Era el cumpleaños de Marta, antes de que saliese con Tato. Y se fueron por ahí, de botellón y a bailar. Todo el mundo estaba esperando a que Tato le pidiese aunque fuese un baile a Marta, ya que era del dominio público que se gustaban desde hacía más de un año, desde poco después de que Marta rechazase a Lázaro. De eso no se acordaba. Apenas. Sí, bueno, le gustaba Marta, antiguamente. Pero en esa época le gustaba Nuria, aunque ella estuviese con ese Jesús y él hubiese decidido darse a la mala vida. Por eso, cuando Lázaro le pidió un baile a Marta, a nadie le sorprendió el hecho de que le rechazase, ni tan siquiera a él, aunque sólo lo hiciese porque le daba cosa dejarla así. Pensó que debería haber agarrado a Tato y hacerle bailar con Marta... Pero él bailó con Nuria, aprovechando que Jesús no estaba por ahí. De hecho, aún ahora, seis años después, Lázaro ni le había visto...
Pero, sí. Le vio una vez.
Ahora recordaba...
Fue el día antes de enterarse de la noticia. El día de reyes.
Les vio a los dos juntos, caminando de la mano...
¡El tío era un tarugo!
Ahora recordaba... pero le importaba un carajo.
“El doce de febrero del año 2000, rebelión de placeres en mi interior. El deseo encuentra el camino a seguir.”
No tenía ni idea de qué quería decir con eso. Suponía que se refería a Nuria o a alguien. ¿Esperar a que cortase? No, eso no iba con su personalidad. ¿Provocar la ruptura? Lázaro agitó la cabeza. ¿Y qué pasaba con el camino de la buena mala vida?
“El catorce de febrero del año 2000, otro más en soledad. Las rosas se marchitan a mi alrededor, y los claveles florecen.”
Sin duda, Lázaro odiaba San Valentín. Y más en el instituto. La gente iba por ahí repartiendo las flores que amantes y enamorados se enviaban. Quitando cuando estuvo con Olga, todos los demás días de San Valentín estaba sólo... y precisamente ese día, Olga no fue a clase. Bueno, estaba deprimido porque era San Valentín. No pensaba que fuese necesario una entrada sólo para eso que ya le había pasado diecisiete veces.
“El dieciocho de febrero del año 2000 los puñales florecen en mi espalda. Mañana rechazaré el beso de Judas. Cortaré la cabeza de Dios. Mi tesoro con ella no compartiré. Así como el dinero llama al dinero, y el deseo llama a la corrupción, la mentira conduce a la fatalidad.”
Ese fue el día que Marta y Tato empezaron a salir. Estaba cabreado con todo Dios. Aún así, en aquel tiempo lo miró fríamente: Marta le dijo que no quería salir con nadie, pero salió con Tato. La perdonó, porque hacía más de un año de aquello. Tato, tal vez aún creyendo que a él todavía le gustaba Marta, le pidió salir. Le perdonaba, porque él habría hecho lo mismo. Se dio cuenta que con quien estaba realmente enfadado era con Rocío. Más que nada, por ser ella la principal causante de esa pareja. En el fondo, se alegraba por ellos, pero es que Rocío le engañó perramente. Llevaba más de un año diciendo que ella nunca haría algo parecido a lo que hizo con Tato y Marta. Por eso decidió que Rocío ya no era más su amiga. Aunque fue incapaz de hacerlo. De todas formas, fue ella quien se alejó tanto de él como del resto de los tíos del grupo.
“El cuatro de marzo del año 2000, el miedo a la incertidumbre insinúa la verdad. Mientras, el fruto del árbol sabio y el colmillo amigo contemplan la gloria del miserable”.
Su primera noche de Carnaval en Cádiz. Y la última, hasta la fecha. Encontró a una compañera del instituto, que parecía no dejar de insinuársele. Al menos, eso es lo que pensaban el Pera y Alfonso. Pero él no le siguió el juego. No recordaba muy bien quién era, pero había alguien que le gustaba demasiado en eso momento. ¿Sería Nuria o Isabel?
El caso es que aquel día acababa el diario, casi justo al final de la página. Aún así, la giró.
Para su sorpresa, había escrito algo más. Y su estremecimiento fue enorme al leer la fecha.
“El dieciocho de marzo del año 2000 la senda de la duda conduce a la verdad, como el curso de un río se pierde en el mar. Pero todo es confuso, y nadie es como ella.”
Vale, perfecto. Ahora sí que estaba confuso.
¿A quién demonios se refería? ¿A Nuria? ¿A Isa? ¿A Marta? ¿A Ángeles? ¿A Palma? ¿A Olga? ¿A quién demonios?
Sólo sabía que ese era el día en el que descubrió la ruptura de Nuria y el tal Jesús. ¿Lo sabía ya en el momento de escribir esas líneas? Si así fuese, tal vez se refiriese a ella. Pero no, no fue hasta esa noche que lo supo. ¿No? Si no, ¿qué pasó aquél día? ¿Qué pasó ese dieciocho de marzo del dos mil? Aparte, claro, de que casi murió.
Ese día acabó una vida y empezó otra.
Durante seis años estuvo muerto, viviendo en su propio paraíso particular, donde todo el dolor del pasado quedó olvidado. Pero volvió a ese mundo de dolor, donde encontró a unos padres de nuevo enamorados, a unos amigos unidos como nunca. A una mujer que le amaba.
Pero toda la felicidad que le acompañó mientras no estaba ahí, quedó olvidada... menos cuando dormía.
¿Tendría esa clase de sueños mientras estaba en aquel otro lugar? ¿Soñaría con Nuria, con Olga, con Tato o el Pera, Alfonso, Hugo, Palma, Susi...? Bueno, Hugo estaba ahí, como Isabel.
Lázaro miró el calendario de su reloj: miércoles. Hasta el martes no vería a Josan. A ver qué carajo podía hacer por él.
Entonces, alguien llamó a la puerta. Lázaro fue abrir, tras comprobar que estaba solo, y se alegró al ver a quien llamaba.
- ¡Hola, fornicador! – saludó Ángeles con una maliciosa sonrisa.
- Las noticias vuelan, ¿eh?
- Isa me mandó un mensaje hará cuatro horas. De los detalles ya se encargará ella. ¿Me dejas que pase?
- Claro, pasa.
Ángeles entró a la casa de su amigo, que advirtió entonces que cargaba con una vieja mochila a sus espaldas.
- ¿Qué llevas ahí?
- Algunos álbumes de fotos. De los últimos seis años. Supuse que te gustaría verlos. - Supusiste bien – sonrió Lázaro.
Ángeles y Lázaro se sentaron en el sofá, y la chica metió una mano en la mochila.
- ¿Por dónde te gustaría empezar?
- Lo suyo sería empezar por el principio, ¿no?
- Bueno...
Ángeles sacó un pequeño álbum de tapas rojas.
- Este es muy antiguo. Del 97. Mejor saco otro.
- No, déjame verlo.
Lázaro abrió el álbum por la primera página. Allí estaban Alfonso, Palma, Gema, el Pera, Susi, y él mismo junto a otras tres chavalas, en el Cerro, nueve años atrás.
- ¿Quiénes son estas tres?
- Son Sandra, Julia y Amparo.
- ¡Joder, es verdad! Ni me acordaba de ellas. ¿Dónde están?
- Perdidas, las tres. Creo que están aquí por el verano, pero yo no las he visto.
Lázaro pasó una página, y en las dos fotos aparecía Susi agarrando al Pera. En una, acompañados por Palma, Tato, Alfonso y él mismo. En la otra, por Ángeles y Amparo.
- Quién lo diría, ¿eh? – comentó Ángeles.
- Bueno, había sospechas. Pero no pensaba que, después de seis años... bueno, nueve en verdad.
- Bueno, ya estuvieron juntos una noche antes.
- ¿Sí? ¿Cuándo?
- En una excursión a Alicante.
- Vaya...
Lázaro pasó una página más.
- Eso fue en Navidades, en casa de Isa.
Lázaro se quedó petrificado mirando la escena.
- ¿Qué pasa?
Lázaro posó el dedo sobre la imagen de Isa.
- ¿Esta es Isabel?
- Sí. ¿Qué pasa?
- Nunca la había visto así.
Lázaro mentía. Sí que la había visto así. En sueños.
- ¿Es por el pelo? En verdad es así de rizado. Lo que pasa es que poco después empezó a alisarlo. Y luego, se lo cortó.
- ¿Y tan oscuro?
- Es su color natural. Con el sol del verano se aclara. Es normal. ¿Qué pasa?
- No recuerdo haberla visto así.
- Claro. Cuando os conocisteis, ya se lo alisaba. Y creo que casi siempre os veíais de noche , ¿no? Por eso no le notabas el tono.
- Ya, pero...
Lázaro no supo continuar.
- ¿Te pasa algo?
- Ángeles, tú sabes que yo siempre te lo cuento todo, ¿no?
- Sí, bueno, eso pensaba.
- Pues te voy a confesar algo, pero debes jurarme que guardarás el secreto.
- ¿Qué pasa?
- Durante estos últimos seis años, he estado en otro sitio.
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