Pasaron un día más atravesando el valle de Nero. Y esa misma tarde, empezó a divisarse la ciudad. Aún quedaba un poco lejos, pero podía notarse el gran número de casas. Todo alrededor de las casas era llano y de tonalidades verdes y amarillas
-Vaya, esa es la ciudad de Emiliar- dijo Livius emocionado- Los del circo no solíamos parar en grandes ciudades, y si lo hacían, no me dejaban salir.
-¿Veis todos esos prados llanos? La ciudad de Emiliar es una ciudad capaz de auto proveerse. Aunque por eso también es un gran centro de comercio. Los ciudadanos pueden tener una casa y un trozo de tierra, para cultivar.
-¡Oh! Hay muchas flores- dijo Chisa inclinándose en la silla para mirar el camino, Zess tuvo que parar para que bajara, pues no paraba de moverse empeñada en recoger algunas.
El camino hasta la ciudad fue más tranquilo y calmado que la travesía por el valle de Nero. Chisa iba caminando por el borde del camino de tierra recogiendo las flores que más le llamaban la atención, mientras Livius la vigilaba y también recogía algunas hierbas para dárselas al caballo. Según se iban acercando a la ciudad, se iban cruzando con otros viajantes y con los comerciantes, quienes algunos cargaban sus mercancías mientras que otros venían en carro. Zess llevaba las riendas del animal y saludaba a las personas con quien se cruzaba.
-¿Qué tal si nos hospedamos en alguna posada? Seguro que queréis descansar en algo que no sea el suelo- dijo Zess cuando los dos muchachos se acercaron.
-¡¡Sí!! Y comer algo rico- dijo Chisa mientras le ofrecía las flores a Zess.
-No me parece mala idea, pero ¿estás seguro?
-Me sentara bien poder dormir una noche “normal”- bromeo el hombre.
Chisa insistía en llevar las riendas del caballo, Zess la dejo, pero Livius no estaba muy convencido, aquel animal era bien grande. Chisa era similar, en altura, a una de aquellas robustas patas. Pero pensándolo bien, era normal, era un caballo de tiro, suelen ser bastante grandes y a parte también había cargado todo el viaje con los tres sobre su lomo. No parecía estar nada cansado.
-Me he fijado que este caballo no está nada cansado, y eso que le hemos hecho dar una buena travesía.
-Te has fijado eh, para que veas lo que hacen con los caballos al ser criados para arar la tierra. Son resistentes y eso buscaba, algo que aguantara el peso de los tres. No era el más rápido, pero si el más resistente.- dijo mientras alzaba la vista- Y ya hemos llegado.
Un enorme arco de madera rodeado por plantas enredaderas, daba la bienvenida a todos los viajeros que entraban en la ciudad. Largas calle de piedra se adentraban en las entrañas de la ciudad. Aunque en la ciudad no había ninguna muralla, todas las casas parecían fortificadas. Sus ventanas eran pequeñas y las puertas tenían una anchura considerable. Los comerciantes ocupaban parte del camino, sin llegar a obstruir las entradas de los hogares. Según iban adentrándose en la ciudad, las casas empezaban a presentar adornos y plantas. El centro de la ciudad era una enorme plaza, con una lujosa escultura en el centro. Era una especie de ave que perseguía al mismo tiempo que era perseguida por un dragón. Estaba alzada unos metros del suelo, pero aun así había algún niño que escalaba para subirse al dragón.
El verdadero bullicio estaba en esa enorme plaza. Iban y venían gente de toda clase, los niños correteaban, los comerciantes gritaban sus productos…
-¡Cuánta gente!- dijo Chisa agarrando la ropa de su hermano.
Zess parecía conocer el lugar, pues se adentraba por las calles sin dudar de su orientación. Se pararon en una casa algo alta que contaba con un pequeño establo cerca de la entrada y al otro lado había una taberna.
-Voy a mirar si quedan habitaciones, ¿Podéis llevar al caballo al establo?- pregunto Zess mientras pasaba las riendas a Livius.- Que no se me olvide- dijo volviéndose hacia los hermanos- Si os preguntan, yo soy vuestro padre y vosotros, mis hijos. Hay que ir con ojo. Y también id con cuidado a quien le decís vuestro nombre. Tal vez nos encuentre por eso.
Livius y Chisa estuvieron de acuerdo, y se llevaron al caballo al establo, mientras Zess entraba en la posada. Al reunirse, un hombre les mostró su habitación. Era un cuarto en el segundo piso con dos camas y un escritorio pegado en la pared que separaba ambas.
-La cama no es cosa del otro mundo, pero es mejor que el suelo- dijo Livius tumbándose encima.
- La mujer de aquel hombre me ha dicho que ha llegado un famoso cuentacuentos. Tal vez os gustaría ir a escuchar algunas historias.- dijo Zess aun apoyado en el marco de la puerta.- Cuando os canséis de pasear podéis volver aquí.
-¡¡Bien!! Un cuentacuentos, ¡Vayamos!- se animaba Chisa empujando ya a su hermano fuera.
-¿Y tú que vas a hacer Zess?- dijo el muchacho justo antes de que Chisa empezara a estirarle para bajar las escaleras.
-Yo también voy a dar una vuelta, volveré antes del anochecer.- dijo despidiéndose con la mano.
El cuentacuentos estaba en frente de la estatua de la plaza. Se había sentado en un bloque de paja. El hombre era de avanzada edad y agarraba un pesado bastón. Iba vestido con una capa negra, que hacia destacar su barba blanca. Ya estaba rodeado de niños y algunos adultos curiosos por oír sus historias. Chisa y Livius intentaron sentarse lo más cerca posible, para escúchale mejor.
-Veamos, veamos- decía mientras se mecía la corta barba- ¿Qué historia o leyenda os gustaría escuchar?
Los niños con júbilo empezaron a decir títulos y personajes. Como hablaba muy alto y al mismo tiempo, no se les podía entender nada. Entonces entre todas las voces se alzó una a grito de: “Que hable sobre dragones” entonces todas empezaron a coro “dragones, dragones”
- ¿Así que os gustan las historias de dragones?
-Claro, nuestra ciudad, fue forjada bajo la mirada del dragón- dijo un niño, muy robusto y moreno, señalando la estatua.- Somos de Emiliar- y otros niños siguieron a coro “Emiliar, Emiliar”
- Ojojo así que es por eso- dijo el anciano girándose para mirarla. – Pero tenéis que saber que al otro lado del reino en la ciudad de Malouf, tiene una estatua como esta, con el detalle de que ese pequeño pájaro es más grande que el dragón, y el dragón se ve como una lagartija.- dijo para picar a los niños un poco y lo consiguió.
-Que dices, el dragón del tamaño de una lagartija, vaya insolencia…- se quejaba uno y las quejas continuaban. Que si los dragones eran mejores, que si Emiliar era una ciudad más rica y mejor…
Entonces saltó una curiosa pregunta, un pequeño niño de los que estaba más cerca dijo:
-¿Y que es ese pájaro?
Todos dirigieron la mirada hacia él. Los otros niños señalaron la estatua y dijeron lo mismo.
-Al fin, ya tardabais en preguntar jeje- dijo el anciano satisfecho.
El cuentacuentos mando guardar silencio, pues empezaría a explicar.
-Lo que veis ahí, jóvenes, es la imagen de un Roc. Y antes de que me preguntéis que es, os responderé. Es un ave de colosal tamaño, se dicen que pueden ser más grandes que un navío, un barco grande.- dijo extendiendo sus temblorosas manos. Todos soltaron un signo de asombro.
Un chico lo resumió soltando a todo pulmón: “Un águila un poco más grande de lo normal, que exagerado… Como va a ser tan grande como un navío.” Algunos asintieron, otros no sabían que decir. El anciano siguió.
- Os contaré porque tenemos esta escultura tan peculiar…- empezó a coger aire- En un tiempo ya lejano, habitaban en estas tierras, tanto dragones como rocs. Ambos eran seres muy poderosos y los dos dominaban los cielos. Pero ambas razas siempre estaban en conflicto, por naturaleza, no parecían llevarse bien. Pero como son seres muy inteligentes, decidieron zanjar todo con una sola batalla y no tener que matarse entre ellos. Así accedieron ambos bandos, cada uno pondría al combate uno de sus mejores camaradas. –Hubo un silenció mientras el hombre movía el bastón- Magarab, el dragón más poderoso, fue el seleccionado por el bando de los dragones. Era un dragón astuto y muy peligroso. Sus escamas eran rojas centelleantes como el fuego, y todos los habitantes de estas tierras los respetaban. Por el lado de los rocs, se presentó a Garuda, toda un ave destructora, y la más grande registrada de su especie. Se podría construir una ciudad encima de UNA de sus plumas.
Los niños le decían exagerado, pero en ver que continuaba la historia, callaban.
-Magarab y Garuda lucharon una cruenta y destructiva batalla, que no trajo más que desolación y muertes a los que habitaban en tierra. La batalla empezó un día y se terminó el mes siguiente. Después de destruir casi todo el reino, Magarab cayó muerto justo aquí- dijo el anciano clavando en bastón en el suelo- y Garuda en las tierras de Malouf, ambas ciudades tomaron eso como un presagio de paz y prosperidad, y decidieron levantar una ciudad en la zona donde se encontraban dichos seres, poco después del costosos enterramiento, colocaron esas estatuas como recordatorio de la lucha entre ambas bestias. Por otra parte, el conflicto entre los dragones y los rocs llegó a un acuerdo. Los dragones se quedaron en estas tierras y los rocs se fueron a vivir más al sur, donde Garuda fue enterrado.
Los niños parecían no haber oído esa historia, pues los adultos les contaban otra historia, donde glorificaban a los dragones y a la ciudad.
-Ahora ya tanto da si están o no los rocs aquí, después de todo ya no existen y tampoco creo que existieran- decía un niño cruzando los brazos- mi padre siempre ha dicho que los dragones son los más poderosos.
Los otros niños asintieron y empezaron a replicar por la historia. El cuentacuentos no les prestó la mínima atención, y se limitaba a tamborilear encima de la empuñadura del bastón.
-¡¡Que cuente otra!!- dijo Chisa ya cansada de escuchar protestas por parte de los niños y jóvenes que habían escuchado la historia.
-Venga, venga, que solo os están contando historias, parecéis adultos protestando en una taberna jaja- dijo un hombre adulto que también estaba parado escuchando las historias del anciano.
-Muchas gracias pequeña, ya pensé que no callarían…- dijo el anciano posando la mirada en Chisa.- Y dime pequeña ¿qué te gustaría que contara ahora?
-Ya no quiero más discusiones por los dragones o por los rocs…
-Tienes razón, no habría que discutir por estas cosas… parece que no eres de por aquí. Así que te parece si te cuento una de las aventuras del famoso guerrero Rouen.
El anciano se mesó la barba y Chisa expectante asentía con la cabeza. A los demás niños les parecía bien, aunque esa historia, la mayoría, ya la conocían.
- Como todos ya sabréis antes de nuestro actual rey, que llegó al trono de manera poco honrada, había otro. El anterior era gentil y muy querido por su pueblo, nunca hubo problemas.- dijo en voz baja, pues si un guardia oía que hablabas del anterior rey te arrestaban en el momento. Entonces alzó de nuevo la voz y continuo- Bueno, pues Rouen le servía. Era el guerrero más fuerte y poderoso de todos sus soldados. Conocido por su gran dominio de la espada y la estrategia, pero también destacaba entre los magos, algo que hizo ganarse muchos enemigos… Una de sus aventuras fue en el mar de Tría, el mar que separa nuestro reino, Mistikia, con el reino vecino, Basilik. En ese tiempo existía un enorme leviatán, una especie de serpientes gigantes acuáticas aunque su tamaño y forma varían, que atacaba a todas las embarcaciones que navegaban entre ambos reinos. Rouen luchó contra aquel enorme ser y con su fuerza y astucia, lo consiguió matar- dijo pero recapacitó un momento y añadió- O eso dicen, otros dicen que Rouen consiguió volverse una Cadenza y transformar a ese leviatán en su Navy, toda una proeza.- el anciano parecía tener ya la garganta seca de tanto hablar, así que abrió un pequeño saco y espero su propina por contar las historias.
Muchos niños se marcharon, pero otros dejaron unas cuantas monedas al cuentacuentos, Chisa y Livius le dieron alguna de sus Írias. Cuando el anciano acabo de recaudar, lo cerro y se marchó a paso muy tranquilo.
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