Entendía perfectamente que estaba a punto de meterse a la guarida del lobo, pero no le importaba, todo era menos aterrador que dejar a Víctor entrar a sus aposentos. No tenía intención de permitirle acceso a su lugar seguro, pues de hacerlo lo haría sentir vulnerable.
En cuanto atravesaron la puerta de aquella mansión, Víctor le alzó, sintió como era presionado contra la pared al tiempo que se besaban. Cada parte donde la piel del alfa tenía contacto con la suya parecía hervir. Sus dedos se entrelazaban en las hebras de la melena azabache y se aferraban con fuerza.
—Aagh —tan pronto rompían la unión de aquellos labios, algo parecía hacerlos buscarse de vuelta.
Víctor le colocó sobre uno de los muebles de la entrada, habría jurado por el tiempo que estuvieron besándose que estarían llegando a la habitación, pero estos aún se hallaban en el mismo lugar. El alfa comenzó a descender besando el cuello de Ian, mordía con delicadeza aquella delgada piel, haciendo que esta vistiera marcas que le recordaban a los botones florecientes de las camelias.
—Aaah ¿Qué haces?
La boca del alfa se hallaba lamiendo por encima de la camisa los erectos pezones del beta, la fricción de la ropa sobre su piel le sobre estimulaba y, por más que le suplicaba que parara, Víctor no parecía escucharlo, pues seguía succionando con fuerza, definitivamente no tenía intención de detenerse.
—Víctor, basta, es demasiado —decía halándolo del cabello, al ver aquellos ojos azabaches con un dejo de violeta sintió que su corazón se aceleraba.
—De acuerdo, seguiré —podía ver como este comenzaba a arrodillarse, sabía lo que estaba a punto de hacer. —por acá.
—No, no aaggh.
Las súplicas del beta fueron ahogadas en un gemido, al sentir como el alfa engullía su pene. Tengo que quitarlo, aah diablos, pero se siente tan bien. La cabeza de Ian se debatía entre la cordura y el deseo. Si tan solo la boca de Víctor no poseyera esa calidez que le derretía, si solamente esa lengua que se enrollaba alrededor de su miembro no pudiera excitarlo de la manera en la que lo hacía, si esas enormes manos tan solo dejaran de estimularlo, todo sería más fácil. Sería tan jodidamente fácil.
—Mmmm.
Su espalda se curvaba conforme el calor de su cuerpo iba aumentando. Su juicio definitivamente estaba nublado por el deseo, pues sin darse cuenta se hallaba presionando levemente la cabeza del alfa, su cuerpo que estaba siendo llevado al límite, parecía suplicar que parara y, al mismo tiempo, deseaba más del toque de este.
Un gemido ahogado, seguido por el sonido del alfa tragando inundaron la habitación. Había eyaculado y esta vez ni siquiera había intentado alejar a Víctor.
—¿Por qué diablos lo tragaste? —cuestionaba con la respiración entrecortada.
—No lo sé, quizás porque cierta personita no dejaba de empujar mi cabeza, así que no pude liberarme. —tales palabras dejaron sin habla a Ian. —¿Qué otra opción tenía más que tragarlo? —la cara del beta se encontraba completamente ruborizada, quería negar lo que el alfa decía, pero era imposible.
—Yo... yo no
—No te preocupes, —sintió el cálido aliento de Víctor contra su oreja. —en verdad lo disfruté. Sentir como tu cuerpo temblaba debido al placer que te hice experimentar, fue simplemente magnífico. Puedes comprobar por ti mismo, que tanto me gustó. —añadía tomando la mano de Ian y poniéndola sobre sus partes nobles.
Tal como Víctor le había dicho, pudo sentir la erección que se encontraba bajo esos pantalones. Mordió sus labios por inercia al recordar el pene del alfa, deseaba sentirlo, anhelaba experimentar de nuevo aquel placer.
Sonrió al ver como el beta mordía la boca carmesí tras tocar el área noble.
—Muéstrame más, quiero ver cada una de las expresiones que eres capaz de hacer cuando estas experimentando placer, —los luceros rojizos le veían directamente sin decir una palabra. —muéstrame. —repitió para comenzar a besarlo nuevamente.
Removían la ropa frenéticamente, necesitaban sentir la piel del otro. No sabía cómo había llegado hasta la alcoba, pero no le importaba, su corazón latía tan rápido y su deseo seguía creciendo que el saber cómo era que el alfa le había llevado hasta la cama no importaba.
—... —recorrió con delicadeza los tatuajes expuestos, era la tercera vez que apreciaba de esta manera los tatuajes de Víctor. Cada línea resaltaba los músculos del alfa.
—¿Qué sucede? ¿Te gustan? —cuestionaba con una sonrisa colocando un condón en sus dedos y vertiendo lubricante.
—Aghhh mmm —conforme los dedos del alfa comenzaban a abrir su cavidad, sentía en su interior un cosquilleo que iba en aumento y que parecía suplicar por el toque de Víctor.
—No tienes idea de lo apetitoso que te ves, aagh diablos, me estás apretando demasiado me es difícil poder mover mis dedos, Ian relájate un poco, Ian... —se lanzó a besar con pasión al beta, notó como era más fácil seguirlo dilatando si este centraba su atención en otro punto de placer. Rozaba con delicadeza su lugar dulce, haciendo que el cuerpo de este temblara ligeramente al sentir el toque.
Tenía que ser capaz de introducir mínimo 3 dedos en el interior para asegurarse de no lastimar al beta. Ian clavó sus uñas en la espalda del alfa al sentir como un tercer dedo era introducido, no por dolor sino porque su cuerpo había mandado una descarga de placer.
—Ya... ya es suficiente.
—¿Si? Dime que quieres que haga entonces —los ojos que ahora se hallaban completamente violeta le retaban, podía ver con claridad como el alfa deseaba oír salir esas palabras de su boca. Si tan solo su cuerpo no estuviera ardiendo de deseo, hubiera sido capaz de controlarse y de no darle tal satisfacción.
—Víctor, —lamió el pulgar que halaba con cuidado su labio, el rostro del alfa mostraba con claridad como aquel acto lo había tomado por sorpresa. —penétrame.
Víctor removió con rapidez sus dedos del interior del beta y le embistió, un gemido resonó en aquellas cuatro paredes. El deseo del alfa era tanto que había olvidado colocarse un preservativo.
—Diablos —exclamaba sin dejar de penetrarle. —tendré que ayudarte a limpiarte.
—Agh ¿Qué?
—Olvidé ponerme un condón, pero no te preocupes por eso lindura, ahora solo disfrutemos. —decía mientras aumentaba el ritmo de las penetraciones. —tu interior se siente tan bien.
El beta quería reclamarle, pero de su boca solo salían sonidos de placer, en esos momentos su cabeza estaba nublada por la excitación que le era imposible estructurar una frase.
—Aah hmmm.
El instinto carnal se apoderaba del beta, haciendo que este enrollara sus piernas alrededor del alfa.
—Ian, si haces eso no podré salirme, agh mueve tus piernas. —Lograba oír lo que Víctor le decía, no deseaba que este terminara dentro, pero no podía evitar apretar aún más sus piernas, era como si las palabras del alfa hubieran causado el efecto contrario en el beta. —Ian, diablos... aggh.
La calidez llenaba el interior de Ian, el semen se desbordaba a pesar de que el pene del alfa seguía tapando por completo la cavidad.
—Se siente muy cálido. —decía tocando su vientre.
—En serio que me quieres volver loco, ¿cómo es posible que seas tan sexy?, me encantas. —colocó al beta arriba de él, lamió con fervor los labios carmesí, los luceros rojos no le quitaban la vista de encima, seduciéndolo.
—Deja de verme así... parece que quisieras ver en mi interior. —el aliento de ambos hervía al tacto.
—Deseo ver todo.
—¿Qué?
—Todo... —declaró para besarle, como si sellara con ese beso pasional lo que acababa de decirle. El interior de sus bocas hervía, la saliva resultaba dulce para ambos, pero no un dulce que llegaba a empalagarlos, sino un dulce que les resultaba adictivo.
—Mmm está muy adentro —decía aferrándose al cuello de Víctor, la forma en la que el aliento cálido del beta golpeaba contra la oreja del alfa hacía que este se excitará aún más.
—Agh ¿es esa la razón del porqué me estás apretando de esta manera? La forma en la que tu interior se aferra a mi pene es tan erótica. Deseo llegar hasta lo más profundo de tu ser, quiero que te ahogues en placer de tal forma que no puedas pensar en otra cosa que no sea en como mi pene te llena.
—Basta, deja de decir esas cosas... —una embestida estimuló aún más su punto sensible. —agh dios más, Víctor más —suplicaba al tiempo que meneaba sus caderas, comenzaba a moverse complementando el ritmo de las penetraciones.
—No tienes que pedirlo, pretendo ir aún más adentro —exclamó, apretando con fuerza los glúteos del beta. —así que déjame entrar aún más. —añadía separando el trasero de este.
—No lo jales, agh deja de jalarlo de esa forma. —el alfa seguía sin hacerle caso. —Suéltame. —exclamó mordiendo el cuello de Víctor, al sentir como los colmillos perforaban su piel, se detuvo.
—Muérdeme más, —decía sosteniendo la cabeza del beta para que no pudiera alejarse. Está loco, pero ¿por qué mi corazón late tan rápido? Diablos. Hundió aún más sus dientes haciendo que el alfa soltara un gemido, el placer que sentía recorría su ser y salía en forma de eyaculación inundando nuevamente la cavidad del beta.
—Agh —el abdomen del alfa de igual manera se hallaba empapado debido al semen que había eyaculado Ian.
—Espero que aún no estés cansado, pues —susurraba en el oído del beta. —no tengo pensado dejarte ir aún. —añadía mordiendo el lóbulo de este haciendo que soltara un gemido, pues le había tomado de sorpresa.
La noche avanzaba y el deseo de ambos no parecía disminuir, Víctor depositaba besos a lo largo de la columna de Ian, aquella parte del cuerpo de este le resultaba en especial extremadamente seductora. Era la primera vez que el alfa le penetraba en esa posición, era excitante. Sentir el aliento y dientes de Víctor sobre su piel, era un placer extra, además del que experimentaba cada vez que este le penetraba y estimulaba su punto sensible.
Había perdido la cuenta de cuantas veces había eyaculado, de cuantas veces su cuerpo había temblado de placer, pero deseaba más; sin embargo, su cuerpo parecía estar llegando al límite.
Tan pronto el alfa terminó de eyacular, el cuerpo del beta cayó inconsciente.
—Ian... diablos, parece que no pude contenerme. —decía depositando otro beso en la espalda del beta, subió a la nuca mordiendo ligeramente, para terminar, besando con cuidado las lágrimas que habían quedado atrapadas en aquellas frondosas pestañas.
No era la primera vez que Víctor había bañado a una de sus parejas, pero en esta ocasión conforme mojaba el cuerpo del beta, no podía dejar de admirarlo. Seguía preguntándose como era posible que aquella piel fuera tan suave y tersa al tacto. La melena lilácea que le hacía recordar a las wisterias, se escapaba entre sus dedos coquetamente antes de que pudiera besarla, al tiempo que la enjuagaba. Trazaba con la yema de sus dedos caminos de espuma en el cuerpo del beta, los cuales eran borrados con el agua.
Cada centímetro de aquel ser le resultaba fascinante, deseaba mantenerlo a su lado. Con mucho cuidado limpió el interior de Ian, quien seguía dormido pese a todo.
—Por más que desearía dejarte así creo que es mejor que te ponga algo. —sacó del closet ropa nueva que había encargado luego de que había pasado la situación del hospital, ahora ya conocía la talla del beta así que esta le quedaría perfecta. —Por lo menos así no querrás matarme por algo extra mañana. —decía colocando una hebra de cabello lilácea atrás de la oreja. Al acariciar la punta de la nariz sintió como este se movía un poco.
—Mmm
—Casi te desperté. —declaraba acercándolo a su pecho.
—Mm Luka, déjame dormir.
Sintió como si un vacío creciera en su pecho al oír a Ian, ¿Quién era Luka? ¿Por qué diablos el beta mencionaba su nombre en esa situación?, la mente del alfa comenzaba a dar vueltas. Aquel rostro que segundos atrás admiraba a Ian con una expresión cálida, ahora mostraba un ceño fruncido y una mirada fría.
Tocó con el dorso de su mano la mejilla del beta, se decía a sí mismo que quizás había oído mal, que no existía forma en la que Ian estuviera pronunciando el nombre de otra persona, mientras este le tenía en sus brazos.
—Luka, no.
El alfa se detuvo en seco, al oír como de nuevo los labios carmesí pronunciaban ese nombre. El reflejo violeta se había avivado, sus dientes crujían debido a la fuerza con la que este estaba apretando la mandíbula. Sentía como su cuerpo temblaba debido al desagrado que le causaba escuchar ese nombre nuevamente. Al notar como su agarre iba tomando fuerza, se obligó a contenerse, ya que de no hacerlo terminaría lastimándolo.
Sus feromonas por otra parte seguían marcando al beta, era como si estas gritaran que ese ser delicado le pertenecía, los celos y el sentimiento de reclamarlo como suyo flotaba en forma de un denso aroma a ébano y brisa de mar que envolvían a Ian.
Necesitaba saber quién era Luka y, porque Ian pronunciaba su nombre con tanta naturalidad, pero sobre todo quería entender porque una ira crecía en su interior, con solo pensar en las posibilidades de lo que la persona poseedora de ese nombre podría significar para el beta.

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