El dolor era insoportable.
Melina no podía respirar.
Había sangre en su boca, el sabor metálico mezclado con tierra y polvo. Un brazo no respondía. El otro temblaba, intentando mover el cuerpo, ahora pesado como una roca. A su lado, el sonido de huesos quebrándose. Sobre ella, el cielo oscurecido… y aquel grito.
El grito.
Tan agudo y distorsionado que dolía el alma solo con oírlo.
— Evaluación fallida. Diferencia de niveles demasiado alta. Lectura imposible.
El mensaje seguía grabado en el fondo de sus ojos. Incluso ahora, no podía olvidarlo.
Ni el sonido de la carne rasgándose.
Ni la mirada desesperada del tanque que gritó con todas sus fuerzas:
— ¡¡CORRE O MUERE!!
Pero ya no había a dónde correr.
Algunas semanas antes…
La multitud vibraba en el patio de la Academia de Cazadores. Los instructores llamaban uno por uno, entregando las insignias doradas que marcaban el final del curso.
Melina estaba entre ellos — ojos brillantes, corazón acelerado.
— Melina, Clase Evaluadora.
Un breve silencio se extendió. Algunos alumnos ocultaron sonrisas. Otros suspiraron, decepcionados.
Evaluadores.
La clase más débil. La más inútil.
No tenían técnicas de combate, no sabían conjurar hechizos ofensivos ni invocar escudos. Su única función era… observar. Analizar. Juzgar. Como ojos en una batalla que no podían tocar.
Pero para Melina, eso era el inicio de un sueño.
Tomó su insignia y sonrió, incluso al ver las miradas torcidas.
"Aunque mi clase no luche… ayudaré a mi equipo. Protegeré como pueda."
El Portal de Entrada al Mundo 1 — Apex — era una estructura imponente y circular, envuelta en energía brillante. Por allí todos los recién graduados daban su primer paso.
La Tierra se había vuelto inhabitable en muchas regiones. Ciudades abandonadas, ecosistemas destruidos, monstruos fuera de control.
Pero los Mundos Mazmorra… eran un nuevo comienzo.
Hasta ahora, se habían descubierto siete mundos.
Y cada uno… era tres veces más peligroso que el anterior.
Apex era el único donde la humanidad había construido ciudades estables, con gremios organizados y rutas comerciales.
Pero incluso allí, el peligro acechaba más allá de los muros.
Melina atravesó el portal, sujetando con fuerza su bastón de evaluación.
Y cuando sus pies tocaron el suelo de Apex…
Contuvo la respiración.
Un campo de flores azules se extendía hasta donde la vista alcanzaba, con montañas doradas al fondo. Pájaros alados cruzaban el cielo, y criaturas parecidas a ciervos corrían libres. La belleza era viva. Mágica.
— Es más hermoso que cualquier cosa que haya visto en la Tierra…
Días después, Melina logró unirse a un pequeño grupo de expedición.
Necesitaban a alguien que evaluara los objetos recolectados y clasificara los monstruos.
Ese era su trabajo.
El grupo estaba compuesto por seis miembros:
-
Griegor — el líder. Hombre serio y experimentado.
-
Sela y Runn — dos magos de combate.
-
Tannor — el curandero y también el riler (coordinador de ascenso).
-
Tayk — el tanque.
-
Dars — guerrero veloz y ágil.
-
Y por último, Melina, la Evaluadora.
La relación era cordial, pero distante.
Durante las batallas, Melina hacía su parte: evaluaba monstruos, detectaba debilidades, alertaba sobre mutaciones.
Pero nadie realmente la escuchaba.
Ni la respetaba.
— “Los evaluadores no vencen monstruos. Solo estorban.”
— “Si algo sale mal, será la primera en morir.”
Ella lo oía todo. Pero no se rendía.
Después de cuatro misiones exitosas en Apex, el grupo se sentía confiado. Era hora de subir.
Hacia el Segundo Mundo: Atreus.
Muchos dudaban al tomar esa decisión. Subir significaba enfrentar criaturas más feroces.
Los mundos no solo cambiaban en dificultad…
Cambiaban en reglas.
En Apex, los monstruos eran predecibles.
En Atreus… salvajes.
Aun así, el grupo avanzó. Guiado por Griegor y autorizado por Tannor, el riler.
Al atravesar el segundo portal, una presión densa llenó el aire.
Atreus estaba cubierto por un bosque negro y silencioso.
Los árboles susurraban.
El suelo, cubierto por hojas que no hacían ruido al pisarlas.
Melina intentó evaluar a los primeros monstruos, pero los patrones habían cambiado.
Lo que antes era común, ahora era inferior.
Y lo que antes era élite… ahora era lo normal.
A pesar de eso, con estrategia y fuerza, el grupo avanzaba.
Hasta que…
El aire se rasgó.
Una grieta se abrió en el cielo. Un portal púrpura, palpitando como un corazón oscuro.
Tannor abrió los ojos con terror.
— "Esto no es bueno…"
— "¡Es un portal de descenso!" — gritó Runn. — "¡Un monstruo está descendiendo desde un mundo superior!"
Melina sintió el cuerpo congelarse.
Desde el portal, una sombra se materializó…
Un murciélago colosal, con ojos de rubí y alas que cubrían el cielo.
Activó su habilidad.
Su ojo brilló en azul.
— Evaluación activada.
— …
— …
— Evaluación fallida. Diferencia de niveles demasiado alta. Lectura imposible.
Melina cayó de rodillas.
— "No… no puedo evaluar esto…"
Griegor avanzó con la espada en alto.
— ¡¡Pónganse detrás de mí!!
En un parpadeo… un corte.
El sonido de carne desgarrándose.
El cuerpo de Griegor… partido a la mitad.
— ¡¡NO!! — gritó Sela, lanzando una esfera de fuego.
Runn conjuró una lanza de agua.
Las magias estallaron en el cuerpo del murciélago.
Él… sonrió.
En un segundo, las cabezas de ambos magos rodaron por el suelo.
Tannor gritó, alzando una barrera de sanación.
— ¡¡CORRE, MELINA!!
El murciélago soltó un grito ensordecedor.
La barrera se agrietó.
Y la cabeza de Tannor… estalló.
El tanque miró a Melina, los ojos llenos de desesperación.
— ¡¡CORRE O MUERE!!
Se lanzó contra la criatura.
Pero fue arrojado como una muñeca…
Directamente sobre Melina.
El impacto fue brutal.
Escuchó el sonido de huesos quebrándose.
Un brazo. Dos costillas.
Y entonces… todo se volvió negro.
Fin del Capítulo 1

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