El líder avanzó hacia nosotras, como si disfrutara de esta situacion Su machete relucía bajo la luz tenue del sol, la hoja manchada de sangre seca que parecía contar historias de atrocidades pasadas. Su sonrisa era grotesca, una mueca torcida que rebelaba desprecio y depracion. Detrás de él, los hombres de la aldea formaban un semicírculo, bloqueando cualquier posible escape. Sus rostros eran una mezcla de lujuria y violencia, como lobos hambrientos esperando su turno para devorar.

—No tienen adónde correr —dijo el líder, su voz tranquila pero cargada de una amenaza latente—. Samantha, has causado demasiados problemas. Y tú, Rebeca... traicionaste a tu gente. El unico perdon para ustedes es la muerte.

Sam se colocó su cuerpo frente a mí, su bate ensangrentado aún goteando por los restos del necrófago que acababa de matar. Su respiración era agitada, pero su mirada llena de determinacion y ferocidad. No había miedo en ella, solo ira. Una rabia que parecía arder en lo más profundo de su ser.

—No voy a dejar que nos hagan daño —murmuró, sin apartar los ojos del líder.

El lider solto una risa maniaca, un sonidoqie resono en aire de forma siniestra, nos mitaba como si fueramos objetos, trofeos qie ya yenia en sus manos.

—Muy bien —dijo, levantando su machete con un movimiento teatral—. Juguemos.

Un hombre fornido se abalanzó hacia nosotras, blandiendo un palo de golf oxidado. Sam esperó con calma, calculando su movimiento. Justo cuando estuvo a su alcance, lo golpeo en la rodilla con el bate, haciendolo caeral suelo con un grito de dolor. Sin dudar, le propinó un segundo golpe en la cabeza, un impacto seco que resonó en el aire. El hombre quedó inconsciente, su cuerpo desplomado en el suelo como un saco de huesos.

Pero nsin tiempo siquiera para respirar, enseguida otro hombre se acercó por la izquierda, un machete en la mano. Yo levanté mi palo tratando de bloquear, pero la fuerza del impacto me hizo retroceder. El hombre sonrió de forma siniestra, creyendo que tenia ventaja, pero Sam apareció detrás de él como un fantasma y lo golpeó en la espalda con el bate. El hombre cayó de rodillas, y Sam terminó el trabajo con un golpe brutal en la nuca. El sonido de huesos rompiéndose fue nítido, y el cuerpo del hombre se desplomó al suelo.

El líder miraba desde el costado con una sadica sonrisa en su rostro, como si disfrutara de la escena que desarrollaba frente a el.

—No está mal —dijo lentamemte —. Pero sabes, mira lo que tengo aquí.

Su voz suave llegó directamente a mis oídos, y me volvo de inmediato. El hermano de Sam, Adell, había sido capturado. El lider sostenia un cuchillo presionando contra su cuello, la hoja brillando bajo la luz del sol. Adell estaba pálido, su respiración entrecortada mientras el líder lo sostenía como un escudo humano.

Sam apenas se dio cuenta de esto. Miró al líder con furia, las llamas de la ira parecian salir de sus ojos enrojecidos, como si escupieran veneno.

—¡Suéltalo! —gritó Sam, su voz temblando de rabia. Querieron avalanzarse directamente y desgarrarle el cuello, pero deteniendose al ver como su hermano temblaba.

—Eso depende de cómo te comportes —dijo el líder con una sonrisa profunda, casi disfrutando de la desesperación en la voz de Sam.

No podíamos hacer nada. Mientras el líder tuviera a Adell como rehén, estábamos atrapadas.

—¿Qué quieres? —preguntó Sam, su voz ahora más baja, pero cargada de una intensidad que no parecia ocultar la ira que llevaba.

El líder la miró fríamente, sus ojos brillando con malicia y perversion.

—Primero, suelten sus armas. Dijo de forma contundente.

Sam dudó por un momento, pero finalmente dejó caer el bate al suelo. Yo también solté mi palo, sintiendo cómo la impotencia se apoderaba de mí. En ese instante, dos hombres nos agarraron por los brazos, sus manos ásperas apretando con fuerza.

—Ves, Samantha —dijo el líder, su voz llena de desprecio—Tu hermano es solo una carga, si lo hubieras sacrificado, tal vez habrías podido escapar. Pero ahora, caiste por culpa de tus lazos emocionales.

—¡Cállate! —gritó Sam, luchando contra los hombres que la sostenían, pero era inútil. Los hombres apretaron con mas fuerza.

El líder soltó una risa baja, un sonido que resonó en el aire como un trueno distante.

—Samantha, te voy a dar otra oportunidad. Regresa con nosotros...o muere.

—¿Qué hay de mi hermano? —preguntó Sam, su voz ahora temblorosa.

—Por supuesto que será sacrificado —respondió el líder con una sonrisa siniestra.

—Entonces prefiero morir y llevarme al menos a uno de ustedes —gritó Sam, forcejeando con más fuerza, pero el líder apretó más el cuchillo contra el cuello de Adell.

—¡Espera, detente! —gritó Sam, viendo cómo unas gotas de sangre comenzaban a deslizarse por el cuello de su hermano.

El líder sonrió, disfrutando de la desesperación en los ojos de Sam.

—Por favor, haré lo que quieras, pero por favor, deja ir a mi hermano —suplicó Sam, las lágrimas habian comenzando a brotar de sus ojos.

El líder, sin ninguna pizca de remordimiento y disfrutando cómo Sam le suplicaba. La sonrisa en su rostro se ensanchó aún más. Tomó a Adell del cuello y dirigio su mirada hacia sam.

—Desnúdate —dijo abruptamente, su voz fría y llena de perversion. Las palabras resonaron en el aire como un latigazo, cortando cualquier esperanza de que la situación pudiera resolverse.

Sam lo miro con odio, sus ojos enrojecidos por las lagrimas, sus manos temblaban, no de miedo sino de impotencia. La humillación era evidente en su rostro, pero también una determinación feroz de proteger a su hermano a cualquier costo.

—¿Qué? —preguntó Sam, su voz temblorosa pero cargada de furia.

—Has oído bien —respondió el líder, acercándose aún más, su aliento caliente y repugnante rozando el rostro de Sam—. Desnúdate. Ahora.

Sam miro a su hermano, que estaba siendo sostenido por uno de los hombres, su rostro pálido y lleno de impotencia. Adell forcejeaba, pero era inútil. El cuchillo del hombre precionaba contra su cuello, y una fina línea de sangre comenzaba a deslizarse por su piel.

—Por favor... —suplicó Sam, las lágrimas comenzando a brotar de sus ojos—. No hagas esto.

El líder soltó una risa baja, que resonó en el aire, suave pero maliciosa.

—No tienes opcion, Samantha —dijo, su voz llena de desprecio—. O haces lo que te digo, o tu hermano muere aquí mismo.

Sam cerro sus ojos por un momento, como si quisiera escapar de la realidad. Pero cuando los abrió de nuevo, había una determinación feroz en ellos. Con manos temblorosas, comenzó a quitarse la chaqueta, dejándola caer al suelo. Luego, se desabrochó la camisa, revelando su torso. El aire frío de la tarde rozó su piel, pero ella parecia no importarle. Su respiración era agitada, y cada movimiento una lucha contra si misma.

El lider observo cada movimiento con una sonrisa en si rostro, disfrutando ver la desesperacion en los ojos de sam. Sus hombres también miraban, sus rostros llenos de lujuria.

—Continúa —dijo el líder, su voz ahora más suave, pero no menos amenazante.

Sam vovio a cerrar los ojos, como si estuviera tratando de obtener fuerzas. Cuando los abrió, había una determinación inquebrantable en ellos. Con sus manos todavia temblorosas, comenzó a quitarse los pantalones, dejándolos caer al suelo. Ahora estaba completamente expuesta.

El líder se acerco con una sonrisa que no escapa de sus labios

—Niño, mira lo mucho que te ama tu hermana —dijo, riendo mientras se acercaba a Sam.

—H...hermana, ¡No! —gritó Adell, sostenido por uno de los hombres, impotente mientras veía cómo su hermana se despojaba de su dignidad.

El líder extendió una mano, tocando el rostro de Sam con una suavidad que resultaba grotesca. Sam se estremeció, pero no se movió. Sabía que cualquier resistencia podría costarle la vida a su hermano.

—Muy bien —dijo el líder, su voz ahora más suave, pero amenazante—. Ahora, arrodíllate.

Sam lo miró con ojos llenos de odio, pero finalmente obedeció, arrodillándose en el suelo frío y duro. Sus rodillas se clavaron en la tierra, pero el dolor era insignificante comparado con la humillacion que estaba soportando.

El lider sonrio, una sonrisa torcida y llena de malicia. Con movimiemtos lentos y deliberados, se bajó los pantalones, revelando su desnudez. Se colocó frente a ella, mirándola desde arriba con una expresión de triunfo y anticipación. Su voz, baja y cargada de intención, resonó en el aire como un látigo.

—Chúpala —ordenó, su tono lleno de desprecio y lujuria. Las palabras eran crudas, obscenas, y caían sobre Sam como un peso insoportable.