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Necrófagos: El Despertar De Los Caídos

La cacería ha comenzado

La cacería ha comenzado

Jun 28, 2025

El lider se alzaba en centro del grupo, su figura imponente y su rostro iluminado por una sonrrisa viciosa, Esa sonrisa era fría, calculadora, como la de un depredador que sabía que su presa no tenía escapatoria y ponia a jugar con ella anges de devorarla. Sus palabras resonaron en el aire, cortantes y llenas de una crueldad que helaba la sangre.


—No podemos permitir que se vaya—dijo, su voz calmada pero cargada de una amenaza subyacente—rapido alisten sus armas. Traeremos de vuelta los suministros que nos robaron, no importa el costo. En cuanto a esa zorra... —hizo una pausa deliberada, su mirada recorriendo a los presentes como si estuviera divirtiendo— ¿quién la quiere?


Lo dijo como si ella fuera un jugete al que tenia derecho a desechar en cualquier momento. En ese instante tuve ganas de irme inmediatamente, la mirada lasciva en sus rostros comenzaba a recorrerme.


El hombre de ojos rasgados, con una sonrisa desagradable que revelaba dientes amarillentos y astillados, se pasó la lengua por los labios con lujuria. Su respiración era pesada, y sus manos temblaban ligeramente, no de miedo, sino de anticipación.


—Déjamela a mí, líder —respondió, su voz áspera y cargada de deseo. Su mirada obscena, como si ya estuviera saboreando la idea de lo que le haría a Samantha. —Haré que se arrepienta de haber robado nuestra comida.


El líder asintió, su sonrisa oscura y violenta solo crecia más, como si la idea le resultara fascinante. —Haz lo que quieras con ella, pero asegúrate de que sufra. Quiero que aprenda lo que significa traicionarnos.


Un escalofrío recorrió mi espalda, las llemas de mis manos sudaban profundamente. Sentía pena por Sam, pero también miedo, miedo de ser la siguiente. ¿Y si me tocaba a mí tomar su lugar? No podía soportar la idea. Pronto, un grupo de hombres y yo salimos de la aldea, armados con machetes, bates y palos de golf. La cacería había comenzado.


Las huellas de Samantha estaban por todas partes, marcadas en el barro y la hierba pisoteada. Caminamos lentamente y luego nos dispersamos. Algunos iban en grupos, otros solos, como el líder, que no perdió tiempo y salió disparado en una dirección. No quería imaginar lo que pasaría si se encontraba con Sam.


Yo no me atrevi a meterme en uno de esos grupos, sabe dios que me harian, camine sola hacia el parque de la zona roja, un lugar relativamemte trenquilo en este mundo infestado de necrófagos. Mientras caminaba, noté unas ligeras huellas en el suelo. Parecía que Sam había pasado por aquí. Mi corazón latía con fuerza, y el palo de golf que sostenía en mis manos sudorosas parecía pesar más de lo normal.


Paso algun tiempo antes de encontrarla. Su silueta se recortaba contra el cielo gris, y una emoción complicada comenzó a formarse en mi pecho. No queria herirla pero sabia que si la dejaba escabar solo se desquitarian conmigo. Me acerqué por su espalda, tratando de no hacer ruido, listo para golpearla si era necesario. Pero en ese momento, un necrófago se abalanzó sobre mí desde la maleza.


Era rápido, sus ojos vidriosos brillaban con un hambre insaciable. Sus garras afiladas rasgaban el aire, y su boca abierta dejaba escapar un sonido gutural que helaba la sangre


El necrofago se lanzo hacia mi, sus dedos retorcidos cubiertos de sangre seca, extendidos como garras, afortunadamente, logre esquivar su primer embate, pero tropecé con una raíz y caí al suelo. La bestia se abalanzó sobre mí, su aliento putrefacto llenando mis pulmones. Sus dientes, amarillos y astillados, brillaban bajo la luz tenue del sol mientras se acercaban a mi cuello.


Cerré los ojos, resignada. Este era el fin. Quizas tambien era mi castigo por haber sido tan cobarde. Pero antes de que sus colmillos pudieran hundirse en mi carne, un golpe seco y contundente resonó en el aire. El necrófago se desplomó a un lado, su cabeza deformada por el impacto de un bate de béisbol.


—¡Rebeca! —escuché la voz de Samantha, firme pero llena de urgencia.


Abrí los ojos y la vi allí, su rostro manchado de sangre y sudor, sus manos agarrando con fuerza el bate.


Sam no dudó. Con un movimiento rápido y preciso, golpeó al necrófago en la mandíbula, haciéndole crujir los huesos. El impacto fue tan fuerte que sus dientes salieron volando, pero la criatura no se detuvo. Sam siguio golpeando, esta vez en la sien, y el cráneo del necrófago se hundió con un sonido repugnante. La bestia cayó al suelo, pero aún se retorcía, intentando levantarse.


—¡No basta solo con golpearlos! —gritó Sam, su voz llena de furia y desesperación—. ¡Hay que destrozarles!


Con movimientos rapidos, se colocó sobre el necrófago y comenzó a mullir su cabeza con una fuerza brutal. Cada golpe renosaba en los alrededores, acompañado por el crujido de huesos y el sonido de la carne siendo aplastada. La sangre salpicaba en todas direcciones, manchando el suelo y las piernas de Sam. Ella no se detuvo, continuo una y otra vez, hasta que la cabeza quedo reducida a nada más que una masa deforme de carne y huesos rotos.


Finalmente, se detuvo, jadeando, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Me miró, sus ojos indiferentes pero extrañamente reflejaban una pizca de preocupacion.


—¿Estás bien? —preguntó, su voz entrecortada.


Asentí, incapaz de hablar. Las lágrimas lcomenzaron a brotar de mis ojos comenzaron, mezclándose con el sudor y la mugre de mi rostro. Sam se acercó y me ayudó a levantarme, su agarre firme pero gentil.


—Sí... gracias... —respondí débilmente, temblando.


Sam me miró por un momento y luego me ofreció un poco de agua.


—¿Qué haces aquí, Rebeca? —preguntó, su voz suave pero firme.


Pense por un momento antes de responder pero, ya habia tomado mi desicion.


—Sam... —tartamudeé, tratando de encontrar las palabras— El líder... es un monstruo. Y los hombres... están dispuestos a hacer cualquier cosa para capturarte. Tienes que irte rapidamente.


Ella asintió, su rostro serio. —Lo sé. Por eso me fui de la aldea. –Pero tú... tú no tienes por qué seguir con ellos. Ven conmigo, Rebeca. No podemos quedarnos en un lugar donde nos tratan como animales, como juguetes sexuales.


La miré a los ojos, dudando de la sinceridad en sus palabras, pero era cierto, ella no parecia querer aprovecharse de mi. Su mirada era bastante genuina, llena de una calidez que no había visto en mucho tiempo. Pensé en la aldea, en los hombres que la perseguían, en el líder y su crueldad. No tenía nada que me atara a ese lugar. Mi familia había muerto hace tiempo, y lo único que evitaba que me fuera era el miedo.


—Está bien —dije resultantemente, tomando su mano—. Iré contigo.


Sam asintió y me ayudo a ponerme de pie. Juntas comenzamos a caminar, en el trayecto me habia contado que estaba buscando la camioneta que el lider habia ocultado. Su hermono respiraba pesadamemte pero aun asi habíamos logrado avanzar mucho.
En ese momento un ruido se escucho detrás de nosotras. Me giré y vi al hombre de ojos rasgados, su sonrisa desagradable aún más repulsiva que antes.


—Buen intento, zorras, pero no van a ninguna parte —dijo, blandiendo un machete


Sam se colocó frente a mí, su bate ensangrentado listo para el combate.


—Rebeca, por favor cuida ami hermano —dijo, su voz firme.


Pero yo no podía dejarla sola. Tomé el palo golf y me preparé para luchar. El hombre se lanzó hacia nosotras con una sonrisa en su rostro, pero Sam lo interceptó con un golpe certero en el brazo. El machete cayó al suelo, y el hombre gritó de dolor. Sam no le dio tiempo de reaccionar; con un movimiento rápido, le golpeó la cabeza con el bate, haciéndolo caer al suelo.


Pero antes de que pudiéramos celebrar, más hombres comenzaron a aparecer rodeándonos. El líder estaba entre ellos, su sonrisa retorcida iluminada por la luz del atardecer.


—te voy a hacer pagar, perra —dijo, blandiendo un machete, con usa sonrisa de extasis en su rostro.
cristian3145544823
christian M

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