Un pequeño barril flotaba a la deriva tras un día de tormenta, y una niña temblaba de frío en su interior, mucho había pasado: la masacre de su familia, la toma de prisioneros y ahora estaba vagando en alta mar; cerca de ahí un joven tocaba la flauta desde el puesto del vigilante de un barco al estilo antiguo de los ingleses, dejó de tocar cuando a lo lejos diviso un naufragio y a todo pulmón hizo llamar a capitán. Cuando este salió de su cabina sacó un catalejo y examinó el pequeño barco que se había estrellado no muy lejos de ahí.
-Curioso.- Comentó un hombre de melena larga y castaña amarrada en una cola de caballo, su traje era el único de toda la tripulación que lucia limpio, y a pesar de su joven apariencia ya gozaba de la experiencia de haber vivido treinta años.
-¿Qué? ¿Qué ve?¿Hay alguien?- preguntaba curioso un joven grumete que aprovechaba la confianza de su capitán hasta ser callado por su supervisor.
-No hay señales de vida, pero hay algo mejor ¡Mucho mejor!- exclamó y se dirigió hacia sus hombres -¡Caballeros! ¡Preparen las redes! ¡La carga de ese barco es la mejor de las delicias mundanas!- señaló más entusiasmado y dejando ver una pícara sonrisa -Son cientos ¡Cientos de barriles de ron!- gritó alzando el puño. La energía se contagió y los tripulantes trabajaron arduamente para subir la carga hasta que no quedó ninguno en el agua, cuando fue hora de contar los barriles llenos y separarlos de los que estaban rotos uno en particular emergió de entre el botín, sorprendiendo al grumete que de inmediato gritó: "¡Un cuerpo! ¡Hay un cuerpo aquí!" dicha exclamación llamó la atención de el capitán quien junto al médico acudieron de inmediato a ver lo que ocurría; al llegar no dio crédito a sus ojos: una niña de no más de cinco años reposaba en el fondo del barril, mojada y pálida, lo más curioso era su cabello, que por motivos fuera de la comprensión de todos lo que se encontraban en el barco, era del color del mar. El médico decidió ignorar su característico color y se dio a la tarea de revisar los signos vitales, al terminar dijo sorprendido-¡Impresionante! ¡Su piel indica que ha estado en el agua por horas, está tan fría como un cubo de hielo y aun así respira! Esta no es una niña ordinaria capitán.- Señaló mientras tocaba su curioso cabello. El capitán de nombre Itward examinó a la pequeña de pies a cabeza: la piel pálida pero morena, las ropas mojadas y algo rotas que aun así dejaban notar la calidad de la tela de la que estaban fabricadas, las manos pequeñas y los dedos arrugados eran evidencia de que esa niña ahora estaba sola y solo eso le bastó para tomar una decisión.
-Llévenla a mi cuarto y busquen ropa para cambiarla, que las mujeres se ocupen de vestirla y que el médico la atienda... ¡Ah! Y guarden la bandera que ya es de noche.- ordenó a sus hombres, el grumete corrió y jalo de las cuerdas hasta que la negra bandera toco sus manos, miró un momento al emblema de su capitán impreso en la misma y sonrió <<¿Qué planea hacer el capitán con una niñata? Bueno, no es que me importe>> pensó para sí mismo y se fue a guardar la bandera.
Ya en su cuarto Itward miró a la niña que estaba en su cama, recuperando un color de piel sano y con un camisón que le quedaba grande por vestido, un pequeño collar de oro llamó su atención: una medalla rota y raspada que solo tenia las letras "SE-T" visibles, la vista se desvió cuando vio que la niña ya respiraba mejor y que abría los ojos lentamente, unos hermosos ojos azules emergieron de sus párpados y lo miraron fijamente aunque algo desubicados.
-¿Te sientes mejor?- fue lo único que se le ocurrió preguntar, la pequeña solo lo vio y echó a llorar -Papi, me duele, duele mucho.- dijo entre sollozos -Me portare bien, pero ya no me dejes sola.- Itward no tuvo corazón para contradecirla y decirle que él no era su padre, que era un pirata y que la había encontrado en un barril por accidente esperando que fuera alcohol para embriagarse. Por lo que solo contestó a secas y con dudosa voz -Está bien, ahora se buena niña y duérmete.-
Una vez dormida, el hombre salió de su camarote y exhalo -Y yo que le tenía tanto miedo al compromiso.- dijo mientras se dejaba caer enfrente de la puerta y se frotaba las sienes.
-¿Capitán? ¿No puede dormir?- preguntó una joven vestida con pocas prendas que dejaban a la vista sus atributos -¿Quiere que lo "ayude" a descansar?- comentó en un tono de voz meloso. Itward la vio un largo rato y pensó para sí casi lamentándose << Creo que esta clase de mujeres no podrá seguir en este barco...>> Y así, el capitán dispuso de su "servicial" compañía una última vez antes de despedirse para siempre de su vida cotidiana para empezar un nueva aventura a la que temía desde hace años... la paternidad.
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