Horas antes de iniciar el primer día de clases en la casa de Meredith no todo era color de rosas. Mientras ella se colocaba su uniforme escolar una fuerte discusión provenía del living, una escena ya habitual en su hogar. Ya lista para marcharse al instituto recoge su diminuta cartera repleta de maquillajes y cosas varias. Al ir arrimándose al living la discusión se hacía más densa. Meredith con toda su timidez busca el momento oportuno para poder interrumpir la discusión.
Horas antes de iniciar el primer día de clases en la casa de Meredith no todo era color de rosas. Mientras ella se colocaba su uniforme escolar una fuerte discusión provenía del living, una escena ya habitual en su hogar. Ya lista para marcharse al instituto recoge su diminuta cartera repleta de maquillajes y cosas varias. Al ir arrimándose al living la discusión se hacía más densa. Meredith con toda su timidez busca el momento oportuno para poder interrumpir la discusión.
─¡me voy al instituto!. Musitó Meredith con total timidez. Pero como era de esperarse fue opacada por tan tremenda discusión.
─¡me voy al instituto!. Replico Meredith rebosante de cólera. Su rostro de niña se había desvanecido a cada letra saliendo de su boca.
─¿Quien te crees que sos para levantarle la voz a tus padres, te encierras en tu habitación ya mismo.
Replica el padre sin dar tanta importancia a sus propias palabras ya que de inmediato se da la vuelta y sigue discutiendo con su mujer.
Meredith sale por la puerta sin siquiera ser advertida por sus padres. Se dirige en una solitaria caminata rumbo al instituto. Su mente no se queda tranquila, se siente agotada de las constantes discusiones en su hogar. Mientras las veredas lentamente se disipan bajo sus zapatillas, ella lleva una gran duda en su cabeza, ella no quiere volver a su casa, a medida que se acerca al instituto su idea de no regresar a su hogar se vuelve cada vez mas solida. Finalmente llega al instituto, se para frente a la puerta enorme de madera que divide la secundaria de la primaria, tanto tiempo paso desde su primer día de clases en la primaria cuando sus padres contentos la dejaban en la puerta con un enorme beso. No encuentra explicación de cómo han podido cambiar tanto las cosas. Sus ojos completamente llenos de lagrimas dejan salir una que recorre su rostro. El maquillaje se mueve de su lugar, finalmente después de tanto meditar ingresa al instituto pero no podía permitirse de ninguna manera entrar a su curso con el maquillaje desalineado. Se dirige al baño, después de lavarse el rostro saca de su diminuta cartera su set de maquillajes. Ya dando sus últimos retoques frente al espejo del baño esta lista. En ese momento se percata de algo. Mira a su lado y lo primero que puede notar es una medallita que alguien trae puesta, es una banda de música que a ella le gusta mucho. La música es con lo único que puede despegar su mente de todos sus problemas. Algo más le llama la atención. Una chica que comparte su mismo gusto musical es un tanto difícil de encontrar. Su humor ya había cambiado, ya no se sentía tan miserable ni sola, quizás podría ser un buen día después de todo. Terminando de retocar su labial ella exclama.
─Que linda medallita la que cuelga de tu cuello, velvet revolver, buena banda de música.
─¡Hey, ese es mi asiento! Se escucha desde el otro extremo del salón. Un joven notablemente obeso reclama que le pertenece. Yo podía ver desde mi asiento como el rostro de Meredith iba mutando acorde avanzaba la discusión de estos dos jóvenes. Su rostro apenado, angustiado, desconcertado si se quiere. El joven obeso retrocede sobre sus pasos sujetando con fuerza de la camisa finamente planchada y de un tirón saca a ese joven de su asiento. Meredith sollozando sale disparada inmediatamente del salón. Nadie sabía porque le afecto tanto esa insignificante discusión, solo fuimos unos pocos los que al tiempo nos fuimos enterando de su situación.
─¿Pero qué le pasa a la rubia? Pregunta Kevin mientras observa a Meredith salir por la puerta.
─¡vaya uno a saber, es un tanto indescifrable la rubia!. Responde Nicolás no tan preocupado.
─Creo que debería ir tras ella para ver si se siente mal ¿No creen?. Replico mientras me voy levantando sin esperar respuestas. Nada que me dijeran iba a detenerme de todas formas.
"Es toda tuya panda, ve tras ella tigresa". Escucho a la pasada mientras salía disparada rumbo al pasillo, al salir, Meredith no se encontraba en ninguna dirección que mirase. Rápidamente me dirigí al baño de damas, y allí estaba, sentada en el suelo, con sus ojos llenos de lagrimas, apoyada en la pared abrazando fuertemente sus piernas, suavemente levanta su cabeza al oírme entrar.
─¿Estás bien? Le pregunto mientras sus enormes ojos grises vidriosos me hipnotizan. Ella entre sollozos sin poder formular ni una sola letra mueve la cabeza de un lado a otro. Rápidamente y sin dudarlo demasiado me siento a su lado, lentamente la voy abrazando para que pueda tranquilizarse y dejara de llorar. Ella se funde en mis senos, como si se refugiara de todo. ¡Tranquila! atino a decirle mientras juego con sus cabellos e mis dedos. ¡Gracias! Me replica ella mucho más tranquila, ya las dos sentadas me dispongo a poder averiguar que la traía tan angustiada a tal grado de quebrar en llanto en medio del salón frente a todos.
─Me llamo Lourdes Aquino.
─¡Gracias Lourdes! No siempre soy llorona ¿Sabes? Me llamo Meredith por cierto. Y es la segunda vez en el día que me haces poner de buen humor.
Dicho esto se pone de pie frente al espejo y comienza a retocar su maquillaje, en ese momento la voz del rector que provenía desde afuera preguntando si todo estaba bien allí adentro, posterior a nuestra afirmativa respuesta su actitud cambia regañándonos y anunciando que la profesora ya comenzó su clase mientras nosotros estábamos de compinches en el baño. Esto causo la enorme risa de ambas aliviando totalmente la tensión que se había producido todo este tiempo.
Luego de lo ocurrido, el resto de la mañana fue muy tranquilo, por no decir aburrido hasta llegar obviamente el horario de salida. Donde ocurrieron las cosas más interesantes, para ser el primer día u con los nervios que tenia de comenzar un nuevo año de clases, mi primer año de clases en secundaria que para mí es un nuevo mundo, con nuevas reglas y amigos. Pero por suerte pude adaptarme muy bien gracias a mis dos nuevos compañeros de banco que me tocaron. A la salida del instituto me invitaron a tomar bebida cola al kiosco que se encuentra en la esquina del instituto, con mesas en la vereda y repleta de jóvenes del instituto. El punto de encuentro. En una de las mesas se encontraba sentado sin ninguna compañía el joven que no quería correrse del asiento del joven obeso. Con una lata de gaseosa y la mirada hacia ningún lugar no se veía tan amenazador como supongo quería aparentar frente a toda la clase humillando al joven obeso. O por lo menos eso pensaba Meredith que estaba a punto de entrar en acción pero en ese momento yo no me percataba de lo que ocurría tan lejos de mí, ya que estaba enfocada en mi nuevo mundo.
En mi mesa se encuentran, Nicolás, Kevin y si creía que mi día no podía mejorar, aparece Francisco para acomodarse en el último lugar vacio de la mesa. "Veo que te armaste un buen grupo aquí" acota Fran mientras cuelga su mochila en el respaldar de la silla. ¿Cómo se conocieron? Le pregunto a Fran, ya que me moría de intriga desde que lo mencionaron unas horas antes. "Los conocí el año pasado, es una historia un tanto larga, pero te puedo decir que ellos eran algo así como los dueños del instituto, ahora lo que yo no sé es ¿esto sería la secuela de esa historia? Si llegara a ser así estaríamos en presencia de dos secuelas transcurriendo en simultaneo".
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