Tan pronto como ví al taquillero acercarse, me levanté y corrí tan rápido como pude hasta la puerta trasera. El anciano pareció preguntarme que me pasaba, mas no me detuve a escucharlo.
El siguiente vagón estaba lleno únicamente con el equipaje de los pasajeros. Apenas entré, cerré la puerta y puse algunas de las maletas como obstrucción. Me dirigí hacia el fondo nuevamente para buscar una puerta que me permita salir, pero no había ninguna. Entonces divisé una ventana pequeña con el espacio suficiente para que yo pueda salir por ahí. Envolví una parte de mi casaca en mi puño y procedí a golpear la ventana.
De pronto, alguien empezó a forcejear la entrada del vagón.
La criatura sin rostro ya estaba aquí. Procedí a golpear con más fuerza la ventana, pero apenas logré hacer unas grietas. El monstruo logró abrir la puerta y empezó a golpearla con fuerza para quitar las valijas que la atascaban. «Maldición, esta ventana no se rompe», pensé. Mis esfuerzos dieron frutos y la ventana cedió, empero, la criatura también logró dispersar los maletines que yo había puesto.
El ser sin rostro ingresó al vagón y observó todo el desastre que yo había hecho. Se acercó a la ventana rota e imaginó que yo había huido por ahí. Sin embargo, yo no alcancé a escapar y solo me refugié tras un grupo de maletas, desde dónde podía ver al monstruo.
Para mi desgracia, la criatura dudó sobre mi fuga y lanzó una nueva mirada a todo el lugar. El terror se apoderó de mí y solo me limité a no mover ningún músculo mientras mi persecutor analizaba todos los hechos. Mi corazón latía a mil y en mi mente solo rogaba que Dios me ayude de alguna manera.
Afortunadamente la criatura pareció detener su análisis, porque escuché sus pasos dirigirse a la salida.
Respiré aliviado entonces y asomé mi cabeza para observar la situación. De pronto, una mano sujetó mi brazo con fuerza y me arrojó contra un montón de bultos. La criatura me había engañado para atraparme.
Entonces sacó una jeringa, probablemente con sedante, y se dispuso a inyectármela.
Con mucho esfuerzo logré detener sus manos y un forcejeo empezó. Él era más fuerte, pero no iba a darme por vencido. La ira subió a mi cabeza, y deseos de muerte cruzaban por mi mente.
De repente, el tren empezó a sacudirse y sentí mareos, mas no me permití ceder a ellos. Las paredes, así como el techo empezaron a agrietarse. Al ver esto, la criatura sin rostro aumentó su fuerza y consiguió colocarme el sedante.
No obstante, ya era tarde para él y un pedazo de la parte superior del tren cayó sobre él.
Inmediatamente después una de las paredes se abrió dejando una gran abertura a mi alcance. Con todas mis fuerzas, salté por ella y corrí hacia el bosque que aparecía ante mis ojos.
De pronto, el sedante empezó a afectarme, por lo que me detuve a tomar aire. Sin embargo, ruidos provenientes de las afueras del bosque me alertaron que mis perseguidores ya estaban aquí.
Con todas mis fuerzas, me levanté y corrí hacia un barranco.
Abajo se alcanzaba a ver un río.
El sedante no me dio tiempo para pensar lo que hacía y salté del precipicio. Tuve suerte, puesto que el río fue lo suficientemente profundo para no provocarme daños y además, unos segundos después, el hombre de negro había llegado al barranco. Su negro sombrero oscureció mi vista, y por el sedante, caí en el sueño nuevamente.
De pronto, estaba yo, con unos meses menos de edad, saltando de alegría puesto que había conseguido elevar en el aire una piedra, casi de mi tamaño, usando solo mi mente.
Me había desmayado sí, pero eso no quitaba mérito a mi logro.
Lo que podía hacer era increíble, y aunque desconocía por completo el origen de estos poderes, no me iba a detener hasta conocer cuáles eran sus límites.

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