Para llevarme solo bastó una brisa. Una brizna de viento. Era suave, como una caricia. Como si quisiera... consolarme.
El viento mecía las hojas caídas
alrededor mío aquella mañana de invierno. Estaba parado ahí, frente al almacén,
revisando que todo estuviera en mi bolsa. Solo un pestañeo, y ya no.
No es algo que pueda comprender.
El cómo algo que cambia una vida puede suceder tan suavemente.
Cuando mi mirada cayó a la realidad, se encontró con un bosque. El verde bajo
el sol ardiente, tan brillante que cegaba, no me dejó ver hasta unos segundos
al grupo parado en frente.
Y- antes de poder hacer cualquier cosa, uno de los extraños del grupo (de solo
tres (3) personas, al menos) se acercó a mí. Su cabello rubio brillaba con la
claridad de una joya gracias al sol – sol que, ahora, consciente de lo fuerte
que caía, me dejó en claro que no era invierno en aquel lugar.
- “¡Oh, Gran Héroe de otro mundo! ¡Es un honor el conocerle!” – Eso fue lo que dijo el rubio aquella vez. Pero bueno, yo no le entendí nada, hablaba en un idioma que no conocía.
Solo los miré confundido, casi abrazando mi bolsa de plástico, como si fuera lo único en lo que pudiera confiar. Pensemos un segundo - …¿me había secuestrado esta gente? ¿Esta gente rara que se viste tan raro?
El extraño de pelo rubio siguió hablando, y logré adivinar que se estaba presentando, por cómo se movía. “Arsamira de Argatha” era su nombre, probablemente. Su cabello brillante estaba atado en una trenza que le recorría la corona de la cabeza, y vestía un traje azul marino, elegante pero sencillo – hasta que le prestabas atención. Tenía costuras extrañas y detalles preciosos que te dejaban claro que quién sea que fuera, era de la nobleza. A pesar de eso, usaba una bufanda de un celeste desteñido, muy sencilla, y un poco fuera de estación considerando el sol en lo alto. Contrastaba mucho con el resto de su apariencia tan… luminosa.
Las otras dos personas eran probablemente más excéntricas que el pequeño sol. Al menos se veían de mi edad, o un poco más jóvenes.
Una chica de cabello blanco y suave, y ropa casi tan blanca como su cabello, con rombos y diamantes decorándola. Casi como un hada de invierno, con un bastón incrustado con cristales.
El otro era una figura andrógina, de (ahora sé) cabello color vino, tan suave y esponjoso como el de la chica, pero este le cubría la mayoría de la cara, dejando visible los extraños tatuajes de ojos que tenía en la mejilla izquierda. Su traje, de un verde suave, si bien era plano, tenía una cantidad excesiva de pequeñas cadenas brillantes sobre sus hombros – o bueno, era lo poco que pude ver en medio de la capucha negra que lo cubría, como si hubiera querido verse sospechoso a propósito.
Dejando eso de lado, lo que más llamaba la atención era un libro que él tenía en la mano. Un libro que estaba brillando casualmente, como si fuera lo más natural del mundo. Digo, me imaginé que era un prop curioso para el acto. Uno pensaría que no son más que cosplayers.
No se veían agresivos ni peligrosos, pero mientras seguían hablando, levanté mis manos y me senté sobre mis rodillas. Seguro entenderían que estaba dispuesto a cooperar, y no tenían que hacer ninguna locura. El que se llamaba Arsamira lucía preocupado al verme. Le dijo algo al del libro, como una queja, y caminó hacia mí – y bueno, también se sentó en sus rodillas. Pero obviamente, cuando habló, no le entendí nada. O quizás un poco, se me hacía como una lengua vagamente familiar, pero no entendible.
Así que atiné a probar con lo que podía, y les respondí en Inglés.
- “Perdón, no puedo entender su idioma. ¿Hablan inglés?”
Para mi sorpresa, el que reaccionó fue el que tenía el libro. Una mezcla extraña de muchas emociones, sobre todo confusión – esa cara de anonadado, que casi me hizo reír.
Procederé, como antes, a traducir sus palabras.
- “…Yo puedo. Un poco.” – Después de sacar al rubiachón de enfrente, se colocó de rodillas a mi lado. – “Lo siento por… toda esta confusión. ¿Está bien? ¿Dolor?” – Su Inglés no era el mejor, pero funcionaba. Peor que esta traducción de sus palabras, pero funcionaba. Lo suficiente para que se me notara el brillar de la cara, al parecer. Digo, el rubiachón dijo algo mientras me miraba, con una sonrisa estúpida.
- “Estoy bien. Pero ¿dónde estoy? ¿Y qué- quiénes son ustedes?”
- “Este es el Reino de Argatha. Estamos en…Stepa Reion.” – Eso solo significa bosque Reion. – “Uh…E-Este es…Mundo- Diferente. Diferente del tuyo. O lo es si…Si la hechi- hechi…ayo- ¡el hechizo! Funcionó.”
- “… ¿Y ahora de verdad?”
- “Uh, eh… Ayo, v-ven con nosotros. Es difícil creer…Explicaré de camino al palacio.” – Bueno, si era la verdad, seguro era un sueño. Lúcido o no, no sería la primera vez que pasa. Los de trajes raros comenzaron a caminar, y alas, sí había un carruaje. Sé que en nuestra actualidad perfectamente puede haber carruajes, pero es que, aun así - era diferente.
El azul oscuro de su exterior contrastaba con el cielo despejado, brillante, y cálido. Un poco demasiado brillante. A pesar de que era un carruaje sencillo, cuadrado y sin mucha decoración (sobre todo en los caballos), – si te acercabas a mirarlo, te encontrabas con grabados finos en la plata que cubría las esquinas, y unas preciosas cortinas burdeo, decoradas con pequeñas flores bordadas de un color ligeramente más oscuro, casi invisibles en la distancia. Era como el rubio mismo – aparentaba ser simple, hasta que lo mirabas lo suficiente; entonces era imposible ignorar su fanciness.
El interior no defraudaba. Los asientos eran muy cómodos, así como que podría derretirme en ellos. Y sí me quería derretir en ellos. Me preguntaba si, si es que me quedaba dormido ahí mismo, despertaría en mi cama como si nada. Pero el cochero dio la señal de partida, y el movimiento del carruaje no me dejó dormir. Bueno, eso, y el hecho de que éramos cuatro (4) personas en el carruaje, ahre.
Las respuestas seguían viniendo.
- “Entonces, le invocamos. Para la guerra. Por ayuda. Por ahora, Jesgavaula- la ¿principalidad…?? Uh…Zeliram. Ayo, se…retiraron por el momento. Por pro…problemas internos. Es algo que pueden hacer porque somos débiles y no tenemos aliados. Todos los terrenos vecinos están de su parte. Estamos desesperados…”
- “…¿Esos no son muchos enemigos? Digo- suena hasta sospechoso. D-Digo-” -Y me acordé de que estaba secuestrado. – “…digo, perdón. No debí decir eso.”
- “Ayo- nono, es normal que piense eso… Ah, deje- presen- presentar. ¡Presentarnos!” – Y así, simplemente, cambió el tema. Se dio vuelta a mirar al rubio, que tenía todavía esa cara boba de emoción. De cerca podía notar sus ojos azules, brillantes como el cielo, mirándome con una inocencia extraña. Demasiado brillante. – “Su Majestad, príncipe de la corona, Arsamira de Argatha, quien ha venido personal…Personalmente a darle la bienvenida, héroe.”
El susodicho hizo una reverencia con una gracia de aires reales. No le puse duda a su título. Hasta su postura sentado era elegante – un poco chocante con su sonrisa y en sí lo feliz que andaba. Pero estar frente a alguien así te hacía sentir inferior. Yo, con mi ropa sin planchar, y el pelo sin peinar. Qué werwenza. Le hice una reverencia de vuelta, intentando ocultarme detrás de mi bolsita de plástico. Se rió, muy suavemente, y sé que dijo algo, pero no sé qué.
Ahora era el del libro.
- “Soy Mizuen Euphoramis. El Hechicero Real, y el Maestro de los Archivos.” – El chico también hizo una reverencia, su cabello de vino ocultando aún más toda su cara. Sin su capa, se le veía extrañamente afable de postura. Se movía muy suavemente, a pesar de que pareciera estar en un pánico constante. Al menos su voz ya no temblaba, y una vez se acomodó otra vez, sonreía, mucho más seguro de su pronunciación. – “Soy quien realizó la invocación. Y ella es Daien, mi hermana menor. ¡Es la Tercer Maga de la Corte! Estoy tan orgulloso de e- Digo- Oe. Daien. Oe.” – Mizuen la llamó, pero ella solo hizo una reverencia y siguió en silencio. – “Perdón por eso. Diría que no suele pasar, pero pasa mucho.” – Aún así, le seguía sonriendo.
Arsamira le preguntó algo a Mizuen, o quizás solo le dijo algo, no lo sé. Lo que sea, hizo que los tres me miraran.
- “¿Cuál es su nombre, héroe de otro mundo?” – Preguntó Mizuen, con una mano sobre su pecho, como un gesto de saludo.
Y esa pregunta resonó algo extraño. Aunque fuera solo un sueño, estaba completamente consciente de la ansiedad que me recorrió. Es como si mi propio ser se hubiera evaporado. Y cualquier recuerdo de mi nombre se fue, pero no lo sufrí. No se sentía como algo que estuviera mal. Es como si me hubiera deshecho de un peso. Y cuando eso pasó, la ansiedad se fue, y mi cuerpo volvió a sentir la sangre dentro de él. A pesar de que fue menos de un segundo, en el flujo incesante del vacío… Sentí como la sublimidad de la falta de ser, violenta como todas, me consoló hasta que caí en mí mismo. Se sintió eterno, como el cielo claro.
Me seguían mirando con curiosidad, y quizás un poco preocupados. Como si hubieran notado la revuelta interna que acababa de tener.
- “...No lo sé.”
Silencio.
- “No...No lo recuerdo.”
- “…¿No lo recuerda?” – Y antes de que pudiera responderle, Mizuen se puso a revisar su libro. Aquel libro que solía brillar frente a mi. – “E-Espero no haberme equivocado en algo…” – Dijo, pasando la mirada entre yo y el libro.
No pude aguantar la risa al verlo.
- “Está bien. Es solo un nombre. No me importa mucho. Asumiendo que todo esto es real, lo recordaré cuando vuelva a casa, quizás.”
Preocupado de mí mismo, dejé pasar la expresión incómoda que el príncipe y el hechicero compartieron entre ellos.
- “Espero sea solo eso… Tu mente, ¿la siente nubosa? Digo, ¿nublada? ¿Te encuentras bien? Llamaremos a un doctor cuando lleguemos.” – Aunque se preocupara, no recordaba haber olvidado nada más. Aunque, bueno, eso es un poco el cómo funciona el olvido.
El tiempo pasó mientras miraba por la ventana. El aire fresco de primavera; demasiado fresco – tan fresco que me hizo toser de lo limpio -; y el camino, lleno de chacras y campos, creaban un pintoresco paisaje con una brisa de olor a valle. Los trabajadores pasaban saludando al carruaje, demostrando que de verdad no se podía ocultar que le pertenecía al príncipe. Así pasaron dos (2) horas de camino.
- “Como habrá notado…” -Dijo Mizuen, alzando su libro.- “Somos un reino con acceso a magia. No… No sé si su hogar será así, pero acá la magia es algo difícil de encontrar. Nuestro enemigos quieren acabar con ella, y es por eso que no se puede negociar la paz. No es un tema de conquista, si no de un ataque a nuestra creencias. Este es el único lugar donde los magos pueden seguir viviendo, porque el exterior nos considera traidores y villanos. Por eso pedimos ayuda, para proteger nuestro hogar.” – Habló con un tono fuerte, que sacó a relucir su porte alto. – “Llegamos a la capital. Esta es Leva, la ciudad más grande de Argatha.”
Miré por la ventana cuando lo dijo, y la belleza de la ciudad que se mostraba ante mí me dio escalofríos. Tenía una forma de fortaleza circular, pero con grandes arcos en cada entrada, abiertas a todo mundo. Las calles eran guiadas en espiral hacia el fondo, donde, en lo alto, se sentaba el palacio. A la distancia, enredaderas y jardines caían por encima de los muros que rodeaban Leva, como cascadas de verde y arcoíris. Las casas y tiendas se apoyaban sobre los árboles que crecían en medio de las calles de ladrillo blanco. El verde frondoso se alzaba por cada construcción, sobre todo cerca del río que rodeaba la ciudad. Las fuentes y plazas adornaban las esquinas, haciendo de cada calle un lugar luminoso. Una gran gema que reflejaba el sol de la nueva vida.
Ya no podía creer que fuera un sueño.
La gente que pasaba se acercaba a saludar, algunos con flores, otros con preocupación. Yo estaba oculto en una esquina, mientras el brillante príncipe recibía alabanzas y quejas por igual. Daien se dedicó a recolectar las flores, agradeciendo a la gente con una suave voz. El cochero siguió avanzando con advertencias a la gente, y así llegamos al tramo de subida de la espiral. Yo me seguí derritiendo en el rincón, cubierto con la capa de Mizuen. Una vez arriba, nos encontramos de frente con el Palacio Levitan – o, bueno, el Palacio Alado, según la traducción de Mizuen.
Una vez me ayudaron a bajar - como plebeyo que soy que nunca se ha bajado de un carruaje antes -, Arsamira me detuvo, sonriendo.
- “Un gusto conocerle.” – Intentó decir. No le salió muy bien, pero su carisma era suficiente para cubrir por eso. Supuse que Mizuen le habría enseñado a la rápida.
- “…El- El gusto es mío.” – No pude sonreírle de vuelta por la tensión en mi cuello. Si esto no era un sueño, de verdad estaba secuestrado. Y ahora estábamos avanzando, a quién sabe qué destino. Algo de ayudar en una guerra. No iba a pensar en eso, nope. Abracé mi bolsa. Al menos el sonido del plástico era igual que antes. Era lo poco que me estaba quedando de casa, si todo era real.
Daien notó mis nervios – no, bueno, notó que empecé a temblar –, y puso su mano en mi hombro, intentando animarme. Aún así, jaló de la capucha de la capa para ocultar mi cara. Lo cuál no ayudó a que me calmara, ahre. Di pasos largos temblando, mi único apoyo real siendo la idea de que, al menos, era un rehén cooperativo, así que podría estar a salvo. Caminamos los cuatro juntos, yo en el centro, como si quisieran ocultarme de los guardias en las puertas (que, curiosamente, eran puertas en el costado, más para sirvientes que para el príncipe).
Una vez sonó el rayo de la madera chocando detrás de mí, me tragué mi corazón, y con él, el miedo de lo que venía.
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