—Gracias Eduardo- decía Elisa apenada. –Por esa mentira- pero fue interrumpida debido a que Eduardo la había abrasado por atrás. Y en ese momento Elisa se había sonrojado y quedado sin palabras y por unos momentos hubo un gran silencio, y tención, que podía ser rota por cualquier cosa, o persona.

—Mentira, no lo que dije como mentira- decía Eduardo, susurrándole a Elisa al oído. –es la verdad, y nada más que la verdad- Después de eso Elisa levanto sus manos, y con una expresión de alegría en el rostro, puso sus manos sobre los brazos de Eduardo.

—Gracias, querido -le respondía alegre y feliz.

Y por el momento todo era felicidad y mientras la pareja se dirigirá hacia el escenario el supuesto oficial había vita la escena y la situación y saco, de la bolsa de la chaqueta, un aparato parecido a un auricular pequeño para sordos y se lo puso en el oído y lo encendió y se comunicó con alguien, que en realidad eran un grupo de personas las cuales estaban ocultos entre la gente.

—Señores, es momento de actuar- mientras él se quitaba el uniforme de policía y en su lugar había un hombre vestido con ropa militar.

—De acuerdo señor- en tono bajo, se oía un grupo de voces que provenían del aparato. Después de oírlas el sujeto se mezcló con un grupo de personas medio perdiéndose entre ellas.

---

Mientras, tiempo después, en el escenario se ve a los chicos practicando algunas cosas que podrían ocupar durante el espectáculo; tales como efecto especiales, luces, efectos especiales y coreografías. Y mientras ellos practicaban, tras bambalinas, Elisa observaba todo a punto de detalle además de grabar el ensayo, con una Tablet, fingiendo que viendo algunas cosas personales.

—Bien hecho chicos y chicas- decía Eduardo algo agitado, debido a la práctica.

—Gracias- respondía Raquel también agitada.

—bueno casi ya-sabes-quien se alejó un poco- Dante en tono burlón, mientras señalaba a Janet

— ¿Disculpa?- respondía Janet molesta por la broma.

—Tranquilos, los dos- decía Eduardo mientras detenía a Janet que quería ir contra Dante. –ya saben lo que dicen de los pelitos- mientras ellos salían del escenario.

—Sí, lo sabemos- respondían Dante y Janet juntos. Pero cuando Eduardo se quitaba de en medio, de Dante y Janet, ellos se voltearon a ver por un rato y después voltearon a ver el otro lado, ambos con las caras rojas. Al ver esto Raquel ella se ponía a pensar.

—ojala me pasara lo mismo con él- lo decía, mentalmente, mientras ella veía a Eduardo y a Elisa abrasados.

Tiempo después de que Eduardo, Dante, Raquel y Janet no están a la vista del público nuestro extraño personaje se encontraba arriba, en el techo del palacio de presidencia de la ciudad, viendo por unos binoculares a algunas personas que hacían señas particulares.

Las cuales otras personas no tomarían raras, los cuales eran levantar los brazos e inclinarse hacia la izquierda de ellos.

—Bien, todo listo- mientras levanto su brazo izquierdo con la mano abierta, y rápidamente, cerrándola sus compañeros ven la señal y pongan el plan en acción. Después de eso sus compañeros metieron sus manos dentro de unos abrigos que tenían. Pero no sabían que alguien sabría de ellos.

—Eduardo ¿Qué pasa?- pregunta Elisa al verlo intrigado y serio, más de lo habitual.

—No es nada,- responde Eduardo –pero podrías esperarnos en el auto por favor- mientras él encaminaba a Elisa hacia las escaleras del escenario.

—Claro no hay problema- y después de eso ella bajo del escenario mientras los de-más se quedaban en él. Una vez que Elisa no los podía ver in mediatamente Dante, Raquel y Janet se acercaron a Eduardo.

— ¿ahora qué?- pregunta Dante en tono molesto.

— ¿Quieren ayudarme con esto?- Pregunta Eduardo mientras mete su mano derecha la bolsa de su pantalón.

—Solo dinos que es lo que ocurre- decía Janet mientras tomaba un maleta que tenía su nombre. –Y yo ingenio el plan- y al mismo tiempo que lo decía ella abría la maleta que ella tenía. Después de esas palabras los cuatro se hincaron alrededor de la maleta y en grupo comenzaron a hablar.

Mientras, en ese momento, los hombres los cuales usaban un pasamontañas, y una chaqueta con capucha lanzaron balas al aire desde diferentes partes del zócalo.

—Muy bien señores todos al escenario ahora- lo gritaba el hombre que se encontraba en la zona de público caminando hacia el escenario. Después de eso las personas que estaban en la plaza en ese momento los llevaron amenazados por las armas que tenían esos encapuchados, y cuando los subieron a todos, un niño vio tras bambalinas a cuatro personas enmascaradas bajando por las escaleras para bajar del escenario. Pero el último de los cuatro se detuvo a los dos o tres escalones y volteo para ver la situación y él vio al niño.

—Tu ere…- el niño decía moviendo los labios sin decir palabra, para no delatar a los encapuchados. Mientras él le dijo con una seña que se no dijera nada de lo que vio y el niño acentuó levemente la cabeza y el enmascarado bajo de un salto.

Tiempo después, cerca de diez minutos después, las calles del zócalo se entroneraban bajo el resguardo de los policías de la ciudad además de unidades militares como refuerzos en caso de empeorar la situación.

Mientras en la calle de seminario, a unos metros de la catedral el comandante prepa-raba un plan para rescatar a detener a los “delincuentes” y salvar a los rehenes.

—Comandante- lo decía presuroso un oficial judicial.

—Descanse, ¿qué ocurre?- preguntaba el comandante.

—señor, lo buscan unas personas- respondía el judicial, mientras el comandante pasaba frente al judicial.

—Ah son ustedes- decía el comandante mientras veía a cuatro sujetos enmascarados frente a él.

—Comandante- decía uno de ellos mientras al mismo tiempo los cuatro mostraban sus respetos en forma militar.

—Descansen- después de eso los cuatro bajaron las manos.

— ¿Podemos ayudar en algo?- decía uno de los cuatro enmascarados

— ¿Supongo que tiene un plan?- preguntaba el comandante

—Si señor- respondía otro de los enmascarados.

Y los cuatro enmascarados le decían el plan al comandante, sin percatarse, que algo o alguien los escuchada por medio de un aparato receptor. Arriba de un edificio. La cual parece ser una mujer.

Tiempo después de que Ángel, Luis y Edith durmieran un poco. Ángel comenzó a tener un sueño extraño; el cual, al adentrarnos en sus sueños, vemos a Ángel de pie en habitación extraña, ya que estaba a oscuras el lugar e impedía que Ángel no pudiera ver más de un metro frente a él.

— ¿Dónde estoy?- se preguntaba en voz baja, mientras empezó a caminar por la habitación con cuidado.

Sin saber en dónde estaba o que había ocurrido él continuo caminado por el lugar, al pasar un tiempo él se percató o mejor dicho sintió que no iba hacia ningún lado ya que para donde caminaba, hacia adelante o hacia atrás, hacia un lado o hacia otro, no podía ver nada más que oscuridad.

— ¡MALDICIÓN! — grito fuertemente, mientras se dejaba caer al suelo de rodillas. – ¿Cómo salgo de este maldito lugar?- y mientras se preguntaba golpeo el suelo fuertemente. Pero después de eso vio una luz frente a él y de la luz salía algo, una voz, que no era entendible pero distintiva, ya que era de una mujer.

— ¿Quién es?- preguntaba mientras se ponía de pie. Al no tener respuesta camino lentamente hacia la luz y mientras más cerca estaba de la luz más fuerte y claro se hacia la voz.

— ¡Ángel despierta!- en tono suave y por otro lado de la habitación sonaba una voz diferente a la primera y al ori eso la habitación se ilumino con una gras luz que cubría todo rápidamente y al ver eso y ver que la pequeña luz se apagaba lentamente él corría hacia la luz pero antes de que la tocara.

—Ya idiota, despierta- decía Luis mientras volteaba a Ángel en el sillón, colocándolo boca arriba. Al voltearlo por completo Ángel abre los ojos rápidamente, y moviéndolos por todos lados hasta que los detuvo ya que había visto a su hermano Luis hincado a su lado.

—Buenos días “querubín”- le decía en Luis a Ángel.

—Buenos “mortalito”- le respondía en tono cansado, mientras se levantaba y sentaba en el sillón,

— ¿Estas bien?- le preguntaba Luis mientras lo ayudaba a sentarse en el sillón.

—Si hermano- respondía cansado.

Pero al ver el lugar en donde estaban ellos dos; Ángel le pregunta a su hermano.

— ¿Dónde…?- preguntando en tono intrigante.

— ¿estás? En mi departamento amigo- respondía Edith mientras llevaba unas tasas en una bandeja. –y por cierto, gracias por salvarme, otra vez- le decía al mismo tiempo que le daba una tasa con café.

—No hay de que- respondía mientras agarraba la taza.

Y antes de que tomara un sorbo, Ángel vio y le pregunto a su hermano como había llegado a el departamento de Edith, al oír eso ella también le preguntaba lo mismo mientras veía a Luis, el cual se sentía incómodo con las miradas de los dos hacia él, después de eso suspiro y se levantó para poder sentarse en una silla que estaba en el comedor de Edith y se sentó.

—Como llegue, en auto- respondía sarcásticamente entre risas. –pero, ya serios, fue con un regalo que mamá me dio para cuidarte. Al oír las palabras de Luis, Edith y Angel se quedaron intrigados por la respuesta

—Espera hermano- en tono pacifico – ¿Cómo que un regalo de mamá?- preguntaba extrañado mirando a su hermano el cual mostraba un rostro de seriedad, con respecto a lo que dijo. Después de eso hubo un momento de silencio entre los tres.

—Ya veo,- decía Edith tranquilamente. –Y dinos ¿Qué ocupo?- preguntaba mientras se acomodaba en el sillón, alado de Ángel.

Al oír la pregunta Ángel se sorprendió, al descubrir que su hermano Luis usaba algún chip rastreador para vigilarlo, y empuñando las manos se empezó a molestar no con un hermano sino con su madre la cual tuvo la idea.

— ¡Ya, responde!- decía Ángel enojado mientras se levantada y entre dolor y enojo intentaba mantenerse de pies. – ¿Dónde está el maldito rastreador?- después de preguntar, sus piernas le fallaron y lo hicieron perder el equilibrio pero se alcanzó a agarrar de un sofá personal que estaba a su izquierda.

—De acuerdo, el rastreador lo tienes en el cuello- respondía Luis tranquilo

—en el cuello, ¿dentro?- decía Ángel mientras se levantaba.

—No, en la medalla de papá- al oír eso Ángel se sorprendió.

— ¿En la medalla de papá?- decía en forma atónita mientras Ángel se sentaba en el sofá que lo mantenía de pie.

—Sí, la medalla de tu padre- respondía Luis en tono triste. Y al oír eso Edith, con una expresión de extrañeza, vio a los dos con una gran tristeza en sus rostros.

—un momento- decía Edith confundida –como que su padre ¿que no dijiste que ustedes dos son…?

—Sí, somos hermanos- respondía Ángel en tono triste. –pero, por la ley; no la sangre- y al oír eso Edith se levanta del sillón.

—Yo creo que los dejare solos- y después de decir eso camino hacia la puerta y salió del departamento. Dejando a ángel y a Luis solos. Mientras, fuera del departamento, Elisa estaba parada cabizbaja y se recargo después en una pared que estaba a la derecha de la puerta de entrada y se dejó caer, recargada de espaldas a la pared, y cuando llego al suelo se dobló y se acercó sus piernas, y en posición fetal, comenzó a llorar.

Tiempo después de que Eduardo, Dante, Raquel y Janet no están a la vista del público nuestro extraño personaje se encontraba arriba, en el techo del palacio de presidencia de la ciudad, viendo por unos binoculares a algunas personas que hacían señas particulares.

Las cuales otras personas no tomarían raras, los cuales eran levantar los brazos e inclinarse hacia la izquierda de ellos.

—Bien, todo listo- mientras levanto su brazo izquierdo con la mano abierta, y rápidamente, cerrándola sus compañeros ven la señal y pongan el plan en acción. Después de eso sus compañeros metieron sus manos dentro de unos abrigos que tenían. Pero no sabían que alguien sabría de ellos.

—Eduardo ¿Qué pasa?- pregunta Elisa al verlo intrigado y serio, más de lo habitual.

—No es nada,- responde Eduardo –pero podrías esperarnos en el auto por favor- mientras él encaminaba a Elisa hacia las escaleras del escenario.

—Claro no hay problema- y después de eso ella bajo del escenario mientras los demás se quedaban en él. Una vez que Elisa no los podía ver in mediatamente Dante, Raquel y Janet se acercaron a Eduardo.

— ¿ahora qué?- pregunta Dante en tono molesto.

— ¿Quieren ayudarme con esto?- Pregunta Eduardo mientras mete su mano derecha la bolsa de su pantalón.

—Solo dinos que es lo que ocurre- decía Janet mientras tomaba un maleta que tenía su nombre. –Y yo ingenio el plan- y al mismo tiempo que lo decía ella abría la maleta que ella tenía. Después de esas palabras los cuatro se hincaron alrededor de la maleta y en grupo comenzaron a hablar.

Mientras, en ese momento, los hombres los cuales usaban un pasamontañas, y una chaqueta con capucha lanzaron balas al aire desde diferentes partes del zócalo.

—Muy bien señores todos al escenario ahora- lo gritaba el hombre que se encontraba en la zona de público caminando hacia el escenario. Después de eso las personas que estaban en la plaza en ese momento los llevaron amenazados por las armas que tenían esos encapuchados, y cuando los subieron a todos, un niño vio tras bambalinas a cuatro personas en-mascaradas bajando por las escaleras para bajar del escenario. Pero el último de los cuatro se detuvo a los dos o tres escalones y volteo para ver la situación y él vio al niño.

—Tu ere…- el niño decía moviendo los labios sin decir palabra, para no delatar a los encapuchados. Mientras él le dijo con una seña que se no dijera nada de lo que vio y el niño acentuó levemente la cabeza y el enmascarado bajo de un salto.

Tiempo después, cerca de diez minutos después, las calles del zócalo se entroneraban bajo el resguardo de los policías de la ciudad además de unidades militares como refuerzos en caso de empeorar la situación.

Mientras en la calle de seminario, a unos metros de la catedral el comandante preparaba un plan para rescatar a detener a los “delincuentes” y salvar a los rehenes.

—Comandante- lo decía presuroso un oficial judicial.

—Descanse, ¿qué ocurre?- preguntaba el comandante.

—señor, lo buscan unas personas- respondía el judicial, mientras el comandante pasaba frente al judicial.

—Ah son ustedes- decía el comandante mientras veía a cuatro sujetos enmascarados frente a él.

—Comandante- decía uno de ellos mientras al mismo tiempo los cuatro mostraban sus respetos en forma militar.

—Descansen- después de eso los cuatro bajaron las manos.

— ¿Podemos ayudar en algo?- decía uno de los cuatro enmascarados

— ¿Supongo que tiene un plan?- preguntaba el comandante

—Si señor- respondía otro de los enmascarados.

Y los cuatro enmascarados le decían el plan al comandante, sin percatarse, que algo o alguien los escuchada por medio de un aparato receptor. Arriba de un edificio. La cual parece ser una mujer.