Pasaban días de planeación para ese evento, había pasado casi un mes. Era ajetreado para Selene, pero, a pesar de ello, se sentía feliz; pues, ya estaba decidido que Gunter estaría ahí. Pero, no solo eso, sino que recibía ayuda repentina de Amira. Un día, en una de esas muchas ocasiones en las que podía descansar de toda la planeación, se encontró con Amira en el jardín de camelias.

— ¿Qué haces aquí? — Selene preguntó con curiosidad.

Amira sonrió amablemente al verla — A veces vengo aquí, es tranquilo.

— Gracias.

— ¿Por qué? — la miró.

— Él me dijo que fuiste tu quien lo ayudó.

— Supuse que tal vez era algo importante — miró el atardecer.

— Lo es para mí, quizá tanto como para ti lo es Tyler.

Amira volvió a ver a Selene con una expresión de sorpresa, como si hubiera descubierto algún secreto que ella trataba de ocultar.

— ¿No piensas decirle? — Selene dijo con una sonrisa.

— Tal vez… Debería de, pero no lo sé, es como si algo… — se interrumpió a sí misma, soltó un largo suspiro y luego sonrió — Olvídalo — dijo con una sonrisa —. No es tan importante.

— Tienes razón no debería de entrometerme, hay muchas cosas que son mejor cuando las deja fluir.

— No me refería a eso — respondió con una sonrisa.

— Lo sé — sonrió ampliamente —. Creo que terminaré de organizar lo demás.

— Espera…

Antes de irse, Selene se detuvo y miró a Amira, quien parecía querer decirle algo. Sin embargo, no salían palabras de su boca; era como si buscara que decir o cómo decirlo. Selene esperó pacientemente la respuesta de Amira.

— ¿Cómo sabes que siento algo por Tyler?

Selene soltó una risita — Bueno… Pude notarlo por mi gran observación — señaló sus propios ojos —. Aunque, estoy segura de que Débora también ya lo notó — sonrió levemente —. Si Michelle estuviera aquí, no lo dudo.

— ¿Michelle? — dijo Amira.

— Es mi ex secretario, aunque aún me ayuda bastante — sonrió.

— ¿Renunció?

— No, solo que ahora ayuda a mi hermano, igual que Débora — la miró fijamente —. Pero… Regresando a lo anterior… Cualquier persona observadora puede notarlo, la mirada tiende a delatarte.

— ¿Mi mirada? — preguntó un poco extrañada.

— Sí, así es — dijo Selene —. Lo miras de una manera distinta… Ammm… Diría que lo miras con amor — dijo mientras miraba las camelias —. Es extraño y difícil de explicar. Es como si todo a tu alrededor dejara de existir en cuanto estás con él, y también tus ojos brillan como enamorada.

— ¿Cómo puedes saber eso? — la miró con extrañeza.

— Quizá porque lo viví — dijo con una sonrisa.

— ¿Y qué fue lo que pasó?

— Nada — dijo mirando al atardecer —. Solo nos separamos y… Ahora solo espero el momento en el que deje de sentir lo que siento por él — sonrió levemente —. Admito que nuca quise decirle adiós, pero debía de hacerlo… Y, sin embargo, aún me aferro a que tal vez… — su voz fue disminuyendo gradualmente hasta convertirse en un murmullo.

— ¿Haces esto por él? — Amira dijo mientras la miraba fijamente.

— Quizá — respondió Selene con una sonrisa — pero ahora tengo que irme. Tengo que hablar con Débora.

— De acuerdo — sonrió — yo me quedaré un rato más aquí.

Selene sonrió una última vez y se fue del jardín de camelias dejando sola a Amira. Le agradó haber podido contar algo; era como si su corazón se sintiera más liviano. Amira era una persona en la que podías confiar fácilmente. Comprendía por qué se había metido en el corazón de Tyler tan rápidamente.

Sin embargo, lo que no esperaba, era que esa fuera la última vez que hablaría con ella. Pues, en cuanto el sol se ocultó y la luna salió para darle paso a la noche, ella desapareció. Fue como si hubiera sido una ligera brisa nocturna que trajo la noche para hacerte soñar y, cuando menos lo esperas, desaparece. De la misma forma, Amira desapareció sin dejar ni un solo rastro; como si jamás hubiera existido.

Sin embargo, todos sabían perfectamente sobre su existencia, pues, en cuanto ella se fue, el jardín se llenó de melancolía. Era deprimente pararte en medio de ese jardín; era frío y solitario. A pesar de ser primavera, parecía un cruel invierno. Los pasillos eran callados y, de vez en cuando, parecían amargos. A pesar de ello, después de un tiempo, volvieron a la normalidad. Parecía como si solo hubiera sido un sueño. Mas, a pesar de ello, había un principal motivo por el cual todos sabían que Amira era algo más que un sueño; era la sonrisa del rey, misma que Amira se llevó consigo. Pues, en cuanto él regresó de los jardines y ella desapareció, una amargura se mostró en esos ojos color avellana mientras que la sonrisa que siempre tenía desapareció por completo; todos sabían que no regresaría, no ha menos que ella volviera. El problema era que nadie sabría si volvería.