un calor abrasador y un viento que olía a azufre. Sara miró horrorizada cómo algo comenzaba a emerger de la grieta: primero fueron garras, enormes y afiladas, seguidas de un torso descomunal cubierto de escamas negras que parecían absorber la luz.

Cuando la criatura finalmente emergió por completo, Sara sintió como si el tiempo se detuviera. Era una bestia colosal, de al menos seis metros de altura, con una musculatura grotesca que parecía estar hecha de pura rabia. Su cabeza, una mezcla entre un dragón y un demonio, estaba coronada por cuernos retorcidos, y sus ojos eran pozos ardientes de fuego.

El líder extendió los brazos hacia la criatura, sus palabras llenas de devoción.

—¡Oh, gran sirviente del Dragón de la Ira! Acepta este sacrificio como muestra de nuestra lealtad.

La criatura rugió, un sonido profundo y aterrador que sacudió el suelo. Las figuras encapuchadas comenzaron a cantar de nuevo, sus voces entrelazándose en un cántico que parecía alimentar al demonio.

Sara miró la escena con un nudo en el estómago. Sus piernas temblaban, y las palabras salieron de su boca sin que pudiera controlarlas.

—No… otra vez no…

Los recuerdos de su infancia la golpearon con fuerza como si estuvieran sellados por alguien . La visión de la noche en que su madre murió se superpuso con la escena frente a ella: un altar, un portal, y una bestia que rugía en la oscuridad.

—¿Qué fue eso? Eso cuando paso Siendo interrumida por la presión de la energía que emitia el portal volviendo ala realidad, ¡No puedo dejar que esto continúe! —gritó, levantando las manos con desesperación.

Las flores negras volvieron a brotar a su alrededor, pero esta vez eran diferentes. Sus pétalos parecían estar envueltos en una oscuridad viva, y sus raíces se extendieron rápidamente hacia los cultistas más cercanos, atrapándolos.

El líder observó las flores con interés, aunque no mostró miedo.

—Impresionante. El poder de Perséfone fluye fuerte en ti. Pero no lo suficiente.

Con un movimiento de su mano, el demonio dirigió su mirada hacia Sara. La bestia rugió de nuevo y comenzó a avanzar, sus pisadas dejando marcas ardientes en el suelo.

Sara intentó retroceder, pero las raíces a sus pies la mantenían en su lugar.

—¡Déjenme ir! —gritó, luchando contra las raíces mientras el demonio se acercaba cada vez más.

El líder del culto se rió, un sonido bajo y cruel que resonó en el claro.

—No necesitas huir, niña. Todo terminará pronto.

El demonio levantó una de sus enormes garras, listo para aplastarla. Sara cerró los ojos, esperando el impacto, pero en ese momento sintió algo diferente. El diario de su madre comenzó a arder contra su pecho, pero no era un fuego que quemaba; era cálido, reconfortante.

—Sara… —una voz suave resonó en su mente. Era la misma voz que había escuchado en sus visiones.

Abrió los ojos de golpe, y esta vez, no había miedo en ellos. Levantó una mano, y una ráfaga de energía oscura salió de sus dedos, golpeando la garra del demonio y haciéndolo retroceder con un rugido de dolor.

Las flores negras a su alrededor se transformaron en espinas afiladas, que se lanzaron hacia los cultistas, atravesando sus túnicas y obligándolos a dispersarse.

El líder, por primera vez, mostró una expresión de irritación.

—Eres más problemática de lo que pensé. Pero aún no estás lista para enfrentarme.

Con un movimiento de su mano, el portal detrás del demonio comenzó a expandirse, y la criatura rugió con más fuerza.

Sara, aunque sentía su cuerpo al límite, no retrocedió esta vez.

—No importa lo que seas. No dejaré que vuelvas a hacer esto.

El auto se detuvo abruptamente al borde del bosque, y el grupo de Ryuhoshi miro en silencio, sus ojos fijos en el resplandor púrpura que emanaba del claro. La energía que brotaba del altar era opresiva, y el aire parecía vibrar con una frecuencia desconocida, pesada y ominosa.

Hiroto miró hacia el altar, con el ceño fruncido y una expresión de urgencia en su rostro.

—No hay tiempo que perder —dijo con voz firme—. Si ese demonio cruza completamente al plano mortal, será una catástrofe.

Kenji se quedó inmóvil por un momento, mirando el resplandor con las manos temblorosas.

—Esa cosa… no debería existir —murmuró, su voz rota por el miedo.

Hiroto se giró hacia él, colocando ambas manos firmemente en sus hombros.

—Kenji, escucha. No podemos detenernos ahora. Necesito que estés presente, fuerte. Eres más capaz de lo que crees, pero debes enfrentarte al miedo.

Kenji tragó saliva y asintió débilmente, aunque sus piernas seguían temblando.

Ryuhoshi, con su katana en la mano, miró hacia el claro, y por un momento, un escalofrío recorrió su columna. No era solo el demonio lo que lo inquietaba; había algo más, algo que parecía llamarlo desde el altar.

—Vamos —dijo finalmente, mientras Hiroto ponía el auto en marcha una vez más.

Cuando llegaron al borde del claro, la escena ante ellos los dejó momentáneamente sin aliento.

El portal se había expandido, un abismo púrpura y negro que parecía devorar la luz misma. Desde él, emergía una criatura colosal, un demonio de al menos seis metros de altura, con cuernos retorcidos, garras afiladas y un cuerpo cubierto de escamas negras que reflejaban destellos de fuego. Sus ojos, pozos ardientes de rabia, se fijaron en los cultistas que continuaban cantando a su alrededor.

Sara estaba en el centro del claro, rodeada por las figuras encapuchadas. Su respiración era irregular, y aunque las flores negras aún brotaban a sus pies, su poder comenzaba a flaquear.

El líder del culto, de pie frente al altar, levantó el cáliz mientras observaba al demonio con devoción.

—¡Oh, gran sirviente del Dragón de la Ira! ¡Desata tu furia sobre este mundo y purifícalo!

Sara dio un paso atrás, sus ojos llenos de miedo y frustración.

—No… otra vez no… —susurró, recordando la noche en que su madre murió frente a un portal similar.

El demonio rugió, y el sonido hizo temblar el suelo. Kenji, que observaba desde la ventada del auto, tomo una flecha de su carcaj.

—¡Eso no es posible! —dijo, con el arco temblando en su mano—. No podemos enfrentarnos a eso…

Hiroto apretó los labios, con su mirada fija en la criatura.

—Ryu, Kenji, prepárense. No tenemos opción.

Ryuhoshi subió al techo del auto, apretando la katana mientras el amuleto brillaba intensamente en su pecho. Sus ojos se encontraron brevemente con los de Sara, y algo en su interior le dijo que ella no era una enemiga.

—¡Tú! —gritó, intentando llamar su atención—. ¡Aléjate de ahí!

Sara lo miró sorprendida, pero antes de que pudiera responder, el demonio giró su atención hacia ella y cargó con un rugido.

Con un movimiento rápido, Sara levantó las manos, desatando una ráfaga de flores negras que brotaron del suelo y envolvieron al demonio. Las raíces se enredaron alrededor de sus extremidades, ralentizando su avance.

—¡No puedo hacerlo sola! —gritó Sara, luchando por mantener su concentración mientras las raíces comenzaban a marchitarse.

Hiroto logro derrapar en el auto al mismo tiempo Ryu dio un salto rápido, bloqueando las garras del demonio con su katana. El impacto lo hizo retroceder unos pasos, pero logró mantener su postura.

—¡Kenji, dispara! —gritó Ryu, girándose hacia su amigo.

Kenji tensó el arco, apuntando al ojo del demonio, pero sus manos seguían temblando. Cuando soltó la cuerda, la flecha apenas rozó el hombro de la criatura, rebotando inofensivamente contra sus escamas.

—¡Maldita sea! —murmuró Kenji, con los ojos llenos de pánico.

El demonio giró hacia él auto, rugiendo mientras levantaba una de sus enormes garras.

—¡Kenji, no te asomes! —gritó Hiroto, girando el auto hacia un lado justo antes de que la garra golpeara el suelo.

—¡Concéntrate, Kenji! —le dijo Hiroto al bajar del auto, sujetándolo por el cuello de la camisa—. No puedes dejar que el miedo te domine.

Kenji asintió, su respiración entrecortada mientras tensaba otra flecha. Esta vez, al tocarla, sintió un calor extraño que se extendía desde su pecho hasta su mano.

—¿Qué… qué es esto? —murmuró, viendo cómo la flecha comenzaba a brillar con un tenue resplandor entre rojo y anaranjado.

Pero el brillo se desvaneció tan rápido como apareció, dejando a Kenji aún más confundido.

Ryu esquivó un golpe de la criatura, pero no lo suficientemente rápido. Las garras del demonio lo alcanzaron en la espalda, desgarrando su chaqueta y dejando un corte profundo que lo hizo caer al suelo con un grito ahogado.

—¡noooo! —gritó Sara, corriendo hacia él mientras el demonio levantaba su garra para un golpe final.

Con un movimiento rápido, Sara desató otra ráfaga de flores negras que envolvieron al demonio, dándole a Ryu el tiempo suficiente para levantarse.

—Gracias… —murmuró, jadeando mientras se colocaba junto a ella.

—¿Tienes algún plan? —preguntó Sara, con la mirada fija en el demonio.

—no exactamente, creo que si lo golpeamos juntos con todo lo que tenemos podremos ganar—respondió Ryu, levantando la katana mientras su amuleto brillaba intensamente.

Ryu y sara cruzaron miradas, ryu levantado su katana invocando la forma del dragón que se enrosco en las rosas oscuras de sara en un torbellino que avanzó hacia el demonio. El impacto fue impresionante, sacudiendo el claro y derribando a los cultistas cercanos.

Pero cuando el polvo se asentó, el demonio seguía de pie, con apenas unas marcas en su cuerpo.

—¡No es suficiente! —gritó Sara, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.

Kenji, viendo la escena, tensó una flecha más. Esta vez, el calor en su pecho regresó, más fuerte que antes. La flecha comenzó a brillar con un fuego claro con una tonalidad entre dorada y blanca, y algo en su interior le dijo exactamente lo que debía hacer.

—¡Kenji, dispara! —gritó, girándose hacia su amigo.

Kenji cerró los ojos, intentando calmar su mente. Fue entonces cuando lo sintió: un calor extraño que se extendió desde su pecho hasta sus manos. Cuando abrió los ojos, el arco comenzó a brillar con un resplandor dorado.

—¿Qué… qué es esto? —murmuró, viendo cómo su cuerpo comenzaba a ser envuelto por una luz cegadora.

El calor aumentó, y las flechas que solía disparar se desvanecieron, reemplazadas por una esfera de energía blanca que se acumulaba en el arco. Sin darse cuenta, Kenji tensó la cuerda, y un rayo de luz ardiente salió disparado del arco como un láser.

El rayo impactó directamente en el pecho del demonio, atravesándolo por completo. El calor era tan intenso que las escamas alrededor del impacto comenzaron a derretirse, y las llamas blancas consumieron su cuerpo desde adentro.

El demonio rugió con furia, su cuerpo comenzando a desmoronarse en cenizas mientras el portal detrás de él se cerraba lentamente.

Ryu cayó de rodillas, jadeando mientras la sangre goteaba de la herida en su espalda. Hiroto se acercó rápidamente, revisando la herida con preocupación.

—Ryu, necesitas aprender a regenerarte. Tu cuerpo puede sanar más rápido si canalizas el poder del dragón. Déjame enseñarte.

Pero antes de que pudiera comenzar, Sara se acercó, mirando las flores negras a su alrededor.

—Creo que puedo ayudar… no sé exactamente como pero creo que puedo.

Extendió una mano, y las flores negras comenzaron a cambiar de color, volviéndose blancas mientras una energía curativa de color verde envolvía a Ryu. Su herida comenzó a cerrarse lentamente, aunque el proceso no era inmediato.

—Estás herido… déjame ayudarte.

Ryu levantó la mirada hacia ella, sorprendido.

—¿Quién… eres tú?

Sara negó con la cabeza, todavía tratando de entender la conexión que sentía con ellos

—Alguien como tú, creo —respondió sara—. Alguien que no entiende del todo qué está pasando, pero que hará lo que sea necesario para proteger este mundo.

 Hiroto, por su parte, observó a Kenji con una mezcla de orgullo y desconcierto.

—Ese poder… no es algo común, parece ser el poder de apolo, el te Eligio por algo kenji, algo que ni tu puedes ver en ti.

Kenji miró sus manos, que aún temblaban por la intensidad del calor que había sentido.

—Yo… no estoy seguro si soy digno de este poder.

Desde las sombras, el líder del culto observaba con una sonrisa fría.

—Esto no ha terminado. El gran cataclismo se avecina, y el descenso del rey será un hecho. Nos veremos pronto.

Con esas palabras, desapareció junto con los cultistas restantes, dejando al grupo en silencio mientras procesaban lo ocurrido.


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